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[Prehistoria mutante] The X-Men #1 USA: La Patrulla-X

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Introducción:

Llevo muchos años leyendo tebeos, casi desde que tengo memoria. Entre todos los que he leído a lo largo de los años siento un especial aprecio hacia los de la Patrulla-X, que son posiblemente los que más han influido en mi desarrollo personal. La Patrulla-X me ha acompañado desde siempre y no me imagino una vida sin ella. Sus historias me han enseñado, me han ayudado a crecer, me han dado algo en lo que creer y, por encima de todo, me han ayudado a sentirme mejor conmigo mismo y con el mundo en el que vivo. Por eso cuando me siento mal recurro a los tebeos de la Patrulla-X para arroparme en ellos como si fueran una cálida manta. Ahora mismo siento la necesidad de cubrirme con esa manta durante una temporada, así que he pensado en revisitar el pasado para ir leyendo tebeos de la Patrulla-X, empezando por el primero de todos. Luego iré comentándolos en el blog de la forma más breve y amena que pueda. ¿Hasta dónde llegará esta serie de artículos? ¿Llegará a completar la prehistoria mutante para adentrarse en la historia propiamente dicha? Lo único que sé es que el viaje empieza aquí, pero no puedo decir dónde acabará.

Tengo que aclarar que considero que la etapa de la Patrulla-X original pertenece a la prehistoria mutante porque, igual que la invención de la escritura separa la prehistoria de la historia, la publicación del Giant-Size X-Men #1 USA separa la prehistoria mutante de la historia mutante. Con la llegada de la historia mutante, el guionista Chris Claremont se convirtió muy pronto en una figura fundamental que refinó el concepto de Patrulla-X y lo elevó hasta su máxima expresión. Por tanto, nos adentramos en la lectura de esta era anterior a Claremont con la curiosidad de un arqueólogo que estudia los restos de una civilización ya extinta. Poco de lo que veremos en la prehistoria mutante logrará dar el salto a la historia mutante y, aquello que lo haga, sufrirá una considerable transformación.

Aclaro también que en todo momento me voy a referir a las ediciones originales americanas y no a las españolas para que estos artículos sean lo más universales posibles. Estos números se han editado varias veces en castellano y pueden encontrarse en distintos formatos, desde los caros omnigolds hasta las recientes y muy celebradas nuevas Bibliotecas Marvel. También se puede acceder a ellos en su idioma original en el servicio de suscripción Marvel Unlimited. Yo pretendo que mis comentarios sean lo suficientemente generales como para que no estén atados a una edición concreta.

Y, dicho esto, ya podemos empezar con The X-Men #1 USA, publicado en 1963.

Estamos en los albores del Universo Marvel, que apenas cuenta con un par de años de historia. Stan Lee continúa expandiendo la exitosa línea de cómics de superhéroes de la editorial y propone una nueva cabecera titulada The Mutants. La idea es rechazada porque, según parece, entonces nadie sabía lo que era un mutante. El bueno de Stan la reformula como The X-Men y esta vez sí es aceptada, pese a que, como contó numerosas veces, la gente tampoco iba a tener ni idea de lo que era un Hombre-X. En sus historias no solía mencionar la más que posible influencia de la Patrulla Condenada, un cómic publicado por la Distinguida Competencia, en la premisa de la serie, pero ahora no vamos a entrar en ese berenjenal. El hecho es que Lee hizo equipo con Jack Kirby, el otro padre del Universo Marvel, para desarrollar esta nueva colección, que, siendo sinceros, nunca estuvo a la altura del resto de producciones de Marvel. Y no llegaría a estarlo hasta muchos años después.

Este es un tebeo que ha envejecido bastante mal, quizá incluso más que sus contemporáneos. Su lectura es densa, pesada y poco gratificante. El estilo jovial e intenso de Lee, tan profuso en exclamaciones, parece impostado de otras colecciones y no suena fresco ni original. Por lo general, y en contra de la creencia popular, leer tebeos de los sesenta no es fácil. Este en concreto no es un tebeo que yo recomendaría a nadie para iniciarse en el mundillo. Quizá es porque la escuela de Xavier rezuma hostilidad.

Se dice que uno de los factores del éxito de Fantastic Four fue que mostraba a los personajes con sus imperfecciones, lo cual los hacía más tridimensionales y facilitaba que los lectores conectasen con ellos. Que la Cosa y la Antorcha Humana estuviesen peleándose constantemente era la prueba de que eran personas como tú y como yo; personas con mala leche, personas a las que se les acababa la paciencia de vez en cuando, personas que podían soltar algún que otro insulto y luego seguir con sus vidas. Los estudiantes originales de la escuela de Xavier siguen este modelo, pero elevado a la enésima potencia. En este primer número casi no tienen ninguna interacción entre ellos que no implique alguna demostración de fuerza bruta o alguna burla más o menos hiriente. Se supone que es porque son adolescentes, pero Cíclope, la Bestia, el Ángel y el Hombre de Hielo ni siquiera parecen caerse bien entre ellos. El Hombre de Hielo, que se presenta como el payaso del grupo, es el que transmite menos hostilidad y por eso es el único que parece algo amigable.

La situación se ve agravada por la presencia de su mentor, el Profesor Charles Xavier, un hombre extremadamente autoritario que trata a sus alumnos como si fueran soldados, los expone de forma voluntaria a un entrenamiento tan duro que pone en peligro su seguridad, los obliga a luchar entre ellos y, por si eso fuera poco, les amenaza con las consecuencias de que no se cumplan sus expectativas en todo momento. Les dice cosas como “¡la tardanza será castigada!” o “¡no te atrevas a cometer un solo error!” con una naturalidad pasmosa para alguien que está lanzando a unos muchachos contra una máquina repleta de cuchillas asesinas. Entrenamiento, lo llama.

A esta escuela tóxica llega una nueva alumna que se nos presenta como “una jovencita muy atractiva”. Se trata de la Chica Maravillosa, que es observada por el grupo desde la ventana en una clara muestra de machismo desbocado. Incluso el callado y reservado Cíclope exclama sin pudor “¡es toda una muñeca!”, mientras que un poco interesado Hombre de Hielo se marcha del lugar diciendo “una chica… ¡pues vale!”, en lo que la magia de la retrocontinuidad ha convertido en una viñeta hilarante. Bobby aún tardará unas cuantas décadas en salir del armario.

Siguiendo la tónica de las páginas anteriores, la Chica Maravillosa hace una pequeña exhibición de sus poderes telequinéticos justo antes de que el Profesor Xavier explique cuál es la función de su escuela: preparar a los jóvenes mutantes nacidos con poderes extraordinarios para que puedan proteger a la humanidad de los mutantes diabólicos que querrán aprovecharse de sus dones para conquistar y destruir. Como casi todos los tebeos de la época, este no deja casi nada a la imaginación. Todo tiene que explicarse, todo tiene que especificarse y cada página está repleta de exposición. Imagino que es porque los lectores de entonces tenían un pensamiento muy concreto, en oposición a un pensamiento más abstracto y más abierto a la metáfora y a la sugestión, como se supone que tenemos hoy en día. Por eso es importante que cada personaje utilice sus poderes al principio, anticipándose a las posibles preguntas y aclarando cualquier duda de los lectores antes de que la formulen siquiera. De hecho, las siguientes páginas hacen lo propio con el villano, Magneto.

No es difícil concluir que Lee y Kirby no debían tener mucha idea de cómo funciona realmente el magnetismo, ya que los usos que hace Magneto de sus poderes carecen de sutileza y refinamiento. Primero estrella un misil, luego hace que se mueva una ametralladora, después un tanque… y remata la jugada dejando una nota en el cielo juntando magnéticamente las partículas de polvo del aire. Una nota firmada, por cierto. Es justo lo que te puedes esperar de un villano de los sesenta, todo teatralidad y grandilocuencia, aunque la imaginación de sus artífices no llegue muy lejos en lo que a su explorar su potencial se refiere. Aún estamos muy lejos de los tiempos en los que se estilará eso de manipular el hierro de la sangre o lo de invertir los polos de la magnetosfera terrestre.

Volviendo a la escuela de las hormonas desbocadas, los alumnos espían a la Chica Maravillosa mientras se prueba su uniforme y luego tienen que prepararse a toda prisa para ir al encuentro del villano. No sé si alguien se llegó a tomar en serio alguna vez las viñetas en las que el Ángel explica cómo esconde sus alas de tres metros y medio de envergadura atándolas con unos arneses en su espalda, pero hoy en día resultan muy divertidas. Casi tanto como el hecho de que la Patrulla-X tenga que acudir a la batalla en el Rolls Royce de Xavier. Aún no tenemos Pájaro Negro ni nada remotamente parecido, así que los alumnos primero tienen que coger el coche de su profesor para después hacer transbordo en un jet pilotado por Xavier desde la escuela. La idea del avión pilotado a distancia por ondas mentales parece adelantada a su tiempo, sin duda, aunque no tendrá mayor trascendencia.

Finalmente, el número llega a su clímax con el primer encuentro entre los Hombres-X y Magneto en la base militar de Cabo Ciudadela. Se trata de una batalla un tanto anticlimática, ya que Magneto se limita a lanzar cosas contra los mutantes y poco más. No hay una pelea real, aunque todos los integrantes del grupo tienen la oportunidad de poner a prueba sus poderes. Por supuesto, el villano escapa para seguir luchando otro día y el personal de la base… le da las gracias a la Patrulla-X. “Os hacéis llamar la Patrulla-X. No os pediré que reveléis vuestras identidades, pero os prometo que, antes de que se acabe el día, ¡vuestro nombre será el más alabado!”, dice uno de los militares. Está claro que en esta etapa inicial la colección estaba muy lejos de ese famoso leitmotiv de “temidos y odiados por un mundo que han jurado proteger”. Este será uno de los problemas en números posteriores, en los que la Patrulla-X recibirá un trato no muy distinto al que reciben los Cuatro Fantásticos o los Vengadores. Para ser parte de una nueva especie destinada a reclamar el mundo algún día, serán sorprendentemente aceptados. La época de los prejuicios y el odio antimutante aún queda muy lejos.

Importancia histórica aparte, The X-Men #1 USA no es un número especialmente memorable. Cuesta un poco entrar en él por lo farragoso del texto y por las actitudes machistas que exhiben los mutantes. Incluso el Profesor Xavier muestra una condescendencia hacia Jean Grey que no está presente en el trato hacia sus otros estudiantes, a los que tiene embrutecidos con ejercicios testosterónicos que les podrían costar la vida si se descuidan. Me cuesta mucho creer que una persona del siglo XXI pueda sentir alguna simpatía hacia Xavier o creer que su escuela sería un lugar fantástico en el que vivir. ¡Pero el número también tiene sus buenas ideas y sus puntos fuertes! Me gusta la idea de que el Profesor Xavier prescinda de la comunicación verbal cuando está entrenando a sus pupilos, pero no cuando se encuentra en momentos distendidos y cotidianos. También me gusta el diseño original de Magneto. Puede que, como buen villano de su época, Magneto sea un personaje totalmente plano, pero su diseño es visualmente muy atractivo. Su desarrollo como personaje ya llegará con el tiempo, pero al menos en este número inicial ya tenemos su icónico casco, que se ha mantenido hasta nuestros días sin modificaciones sustanciales. En cambio, del diseño del Hombre de Hielo, que más que un hombre de hielo parece un muñeco de nieve, mejor no hablaremos.

Lo más criticable de todo es que, a juzgar por lo visto en estas páginas, no parece haber mucha diferencia entre esta colección y las demás del Universo Marvel. ¿Qué hace que la Patrulla-X sea diferente a los Cuatro Fantásticos, a los Vengadores o a Spiderman? La serie se dará cabezazos contra esa pregunta durante muchos años, así que no me cuesta imaginar a los lectores de la época pensando en que estos mutantes no eran lo que se dice originales. La única diferencia de peso es que ellos nacieron con sus poderes en lugar de adquirirlos en un accidente o en un experimento… y aún así Xavier especifica que sus padres trabajaron en el proyecto de la primera bomba atómica para que la radiación, tan típica en las historias de origen marvelitas, no deje de estar presente.

Para no alargar mucho más este artículo, no quiero entrar a comentar todos los gazapos y curiosidades que un lector familiarizado con la franquicia mutante puede encontrar en este número inicial. Por ejemplo, a Cíclope se le llama Slim Summers en lugar de Scott Summers, algo que será arreglado a posteriori convirtiendo el Slim (“delgado”) en su apodo. Otro ejemplo: el Profesor Xavier asegura que se quedó postrado en una silla de ruedas por un accidente en su infancia, cuando más adelante se verá que perdió el uso de las piernas siendo bastante más mayor. Estos no son errores propiamente dichos, pero de esos también hay: ojo a la viñeta en la que de repente desaparece el adorno que lleva en la frente el casco de Magneto.

Algo interesante de esta época es que la continuidad aún era algo nuevo que se estaba asentando, así que todavía era un tanto… fluida. Conceptos que hoy damos por hechos aún no habían aparecido o, al menos, aún no habían tomado su forma definitiva. Esto es la prehistoria, después de todo.

Y hasta aquí el comentario del primer número. En el siguiente número: ¡nadie puede detener al Desvanecedor!

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