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[Cómic] Reseña de "Los Nuevos Mutantes: La Niña Oscura", de Chris Claremont, John Buscema, Ron Frenz y Sal Buscema


Como su título indica, este tercer volumen recopilatorio de las aventuras fundacionales de los Nuevos Mutantes se centra en Illyana Rasputin, también conocida como Magik, la Niña Oscura. Se trata de la nueva incorporación del equipo de alevines de la Patrulla X, aunque no será ni mucho menos la última. De todos los miembros de los Nuevos Mutantes, Illyana es quien tiene mayores vínculos con la Patrulla X al ser hermana menor de Coloso y compartir habitación en la Escuela de Xavier con Kitty Pryde, con quien ha desarrollado una considerable amistad. No obstante, la joven rusa también está vinculada con la dimensión demoníaca del Limbo, de donde procede su talento para la hechicería. De esta forma, Magik no sólo es una joven mutante que necesita desarrollar el control sobre sus poderes teleportadores, sino también una hechicera tentada constantemente por la fuente infernal de sus dones sobrenaturales. Centrándose en un personaje de esta características el presente volumen no podía ser otra cosa más que excelente.

A mediados de los ochenta, Illyana ya se había convertido en un secundario recurrente en las páginas de la Patrulla X, aunque el guionista Chris Claremont había evitado centrar el foco en ella con bastante astucia. Probablemente en aquellas fechas ya tenía planes para el personaje, pero diversas circunstancias le llevaron a retrasarlos. Con la cabecera de los Nuevos Mutantes en pleno funcionamiento ya no había más razones para demorar la debida exploración de la figura de Illyana, algo que por otra parte los lectores demandaban desde que se publicó el número 160 americano de la colección de la Patrulla X. En esa historia, una Illyana de siete años era secuestrada por Belasco, el hechicero oscuro que gobernaba el Limbo. El grupo de aventureros mutantes viajó hasta la dimensión mágica para rescatar a la niña, lo cual estaba dificultado por la propia naturaleza del Limbo. El tiempo no transcurre de la misma forma en el Limbo y en la Tierra, además de que ese lugar es un nexo entre distintas realidades. Una Patrulla X alternativa procedente de otra de estas realidades había acudido antes para rescatar a su respectiva Illyana, pero a cambio había quedado atrapada allí. Algunos de sus componentes habían muerto y otros habían sido corrompidos por Belasco, quedando una envejecida Tormenta que había sustituido sus debilitados poderes climáticos por la magia. Con la ayuda de esta versión de la diosa del clima, la Patrulla X consiguió escapar de allí, pero durante la huida perdieron a Illyana durante unos segundos. Cuando consiguieron recuperarla, la hermana de Coloso se había convertido en una adolescente de trece años. Es decir, durante los pocos segundos que habían transcurrido en la Tierra ella había pasado varios años retenida en el Limbo. Aunque desde ese momento Illyana tuvo una discreta presencia en la colección, lo que sucedió durante ese tiempo pasado en el Limbo no se desveló hasta que se publicó la miniserie de cuatro números Storm and Illyana: Magik con la que se abre este tomo de la línea Marvel Gold de Panini.


Aunque dicha miniserie se abre con el debido flashback, quizá hubiese sido útil incluir el mencionado número 160 americano en esta edición. Después de todo, se trata de una continuación directa y, pese a recordarlo con bastante detalle, yo preferí refrescarlo antes de acometer la lectura de este volumen. En este punto, las cabeceras de la Patrulla X y los Nuevos Mutantes estaban tan interrelacionadas que los autores asumían de forma casi automática que el lector interesado en los personajes había seguido ambas. Lo mismo se puede aplicar a Storm and Illyana: Magik, cuya lectura en el vacío no tiene mucho sentido. Por tanto, es posible que esta miniserie carezca de interés para aquellos que no tengan un bagaje considerable en el microcosmos mutante. Sin embargo, eso no quiere decir que se trate de malos cómics. Nada más lejos de la realidad: los cuatro números escritos por Chris Claremont y dibujados por el maestro John Buscema en los dos primeros y Ron Frenz en los dos últimos (ambos artistas contando con el acabado de Tom Palmer para unificar la estética) son una auténtica joya. Estos cómics se alejan del contexto habitual de las aventuras mutantes y abrazan el género de espada y brujería. En ese sentido, elegir a un artista como Buscema, que había dejado una huella tan importante en las series protagonizadas por Conan el Bárbaro, me parece un gran acierto.

Puede que se trate de una historia de espada y brujería, pero esta miniserie también tiene el inconfundible sello de Chris Claremont. Uno de los artículos que incluye la edición de Panini reflexiona de forma acertada sobre la naturaleza de Illyana como la típica mujer escrita por Claremont: poderosa, pasional, en constante lucha contra la parte oscura de su propia naturaleza y con una dosis considerable de angustia existencial. Por si fuera poco con ser mutante, la joven rusa tuvo que pasar media vida exiliada en una dimensión demoníaca; además de verse obligada a cargar con el legado envenenado de su mentor infernal, Belasco. Era el personaje perfecto para los Nuevos Mutantes, pero antes había que rellenar las lagunas y poner a los lectores en antecedentes, razón por la cual se lanzó la miniserie en cuestión. En Storm and Illyana: Magik se narra el conflicto que desgarra a la hermana pequeña de Coloso, pues su lealtad se ve dividida entre la envejecida Tormenta que intenta enseñarle los caminos de la magia blanca y una Kitty alternativa alterada por la magia de Belasco que pretende enseñarle a combatir para que pueda sobrevivir el tiempo suficiente en el Limbo como para poder enfrentarse a Belasco. Obviamente, acabar con el gobernante de esa dimensión mágica no iba a ser sencillo y de hecho Illyana llega a verse tentada por él, sintiéndose atraída por los caminos de la magia negra. En esta peculiar mezcla de influencias se forja la Illyana que luego se integrará en los Nuevos Mutantes.


Los cuatro números de esta miniserie compaginan bien la aventura con el drama, dedicando el tiempo necesario para construir la tragedia que se intuye desde el principio. Esta es una historia fatalista cuyo resultado conocemos de antemano: sólo Illyana logrará escapar del Limbo y cuando lo haga habrá sido corrompida en parte por la magia de Belasco, que pretende usarla para garantizar el acceso de sus dioses ancestrales hasta el mundo humano. Tengo que reconocer que aquí Claremont supo jugar bien con el morbo, aprovechando el hecho de que la historia está situada en el pasado y que el lector ya conocía muchas cosas sobre lo que le iba a suceder a Illyana al regresar. En ese punto, por ejemplo, el lector ya conocía la amistad establecida entre ella y Kitty y el guionista se permite ser cruel hasta el extremo al narrar lo que sucede entre la joven rusa y la versión alternativa de Gatasombra que se encuentra en el Limbo. En su conjunto, la miniserie al completo hace honor al atroz paisaje en el que se sitúa por la maldades que se muestran en su interior, que incluyen circunstancias tan salvajes como un miembro de la Patrulla X acabando con la vida de otro con la intención de canibalizarlo. Claremont era un guionista que las mataba callando y sus insinuaciones ocultaban contenidos que no habrían recibido el sello del Comics Code Authority de no ser por estar rodeados de la típica fantasía de los cómics de superhéroes para adolescentes.

Quizá el punto álgido de la miniserie (y también el momento más trascendente) es aquel en el que Illyana forja su Espada-Alma, llamada así por haber sido creada usando un fragmento de su propio espíritu. Esta arma, materialización definitiva de su voluntad, es la que en última instancia le concede la victoria sobre Belasco y le permite escapar del Limbo. Así, el final de la miniserie enlaza con el número 14 americano de los Nuevos Mutantes, en el que Magik se une de forma oficial al grupo pese a que en ese momento sus compañeros no conocían su pasado ni sus inclinaciones demoníacas. Para mostrar el progreso de la joven hechicera, Claremont la mostró en ese número derrotando al sirviente más temible de Belasco, S'ym (una suerte de parodia del Cerebus de Dave Sim, quien a su vez ya había introducido a una parodia de Claremont en su propia serie), y reclamando el Limbo para sí. Así es como comenzó la lenta caída hacia el lado oscuro de Illyana, que no en vano sería conocida como la Niña Oscura. Con el tiempo, la corrupción iniciada por la influencia de Belasco acabaría habiendo mella en su cuerpo, transformándolo y proporcionándole cuernos, cola e incluso patas de cabra. Este sería uno de los hilos argumentales más apasionantes de las series mutantes durante la década de los ochenta, alcanzado su conclusión en el memorable evento conocido como Inferno.


Con la incorporación de Illyana ya casi estaba asentado el ecosistema de los Nuevos Mutantes. Además de la conflictiva hechicera, el grupo contaba con Bala de Cañón, inseguro de sus propios poderes y enamorado de una de sus compañeras; Espejismo, perseguida por el espectro del oso que había acabado con la vida de sus padres (y que daría lugar a una de las mejores historias de la serie) y dolida por el hecho de que sus poderes sólo pudiese ser usados para hacer daño (al crear imágenes basadas en el peor miedo de su objetivo); Mancha Solar, el donjuán del equipo que ocultaba sus problemas familiares tras su fachada despreocupada; Magma, la joven procedente de Nueva Roma para quien el mundo presente era todo un misterio y que temía el alcance destructivo de sus poderes volcánicos; y Loba Venenosa, la más joven del equipo y quien se debatía entre su naturaleza lupina y su estricta educación cristiana. 

Nunca dejará de asombrarme la capacidad de Claremont para caracterizar a sus personajes con una naturalidad tan pasmosa, manteniendo siempre alto el interés por las relaciones interpersonales. De esta forma, es fácil empatizar con los torpes intentos de Bala de Cañón por resultarle atractivo a Magma, aunque la muchacha no tenga demasiado interés en él. De igual forma, los lectores comprendemos a Loba Venenosa, que se siente decepcionada por no ser correspondida por su admirado Bala de Cañón y muestra cierta hostilidad hacia Magma. No olvidemos que esta es una serie de adolescentes superpoderosos, quizá la serie definitiva de adolescentes superpoderosos, así que estos pequeños dramas interpersonales son su pilar central y el motivo por el que los lectores volvemos a ella una y otra vez. Pese a todo, mi momento favorito de este volumen no es uno de sus muchos alardes de drama adolescente, sino un momento de inusitada madurez. Se trata de la paternal conversación que mantienen Sam y Rahne en el autobús, que me encanta tanto por el cariño que me suscitan ambos personajes como por el mensaje optimista que transmite: un mensaje de tolerancia y aceptación hacia lo diferente, porque no somos nadie para juzgar a aquellos que no son como nosotros.


Los últimos números recopilados en este volumen suponen la presentación de los añorados Infernales, el grupo de estudiantes de la Academia de Massachusetts dirigida por Emma Frost, la Reina Blanca del infame Club Fuego Infernal. Si en ese momento el Círculo Interno del Club era la contrapartida oscura de la Patrulla X, los Infernales fueron concebidos como los opuestos de los Nuevos Mutantes. Debo reconocer que este recurso de introducir a un superquipo rival diseñado como un reflejo invertido y malvado de aquel que forman los protagonistas de la cabecera siempre me ha parecido uno de los más señeros y atractivos del género de superhéroes. Claremont recurrió a él para introducir a los que serían los grandes enemigos de los Nuevos Mutantes, aunque de sus filas también saldría algún que otro aliado. Ambos grupos partían de la misma base, pues los dos estaban formados por adolescentes que necesitaban ser entrenados en el uso de sus poderes mutantes, pero mientras que los Nuevos Mutantes creían en la coexistencia pacífica entre humanos y mutantes los Infernales se preparaban para cumplir los deseos de dominación mundial del Club Fuego Infernal. Otro punto común entre ambos grupos tenía que ver con su composición, pues tanto en uno como en otro militaban miembros de distintas razas, etnias y nacionalidades. Conviene señalar esto porque siempre fue una de las señas de identidad de los tebeos de Claremont, muchos de los cuales se escribieron décadas antes de que los editores de Marvel comenzasen a preocuparse en serio por la integración y la representación de las minorías. Finalmente, y aunque esta es una de esas improbabilidades tan propias de los cómics, los personajes de ambos grupos tenían poderes similares, de forma que se podían establecer paralelismos entre ellos: Tobera era la contrapartida de Bala de Cañón, Ave de Trueno (el hermano del miembro homónimo de la Patrulla X, que murió en combate) lo era de Mancha Solar, Tarot de Espejismo, Ojo de Gata de Loba Venenosa, etc.

Como fan incondicional de los Infernales y de su maestra, la Reina Blanca, leer de nuevo esta aventura ha supuesto un emotivo viaje nostálgico para mí. El personaje de la Reina Blanca sigue siendo importante hoy en día dentro de la franquicia mutante, pero los Infernales cayeron en el más triste de los olvidos tras ser desperdiciados de forma absurda en una penosa historia publicada durante los noventa. Esto es algo doloroso, sobre todo teniendo en cuenta la maestría con la que fueron introducidos. No me cansaré de insistir en la sorprendente habilidad de Claremont para presentar a un personaje usando apenas un par de líneas de texto, de forma que picase la curiosidad del lector y le dejase siempre con ganas de saber más sobre él. Los Infernales tienen poca presencia en estos números, pero resultan tan condenadamente atractivos que ya estoy deseando volver a leer su siguiente aparición. De entre todos ellos quizá mi favorito sea Émpata, el odioso y soberbio psíquico del grupo, a quien Claremont se aseguró de presentar como alguien a quien te encantaría pegarle un puñetazo para borrarle esa sonrisa arrogante de los labios. Lo cierto es que conociendo la futura trayectoria del personaje, un solo puñetazo se me antoja insuficiente. Muchos años antes de que Brian Michael Bendis tuviese la idea de hacer que el Hombre Púrpura utilizase sus poderes mentales para aprovecharse de Jessica Jones, Claremont ya había hecho algo similar con Émpata.


El viaje hasta la Academia de Massachusetts (realizado en autobús porque los Nuevos Mutantes no estaban capacitados para pilotar el Pájaro Negro, lo cual me resulta deliciosamente divertido) también sirvió para poner sobre el mapa a Doug Ramsey, el joven aficionado a la informática que se había hecho amigo de Kitty Pryde en la serie de la Patrulla X y cuyo destino pasaba por integrarse en los Nuevos Mutantes. Mientras acompañaba a Doug hasta la exclusiva academia, Kitty fue secuestrada por la Reina Blanca, obligando a los demás estudiantes de Xavier a acudir al rescate. Esto no deja de ser irónico, sabiendo que los Nuevos Mutantes y Kitty no se llevaban nada bien, pero las rencillas personales siempre quedan en segundo plano cuando se impone el deber. El rescate de Kitty no sólo supusu el primer choque contra los Infernales, sino que también obligó a Illyana a desvelar parte de sus secretos. De esta forma, Espejismo fue la primera en presenciar los poderes místicos de su compañera en acción. Tras escapar de las garras de la Reina Blanca (a quien podemos ver actuando como la femme fatale que es en algunas escenas estupendas de estos números, como esas en las que disfruta con gran perversidad de sus intentos por doblegar a Kitty), los estudiantes vuelven a la Escuela de Xavier. La última página adelanta el siguiente arco argumental, que supuso el comienzo de la Saga del Oso Místico y la llegada del inolvidable Bill Sienkiewicz a la colección. Esto conllevó un importante y necesario revulsivo a nivel estético, haciendo que la colección alcanzase nuevas cotas y dando lugar a uno de los hitos más importantes del microcosmos mutante. Eso será en el siguiente volumen de la colección, titulado Los Nuevos Mutantes: Hijos de las Sombras.


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