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[Series] Marte: la inesperada ficción documental de National Geographic Channel


National Geographic fue propiedad de una entidad sin ánimo de lucro durante más de cien años, hasta que en 2015 la compró el magnate Rupert Murdoch y pasó a formar parte del conglomerado de empresas 21th Century Fox. Muchos dieron la voz de alarma en ese momento, anunciando que la National Geopraphic que conocíamos había muerto. Desde entonces no puedo negar que me he sentido inquieto sobre este tema. National Geographic Channel y Nat Geo Wild son dos de mis canales favoritos, por lo que he estado atento a cualquier cambio notable en ellos. En el peor de los casos, esperaba que entrasen en un declive similar al que experimentó el Canal Historia, que gracias a sus documentales sobre conspiraciones alienígenas ha perdido su prestigio y se ha convertido poco menos que en una broma recurrente en la red. No obstante, si bien es cierto que estos últimos meses he empezado a ver ciertos programas en National Geographic Channel cuya orientación me parece discutible (quizá algún día deberíamos hablar sobre los documentales que produce y presenta ese magufo encubierto que es el actor Morgan Freeman), las cosas no parecen haber cambiado demasiado. Quizá el cambio más notable ha sido que este año la cadena se ha atrevido a emitir una ficción documental que tiene más de ficción que de documental propiamente dicho.

Marte es una serie de seis capítulos basada en el libro How We'll Live of Mars de Stephen Petranek (creo que no está disponible en castellano, aunque al parecer es la versión impresa de una Charla TED que puede encontrarse con facilidad en Internet) y se sitúa en el año 2033, narrando las andanzas de la primera tripulación humana enviada a Marte. Al tratarse de una docuserie o ficción documental, la historia de dicha tripulación es una mera invención basada en la medida de lo posible en los avances realizados hasta el momento. Las cuestiones con las que se enfrentan los personajes de 2033, como el tipo de nave necesaria para llegar hasta Marte o la mejor ubicación para establecer un campamento base, nos hacen volver a 2016 para revisar el estado actual de los avances tecnológicos y científicos. Ahí es donde entra la parte documental, que cuenta con invitados tan célebres como el astrofísico (e ídolo personal) Neil deGrasse Tyson o el astronauta Scott Kelly.

Mentiría si dijese que la parte ficticia y la parte documental están equilibradas, ya que la serie se centra mucho más en la historia que transcurre en 2033. Es más, aunque parte de esa historia está pensada para explorar cuestiones científicas, otra no obedece más que a motivos estilísticos o dramáticos. Puede que el establecimiento de un ficticio asentamiento humano en otro planeta sirva como excusa para hablar sobre astronáutica real, pero las historias de amistad o incluso romance que se dan entre esos personajes inventados son puro entretenimiento. Esto es lo que más me ha dividido mientras veía Marte: por un lado el contenido científico me parecía algo escaso, pero por otro estaba disfrutando con lo que me contaban esos personajes. Analizándolo con algo de perspectiva, diría que el ávido consumir de documentales que soy esperaba algo más cercano al documental científico al que estoy acostumbrado, pero eso no fue impedimento para que me dejase llevar por el futuro ilusorio que presentaba. Si lo que buscas es un producto divulgativo al cien por cien, Marte no va a satisfacer tus expectativas. Sin embargo, si buscas una serie de ciencia ficción con unas bases científicas más o menos verosímiles esta serie te dejará satisfecho. De hecho, aunque no suelas ver documentales es muy posible que Marte te resulte sugerente.


Otro aspecto que me ha dejado una sensación extraña mientras veía esta docuserie tiene que ver con su enfoque. Ese futuro que propone cuenta con una asociación formada por distintas naciones con el objetivo de alcanzar el planeta rojo y la tripulación que se envía allí es un grupo multirracial y multinacional. Sin embargo, la vertiente documental parece decantarse más hacia las instituciones privadas que hacia las entidades públicas de cara a depositar sobre sus hombros el progreso de la carrera espacial. No me cabe duda de que en tiempos recientes las empresas privadas han llevado a cabo importantes avances en la industria aeroespacial, pero presentarlas como si fuesen la mejor opción para seguir progresando en el futuro no me parece el enfoque más adecuado. Me genera gran incomodidad pensar que una vertiente tan importante del desarrollo humano está siendo financiada por intereses privados. La ciencia y la tecnología deberían pertenecer a todos y la mejor forma de asegurarlo es haciendo que sus principales desarrollos estén siempre amparados por dinero público. Soy consciente de que esta es una postura idealista, pero no creo que el capitalismo y la ciencia hagan una buena combinación. La ciencia sirve a los intereses de todos, mientras que el capitalismo sólo sirve al interés de unos pocos privilegiados. Deberíamos plantearnos si queremos que el progreso tecnológico derivado de la exploración espacial nos beneficie a todos o si preferimos dejarlo en manos de unas pocas empresas.

Algo que no me ha gustado de Marte es que presenta a esas empresas privadas como SpaceX como si fuesen la panacea. SpaceX en concreto se retrata como una suerte de cuna de futuros genios, pioneros y exploradores amparada por ese benevolente mecenas que es Elon Musk (co-fundador de PayPal y de otras empresas como Tesla Motors o SolarCity). Seguro que habrá gente con muy buenas intenciones trabajando allí, pero la serie ofrece una visión tan azucarada de esta empresa aeroespacial que a ratos casi parece una vídeo promocional o un infomercial de SpaceX. Eso por no hablar de que el propio Musk se presenta como un soñador altruista. Pues bien, permíteme que dude de la bondad y el altruismo de todo empresario multimillonario. Uno no se enriquece a base de bondad y altruismo, así que si de verdad el futuro está en manos de gente así quizá deberíamos echarnos a temblar.

Quitando los segmentos promocionales de SpaceX, el resto de aportaciones de la vertiente documental de Marte me parecen bastante interesantes: un repaso a la historia de los pioneros de la exploración, una vistazo a la vida en una estación científica permanente en la Antártida, un breve resumen del año pasado por el astronauta Scott Kelly en la Estación Espacial Internacional... La serie llega a presentar materiales históricos sorprendentes, como unas entrevistas a Wernher von Braun (ingeniero alemán inventor de los cohetes V2 que se pasó al bando americano tras la Segunda Guerra Mundial) en las que habla de llegar a Marte antes incluso de que la primera misión llegase a la Luna.


Pero volviendo a la parte ficticia, sin duda el principal atractivo de Marte es la historia ambientada en 2033. Dicha historia, pese a ser obviamente inventada, me ha transmitido la impresión de tener los pies sobre la tierra. Los personajes a los que vemos viajar a nuestro vecino planetario no son superhombres ni supermujeres, sino personas normales y corrientes. Se incide mucho en la vertiente humana, mencionando con frecuencia los años de preparación que han necesitado para afrontar el viaje o la gente que han dejado atrás. Otro aspecto sobre el que se hace especial hincapié es el sacrificio que están dispuestos a realizar, pues nada garantiza que la misión vaya a ser un éxito y que todos puedan volver a casa. Algunos de ellos no logran volver, de hecho, pero no diré más para no estropear ninguna sorpresa. Estando en el planeta rojo estos astronautas se deprimen, se enamoran y echan de menos a su familia, como lo haría cualquier persona real. En ese sentido, se trata de una ficción bastante bien construida.

Me gusta mucho ese aspecto idealista a lo Star Trek de que se trate de una misión diversa, con astronautas de distintas nacionalidades y etnias, lo cual se ve reflejado en el reparto de actores.  Es más, el rol principal de la serie recae sobre una mujer asiática a la que interpreta la cantante, compositora y artista visual surcoreana JiHAE (de hecho, esta mujer interpreta dos papeles en la serie, el de uno de los astronautas y el de su hermana gemela que permanece en la Tierra). El atractivo físico no es la única baza de esta actriz, que consigue transmitir las complejidades de un personaje que debe permanecer autocontrolado incluso ante las situaciones más alarmantes. Bajo ese aspecto calmado se intuye un turbulento océano emocional que la serie pocas veces nos deja atisbar, pero cuando lo hace logra embelesar al espectador.

Otras producciones de este tipo tratan de mostrar siempre la mejor cara posible de los personajes, a los que suelen presentar como héroes abnegados o exploradores intrépidos. En este caso puede que alguno de ellos obedezca a ese estereotipo, pero los demás son seres emocionales y falibles. De nuevo me ahorraré los detalles para no arruinar sorpresas, pero uno de los temas que se abordan tiene que ver con la dureza psicológica necesaria para vivir en una burbuja sobre un mundo desconocido a millones de kilómetros de la Tierra. Especulando sobre lo que podría suceder en la vida real (y que de hecho ha sucedido en no pocas ocasiones en el pasado), no todos los personajes poseen dicha dureza psicológica. Algunos llegan a quebrarse durante su estancia en el planeta rojo, convirtiéndose en un riesgo tanto para sus compañeros como para la misión. Este es otro gran acierto: a veces los mayores riesgos no provienen de un fallo tecnológico sino de un problema humano.

La parte del argumento que transcurre en la Tierra también tiene su interés, con un mecenas que ha invertido casi toda su fortuna para financiar la misión que no deja de presionar para que se consigan resultados aunque eso ponga en peligro a los astronautas. Este personaje, que bien podría ser un reflejo ficticio de Elon Musk, combina el idealismo que normalmente se asocia a la exploración con una vertiente más oscura: la del hombre capitalista que sabe que las inversiones más arriesgadas también pueden ser las más beneficiosas. De nuevo tengo la impresión de que la serie es demasiado amable con este tipo de figuras, pero al menos su presencia sirve para que el espectador se plantee unas cuantas preguntas incómodas.


Lo único que cuestionaría del argumento es la falta de sutileza de su conclusión, que se atreve a abordar de forma muy directa uno de los grandes interrogantes que se plantea la ciencia sobre Marte. Afortunadamente, la serie no proporciona detalles. Si lo hubiese hecho habría abandonado el campo de la especulación científica para entrar de lleno en el de la fantasía. Creo que hubiese preferido que hubiese dejado el misterio sin resolver para que un día seamos nosotros los que encontremos la respuesta en la vida real. Pese a todo, creo que no podrían haberle dado un final más adecuado.

En cuanto a los apartados más técnicos, el derroche ha sido considerable teniendo en cuenta que se ha emitido en National Geographic Channel. La serie es bastante atractiva en lo visual y la recreación de Marte es muy convincente. No llega al nivel de una producción cinematográfica, pero tampoco lo necesita. El aspecto en el que más destaca es el sonoro, donde la banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis (responsables también de la banda sonora de la película La Carretera) acapara gran parte del protagonismo. No sólo el tema principal es memorable, sino que las melodías ambientales dibujan un paraje sonoro apropiado para la desolada superficie marciana. La música que acompaña a la serie resulta sugerente e inspiradora, potenciando lo que muestran las imágenes y emocionando cuando tiene que hacerlo. Si te gusta la música atmosférica, esta banda sonora te va a encantar. En cuanto al doblaje al castellano, parece que han tirado la casa por la ventana para contar con la voz del veterano Ramón Langa (doblador habitual de Bruce Willis) en uno de los roles más importantes. Sin embargo, en el proceso de doblaje se han perdido todos esos acentos que se pueden observar en la versión original y que ayudan a ofrecer esta imagen multicultural de la tripulación que tan importante me parece.

Dicho todo esto, sigo sin poder quitarme de la cabeza que National Geographic Channel no era el mejor sitio para una producción como esta. Si se hubiese emitido en cualquier otro medio, sus bondades habrían permanecido intactas y su enfoque me habría parecido menos polémico. Pero claro, uno tiene ciertas expectativas sobre lo que debe emitirse en sitios como National Geographic Channel o BBC Earth, tan fuertemente asociados con la divulgación científica intachable. Quizá es cierto que National Geographic está empezando a cambiar y Marte sólo es la primera manifestación de este cambio. En cualquier caso, con sus virtudes y sus defectos, esta inspirada ficción documental merece que les des una oportunidad.

Comentarios

  1. Un comentario interesante que me hace sentir curiosidad por esta propuesta. Pero abiertamente discrepo del pensamiento único vertido en el mismo sobre la sempiterna alabanza y defensa de "lo público" como único camino para la realización de los grandes proyectos del ser humano.

    No solo es falaz (la historia de la humanidad ha avanzado con los pasos de individuos "privados" que se han enfrentado y opuesto con sus invenciones y creencias a poderes fácticos y gobiernos "públicos" de toda índole; ya sean avances científicos -todos ellos logros individuales patrocinados por mecenas o por el propio sacrificio de sus creadores- o morales; Galileo, Gutenberg, Ford, Einstein, Tesla, etc...), sino que también es fallido como argumento en defensa del "beneficio para todos".

    Nada ha beneficiado más a la deforestación que la invención del ebook, una invención privada con ánimo de lucro. Nada ha hecho avanzar más las comunicaciones mundiales que las ideas de Tesla (traducidas y aprovechadas por otros en forma de internet, radio, electricidad...) otro creador privado que ni siquiera buscaba su propio lucro. Nada ha mejorado las condiciones de vida global más que el capitalismo en los últimos 59 años, reduciendo el hambre y la pobreza extrema a los niveles más bajos de la historia de la humanidad incluso con su población máxima histórica (si el ombliguismo cultural europeo nos deja entender las cifras en lugar de apostillar sectarismos ideológicos). Nada, en definitiva, mejor que el individuo, la libertad y el capitalismo para mejorar la vida humana.

    Por el contrario "lo público" se ha encargado de traernos guerras mundiales (por los intereses de gobernantes públicos), crisis económicas (por cambiar patrones económicos funcionales -el oro- por otros ajenos a control alguno no gubernamental motivados por intereses estatales en gasto público desorbitado), enfrentamientos fratricidas (guerras civiles causadas por sentimientos nacionalistas mal entendidos y auspiciados por autoproclamados líderes sociales "de la gente" de uno y otro bando) o el deterioro de las condiciones de vida de los súbditos de estados fracasados y en perpetuo declive -no para sus líderes, protegidos por el dinero público arrebatado coactivamente con impuestos a la población- como todos los "paraísos" socialistas sudamericanos, los aplastados por el férreo control paternalista de los países totalitarios de poder estatal ilimitado (Corea, Alemania del Este, Rusia, China, etc...).

    Millones de muertos de hambre por acción y omisión estatal, opresión, adoctrinamiento, corrupción masificada. Este es el legado de "lo público" en la vida humana moderna. Defenderlo como se hace en este artículo por desconocimiento o idealismo utópico no hace sino validar de forma totalmente errónea que un fracaso tan estrepitoso y contundente como el control estatal (y el convencimiento de que mejora la vida humana), es la única opción posible. Es PESE al control estatal que el hombre mejora, NO gracias a el.

    Siento el ladrillo, pero este pensamiento único masificado de adoración por el leviatán estatal buenista frente a las "malvadas corporaciones" o "el capitalismo" (que nos traen artículos de primera necesidad a precios bajos -comida y ropa son iniciativas privadas con ánimo de lucro-, innovan la tecnología, mejoran la comunicación y facilitan la vida de todo el mundo) es una plaga y un error intelectual a erradicar.

    Saludos cordiales.

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