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[Cómic] Recordando el 30º aniversario de los Vengadores: la época de las chaquetas marrones y el triángulo amoroso entre el Caballero Negro, Sersi y Crystal

Llevo un tiempo repasando viejos tebeos en un intento por adelantarme a las que podrían ser las principales influencias de las próximas películas del Universo Marvel Cinematográfico, entre las que se cuentan las protagonizadas por la Viuda Negra y los Eternos. Se trata de un ejercicio totalmente inútil si se pretende adivinar el camino que tomarán esas futuras películas, pues la gigantesca máquina de hacer dinero de Marvel Studios siempre suele salirse por la tangente, pero es una excusa tan buena como cualquier otra para refrescar historias a las que tenía ganas de volver desde hace tiempo. Es el caso del arco argumental que celebró el trigésimo aniversario de los Vengadores, una historia guionizada por Bob Harras en la que personajes como el Caballero Negro, Sersi y Crystal jugaron un papel fundamental. Publicada durante la primera mitad de la infame década de los años noventa y situada dentro de lo que suelo denominar "la época de los Vengadores de las chaquetas marrones", esta historia permaneció inédita en España hasta que Forum la publicó en dos tomos de su colección Grandes Sagas Marvel torpemente titulados Venganza mortal y Venganza final. Hace tanto tiempo que compré esos dos tomos que no recordaba gran cosa sobre ellos salvo su elevado precio (¡casi mil quinientas pesetas de su época cada uno!) y lo agradable que me resultó su lectura la primera vez. Me complace confirmar que, a día de hoy, siguen siendo tebeos a los que merece la pena volver.


El argumento nos relataba una compleja historia sobre venganzas y universos alternativos que quedaba en segundo plano ante la creciente intensidad del triángulo amoroso compuesto por tres miembros de los Vengadores: el Caballero Negro, Sersi y Crystal; un triángulo que se convertiría en cuadrilátero con el regreso de Mercurio, que hasta entonces había estado más vinculado a las colecciones del entorno mutante. El antagonista de la trama era el taimado Proctor, el líder de un grupo conocido como los Recolectores que se nutría de los Vengadores supervivientes de realidades alternativas que habían acabado en desastre. Lo curioso es que Proctor bien podría considerarse el quinto vértice de esta tensa red de relaciones amorosas dado su profundo rencor hacia Sersi, objeto de su despechada venganza. Nos encontramos, por tanto, ante una historia propia de una telenovela en la que las batallas superheroicas no importaban tanto como los dramas internos de los superhéroes en cuestión. En resumidas cuentas, lo que viene a ser el tipo de historia que más me gusta dentro de lo que puede ofrecer este género.

No obstante, con frecuencia los dramas nos resultan indiferentes si antes no hemos conectado con los personajes implicados. Esta etapa de los Vengadores no destacaba por la inteligencia de sus argumentos ni por la brillantez de sus diálogos sino por el cuidado tratamiento de los personajes, gracias a unas caracterizaciones bien definidas que facilitaban que el lector empatizase con ellos y con sus inquietudes románticas. El romance era aquí el motor fundamental que impulsaba el desarrollo de los protagonistas y también la motivación última del villano, en un continuo tira y afloja de emociones que culminaba en una explosiva catarsis final coincidiendo con la celebración del aniversario de los Héroes Más Poderosos de la Tierra (a la altura del número 375 de su colección). Bob Harras, guionista de estos números, fue una figura relevante en el mundo del cómic americano por muchos motivos... la mayoría de ellos no especialmente positivos. Sin embargo, poco se le puede criticar a su manera de abordar a los Vengadores. Equilibrando la vertiente más aventurera del título con una serie de momentos más íntimos que servían para dibujar el turbulento mundo interior de los miembros del equipo, Harras consiguió que sus Vengadores de las chaquetas marrones funcionasen como una máquina bien engrasada y atrapasen el interés del lector.

Quisiera destacar una escena en apariencia intrascendente en la que la Viuda Negra ejercía el papel de Celestina consiguiendo una cita para Hércules. Para justificar sus acciones, Natasha exclamaba: "Soy rusa, ¡me encanta el romance! ¡Y quiero conocer a la mujer capaz de convertir a Hércules en un adolescente babeante!" Esa escena tan trivial escondía un profundo conocimiento de los personajes (conviene recordar que la espía y el olímpico tuvieron un breve flirteo muchos años atrás, durante sus días como miembros de los Campeones), además de un marcado interés por mostrar el peso de las vidas personales de los Vengadores más allá del campo de batalla. Después de todo, los villanos y las amenazas mundiales vienen y van, por lo que es la vida personal de los héroes la que les otorga una suerte de continuidad y, por tanto, la que propicia su evolución. De ahí la importancia de las relaciones románticas... o de la ausencia de ellas. Unos números más adelante, la Visión observaba como un fantasma los distintos avances amorosos entre sus compañeros, lo cual creaba un extraño estado de agitación en su cuerpo sintético. Recordando una época pasada en la que fue capaz de sentir y amar, el sintezoide experimentaba frustración por su incapacidad para sentir emociones sin percatarse de que ese mismo hecho evidenciaba que había recuperado esa capacidad perdida. "Los sentimientos suelen asaltarnos cuando menos los esperamos. Y cuando los buscas es cuando resultan más esquivos", le decía Crystal a modo de consuelo. Esa es la clave del buen drama: las emociones de los personajes deben estar siempre presentes bajo la superficie y actuar de formas sutiles y subversivas que poco a poco conduzcan hacia un gigantesco conflicto. Esa es la metodología con la que Bob Harras abordó esta etapa y que se hace evidente al llegar el clímax de la saga de Proctor.


Hoy en día son personajes de escasa relevancia, por lo que cuesta un poco hacerse a la idea de que durante la época de las chaquetas marrones el Caballero Negro, Sersi y Crystal fueron el auténtico núcleo de los Vengadores. Por aquel entonces los tres personajes ya tenían una larga trayectoria como secundarios tanto dentro como fuera del entorno de los Vengadores y, por tanto, cargaban con un bagaje que podía resultar muy enriquecedor. Dane Withman, el Caballero Negro, había lidiado con su oscuro legado familiar y con la maldición de la Espada de Ébano, abrazando su faceta relacionada con la ciencia y pasando a emplear un sable de luz más propio de Star Wars que del Universo Marvel. Por su parte, Sersi había demostrado en diversas ocasiones que era el miembro más voluble y caprichoso de los Eternos, la raza oculta de superdioses creados por los Celestiales milenios atrás. Su inmortalidad, unida a su curiosidad por el mundo humano y a su ansia por experimentar los placeres que este podía ofrecerle habían hecho de Sersi un personaje en el que costaba confiar y al que resultaba sencillo temer, ya que era sin duda el miembro más poderoso de esa encarnación de los Vengadores. Finalmente, Crystal bien podía actuar como un nexo entre el equipo y el resto del Universo Marvel, dados sus vínculos con los Inhumanos (otra raza oculta, en este caso de seres mutados por los alienígenas Kree), con los Cuatro Fantásticos (Crystal mantuvo una larga relación con la Antorcha Humana durante su juventud, además de formar parte del equipo) y con los mutantes (el esposo de Crystal y padre de su hija, Mercurio, era entonces miembro de Factor X). Los tres personajes tenían también una característica en común: en cierta medida, tanto el Caballero Negro como Sersi y Crystal trataban de dejar atrás una parte de su pasado. Sin embargo, su pasado siempre acababa acudiendo de nuevo a su encuentro: el Caballero Negro se reencontraba con la Espada de Ébano al final de esta saga, los demás Eternos desconfiaban una vez más de los actos de Sersi (llegando a declarar que su mente había sucumbido a la demencia, por lo que debía ser ejecutada) y la hija de Crystal era secuestrada por los Acólitos del terrorista mutante Magneto, padre de Mercurio y abuelo de la criatura, obligando a que la pareja rota se reuniese.

Teniendo en cuenta lo anterior, el triángulo amoroso que se formaba entre los tres tenía todo el sentido del mundo. Es más, los mecanismos que lo regían eran fascinantes. Es posible que Sersi se sintiese atraída inicialmente por el Caballero Negro por uno de sus caprichos, pero pronto descubrió que su relación con él bien podría facilitarle la estabilidad que su vida necesitaba de forma tan desesperada. Dicha relación suponía un precio cada vez mayor para Dane, tanto por lo asimétrico de su romance con Sersi como por la responsabilidad añadida de verse convertido en la única ancla que evitaba que la Eterna perdiese el control sobre sí misma y se viese sumida en la locura. Su creciente frustración le llevó a fijarse en Crystal, que por entonces se había distanciado de su marido a causa de su difícil matrimonio con él. Las mutuas frustraciones alimentaron con rapidez la pasión, naciendo así el amor entre el Caballero Negro y Crystal. Se trataba del amor más auténtico y sincero de esta historia, por lo que siguiendo las reglas no escritas de todo buen drama estaba condenado desde el principio. Las maquinaciones de Proctor y la llegada de Mercurio sólo sirvieron para echar más leña al fuego, alimentando así el incendio que se intuía desde los primeros compases de la historia. Así, los momentos más memorables de estos tebeos tienen poco que ver con grandes batallas y mucho con sutiles momentos de silencio en los que se intuyen las emociones que están a punto de estallar en el interior de los personajes. Se trata de viñetas como esa en la que una angustiada Crystal observaba al Caballero Negro y a Sersi cogidos de la mano o esa otra en la que la joven Inhumana le confesaba con toda sinceridad a su esposo Mercurio sus verdaderos sentimientos hacia Dane.

La primera vez que leí estos número era joven e inmaduro, por lo que se me escaparon muchas de estas sutilezas. Al volver a ellos siendo adulto me ha sorprendido lo complejo que es este maremágnum emocional, que no renuncia a la ambigüedad ni a la coexistencia de emociones contrarias que definen a muchas relaciones. El melodrama no tiene por qué ser superficial sino que puede resultar complejo e interesante pese a su teatralidad característica, como bien prueba esta saga. El mero hecho de pensar en la posibilidad de que algo de esto pueda servir como inspiración para las versiones cinematográficas de Sersi y el Caballero Negro hace que me entre la risa floja. Teniendo en cuenta la forma tan plana y banal en la que se han tratado las relaciones románticas en las películas de Marvel Studios me parecería un milagro que lograsen armar un drama tan competente como este en un futuro cercano.


Más allá del melodrama que tanto me gusta, la saga de Proctor y sus Recolectores estuvo salpicada por otras aventuras con distintos grados de interés, pero siempre muy agradables. En un momento nos encontrábamos a los Vengadores luchando contra los Recolectores y al siguiente los veíamos tratando de salvar Polemachus, el mundo de su antiguo aliado Arkón. Poco más tarde debían enfrentarse a un grupo de renegados procedentes de las ruinas del Imperio Kree que pretendían vengarse por lo sucedido durante Operación: Tormenta Galáctica, para luego cruzarse con la Patrulla X cuando la hija de Crystal y Mercurio era secuestrada por los seguidores de Magneto (una historia que no se publicó en estos dos tomos que mencionaba antes, sino en la serie limitada Lazos de Sangre). Y aún les quedaba tiempo para visitar la Lemuria gobernada por los terribles Desviantes antes de que comenzasen los fuegos artificiales que conducirían hasta el número 375.

Dejando a un lado el triángulo amoroso, esta etapa de las chaquetas marrones se caracterizó por introducir varios cambios interesantes en los Vengadores. Estos cambios se debieron a la presentación de nuevos aliados, como el Espadachín y Magdalena (dos miembros de los Recolectores que abandonarían a Proctor para ejercer el papel de secundarios en la colección de los Héroes Más Poderosos de la Tierra durante una breve temporada) o Grito de Muerte (una joven e impulsiva Shi'ar que llegó para avisar a los Vengadores del inminente ataque Kree y luego pasaría a engrosar las filas del equipo), pero también a la revisión del estatus de algunos miembros ya conocidos. Quizá la principal alteración fue la que sufrió la Visión, que se vio obligado a trasladar su consciencia al cuerpo de su contrapartida malvada de una realidad paralela. El sintezoide, que un tiempo antes había sido desmantelado y reconstruido en un cuerpo nuevo mucho más pálido y carente de emociones, recuperó así tanto sus colores originales como su capacidad para experimentar emociones humanas. El cambio fue más que bienvenido gracias a un sencillo rediseño que abrazaba su imagen mas clásica sin renunciar a la modernidad. No fue el único miembro del grupo que cambió de look durante esta saga, por cierto, ya que tanto Hércules como Crystal estrenaron nuevos uniformes a lo largo de estas páginas. Por todo lo anterior, la sensación que produce revisitar estos tebeos es muy placentera: es la sensación de que todo está en movimiento, de que todo va evolucionando de forma natural y de que todo conduce a alguna parte. Es, en definitiva, la sensación que transmiten las buenas historias.


No quiero tampoco olvidar que durante estos números se produjo un hito de gran importancia: el entintador Tom Palmer alcanzó la nada desdeñable cifra del centenar de entregas de la colección de los Héroes Más Poderosos de la Tierra que habían pasado por sus tintas. Lo cierto es que pocos autores han tenido un mayor impacto en las páginas del grupo que Palmer, que entintó a artistas tan distintos como John Buscema o Steve Epting (el responsable de los números que ahora nos ocupan) sin renunciar a su personalidad propia. De hecho, su estilo era tan potente que siempre lograba sobresalir por encima del de sus colegas: independientemente del dibujante, los Vengadores entintados por Palmer eran fáciles de reconocer. Su larga estancia, además, le confirió un aspecto muy característico a la colección durante aquellos años. Se merece un mayor reconocimiento por su trabajo en esa época.

Por desgracia, malos tiempos esperaban al grupo tras la conclusión de la saga de Proctor. De los años posteriores no hay mucho que valga la pena recordar. El Caballero Negro y Sersi acabaron nada más y nada menos que en el Ultraverse de Malibú Comics (empresa que fue adquirida por Marvel en uno de los muchos movimientos empresariales cuestionables que llevaron a la Casa de las Ideas a la bancarrota unos años después), mientras que el resto de los Vengadores se adentró en su siguiente gran saga: La Encrucijada, considerada casi universalmente como una de sus peores historias (hasta el punto de que Kurt Busiek tuvo que "arreglarla" durante su revisión de la historia del grupo en Siempre Vengadores). Después de eso vino Onslaught y ese crimen atroz que conocemos como Heroes Reborn. Los Vengadores no recuperaron su grandeza perdida hasta el comienzo de la etapa de Kurt Busiek y George Pérez, una legendaria vuelta a los orígenes que no me importaría releer en algún momento. Saber que los años posteriores a este conjunto de número recopilados en los dos tomos de Grandes Sagas Marvel de Forum fueron tan oscuros me hace apreciar aún más estas historias de Bob Harras, Steve Epting y Tom Palmer. Parece que el tiempo no ha hecho más que aumentar el aprecio que siento hacia la época de los Vengadores de las chaquetas marrones.


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