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[Cómic] Reseña de Blanco Humano, de Tom King y Greg Smallwood: por la sonrisa de una mujer fatal

  Christopher Chance es el Blanco Humano: él recibe la bala destinada a ti para así sacar a la luz a la persona que intenta matarte. Se ha pasado la vida disfrazándose y exponiéndose al peligro para proteger a otros a cambio de dinero, pero siempre ha sobrevivido gracias a su astucia y a su entrenamiento. Hasta ahora. Mientras se hacía pasar por el villano multimillonario Lex Luthor, Christopher ingirió un veneno letal destinado a Luthor que va a acabar con su vida en doce días. No hay antídoto ni cura, así que lo único que puede hacer con el tiempo que le queda es encontrar a la persona que intentaba matar a Luthor y que en cambio le ha matado a él. El problema es que los principales sospechosos son los héroes de la Liga de la Justicia Internacional. Hielo, Fuego, Blue Beetle, Booster Gold, el Green Lantern Guy Gardner, el Detective Marciano, Rocket Red, Batman… ¿cuál de ellos ha matado al Blanco Humano? Y, más importante aún, ¿podrá el Blanco Humano encontrar a su asesino antes de que se le acabe el tiempo?

De un tiempo a esta parte, cada vez que quiero acercarme a los cómics que publica DC me encuentro con una importante barrera: la editorial parece haber abandonado por completo cualquier interés por mantener una continuidad más o menos coherente. De hecho, ya ni siquiera se molesta en mantener una mínima ilusión de continuidad. Todos sus personajes parecen estar desconectados entre sí, lo que destruye la sensación de universo compartido. También parecen estar desconectados de su pasado, como si ya no recordasen haber protagonizado muchas de las historias que yo mismo leí hace años. El hecho de que algunas de las publicaciones recientes más interesantes de DC hayan salido dentro del sello Black Label, en el que los autores pueden tomarse todas las libertades que quieran en cuanto a la continuidad, tampoco me ayuda a sentir que hoy en día sigue existiendo un Universo DC que viene a ser la continuación del mismo Universo DC que he estado leyendo desde que era un crío. El Universo DC de hoy está compuesto en su mayoría por historias independientes que funcionan por su cuenta, sin rendir cuenta a otras historias presentes o pasadas, lo cual puede ser positivo para atraer a lectores que busquen puntos de entrada fáciles. A mí, en cambio, me repele. Paradójicamente, mi historia favorita de DC de estos últimos años es una de esas historias independientes que salieron al amparo del sello Black Label y que se preocupa poco o nada por la continuidad.

Blanco Humano es una maxiserie de doce números que, como decía, se publicó con la etiqueta Black Label de DC. Fue escrita por Tom King, un guionista que lleva bastante tiempo vinculado a la editorial y con el que he tenido una relación… complicada. No me gustó su etapa en la colección principal de Batman, hasta el punto de llegar a abandonarla antes del final, pero me fascinó su maxiserie de Mr. Milagro, en la que las inquietudes cotidianas se interconectaban de una manera asombrosa con los dramas cósmicos. También me interesó mucho su maxiserie de La Visión para Marvel, con la que compartía ciertos puntos en común y en la que se podían intuir cuáles eran las neurosis propias del guionista que acababan de alguna forma reflejándose en su trabajo. Quizá la obra de su currículum que más me ha dividido fue Héroes en Crisis, una serie que, por un lado, me pareció una exploración fabulosa de la psique de algunos de los personajes más relevantes de DC, y, por otro, un descalabro sin pies ni cabeza propio de quién no conoce de nada a los personajes que está utilizando. Una relación complicada, en definitiva. Pasando al dibujante, el apartado gráfico de Blanco Humano corrió a cargo de Greg Smallwood, una estrella al alza que firmó en esta maxiserie uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Conocí su trabajo cuando estaba en Marvel y tenía la certeza de que iba a merecer la pena seguirle la pista también en DC: tanto su etapa con el Caballero Luna como su etapa con el Castigador cuentan con un apartado gráfico arrollador, pero, como comentaré más adelante, lo que plasmó en Blanco Humano juega en una liga muy superior.

Blanco Humano es una de esas historias del sello Black Label que se toma amplias libertades en lo que a la continuidad se refiere. Para empezar, recurre a personajes conocidos pero no tiene interés en plasmarlos de una forma fiel, empezando por ese Christopher Chance que tiene poco que ver con el que protagonizó algunas historias dentro de la desaparecida línea Vértigo. Tampoco los miembros de la Liga de la Justicia Internacional son exactamente los mismos que protagonizaron la clásica etapa de Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Kevin Maguire, sino más bien el recuerdo idealizado de lo que fueron en aquel entonces; tan idealizado que bien podrían considerarse una parodia, una caricatura de sí mismos. En ese sentido, los autores lo tenían mucho más fácil con Christopher Chance por su naturaleza de personaje menor, pues los miembros de la Liga de la Justicia Internacional están vinculados a una de las etapas más recordadas no sólo de DC sino de todo el género de superhéroes. Tanto es así que la mayoría de las veces que se ha intentado recuperar la esencia de aquella etapa, a veces incluso con alguno de los autores originales implicados, el resultado ha sido un estrepitoso fracaso. Los años de la Liga de la Justicia Internacional fueron algo único e irrepetible, una época en la que la principal colección de superhéroes de DC se convirtió en una alocada comedia de situación, y de aquel tiempo ya sólo queda el recuerdo, tan atesorado y a la vez tan deformado en nuestra memoria. Es peligroso jugar con ese recuerdo, pero creo que los autores salen airosos de su propuesta en Blanco Humano precisamente porque su Liga de la Justicia Internacional no es la de nuestro recuerdo, sino una que se observa a través de un prisma muy retorcido y obtuso. El objetivo no es poner a la Liga de la Justicia Internacional en un pedestal, sino bajarla de él y parodiarla, desmitificarla, deconstruirla. El truco funciona mejor con algunos personajes que con otros, desde luego, pero no me cabe duda de que este acercamiento es mucho más efectivo que el socorrido recurso de tirar de nostalgia y tratar de repetir los viejos éxitos que ya conocemos.

En resumidas cuentas, Blanco Humano es una historia que funciona fuera de la continuidad y que puede leerse sin ningún conocimiento previo del Universo DC, pero que al mismo tiempo hunde sus raíces en uno de los momentos más trascendentales del pasado de la editorial. Es una propuesta curiosa, como también lo es el género en el que se sitúa: esta no es una historia de superhéroes al uso, sino una historia con un marcado tono noir. Es más, diría que incluye todos los clichés que pueden esperarse de un noir clásico: el detective con serios problemas que bebe demasiado, la mujer fatal a la que sabe que no debe acercarse pero hacia quien se siente poderosamente atraído, la investigación de un crimen mucho más complejo de lo que parece al principio, revelaciones sorprendentes que llevan de un sospechoso a otro, la amenaza de una muerte inminente… En este caso, Christopher Chance ejerce el rol de detective encargado de investigar su propio asesinato en ese últimos doce días de vida que le quedan, como doce son los números que abarca esta historia. Ya desde la primera entrega se nos asegura que Christopher está condenado y que no tiene salvación posible, por lo que la duda no es si va a morir o no. Ya sabemos que va a hacerlo, así que la única cuestión que queda por resolver es si logrará atrapar a su asesino antes de que se le acabe el tiempo. Ese aire de resignación y de inevitabilidad, combinando con la determinación de seguir adelante con la investigación cueste lo que cueste, es heredero directo del género negro. Claro que, para completar su misión, el principal obstáculo con el que se va a encontrar nuestro protagonista no es tanto el misterio sobre el veneno que ha ingerido (destinado en un principio a Lex Luthor) sino la mujer que ha entrado en su vida como consecuencia de ello: Tora Olafsdotter, más conocida como Hielo, es una de las integrantes de la Liga de la Justicia Internacional y, por lo tanto, es una sospechosa del crimen. Bien podría ser su involuntaria asesina, de hecho, pues ella más que nadie tenía motivos de sobra para querer matar a Luthor. El propio Luthor fue responsable de la muerte de Hielo, quien, como suele ocurrir con los superhéroes, acabó resucitando un tiempo después. Decidida a acompañar a Christopher durante su investigación, Tora ejerce el rol de la mujer fatal repleta de secretos. No está claro si está ayudando a descubrir al verdadero culpable o entorpeciendo la investigación a posta, desviando el camino de Christopher de un lado a otro para que se le agote el poco tiempo que le queda. Por supuesto, como suele suceder en las historias en las que un detective se cruza con una mujer fatal, ambos acaban experimentando una atracción incontrolable y convertidos en pareja. Esto también me parece algo muy propio del noir y que puede recordar a clásicos del género como Vértigo (1958) o Chinatown (1974).

Me parece interesante que el rol de la “femme fatale” recaiga sobre Hielo, un personaje que tradicionalmente se ha considerado adorable, tierno e ingenuo. Al contrario que su compañera Beatriz da Costa, más conocida como Fuego, Hielo está en las antípodas del estereotipo de mujer fatal, pues no tiene un pasado de moral dudosa ni fama de manipuladora. Si rebuscamos en su historia es posible encontrar más de un momento cuestionable, pero esta es una serie del sello Black Label y por ello un tanto desconectada del pasado. Lo poco que referencia de la trayectoria previa del personaje, además, está seleccionado con mucho cuidado para generar suficientes dudas en el lector y transmitir la idea de que bajo la sonrisa de Tora se esconden numerosos secretos. En cierto sentido, aunque Blanco Humano sea la historia de los últimos doce días de vida de Christopher Chance y esté narrada desde su punto de vista, puede que Hielo sea la auténtica protagonista. Después de todo, es el personaje sobre el que acaba girando todo desde el principio, o al menos desde la escena en la que se presenta en la puerta de Christopher para acompañarle mientras investiga a sus colegas de la Liga de la Justicia Internacional. El misterio del envenenamiento pronto queda en segundo plano ante el misterio que rodea a Tora, a sus intenciones y a su apasionada relación con Christopher. ¿Sus emociones son sinceras o fingidas? ¿Puede que aquello que empezó fingiendo se haya convertido en algo dolorosamente real? ¿Qué esperanza puede tener una relación que estaba condenada desde el primer momento?

Los autores hacen algo digno de aplauso con Hielo y que tiene mucho que ver con esa desmitificación de aquel glorioso pasado de la Liga de la Justicia Internacional que mencionaba antes. Al abordar al personaje a partir del viejo y conocido estereotipo de la mujer fatal, Tom King y Greg Smallwood están tergiversando el recuerdo de Hielo, el de esa jovencita adorable, tierna y un tanto ingenua que se dejaba llevar por los demás, y permitiendo que sea otra cosa. Están permitiendo, de hecho, que Hielo pueda ser tratada como una mujer adulta, una que ya está harta de que el mundo piense siempre en ella como si aún siguiera siendo aquella jovencita adorable, tierna y un tanto ingenua. Me encanta que, en esta historia, Tora use su sonrisa misteriosa para enmascarar lo enfadada que está realmente con el mundo, porque ya no soporta que la sigan tratando como si fuera una niñita tonta. Lo cierto es que tiene todo el derecho a estar hasta el &/#$@ de todos esos hombres condescendientes que tiene a su alrededor y que la tratan como a una mujer indefensa, cuando ella es mucho más inteligente, poderosa y capaz que la mayoría de miembros de la Liga de la Justicia Internacional. Como mujer, tiene todo el derecho a estar hasta el &/#$@ por haber tenido que estar siempre a la sombra y por haber tenido que contenerse para no ofender a machitos arrogantes como su expareja, Guy Gardner, que por supuesto tiene mucho que decir sobre su nueva relación con Christopher Chance. El acercamiento que hacen King y Smallwood empodera al personaje de Hielo y lo sitúa en un contexto muy actual y muy comprensible; uno que nos lleva incluso a reevaluar el pasado que conocíamos. El gran problema de este acercamiento, a mi parecer, es que se realiza desde una óptica eminentemente masculina.

La teoría feminista se refiere a la mirada masculina, la “male gaze”, para definir el tipo de obras en las que la mujer se presenta a través de una perspectiva masculina. En ellas, la mujer es un sujeto pasivo observado por el hombre, casi siempre un hombre heterosexual, que no puede evitar convertirla en objeto de deseo. Las obras de ficción, como es lógico suponer, no surgen del vacío sino que se construyen en base a una serie de realidades y de valores presentes en nuestra sociedad. Los roles sociales se reflejan en la ficción y, en demasiadas ocasiones, son reforzados por ella. Blanco Humano hace algo muy valiente con Hielo, empoderando al personaje y alejándolo de su rol pasivo tradicional, pero lo hace desde una perspectiva masculina y heterosexual. Al ampararse en el género negro y al situar a Tora como mujer fatal de esta historia de detectives y crímenes por resolver, Hielo deja de ser la niñita ingenua que fue en el pasado, en efecto, pero no por ello deja de ser un objeto de deseo. Más bien al contrario, ya que ese empoderamiento sirve para convertirla en un objeto de deseo aún más atractivo. La versión de Hielo que aparece en Blanco Humano es más proactiva, más dominante y, sí, también está mucho más sexualizada. El rol que desempeña en la historia, en última instancia, está supeditado al placer masculino. Puede que ya no sea ese sujeto pasivo antes mencionado, pero sigue sin estar tratado de la misma forma que se trata a los personajes masculinos. Simplemente obedece a una fantasía masculina distinta: en lugar de dominar a una mujer, la de ser dominado por una mujer. Hay mucho de esto en los trabajos previos de Tom King, en sus historias sobre matrimonios formados por hombres inseguros y apocados emparejados con mujeres dominantes e independientes. Normalmente me parece interesante que un autor permita que sus neurosis se acaben filtrando a su obra, pero en el caso de King suelo acabar chocando con su mirada masculina. Creo que, al final y al cabo, Blanco Humano es otro cómic realizado por hombres heterosexuales de mediana edad que se dirige sobre todo a lectores masculinos y heterosexuales de mediana edad. Si no eres hombre ni eres heterosexual ni eres mayor de cuarenta tu percepción de la historia no va a ser la misma… y posiblemente algún elemento te transmita cierta incomodidad, como me ha sucedido a mí.

Supongo que no se puede evitar caer en el sexismo cuando se recurre al estereotipo de la mujer fatal, que por su propia naturaleza presenta siempre una mujer que recurre a su propia sexualidad para engañar o manipular a los hombres. Quizá sea porque el noir es, ante todo, un género dirigido a un público masculino. Puede que esta idea de partir de un estereotipo bien asentado para intentar darle una vuelta de tuerca funcionase mejor en otro género, pero en una historia clásica de detective y mujer fatal es demasiado fácil caer en esa mirada masculina y, por tanto, en esa lectura sexista del personaje femenino. No me parece algo negativo en sí mismo, pero conviene tener en cuenta de qué tipo de historia estamos hablando cuando analizamos Blanco Humano. El cómic de King y Smallwood es puro género negro, una historia crepuscular de un detective al que se le acaba el tiempo y de la misteriosa mujer, quizá la misma mujer que le ha matado, que le acompaña durante su última investigación. Hay tensión y romance, también suspense y misterio, pero sobre todo hay una sensación ineludible de fatalidad. A Christopher Chance le quedan doce días, ni uno más. Cada número narra los eventos de uno de ellos y, al final, en la contraportada, aparece ese día tachado en el calendario, certificando la cuenta atrás que avanza poco a poco hacia su conclusión. No obstante, el primer número abre directamente con el final del duodécimo día para luego volver atrás y descubrirnos cómo ha llegado Christopher a esa situación. Este recurso del flashforward está empleado de una forma perfecta y sirve para enfatizar esa fatalidad tan propia del noir. Nuestro detective está desahuciado desde la primera página y este es su último viaje, su última oportunidad para dejar su huella en el mundo… y puede que también su última oportunidad para amar y ser amado. Blanco Humano también es un romance, uno muy intenso, desesperado y melancólico, porque es un amor condenado, un amor imposible con un final inevitable. De nuevo, todo esto es puro noir.


Diría que, puesto en perspectiva, al final lo menos interesante de la historia es el misterio, la identidad del supuesto asesino que, tratando de acabar con Lex Luthor, ha terminado matando a Christopher Chance. La investigación conduce a través de varios sospechosos y acaba tomando algunos giros inesperados, pero es posible identificar al culpable desde el mismísimo principio. Es lo que hacen los misterios bien construidos: permitir que el lector avispado pueda seguir las pistas por sí mismo antes de que el narrador decida compartir la solución. Pese a todo, con Blanco Humano tengo la sensación de que la historia se cree mucho más inteligente de lo que es en realidad. Durante su desarrollo hay algunos giros que me parecen artificiosos y que no acaban de casar bien con la personalidad de los personajes implicados. Esto se puede perdonar porque, como ya he comentado, el misterio no es lo más relevante del conjunto. Lo importante al final es el viaje de Christopher y Tora; cómo ambos se ven cambiados el uno por el otro y cómo llegan a amarse cuando ya es demasiado tarde para cambiar las cosas. En defensa de Tom King, no obstante, merece la pena comentar que hay al menos un par de números escritos de una forma que me resulta muy inteligente. Me gusta mucho, por ejemplo, un número que se sitúa en su totalidad en el intervalo de unos pocos segundos, durante un asalto telepático realizado por el Detective Marciano para explorar los recovecos de la mente de Christopher y que él aprovecha con una habilidad soberbia para colarse a su vez en los rincones más oscuros de la mente del alienígena. También me encanta el número en el que, más que percibirse la presencia de Batman, se juega con su ausencia y con cómo dispara los peores temores de Christopher. Hay mucho talento en la escritura de este cómic, pero es un talento un tanto irregular, que unas veces parece confeccionado con la atención al detalle de un orfebre y otras recurre al trazo grueso, a los estereotipos más socorridos del pulp y a los senderos más transitados del género negro. Incluso en esta obra, que me parece la mejor de todas las que ha escrito, sigo chocando en algunos momentos con el trabajo de Tom King. Ya lo dije antes: nuestra relación es complicada.

Lo que me parece impecable es el trabajo de Greg Smallwood, un artista que ya apuntaba maneras y que con esta obra se consagra como uno de los dibujantes actuales más portentosos del medio. Smallwood tampoco es ajeno a los referentes más pulp, pero los ha estudiado y los ha trasladado a su terreno con un respeto reverencial, permitiendo que sean reconocibles al mismo tiempo que los adapta a su estilo personal. Hay muchas referencias a ilustradores pulp clásicos de mediados del siglo pasado en Blanco Humano, como Robert Maguire o Ernest Chiriacka, por mencionar a dos citados por el propio Smallwood al hablar sobre el proceso creativo de la colección (en sus redes sociales pueden encontrarse varios hilos muy interesantes en los que habla sobre las referencias y el estilo de la obra). Por otro lado, su uso del color remite a artistas pop como Andy Warhol, mientras que su manejo de los recursos propios del cómic recuerda al del tristemente fallecido Darwyn Cooke, responsable de obras como Parker o JLA: La Nueva Frontera. Este es un cómic que combina lo mejor del espíritu independiente y experimental con una sólida estructura de cómic clásico. Recordemos que sus raíces se hunden en una de las etapas más recordadas de la Liga de la Justicia, aunque también es un cómic atemporal, que podría estar ambientado en cualquier momento y en cualquier época. Diría que su narrativa es atemporal, en efecto, porqie siendo tan clásica se percibe como algo fresco y contemporáneo. Smallwood la salpica aquí y allá con unos detalles brillantes que potencian su expresividad. Partiendo de su base, que es un estilo bastante fotorrealista, el dibujante sabe dónde concentrar los detalles y dónde optar por despejar sus trazos de los elementos más finos para que conserven cierto aire de irrealidad, de fantasía imposible. Su paleta de color puede pasar de unos agradables tonos pastel a una gama totalmente psicodélica dependiendo del devenir de los acontecimientos, empleando con inteligencia los contrastes más extremos y agresivos para transmitir inquietud al lector. Sobre todo, su trabajo logra evocar un tiempo pasado idílico, una especie de momento indeterminado que podrían ser los años sesenta o podría ser ayer mismo. Es un pasado ficticio, atemporal, donde lo pretérito y lo actual conviven sin problema. Gráficamente, Blanco Humano es un cómic precioso y memorable, cuyas páginas se degustan con un gran placer. Cualquiera de las páginas del número en el Christopher se encuentra con Fuego, quizá la entrega más noir de todo el conjunto, es digna de ser enmarcada por la habilidad con la que refleja no sólo a unos personajes y a unos acontecimientos, sino también un ambiente, una filosofía, una forma de sentir, todo el zeitgeist de un género en realidad. Es asombroso, verdaderamente asombroso.

Se le podrían pedir algunas cosas más a Blanco Humano, pero un mejor apartado gráfico desde luego que no. Este es uno de esos casos en los que el trabajo del artista eleva la propuesta del guion mucho más allá de lo que podría haber llegado por sí misma en manos de otro dibujante. Lo que empezó siendo un cómic que mezclaba el noir con los superhéroes se acabó convirtiendo en una oda a un tipo concreto de historias, con un tipo concreto de protagonista y un tipo concreto de final. Se acabó convirtiendo en una oda al noir en todo su esplendor, narrada con las sensibilidades de quien conoce y ama el género, pero que también busca trascender ese género, elevarlo y trasladarlo de las desgastadas páginas de las noveluchas pulp a las exposiciones de arte moderno. El resultado es una obra maestra, uno de los pocos cómics recientes publicados por una gran editorial que en verdad se merece esa etiqueta.

¿Pero era necesario recurrir a la Liga de la Justicia Internacional para esto? No lo tengo claro. Quizá no. Al fin y al cabo, la historia orquestada por King y Smallwood no llega a pasar por todos los personajes de la mítica alienación de los tiempos de Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Kevin Maguire. Por las páginas de Blanco Humano no vemos a Mr. Milagro ni al Capitán Atom ni a Canario Negro (ni a Batman, en realidad, aunque eso no quiere decir que no esté presente). Pero lo que hace con los miembros restantes es digno de ser recordado el día de mañana. A lo largo de estos doce números vemos a Hielo, la muñequita dulce que está hastiada de desempeñar ese papel… y de que nadie parezca capaz de verla como es de verdad; a Fuego, una auténtica mujer fatal que ha pasado tanto tiempo desempeñando ese rol que para ella es como una segunda naturaleza… pero que dejará cualquier cosa atrás si con ello pudiera ayudar a su querida Hielo; al Green Lantern Guy Gardner, un machito orgulloso que recibió un poder asombroso que le permitía saltarse de un plumazo todas las inseguridades que le lastraban… sin haber tenido que enfrentarse a ellas; a Blue Beetle, un héroe tremendamente capaz, un brillante científico y un exitoso hombre de negocios… reducido a una simple broma por asociación con su colega; a Booster Gold, el colega en cuestión, un irresponsable con grandes poderes a su disposición que, en lugar de emplearlos para hacer del mundo un lugar mejor, los usa para inflar su ya gigantesco ego… y para tratar de enriquecerse de las formas más absurdas; al Detective Marciano, la figura más seria y solemne de la Liga de la Justicia, todo un pilar de integridad y honorabilidad, alguien sin tacha… y precisamente por eso alguien de quien no se esperaría encontrar los trapos sucios que sin duda tiene escondidos… En fin, prefiero no entrar en detalle para no estropear ninguna sorpresa, pero la lectura que hacen los autores de estos personajes clásicos es muy atrevida y les permite jugar tanto con el tono de la historia como con las expectativas del lector. Sobre todo, estos personajes tan coloridos y absurdos sirven como contraste al adusto y melancólico Christopher Chance, llevando a la historia desde el suspense hasta la comedia y luego de vuelta al suspense, con frecuentes paradas en el romance y una nostalgia por un tiempo que quizá nunca existió, que puede que nunca fuera del todo como lo recordamos ahora.

Me quejaba al principio de este texto sobre la barrera que supone la laxitud con la que se recurre a la continuidad en los cómics actuales de DC. Para la mayoría de ellos el pasado es un simple accesorio al que se puede recurrir de forma opcional… y no a todo el pasado en su conjunto, sino a los retazos que más interesan en el momento más apropiado. La historia del Universo DC es ahora como una nube: difusa, cambiante, caprichosa. Es un recuerdo medio olvidado. El pasado al que alude el Blanco Humano de King y Smallwood es justo así y, por algún motivo que no logro entender, eso es una fortaleza en lugar de una debilidad. Supongo que, cuando el pasado es difuso y cambiante, puedes hacer lo que te plazca con él sin temor a las consecuencias. Puedes obviarlo, claro, o también idealizarlo, pero sobre todo puedes tergiversarlo, desmitificarlo y así descubrir sus facetas ocultas, añadiendo capas de significado que antes no existían; que no podían existir porque parten de razonamientos y perspectivas posteriores. Blanco Humano hace las tres cosas a la vez, seleccionando los elementos del pasado que le interesan y dejando pasar los demás, idealizando una época concreta que despierta una gran nostalgia y, al mismo tiempo, subvirtiendo ese recuerdo y llevándolo por terrenos inesperados. Es una obra peculiar; la excepción a la regla. Blanco Humano es producto de un momento y de una filosofía que, en general, producen trabajos olvidables, poco desafiantes y poco trascendentes. Sin embargo, será recordado en el futuro. Si todo esto del sello Black Label sirvió para que existiera una obra así, quizá no era tan mala idea después de todo.

Christopher Chance era el Blanco Humano: él recibía la bala destinada a ti para así sacar a la luz a la persona que intentaba matarte. Mientras se hacía pasar por el villano multimillonario Lex Luthor, ingirió un veneno letal. No había antídoto ni cura, así que lo único que podía hacer con el tiempo que le quedaba era encontrar a la persona que le había matado. El problema era que los principales sospechosos eran los héroes de la Liga de la Justicia Internacional. Bueno, en realidad no. En verdad el problema fue la sonrisa de una mujer. En cuanto la vio supo que esta historia no iba a acabar como él creía.

Pero mereció la pena. Vaya si lo mereció.

Blanco Humano es una serie compuesta por doce entregas individuales, acompañadas por un especial con tres historias complementarias un tanto prescindibles (Tales of the Human Target, escrito por Tom King y dibujado por Greg Smallwood junto a Rafael Albuquerque, Kevin Maguire y Mikel Janín). De la edición española se encargó ECC, abarcando trece números en grapa (los doce de la maxiserie más el especial, publicado como si fuere el número siete) a un precio de 3,20€ cada uno (excepto el especial, que cuesta 3,75€, y los dos últimos, que están a 3,50€). Su recopilación en un único tomo de 416 páginas por 46,50€ está prevista para abril de 2024. Si aún no has tenido ocasión de leer este cómic, no dudes en hacerte con él.

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