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[Series] Twin Peaks: The Return, un viaje personal

Tengo un buen montón de borradores sobre Twin Peaks guardados en este mismo blog. Hace bastante tiempo me planteé escribir una serie de artículos en los que comentar la clásica producción de David Lynch y Mark Frost capítulo a capítulo, aunque decidí que no se publicaría ninguno hasta que los tuviese todos listos para así evitar que el proyecto se quedase colgado a mitad. Llegué a escribir sendos comentarios sobre los nueve o diez primeros episodios hasta que, efectivamente, el proyecto se quedó colgado como tantos otros en los que me he embarcado en el pasado. Dudo que alguna vez llegue a retomarlo, pese a que he pensado en él con frecuencia. No obstante, no creo que el hecho de que esos comentarios jamás vean la luz sea una gran pérdida. Después de todo, Twin Peaks ha sido comentada, estudiada y analizada por infinidad de personas con mucho más conocimiento y mayor destreza en el uso de la palabra que yo. Aún me pregunto qué podría haber aportado yo que no hubiesen pensado ya otros hace años.

Hoy la mítica serie vuelve a estar en boca de todos tras la finalización de Twin Peaks: The Return y mi pregunta sigue siendo la misma: ¿qué puedo aportar yo al comentario general que no haya sido apuntado ya por mentes más despiertas que la mía?


Hace años, cuando empecé a escribir en este blog, me creía capaz de todo. Era la época anterior a las redes sociales y los ahora anticuados foros y blogs estaban en pleno auge. En aquel tiempo, la experiencia de disponer de una bitácora propia en la que compartir opiniones sin ningún tipo de límite era novedosa y deslumbrante. Podías pasarte horas y horas escribiendo un texto de varios miles de palabras y siempre había alguien interesado en leerlo y discutirlo con detalle, lo cual hoy parece inverosímil teniendo en cuenta nuestra restricción autoimpuesta de limitar nuestro diálogo a una sucesión de ideas breves de no más de ciento cuarenta caracteres pobremente articuladas. Aquel peculiar clima invitaba a escribir, a debatir y a asumir retos, quizá incluso por encima de nuestras propias posibilidades. En mi caso particular, no había obra que no me sintiese capaz de diseccionar, analizar y comentar. No había obra que estuviese fuera de mi conocimiento o de mi alcance. Era experto en todas las materias y maestro de todas las artes. Por supuesto que podía desvelar todos y cada uno de los secretos ocultos de Twin Peaks, faltaría más.

Aquella sensación era ilusoria, claro está. Gozar de una plataforma desde la que proclamar tus opiniones no te convierte en experto ni maestro, lo cual era tan cierto en la época de los blogs y foros como lo es hoy en la era de la supremacía de las redes sociales. La gran verdad es que por aquel entonces tenía la misma autoridad que tengo actualmente para hablar sobre Twin Peaks: ninguna en absoluto. Por tanto, dejaré el análisis en manos de otros más sabios, más valientes o más soberbios que yo.


La misma soberbia que teníamos muchos blogueros en aquellos años la tienen hoy lo tuiteros que se han embarcado en la ardua tarea de realizar la autopsia a Twin Peaks: The Return para desvelar sus insondables misterios. Durante los próximos años se escribirá tanto o más como se escribió sobre la serie original hace más de dos décadas. Obviamente, surgirán muchos adalides precoces que se creerán capaces de comprender todos sus enigmas y publicarán sus sesudas teorías y disertaciones. Les daré la bienvenida a todos, aunque tengo claro que esta vez no estaré entre ellos. Esta vez no escribiré comentarios ni análisis. No habrá reseñas ni artículos por mi parte. No habrá interés en mí por desvelar secretos ocultos ni por iluminar oscuridades ajenas. No me siento capaz de hacerlo.

He aprendido a distinguir las grandes obras como aquellas que me apabullan y me hacen sentir ignorante, incapaz e indigno. No me considero inculto ni mucho menos, pero sé cuándo algo está más allá de mis horizontes personales. Son esas obras que me superan, me amedrentan e incluso me saturan las que en última instancia acabarán expandiendo dichos horizontes, pero no antes de largas reflexiones en las que digerir y asimilar lo experimentado. En un primer momento, cualquier contacto con ese tipo de producciones es como enfrentarse directamente a un vacío inabarcable e incomprensible. Así ha sido mi experiencia al ver por vez primera Twin Peaks: The Return, por cierto, no muy distinta a observar una realidad que está más allá de cualquier entendimiento. El regreso de la mítica serie está años luz por delante de los límites de mi mente, mucho más allá de esos metafóricos horizontes antes mencionados. No será fácil ni rápido recorrer la distancia que nos separa, suponiendo que sea capaz de hacerlo, aunque eso no quiere decir que no vaya a intentarlo. Quizá dentro de unos años, tras todas las reflexiones necesarias y el subsiguiente aprendizaje, empiece a sentirme capaz de hablar o de escribir sobre lo que han pergeñado Lynch y Frost.


Sentirse pequeño e ignorante es una experiencia necesaria, quizá incluso imprescindible. Sirve para adquirir perspectiva y situarse en un contexto real, en el que nadie nace siendo experto ni maestro; un contexto en el que, en definitiva, la sabiduría y la maestría son el producto de la dedicación, el estudio, la reflexión y el esfuerzo. El experto y el maestro se forjan con el tiempo, conscientes de sus progresos pero también de sus carencias. Me gusta pensar que tanto el uno como el otro saben cuándo pueden hablar y cuándo deben callar, escuchar y aprender, porque ni el verdadero sabio ni el auténtico maestro permanecen siempre estáticos: son conscientes de que su aprendizaje no debe detenerse nunca y carecen de la soberbia que les impediría admitir que hay otros mejores que ellos de los que seguir aprendiendo. Es conveniente, pues, recibir una lección de humildad de vez en cuando y hacerse consciente de las propias limitaciones para marcar con ellas la hoja de ruta que nos conducirá algún día hacia un mayor conocimiento y una mejor destreza.

La humildad es la gran lección que extraigo de Twin Peaks: The Return. Aún estoy muy lejos de poder entender la fantasmagórica visión de Lynch y Frost. Me siento estúpido y analfabeto cada vez que trato de organizar mis pensamientos sobre la serie que he visto. Me siento superado, arrollado, aplastado y destruido, pero también me siento inspirado, excitado y ansioso. Tengo hambre de conocimiento, de comprensión. Quiero entender el lenguaje visual de Lynch, sus paralelismos con las artes pictóricas de las que parte y los referentes sobre los que se ha erigido su estilo. Quiero ver más allá de lo evidente y comprender las decisiones que han llevado a que el regreso de Twin Peaks sea de esta forma y no de otra. Quiero comprender lo incomprensible y asir lo intangible, nada menos. Pero aunque sepa que jamás seré capaz de hacerlo, debo al menos intentarlo. Puede llevar años, pero después de este trance necesito expandir mis horizontes como nunca antes.


Por todo lo anterior, no habrá en este blog ningún comentario ni análisis sobre Twin Peaks: The Return. Al igual que aquellos artículos que escribí hace tiempo sobre la serie original, cualquier opinión que pueda tener sobre esta obra extravagante y desmesurada dormirá en silencio hasta el día en que sienta con total sinceridad que tengo algo valioso que aportar. En caso de llegar esa día, aquello que publique no será un pedante análisis ni una pretenciosa reseña. Ya no tengo orgullo para esas cosas. Si alguna vez llega ese momento, cualquier texto que firme surgirá de la humildad, el respeto y el mayor agradecimiento posible hacia una obra tan sublime que me hace querer ser mejor de lo que soy; que me hace querer ser digno de ella.

Mientras tanto, no voy a hablar sobre Judy. No voy a hablar sobre Judy en absoluto.

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