Parte 1: "Raistlin, el aprendiz de mago" y "Raistlin, crisol de la magia"
Parte 2: "Raistlin, mago guerrero" y "Raistlin, el Túnica Roja"
Parte 3: "Qualinost"
Parte 4: "El Incorregible Tas"
Parte 2: "Raistlin, mago guerrero" y "Raistlin, el Túnica Roja"
Parte 3: "Qualinost"
Parte 4: "El Incorregible Tas"
Desde mi punto de vista, uno de los grandes problemas del género de espada y brujería es su visión romántica e idealizada de la vida en un mundo medieval. Todos los libros de narrativa fantástica derivados de juegos de rol tradicionales vienen a cumplir el mismo objetivo principal que dichos juegos, que es constituir una forma de evasión. Después de todo, ningún jugador de Dragones y Mazmorras quiere preocuparse por las consecuencias e implicaciones reales del estilo de vida del medievo, sino dejarse llevar por la ilusión y vivir una aventura imposible. Sería un absoluto fastidio que su cuidado personaje muriese poco antes de poder combatir contra un malvado dragón por haber contraído una simple infección o por las deficientes condiciones higiénicas de su entorno, circunstancias muy comunes en tiempos medievales. Hablamos de una época en la que la gente podía morir por algo tan banal como una caries, lo cual sin duda rompe el encanto de cualquier fantasía. Es preferible, por tanto, obviar esos aspectos y proyectar una imagen mucho menos ajustada a la realidad pero mucho más atractiva. Yo soy el primero que viene buscando evasión en muchas ocasiones, por lo que no me cuesta dejarme llevar por el engaño sin reparos. No obstante, a veces el endulzamiento que produce la pátina de fantasía e irrealidad me resulta un tanto empalagoso. En esos momentos echo en falta una visión algo más cruda de ese escenario; una en la que los personajes piensen y actúen como lo haría un verdadero habitante de la Edad Media. También ansío que se aborden las dificultades que implica el hecho de sobrevivir al aire libre y enfrentarse a las inclemencias del clima sin apenas avances tecnológicos o que se mencionen las costumbres en ocasiones repugnantes de unas gentes con escasa cultura y muy pocos medios. Por eso encuentro especialmente refrescante el libro que decide mencionar lo incómoda y arriesgada que es la vida del aventurero trotamundos en lugar de idealizarla y por eso disfruto cuando se mencionan los deficientes hábitos higiénicos de los personajes o su pensamiento retrógrado e ignorante. Por mucho que se trate de volúmenes poblados por elfos, enanos, kenders y otras criaturas imaginarias, esos toques de verosimilitud siempre les otorgan un sabor distintivo. Kitiara Uth Matar, el tercer volumen de la hexalogía titulada Los Compañeros de la Dragonlance, es uno de esos libros.
Escrita por Tina Daniell, una autora con varias entregas de la saga en su haber, esta tercera parte tiene poco que ver con las anteriores. Recordemos que Los Compañeros de la Dragonlance es la adaptación al castellano del más apropiado título inglés Dragonlance Meetings, ya que esta serie pretende narrar los primeros encuentros entre los compañeros que posteriormente protagonizarán las Crónicas de la Dragonlance. Qualinost narró el inicio de la amistad entre Flint y Tanis, mientras que El Incorregible Tas introdujo a Tasslehoff, por lo que las expectativas iniciales me hacían pensar que este nuevo volumen reuniría al trío ya conocido con la guerrera y mercenaria Kitiara Uth Matar. Nada más lejos de la realidad, ya que Flint, Tanis y Tas están ausentes de la narración. Si hay un primer encuentro en este libro es el de Kitiara con sus dos hermanastros, Raistlin y Caramon, pero más allá de eso no hay ninguna conexión aparente con las entregas anteriores de la serie. Incluso diría que bien se podría leer de forma individual y aislada, ya que apenas requiere conocimiento previo sobre la Dragonlance. Se trata de un libro que funciona por sí mismo sin necesidad de ampararse en acontecimientos anteriores o posteriores, aunque se trata de una precuela y, como tal, adolece de los típicos problemas de todas las precuelas. Pero antes de abordar dichos problemas hay que reconocerle su merecido mérito por narrar una historia de fantasía cruda y mordaz, alejada del romanticismo con el que se aborda el género con tanta frecuencia y con cierta carga de discurso social. No en vano ésta es una historia protagonizada por una mujer inmersa en un mundo de hombres, por lo que sus aventuras no son para nada sencillas.
Como muchas campañas de Dragones y Mazmorras, el inicio de este libro trata sobre abandonar la seguridad del hogar y lanzarse al mundo exterior en busca de emociones, riquezas y gloria. Nuestra protagonista es la joven Kitiara Uth Matar, hija de Gregor Uth Matar, un caballero que por alguna razón misteriosa ha abandonado su noble orden y vende sus servicios como mercenario. Tal es la admiración que Kit siente hacia su padre que desde niña está convencida de querer seguir sus pasos y convertirse en una guerrera que luche a su lado, certeza que sigue intacta después de que Gregor la abandone siendo niña. Sin embargo, el destino no deja de ponerle trabas para seguir los pasos de su progenitor. Tiempo después de la marcha del cabeza de familia, su enfermiza madre, Rosamun, se empareja con otro hombre y da a luz a los gemelos Rastlin y Caramon, pero es incapaz de atenderlos. Kit recibe entonces la responsabilidad de cuidar a los recién nacidos, en especial al débil Raistlin, que estuvo a punto de morir en el parto y que ha heredado la delicada constitución de su madre. Separada de Gregor, distanciada emocionalmente de su madre y atrapada en una vida que no desea, nuestra protagonista va acumulando frustraciones hasta que se le presenta la ocasión perfecta para dejarlo todo atrás y salir al mundo exterior. Atraída por un encuentro demasiado oportuno como para ser casual, Kit decide enrolarse en un grupo de mercenarios, pero lo que en otro libro sería el inicio de una serie de alegres aventuras descubriendo tierras lejanas, robando tesoros perdidos o luchando contra seres malvados, aquí pronto se tuerce y muestra una vertiente mucho más descarnada. Los mercenarios se aprovechan de su inexperiencia, la utilizan y poco después la abandonan a su suerte. Tras esto, la verdadera aventura consiste en sobrevivir y seguir adelante en un mundo claramente hostil, donde los idealistas son pisoteados y sólo los más despiadados consiguen medrar.
Por mucho que estemos hablando de un libro escrito en la década de los 90, durante una época en la que las inquietudes sociales de hoy en día no tenían apenas espacio para el debate, percibo cierta rebeldía en esta historia. Otros personajes de la Dragonlance lo tienen relativamente fácil para ser aceptados como aventureros nada más abandonar su hogar, sobre todo los masculinos. En cambio, Kit tiene que esforzase continuamente para ganarse el respeto de los que hay a su alrededor. Es más, incluso tiene que enfrentarse a la presión que ejercen ciertos personajes de su entorno, que prefieren verla dentro de una cocina que enarbolando una espada en mitad de la espesura. No es que el libro tenga un claro tono reivindicativo, pero sí se intuye cierta consciencia por parte de la autora de que las mujeres no lo tienen fácil en este mundo de fantasía eminentemente masculino. Además de constituir un punto con el que resulta fácil empatizar, esto también le aporta a la historia de Kit ese toque de verosimilitud que tanto me gusta. Este mundo medieval es hostil, sí, pero lo es aún más con las mujeres. Por eso nuestra protagonista tiene que dejar atrás todo idealismo y adoptar una moralidad más bien laxa, pragmática y propia de un superviviente. Durante su primer viaje por el mundo, Kit abandona la fantasía de reunirse felizmente con su padre desaparecido y se endurece, se vuelve astuta y muestra lo despiadada que puede llegar a ser. Así se forja su fuerte individualismo y nace su leyenda; una leyenda capaz de eclipsar las hazañas de su padre.
Pero como ya apunté antes, esto es una precuela y la Kitiara que encontramos aquí está aún lejos de ser la guerrera legendaria que aparece en volúmenes posteriores de la saga. Creo que el libro hace un buen trabajo encaminando al personaje hacia su destino, pero su propia naturaleza como precuela juega en contra de su propuesta. Me explico: hay dos aspectos negativos de los que rara vez suelen escaparse las precuelas y el primero de ellos tiene que vez con la irrelevancia de sus propuestas y la carencia de sorpresas. Cualquier precuela debe cuidarse de no introducir elementos persistentes que no estaban presentes durante la historia en la que se basa, por lo que sus herramientas narrativas están coartadas de antemano. Los personajes nuevos introducidos en una precuela están destinados a morir, a marcharse o a desaparecer, ya que no estaban presentes en la historia original. Así, su presencia parece condenada a resultar irrelevante desde el principio. Queda en manos del escritor el saber emplear a esos personajes aparentemente intrascendentes para impulsar el arco del protagonista, de forma que los eventos del libro supongan un avance en su desarrollo y no la mera sucesión de eventos vacíos para rellenar su cronología. En este caso, me parece que a Tina Daniell le cuesta bastante dar forma al arco de Kit, mostrando muchos de esos encuentros vacíos que no parecen llevar a ninguna parte. El libro introduce un buen puñado de personajes nuevos de los que se intuye que tendrán escasa relevancia y su impacto sobre nuestra protagonista es irregular. No todos contribuyen a forjar su personalidad o a mostrarle una faceta del mundo en el que vive, por lo que algunos episodios caen dentro de esa categoría de simple relleno para la cronología y no tienen gran importancia.
Es posible que esto último se deba a que el libro no tiene un arco argumental claro durante buena parte. De hecho, el primer tercio no es más que un prólogo ampliado y desde ahí el argumento parece ir perdiendo el norte poco a poco hasta que la autora, en un momento inesperado y muy inteligente, reconduce la narración y desvela cuál era la verdadera trama de la historia. De esta forma, el libro se cierra con un clímax tanto argumental como emocional que me parece de lo más apropiado y que sirvió para cambiar mi opinión final sobre el conjunto una vez acabada la lectura. Después de todos los prolegómenos, resulta que en su conclusión esta historia sí que sirve para forjar el carácter de Kit y para enseñarle un par de lecciones valiosas. La primera es que uno no puede escaparse de las consecuencias de sus propias acciones y la segunda y más importante es que para sobrevivir no hay que confiar en nadie más que en uno mismo. El futuro del personaje le lleva por senderos oscuros y el título original del volumen (Dark Heart) resulta mucho más apropiado para insinuarlo que el castellano. Quizá hubiese preferido que la autora se ahorrase los desvíos previos para llegar a este punto, pero reconozco que es precisamente la distracción que generan dichos desvíos lo que acaba haciendo que el giro final impacte con tanta fuerza.
El otro aspecto negativo en el que suelen recaer las precuelas es el de las inconsistencias y contradicciones. Cuando una cronología es tan extensa y ha sido desarrollada por tantos autores distintos como la de la Dragonlance, es casi inevitable encontrarse tarde o temprano con algunos detalles que no encajan del todo bien. En este caso, se trata de los años de infancia de los gemelos, Raistlin y Caramon. Los eventos más destacados de esos años, en especial la entrada de Raistlin en la escuela de magia, han sido abordados por otros libros (por ejemplo Raistlin, el aprendiz de mago y Raistlin, crisol de la magia, ambos ya comentados en este blog) y la historia narrada aquí difiere en varios aspectos. En Kitiara Uth Matar, Raistlin acude a la escuela de un mago llamado Morath mientras que en Raistlin, el aprendiz de mago, el chiquillo ingresa en la escuela de Maese Theoban. Hay sustanciales diferencias no sólo entre ambos maestros sino también entre ambas versiones de la escuela, para gran fastidio de los obsesos de la cronología. Sucede lo mismo con el episodio de la agonía y muerte de Rosamun, que es algo diferente al que se narra en el otro volumen. No obstante, cabe destacar que Kitiara Uth Matar se escribió antes que Raistlin, el aprendiz de mago, por lo que la responsabilidad de las incongruencias debe recaer sobre el segundo. Pero claro, resulta que Raistlin, el aprendiz de mago, por su mayor popularidad y trascendencia, se acabó erigiendo en la versión canónica y tiene mucho más peso que el presente título. Sea como sea, la lectura de cualquier precuela debería implicar cierta flexibilidad hacia la continuidad cronológica. Para esta precuela en concreto quizá haga falta un extra de flexibilidad, aunque desde luego esos detalles menores no impidan disfrutar de su propuesta.
También cabe mencionar que usar a Raistlin como secundario en la historia de otro personaje es un riesgo, ya que el joven y carismático mago tiende a acaparar la atención tanto de escritores como de lectores. Da la impresión de que la autora se olvida por momentos de que Kit es la protagonista, hasta el punto de dedicarle un par de capítulos casi por entero a su hermanastro. Pero esto sólo sucede durante los compases iniciales, claro está, ya que cuando arranca el viaje de Kit se renueva por completo el elenco de secundarios. Los más destacados son sin duda los miembros del grupo de mercenarios al que se une la muchacha, una buena selección de personajes de dudosa confianza y pasado oscuro: El-Navar, el exótico karnuthiano que oculta una naturaleza dual; Ursa, una especie de figura paternal distorsionada para Kit que sabe más sobre Gregor Uth Matar de lo que aparenta; Radisson, un ladronzuelo con aspecto de comadreja; Pesquis (Tristón para los amigos), un lacónico aficionado a la magia; y, finalmente, Colo, una rastreadora de aspecto salvaje y costumbres extrañas. Lo curioso es que, pese a ser personajes moralmente reprobables, el libro hace un buen trabajo construyendo un sentimiento de camaradería entre ellos. Camaradería, que no afecto; pues no es lo mismo una cosa que la otra. Aún sabiendo que en última instancia serán personajes poco trascendentes para el futuro, resultan bastante llamativos. Es posible que la tensa relación entre Ursa y Kit, que nunca llega a definirse de forma clara, sea la más interesante del libro.
Algo tiene que hacer bien la autora para que sea tan fácil conectar con sus personajes, incluso con los más irrelevantes. Hay momentos en apariencia insustanciales que logran con facilidad que el lector sea partícipe de sus desventuras. Tal es el caso del capítulo en el que Kit se oculta en un pueblucho de mala muerte y acaba haciendo buenas migas con Mita, un muchacho huérfano, y Paulus, un enano solitario. La escasa trascendencia de los personajes secundarios no impide establecer un vínculo emocional con ellos, por lo que cuando golpea la tragedia su impacto es devastador. Ya sea la de un curtido mercenario, la de un personajillo humilde o la de una pobre yegua, la muerte golpea con inesperada dureza en este libro. No es de extrañar, por tanto, que Kitiara acabe volviéndose tan despiadada, ya que el mundo entero parece conspirar en contra de sus deseos. Justo cuando parece encontrar su lugar entre los mercenarios, llega la traición. Justo cuando parece encontrar el amor con Patric, el hijo errante de una familia noble, todo sale mal. Justo cuando por fin encuentra una pista sobre el destino de su padre... bueno, no es para nada lo que esperaba.
Aunque apenas aparece durante un par de páginas al principio, Gregor Uth Matar es uno de los personajes más presentes a lo largo de la narración. Podríamos decir que la búsqueda de Gregor es el hilo conductor de la historia, aunque no siempre lo sea de una forma evidente. También es el catalizador del efectivo giro final, bastante inesperado por las circunstancias en las que se produce. Aún así, el misterio en torno a Gregor queda lo suficientemente abierto como para que Kit nunca pueda encontrar la respuesta que ha pasado toda su vida buscando, cosa que tengo que aplaudir. Digamos que nuestra protagonista sale al mundo exterior siendo una niña que busca a su padre, a quien tiene en un pedestal. Por el camino descubre que quizá Gregor no era tan honrado como parecía ni suscitaba la misma lealtad en los demás como en ella, lo cual lleva a la muchacha a replantearse las pocas certezas que habían condicionado su vida hasta el momento. En cierto sentido, durante la búsqueda de su padre, Kitiara escapa de su sombra y se encuentra a sí misma. Había esperado luchar al amparo de su padre, pero nunca se había planteado la posibilidad de superar los logros de su progenitor y hacerse un nombre propio. Así, el epílogo de la historia sirve para que nuestra protagonista haga las paces con su pasado y se desvincule de su legado, abriéndose a un futuro en el que podrá demostrar su valía por sí misma. Ya no es la hija de Gregor, sino un ser independiente, temerario, despiadado y, en resumidas cuentas, libre.
Finalizada esta disfrutable entrega, el siguiente volumen de Los Compañeros de la Dragonlance cede el papel central a un personaje que nunca me llamó demasiado la atención y que quizá sea el más soso entre todos los aventureros que protagonizan las Crónicas. El próximo libro a comentar se titula El Código y la Medida y está centrado en Sturm Brightblade.
Escrita por Tina Daniell, una autora con varias entregas de la saga en su haber, esta tercera parte tiene poco que ver con las anteriores. Recordemos que Los Compañeros de la Dragonlance es la adaptación al castellano del más apropiado título inglés Dragonlance Meetings, ya que esta serie pretende narrar los primeros encuentros entre los compañeros que posteriormente protagonizarán las Crónicas de la Dragonlance. Qualinost narró el inicio de la amistad entre Flint y Tanis, mientras que El Incorregible Tas introdujo a Tasslehoff, por lo que las expectativas iniciales me hacían pensar que este nuevo volumen reuniría al trío ya conocido con la guerrera y mercenaria Kitiara Uth Matar. Nada más lejos de la realidad, ya que Flint, Tanis y Tas están ausentes de la narración. Si hay un primer encuentro en este libro es el de Kitiara con sus dos hermanastros, Raistlin y Caramon, pero más allá de eso no hay ninguna conexión aparente con las entregas anteriores de la serie. Incluso diría que bien se podría leer de forma individual y aislada, ya que apenas requiere conocimiento previo sobre la Dragonlance. Se trata de un libro que funciona por sí mismo sin necesidad de ampararse en acontecimientos anteriores o posteriores, aunque se trata de una precuela y, como tal, adolece de los típicos problemas de todas las precuelas. Pero antes de abordar dichos problemas hay que reconocerle su merecido mérito por narrar una historia de fantasía cruda y mordaz, alejada del romanticismo con el que se aborda el género con tanta frecuencia y con cierta carga de discurso social. No en vano ésta es una historia protagonizada por una mujer inmersa en un mundo de hombres, por lo que sus aventuras no son para nada sencillas.
Como muchas campañas de Dragones y Mazmorras, el inicio de este libro trata sobre abandonar la seguridad del hogar y lanzarse al mundo exterior en busca de emociones, riquezas y gloria. Nuestra protagonista es la joven Kitiara Uth Matar, hija de Gregor Uth Matar, un caballero que por alguna razón misteriosa ha abandonado su noble orden y vende sus servicios como mercenario. Tal es la admiración que Kit siente hacia su padre que desde niña está convencida de querer seguir sus pasos y convertirse en una guerrera que luche a su lado, certeza que sigue intacta después de que Gregor la abandone siendo niña. Sin embargo, el destino no deja de ponerle trabas para seguir los pasos de su progenitor. Tiempo después de la marcha del cabeza de familia, su enfermiza madre, Rosamun, se empareja con otro hombre y da a luz a los gemelos Rastlin y Caramon, pero es incapaz de atenderlos. Kit recibe entonces la responsabilidad de cuidar a los recién nacidos, en especial al débil Raistlin, que estuvo a punto de morir en el parto y que ha heredado la delicada constitución de su madre. Separada de Gregor, distanciada emocionalmente de su madre y atrapada en una vida que no desea, nuestra protagonista va acumulando frustraciones hasta que se le presenta la ocasión perfecta para dejarlo todo atrás y salir al mundo exterior. Atraída por un encuentro demasiado oportuno como para ser casual, Kit decide enrolarse en un grupo de mercenarios, pero lo que en otro libro sería el inicio de una serie de alegres aventuras descubriendo tierras lejanas, robando tesoros perdidos o luchando contra seres malvados, aquí pronto se tuerce y muestra una vertiente mucho más descarnada. Los mercenarios se aprovechan de su inexperiencia, la utilizan y poco después la abandonan a su suerte. Tras esto, la verdadera aventura consiste en sobrevivir y seguir adelante en un mundo claramente hostil, donde los idealistas son pisoteados y sólo los más despiadados consiguen medrar.
Por mucho que estemos hablando de un libro escrito en la década de los 90, durante una época en la que las inquietudes sociales de hoy en día no tenían apenas espacio para el debate, percibo cierta rebeldía en esta historia. Otros personajes de la Dragonlance lo tienen relativamente fácil para ser aceptados como aventureros nada más abandonar su hogar, sobre todo los masculinos. En cambio, Kit tiene que esforzase continuamente para ganarse el respeto de los que hay a su alrededor. Es más, incluso tiene que enfrentarse a la presión que ejercen ciertos personajes de su entorno, que prefieren verla dentro de una cocina que enarbolando una espada en mitad de la espesura. No es que el libro tenga un claro tono reivindicativo, pero sí se intuye cierta consciencia por parte de la autora de que las mujeres no lo tienen fácil en este mundo de fantasía eminentemente masculino. Además de constituir un punto con el que resulta fácil empatizar, esto también le aporta a la historia de Kit ese toque de verosimilitud que tanto me gusta. Este mundo medieval es hostil, sí, pero lo es aún más con las mujeres. Por eso nuestra protagonista tiene que dejar atrás todo idealismo y adoptar una moralidad más bien laxa, pragmática y propia de un superviviente. Durante su primer viaje por el mundo, Kit abandona la fantasía de reunirse felizmente con su padre desaparecido y se endurece, se vuelve astuta y muestra lo despiadada que puede llegar a ser. Así se forja su fuerte individualismo y nace su leyenda; una leyenda capaz de eclipsar las hazañas de su padre.
Pero como ya apunté antes, esto es una precuela y la Kitiara que encontramos aquí está aún lejos de ser la guerrera legendaria que aparece en volúmenes posteriores de la saga. Creo que el libro hace un buen trabajo encaminando al personaje hacia su destino, pero su propia naturaleza como precuela juega en contra de su propuesta. Me explico: hay dos aspectos negativos de los que rara vez suelen escaparse las precuelas y el primero de ellos tiene que vez con la irrelevancia de sus propuestas y la carencia de sorpresas. Cualquier precuela debe cuidarse de no introducir elementos persistentes que no estaban presentes durante la historia en la que se basa, por lo que sus herramientas narrativas están coartadas de antemano. Los personajes nuevos introducidos en una precuela están destinados a morir, a marcharse o a desaparecer, ya que no estaban presentes en la historia original. Así, su presencia parece condenada a resultar irrelevante desde el principio. Queda en manos del escritor el saber emplear a esos personajes aparentemente intrascendentes para impulsar el arco del protagonista, de forma que los eventos del libro supongan un avance en su desarrollo y no la mera sucesión de eventos vacíos para rellenar su cronología. En este caso, me parece que a Tina Daniell le cuesta bastante dar forma al arco de Kit, mostrando muchos de esos encuentros vacíos que no parecen llevar a ninguna parte. El libro introduce un buen puñado de personajes nuevos de los que se intuye que tendrán escasa relevancia y su impacto sobre nuestra protagonista es irregular. No todos contribuyen a forjar su personalidad o a mostrarle una faceta del mundo en el que vive, por lo que algunos episodios caen dentro de esa categoría de simple relleno para la cronología y no tienen gran importancia.
Es posible que esto último se deba a que el libro no tiene un arco argumental claro durante buena parte. De hecho, el primer tercio no es más que un prólogo ampliado y desde ahí el argumento parece ir perdiendo el norte poco a poco hasta que la autora, en un momento inesperado y muy inteligente, reconduce la narración y desvela cuál era la verdadera trama de la historia. De esta forma, el libro se cierra con un clímax tanto argumental como emocional que me parece de lo más apropiado y que sirvió para cambiar mi opinión final sobre el conjunto una vez acabada la lectura. Después de todos los prolegómenos, resulta que en su conclusión esta historia sí que sirve para forjar el carácter de Kit y para enseñarle un par de lecciones valiosas. La primera es que uno no puede escaparse de las consecuencias de sus propias acciones y la segunda y más importante es que para sobrevivir no hay que confiar en nadie más que en uno mismo. El futuro del personaje le lleva por senderos oscuros y el título original del volumen (Dark Heart) resulta mucho más apropiado para insinuarlo que el castellano. Quizá hubiese preferido que la autora se ahorrase los desvíos previos para llegar a este punto, pero reconozco que es precisamente la distracción que generan dichos desvíos lo que acaba haciendo que el giro final impacte con tanta fuerza.
El otro aspecto negativo en el que suelen recaer las precuelas es el de las inconsistencias y contradicciones. Cuando una cronología es tan extensa y ha sido desarrollada por tantos autores distintos como la de la Dragonlance, es casi inevitable encontrarse tarde o temprano con algunos detalles que no encajan del todo bien. En este caso, se trata de los años de infancia de los gemelos, Raistlin y Caramon. Los eventos más destacados de esos años, en especial la entrada de Raistlin en la escuela de magia, han sido abordados por otros libros (por ejemplo Raistlin, el aprendiz de mago y Raistlin, crisol de la magia, ambos ya comentados en este blog) y la historia narrada aquí difiere en varios aspectos. En Kitiara Uth Matar, Raistlin acude a la escuela de un mago llamado Morath mientras que en Raistlin, el aprendiz de mago, el chiquillo ingresa en la escuela de Maese Theoban. Hay sustanciales diferencias no sólo entre ambos maestros sino también entre ambas versiones de la escuela, para gran fastidio de los obsesos de la cronología. Sucede lo mismo con el episodio de la agonía y muerte de Rosamun, que es algo diferente al que se narra en el otro volumen. No obstante, cabe destacar que Kitiara Uth Matar se escribió antes que Raistlin, el aprendiz de mago, por lo que la responsabilidad de las incongruencias debe recaer sobre el segundo. Pero claro, resulta que Raistlin, el aprendiz de mago, por su mayor popularidad y trascendencia, se acabó erigiendo en la versión canónica y tiene mucho más peso que el presente título. Sea como sea, la lectura de cualquier precuela debería implicar cierta flexibilidad hacia la continuidad cronológica. Para esta precuela en concreto quizá haga falta un extra de flexibilidad, aunque desde luego esos detalles menores no impidan disfrutar de su propuesta.
También cabe mencionar que usar a Raistlin como secundario en la historia de otro personaje es un riesgo, ya que el joven y carismático mago tiende a acaparar la atención tanto de escritores como de lectores. Da la impresión de que la autora se olvida por momentos de que Kit es la protagonista, hasta el punto de dedicarle un par de capítulos casi por entero a su hermanastro. Pero esto sólo sucede durante los compases iniciales, claro está, ya que cuando arranca el viaje de Kit se renueva por completo el elenco de secundarios. Los más destacados son sin duda los miembros del grupo de mercenarios al que se une la muchacha, una buena selección de personajes de dudosa confianza y pasado oscuro: El-Navar, el exótico karnuthiano que oculta una naturaleza dual; Ursa, una especie de figura paternal distorsionada para Kit que sabe más sobre Gregor Uth Matar de lo que aparenta; Radisson, un ladronzuelo con aspecto de comadreja; Pesquis (Tristón para los amigos), un lacónico aficionado a la magia; y, finalmente, Colo, una rastreadora de aspecto salvaje y costumbres extrañas. Lo curioso es que, pese a ser personajes moralmente reprobables, el libro hace un buen trabajo construyendo un sentimiento de camaradería entre ellos. Camaradería, que no afecto; pues no es lo mismo una cosa que la otra. Aún sabiendo que en última instancia serán personajes poco trascendentes para el futuro, resultan bastante llamativos. Es posible que la tensa relación entre Ursa y Kit, que nunca llega a definirse de forma clara, sea la más interesante del libro.
Algo tiene que hacer bien la autora para que sea tan fácil conectar con sus personajes, incluso con los más irrelevantes. Hay momentos en apariencia insustanciales que logran con facilidad que el lector sea partícipe de sus desventuras. Tal es el caso del capítulo en el que Kit se oculta en un pueblucho de mala muerte y acaba haciendo buenas migas con Mita, un muchacho huérfano, y Paulus, un enano solitario. La escasa trascendencia de los personajes secundarios no impide establecer un vínculo emocional con ellos, por lo que cuando golpea la tragedia su impacto es devastador. Ya sea la de un curtido mercenario, la de un personajillo humilde o la de una pobre yegua, la muerte golpea con inesperada dureza en este libro. No es de extrañar, por tanto, que Kitiara acabe volviéndose tan despiadada, ya que el mundo entero parece conspirar en contra de sus deseos. Justo cuando parece encontrar su lugar entre los mercenarios, llega la traición. Justo cuando parece encontrar el amor con Patric, el hijo errante de una familia noble, todo sale mal. Justo cuando por fin encuentra una pista sobre el destino de su padre... bueno, no es para nada lo que esperaba.
Aunque apenas aparece durante un par de páginas al principio, Gregor Uth Matar es uno de los personajes más presentes a lo largo de la narración. Podríamos decir que la búsqueda de Gregor es el hilo conductor de la historia, aunque no siempre lo sea de una forma evidente. También es el catalizador del efectivo giro final, bastante inesperado por las circunstancias en las que se produce. Aún así, el misterio en torno a Gregor queda lo suficientemente abierto como para que Kit nunca pueda encontrar la respuesta que ha pasado toda su vida buscando, cosa que tengo que aplaudir. Digamos que nuestra protagonista sale al mundo exterior siendo una niña que busca a su padre, a quien tiene en un pedestal. Por el camino descubre que quizá Gregor no era tan honrado como parecía ni suscitaba la misma lealtad en los demás como en ella, lo cual lleva a la muchacha a replantearse las pocas certezas que habían condicionado su vida hasta el momento. En cierto sentido, durante la búsqueda de su padre, Kitiara escapa de su sombra y se encuentra a sí misma. Había esperado luchar al amparo de su padre, pero nunca se había planteado la posibilidad de superar los logros de su progenitor y hacerse un nombre propio. Así, el epílogo de la historia sirve para que nuestra protagonista haga las paces con su pasado y se desvincule de su legado, abriéndose a un futuro en el que podrá demostrar su valía por sí misma. Ya no es la hija de Gregor, sino un ser independiente, temerario, despiadado y, en resumidas cuentas, libre.
Finalizada esta disfrutable entrega, el siguiente volumen de Los Compañeros de la Dragonlance cede el papel central a un personaje que nunca me llamó demasiado la atención y que quizá sea el más soso entre todos los aventureros que protagonizan las Crónicas. El próximo libro a comentar se titula El Código y la Medida y está centrado en Sturm Brightblade.
El maestro de Raistlin en la escuela de magia se llama Theobald Morath, por lo que es la misma persona. En este le tratan por el apellido y en la otra novela por el nombre.
ResponderEliminarEstoy haciendo un recorrido por la dragonlance similar al tuyo y me voy leyendo todas tus reseñas. Son muy interesantes ¿Por qué no seguiste?
Gracias por tu interés. No seguí con estas reseñas básicamente por falta de tiempo. La verdad es que me gustaría retomarlas en algún momento y seguramente lo haga en cuanto tenga la oportunidad. ¡Un saludo!
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