Durante el último año y medio he dedicado una considerable cantidad de tiempo a este blog. De hecho, 2024 ha sido el año más prolífico de toda su historia, con un total de 135 entradas publicadas (superando así el anterior record de 112 entradas publicadas en 2023). Debería estar satisfecho con el trabajo que he realizado y con la cantidad de textos que he producido en este tiempo, algunos de ellos de una calidad bastante decente. Sin embargo, estas últimas semanas he ido experimentando un progresivo desencanto hacia mi propio proyecto y eso me ha llevado a tomarme un tiempo de reflexión. Hace un año y medio volví a este blog, que siempre había sido mi pequeño rincón de la red, el único que he sentido como verdaderamente mío de entre todos en cuanto he estado, con muchas ganas de hacerlo crecer. En aquel momento estaba desencantado. Había puesto fin bruscamente a mi participación en otra web en la que había invertido muchísimo tiempo y muchísimo esfuerzo, mucho más del que había invertido jamás en mi propio blog, y que me había reportado muchos quebraderos de cabeza pero muy pocas satisfacciones. Quería demostrar que podía hacerlo mejor yo solo y me marqué una serie de objetivos muy ambiciosos; demasiado ambiciosos, quizá. Año y medio después me siento de nuevo desencantado.
Lo cierto es que en este tiempo dedicado al blog no he hecho nada que yo mismo no quisiera hacer ni he escrito nada que no me apeteciera escribir, lo cual ha supuesto un cambio refrescante respecto a mi participación en aquella otra web, en la que me vi obligado a trabajar en más de una ocasión en artículos que no me interesaban... o a colaborar con gente con la que no me apetecía nada relacionarme. En ese sentido, la fuente de mi desencanto no es el contenido que he producido: lo que ha hecho que deje de estar a gusto con este blog es, de hecho, haber pasado a concebir mis textos precisamente como eso, como simple contenido. Supongo que es una consecuencia inevitable de la deriva actual de la red, hoy gobernada por algoritmos y cifras. La propia Internet está cada vez más orientada al contenido en lugar de estar orientada a las personas. Lo que antes era un excelente entorno para expresarse y relacionarse ahora es una constante competición por la atención de los demás. Que la blogosfera esté agonizando es una consecuencia inevitable de haber cedido la gestión de nuestro tiempo e intereses a los algoritmos que gobiernan las redes sociales que hoy monopolizan, homogeneizan y vuelven aburrido lo que antaño era un entorno infinitamente vasto, diverso y estimulante. Cuando empecé a escribir aquí hace tantos años acudía a mi blog para expresarme y hoy, tristemente, me he dado cuenta de que acudo a mi blog porque tengo la vaga sensación de que debo aportarle más y más contenido. De alguna manera siento que estoy obligado a mantenerlo en marcha, independientemente de lo que me apetezca o no me apetezca escribir. Y eso ha hecho que deje de ser divertido escribir aquí.
Me he estado resistiendo a abandonar el blog porque hacerlo supondría admitir que el tiempo y el esfuerzo que le he dedicado durante este último año y medio no ha servido para nada. Es más, supondría admitir que no soy capaz de hacerlo mejor yo solo, que no he cumplido mis objetivos, que he fallado en mi empeño. Supondría relegarlo al cajón de los proyectos inacabados, de los proyectos fallidos. ¿Y cómo podría hacerle algo así a mi pequeño rincón de la red? ¿Al único sitio que he sentido como verdaderamente mío? En 2024, este blog cumplió 16 años. Llevo más de tres lustros escribiendo aquí, aunque lo haya hecho de forma dispersa e irregular. El apego es demasiado fuerte y no me siento capaz de despedirme del blog de forma definitiva, pero creo que ahora mismo no lo estoy enfocando de la manera correcta. Escribir aquí se ha convertido en una rutina, en un hábito. Ya no lo hago por placer. Me falta la motivación que antes tenía. Estoy desencantado. Otra vez.
¿Pero qué puedo hacer al respecto? La blogosfera de la que tanto disfrutaba desapareció hace muchos años y lo único que queda ahora es una carcasa moribunda. Y no tengo ninguna intención de buscar otro medio distinto en el que expresarme. Si estoy aquí es porque me gusta escribir por encima de todo. He probado otros medios y no he logrado sentirme cómodo en ninguno. He escrito en foros, he tenido cuenta en varias redes sociales, he participado en muchos podcasts... pero el blog es mi sitio. La blogosfera es mi medio, por mucho que sea un medio en decadencia. Esta carcasa moribunda agoniza cada día un poco más. Las descorazonadoras estadísticas del blog me lo confirman: el tráfico no sólo es escaso, sino que procede en su mayor parte de bots. Algunos de los textos de los que más orgulloso estoy de entre todos los que he escrito en 2024 apenas han logrado una decena de visitas. Es bastante posible que sólo los hayan visitado máquinas y no hayan logrado llegar hasta ningún ser humano. Es algo bastante triste, pero también lo es seguir adelante negando la evidencia y actuando como si a la blogosfera aún le quedase algo de vida. He dicho en numerosas ocasiones que no estoy aquí porque quiera hacerme popular. No me interesa acumular miles de visitas ni tener cientos de comentarios, desde luego, pero la sensación de que lo que estoy haciendo no es capaz de conectar con nadie me pesa cada vez más. Al fin y al cabo, ¿para qué sirve expresarte si no hay nadie escuchándote al otro lado?
Estoy siendo excesivamente melodramático, lo sé. Me consta que sí hay alguien al otro lado. De vez en cuando me llegan comentarios que así lo confirman. Pero no hay una auténtica comunicación. No hay intercambio de ideas. No hay debate. Estoy teniendo un largo monólogo conmigo mismo, nada más. Llevo un año y medio hablando conmigo mismo. Y ya estoy cansado de escuchar mi propia voz. Creo que es el momento de callar durante una temporada y aprovechar el silencio para reflexionar. En efecto, me voy a tomar un descanso indefinido del blog. Puede que dure unas semanas, puede que dure unos meses... o puede que esta sea la última entrada que publique nunca, aún no lo he decidido. En cualquier caso, me parecía que esas pocas personas que quedan al otro lado se merecían saber en qué punto me encuentro y por qué he decidido dejar de publicar durante un tiempo.
Para mí, 2024 ha sido un año de sorprendente crecimiento personal. Ha sido un año terapéutico en muchos sentidos y todo apunta a que el recién comenzado 2025 va a seguir los mismos pasos. Aunque aquí en Internet me sienta desencantado, me alegra decir que en el mundo real, el único que importa, me siento estupendamente. Puede que mis objetivos para el blog hayan fallado, pero mis objetivos personales progresan de forma satisfactoria. Las cosas me van bien, en definitiva. Estoy contento. Si he ido reduciendo cada vez más mi presencia en la red es porque tengo la sensación de que ese otro mundo virtual me roba las energías. Y ahora incluso el blog, mi último refugio, me resulta una carga demasiado pesada. Ya ni siquiera aquí estoy a gusto.
¿Significa eso que voy a dejar de escribir? Por supuesto que no. ¿Volveré a escribir en este blog? Sinceramente, no lo sé. Quizá vuelva a encontrar la motivación en algún momento. Quizá vuelva a sentirme a gusto más pronto que tarde. Quizá dentro de otro año y medio vuelva aquí con un montón de ideas y con las ganas de llevarlas a cabo. Quizá algún día acabe todas esas entradas que he dejado inconclusas. Todo es posible. Lo único que tengo claro es que aún me queda mucho por hacer y mucho por decir, aunque quizá no sea en este blog... ni en ninguna otra parte de la red. Pensaba que este era mi sitio, pero ya no estoy tan seguro. A lo mejor hay otro sitio para mí en alguna parte. Sólo tengo que encontrarlo.
Cuando estás desencantado tienes dos opciones: puedes dejarlo todo como está e ir acumulando frustraciones hasta que acabes explotando o puedes probar a cambiar las cosas. ¿Y cuándo no es posible cambiar las cosas? Bueno, en ese caso eres tú el que tiene que cambiar. El cambio no siempre es fácil. No siempre es agradable. No siempre es indoloro. Pero siempre es preferible a vivir en un estado de permanente desencanto. En este momento me siento desencantado, así que tengo que cambiar algo. Mientras descubro qué es, te doy las gracias por haberme acompañado hasta aquí y te deseo lo mejor.
Hasta que nos volvamos a encontrar.
Gracias
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