Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
Este segundo número de la colección se abre con una de esas secuencias expositivas en las que los personajes utilizan sus poderes para que los lectores tengan claro qué pueden hacer y qué no desde la primera página. Aunque, por supuesto, hay algunos matices que merecen ser comentados. No soy la primera persona en darse cuenta de que a veces los diálogos no parecen del todo congruentes en lo que se refiere a las manifestaciones de poder de la Chica Maravillosa. Da igual lo impresionantes que sean sus usos de la telequinesis, que siempre vendrán acompañados por un diálogo que les restará valor de alguna manera. Y pronto será seguidos de forma casi inmediata por un ligero desvanecimiento o un desmayo. En el primer número vimos a Cíclope desmayándose después de usar su rayo óptico a máxima intensidad y en este vemos al Ángel cansado tras un esfuerzo, pero esas escenas no serán la norma entre los personajes masculinos. Sí lo serán para Jean Grey, aunque paradójicamente su lenguaje corporal en la viñeta no parezca indicarlo. Es lo que sucede al inicio de este número, justo después de usar su poder mutante para librar al ángel de una horda de jovencitas deseando un autógrafo o un beso. Lo cierto es que tanto la actitud de las chicas hacia el Ángel como la de Jean hacia ellas nos dice a gritos que este tebeo lo ha escrito un hombre. Y es que el machismo en la Marvel de esta época era rampante pase a algunos ejemplos contados de empoderamiento femenino.
Los integrantes masculinos de la Patrulla-X se refieren entre ellos con todo tipo de burlas que rozan peligrosamente el insulto, mientras que siempre se dirigen a Jean como “preciosa” de una forma condescendiente y protectora. El hecho de que la Chica Maravillosa sea uno de los mutantes más poderosos no ya de la Patrulla-X sino de todo el planeta no importa. Y lo más insidioso de estos micromachismos es que quedan disimulados de forma casual en la acción. Porque todo esto que comentaba está integrado dentro de una secuencia, que además pretende ser cómica, en la que los mutantes recorren la ciudad para acudir a la llamada mental del Profesor Xavier, cada uno a su manera: la Bestia trepando a un edificio con los pies para luego dejarse caer en un tren, el Ángel teniendo que esquivar a un ejército de muchachas con las hormonas desatadas y Cíclope y el Hombre de Hielo... subiéndose en un camión de helados.
Una vez han regresado todos a la escuela de la masculinidad tóxica, el tiránico Profesor Xavier utiliza su telepatía para proyectar una serie de imágenes en la pared como si se tratase de una película. Me pregunto cómo es posible que sus poderes funcionen así y qué necesidad había de proyectar nada en la pared cuando podría haber introducido las imágenes en las mentes de sus alumnos con su telepatía, pero así es la magia de los tebeos de los sesenta. Resulta que ha aparecido un nuevo mutante malvado que parece invencible: el Desvanecedor.
Aunque el diseño de este villano no me disgusta, me parece que no acaba de funcionar en lo que a la narrativa se refiere. Su apariencia no ayuda en nada a transmitir de forma visual cómo funcionan sus poderes, ya que esas ropas que parecen escamas, esa especie de capucha y lo que parece ser el dibujo de una serpiente en el pecho nos está contando otra cosa que nada tiene que ver con el poder de la teletransportación. Aún así, el personaje es muy divertido. Es el típico malo malísimo que está seguro de su victoria y que se regodea en sus planes. De hecho, llega a presentarse en el Pentágono anunciando que piensa robar los planes de defensa continental dentro de unos días, seguro de que nadie será capaz de evitarlo.
Mientras tanto, el Profesor entrena a sus alumnos en la recién nombrada Sala de Peligro, que es la denominación que ha decidido utilizar para la habitación en la que esconde las máquinas asesinas y las trampas mortales a las que va a someter a los jóvenes estudiantes. Recordemos que el Hombre de Hielo apenas tiene dieciséis años, por lo que no deja de ser un menor de edad al que su mentor va a llevar todos los días a sesiones de entrenamiento potencialmente letales en un lugar llamado Sala de Peligro. Todo bien en la Escuela para Jóvenes Talentos, desde luego. Con el tiempo la Sala de Peligro se convertirá en uno de los elementos más reconocidos de la mitología mutante, aunque no tengo claro que los lectores se hayan parado mucho a pensar en las implicaciones que tiene un lugar así. A mí me resulta muy gracioso hacerlo, ya que después de todo estamos hablando de una ficción inofensiva. En la vida real Xavier debería estar entre rejas por lo que hace con sus pupilos, pero en los tebeos me parece fantástico que ponga sus vidas en riesgo cada vez que se aburre.
Hacia la mitad del número, tras doce o trece páginas que no han hecho más que establecer la situación, la historia empieza a moverse. Xavier se pone en contacto con el Agente Fred Duncan, del Departamento de Asuntos Especiales del F.B.I., y envía a la Patrulla-X a Washington para que evite que el Desvanecedor robe los planes de defensa. Lo primero que llama la atención es que el líder de una operación mutante clandestina tenga contactos en el F.B.I. y que a dichos contactos no les parezca mal que individuos superpoderosos enmascarados interfieran en asuntos de defensa nacional. Una vez más nos encontramos a los autores de la serie dudando sobre cuál debería ser el lugar de la Patrulla-X en el Universo Marvel y su respuesta es... el mismo que el de cualquier otro equipo de superhéroes. Eso debilita su idiosincrasia y deja al grupo en falta de una identidad propia, que aún tardará mucho en establecerse.
Lo que sigue a continuación es un entretenido combate entre los Hombres-X y el Desvanecedor, en el que se producen varias interacciones interesantes. Es curioso que el término “homo superior”, que ya empleó Magneto en el número anterior, vuelva a aparecer en boca del Desvanecedor. Parece que los villanos son los únicos que utilizan esa denominación para referirse a la especie mutante, ya que tiene unas claras connotaciones racistas: los mutantes son superiores mientras que los humanos normales son inferiores, por lo que los mutantes deben imponerse sobre ellos y reclamar el mundo que les pertenece por derecho. De alguna forma queda también implícito que si un mutante defiende a los humanos está traicionando a los suyos. Me pregunto dónde habré escuchado antes una forma de pensar así.
No obstante, esto no deja de ser una historia de buenos contra malos. Hasta ahora los mutantes que creen en la superioridad de su especie se han presentado como villanos con ansias de conquista, como es el caso de Magneto, o con el deseo de amasar poder y enriquecerse, como es el caso del Desvanecedor. Las implicaciones sociales y las metáforas sobre las minorías y los derechos civiles aún están por llegar a las historias de la Patrulla-X.
Volviendo al combate, la derrota de los Hombres-X por parte del Desvanecedor pone a la opinión pública en su contra a una velocidad sorprendente. Incluso las portadas de los periódicos hablan sobre su fracaso. Pero eso no es lo más extraño: lo raro es que los tratan como si fueran figuras bien conocidas pese a que estamos en la segunda entrega de la serie y apenas han actuado en un par de ocasiones. ¿Por qué las muchachas de las páginas iniciales trataban al Ángel como si fuera una celebridad? ¿Por qué los obreros reconocen a Cíclope cuando los rescata del muro que se derrumba? ¿Y por qué la población civil sabe de la existencia de un grupo de enmascarados que no debería ser conocida nada más que por los militares de Cabo Ciudadela y por el F.B.I.? Es mejor no darle muchas vueltas a estas preguntas.
Lo que está claro es que a Xavier no parece sentarle bien la derrota de sus alumnos, por lo que decide acudir a la batalla junto a ellos cuando vuelve a presentarse el Desvanecedor para chantajear al gobierno. De esta forma, deja claro que considera al villano como una amenaza de primer nivel, quizá incluso peor que Magneto, pese a que en años posteriores el Desvanecedor pasará a ser considerado poco más que un payaso con un traje ridículo.
Cuando reaparece el Desvanecedor lo hace rodeado de un pequeño ejército de matones del hampa, pero eso no evita que sea derrotado en un instante por los poderes telepáticos de Xavier. Parece que su plan para enfrentarse a él consistía en limitarse a borrarle los recuerdos, haciendo que olvidase quién es y qué poderes tiene. Puede que esto sirva para demostrar lo terribles que pueden llegar a ser los poderes del mentor de la Patrulla-X, pero también deja inmediatamente obsoletos a sus alumnos. Cualquier situación futura en la que intervengan las habilidades de los jóvenes mutantes será una clara pérdida de tiempo cuando Xavier puede salir de su escuela y solucionarla con un pensamiento. De la misma forma, cualquier combate será inutil cuando Xavier le puede borrar la mente al villano en un segundo. Vamos a dejar de lado las implicaciones éticas de la acción del telépata, al menos de momento, para centrarnos en las consecuencias narrativas. Recurrir a este recurso en el segundo número es una forma de sabotear la colección, de restarle valor a cualquier lucha futura y eliminar cualquier tensión dramática que se pueda establecer. ¿Qué más dará lo que suceda si al final siempre puede aparecer Xavier para arreglarlo todo? Llevamos dos números y Xavier ya se ha convertido en un deus ex machina con patas o, mejor dicho, con ruedas (perdón por el chiste fácil). En números posteriores veremos que las intervenciones de Xavier para manipular mentes ajenas y borrar recuerdos serán muy frecuentes y eso se convertirá en el primer gran problema de la serie, desde mi punto de vista.
Derrotado el Desvanecedor, este sale de escena de repente, sin que se nos aclare si ha escapado o si ha sido apresado por las fuerzas del orden. Por tanto, queda derrotar a sus matones, lo que supone un juego de niños para la Patrulla-X. Es un pobre intento de hacer que los Hombres-X resulten de alguna utilidad después de que su maestro les haya sacado las castañas del fuego. “Recordad siempre, mi Patrulla-X, que el mayor poder que hay en el mundo es ese magnífico que todos poseemos… ¡el poder de la mente humana!”, asegura Xavier. No tengo claro si esto pretende ser una especie de moraleja final, aunque lo parece. En todo caso es una moraleja fallida, ya que no todos disponemos del poder de manipular mentes ajenas para solucionar nuestros problemas. El plan de Xavier no ha sido un ejercicio de inteligencia, conocimiento o astucia. No ha derrotado al Desvanecedor en un duelo verbal, ni ha puesto a prueba su mente contra la suya. Su solución ha sido el equivalente telepático a usar la fuerza bruta. ¿En serio eso es lo que Stan Lee quería dejar como moraleja a sus lectores? Pues ya lo sabéis, niños, si no podéis derrotar a vuestros enemigos físicamente, dadles todo lo fuerte que podáis en la cabeza para que se olviden hasta de su madre… ¡y todo arreglado!
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #2 USA. En el siguiente número: ¡cuidado con la Mole!
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