Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
El tercer número de la colección supone una agradable sorpresa en lo que se refiere a la caracterización de los personajes. Parece que en este momento Stan Lee y Jack Kirby ya tenían una idea más clara de quiénes eran realmente los integrantes de la Patrulla-X y qué era lo que distinguía a cada uno. Gran parte de su caracterización proviene más de lo que dicen que de lo que hacen, pero es un buen principio. Para empezar, la angustia vital de Cíclope queda patente durante la sesión en la Sala de Peligro con la que se abre la historia. “Scott, probablemente seas el más poderoso de toda mi Patrulla-X. Aún así, siempre estás tan serio… tan adusto. No como los otros. Esto me aflige”, afirma el Profesor Xavier. “Lo siento, señor. Es que me preocupa el terrible poder de mis ojos. Si alguna vez olvidara taparlos, podría suceder cualquier cosa. A veces desearía no ser Cíclope”, le responde su pupilo. Aún estamos en 1963, pero la actitud que definirá al personaje de Scott Summers durante las próximas décadas ya está bien asentada. Lo triste es que el temor que le genera su propio poder y que en última instancia le hace apartarse de los demás será casi la única característica de Cíclope durante estos años… y no creo que sea la más atractiva para los lectores. No en vano su fama de llorón ha durado hasta nuestros días.
Tras las viñetas de rigor en las que los alegres mutantes utilizan sus poderes para que el público los tenga claros, que por suerte son más breves que en las entregas anteriores, la historia arranca con Xavier detectando la presencia de un nuevo mutante al que tendrán que localizar antes de que sea reclutado por los mutantes diabólicos. De esta forma, la Patrulla-X adopta sus identidades civiles, viste ropa de calle y sale a la ciudad a buscarle. Es una buena oportunidad para ver mejor a los personajes que hay bajo las máscaras y los uniformes, que al fin y al cabo es lo que va a permitir que los lectores conecten con ellos. Puede que Spiderman sea un personaje muy divertido, pero con quien empatiza el lector es con Peter Parker; eso lo tenemos claro. Hasta ahora hemos visto mucho a Cíclope, el Ángel, la Bestia, el Hombre de Hielo y la Chica Maravillosa, pero muy poco a Scott Summers, Warren Worthington III, Hank McCoy, Bobby Drake y Jean Grey. Bueno, siendo realistas sí que hemos visto bastante a Jean, pero su caracterización ha sido escasa. En este momento no se puede decir gran cosa sobre ella más allá de que se trata de la chica del grupo. Tampoco la Chica Invisible era mucho más que la chica de los Cuatro Fantásticos y la Avispa que la chica de los Vengadores. No olvidemos que estamos en la década de los sesenta.
El machismo resulta tan dolorosamente evidente en la forma en la que la Patrulla-X trata a la Chica Maravillosa que llega a resultar incómodo. Los chicos se pelean para salir a la calle con Jean en busca del nuevo mutante, ya que al parecer el primero en presentarse se llevará el premio. Incluso Bobby se apresura para poder estar con ella, no sé muy bien por qué. Pero, ay, Cíclope no participa en la competición. Prefiere quedarse al margen, sumido en sus pensamientos. “De todas las chicas a las que he conocido, es la única a la que daría mi corazón… ¡pero no me atrevo! ¡No, mientras posea mi terrible poder!”, llora el Hombre-X. Ya está plantada la semilla del casto amor entre Scott y Jean, que apenas se tocarán ni llegarán a darse un beso en muchos años. Cíclope se limitará a desear su compañía en silencio, mientras ella lamentará para sus adentros que el muchacho no le exprese su cariño. Decía Grant Morrison que la Patrulla-X era una telenovela en la que importaba mucho más quién estaba enamorado de quién que las batallas contra los villanos y eso es algo con lo que estoy muy de acuerdo. El melodrama es una parte fundamental de las historias de los Hombres-X y estos dos en concreto van a ser una de sus principales fuentes en futuros números.
Pero Cíclope no es el único que bebe los vientos por la pelirroja, pues hasta el anciano Profesor Xavier siente algo hacia ella que va más allá de la simple relación entre maestro y alumna. “No se preocupe. Como si pudiera evitar inquietarme por mi amada. Pero no puedo decírselo, jamás. No tengo derecho; no mientras sea el líder de la Patrulla-X y esté confinado en esta silla de ruedas”, piensa el telépata en secreto en una viñeta. Lo cierto es que no se volverá más sobre esta idea durante toda la prehistoria mutante. Xavier demostrará tener más confianza con la Chica Maravillosa que con sus demás pupilos, algo que se manifestará, por ejemplo, cuando finja su muerte dentro de muchos números y Jean sea la única a la que confíe la verdad. No obstante, esta idea de que Xavier está enamorado de Jean no volverá a aparecer hasta décadas después, al menos hasta que empiece la saga de Onslaught en 1996. Lo que en los sesenta se podía considerar más o menos aceptable, porque entonces aún había mucho que hacer en materia de derechos y libertades de la mujer, en los noventa ya se consideraba algo turbio y siniestro. Esta misma viñeta volvería a aparecer entonces como el pequeño secretito oscuro oculto en la mente de un Xavier que estaba a punto de convertirse en el villano Onslaught, aunque descontextualizada y usada con toda la mala intención.
Pese a todo, Jean expresa su voluntad de acompañar a Cíclope en la misión. No sirve de nada, por supuesto, ya que el Ángel se la lleva en volandas hasta su lujoso coche deportivo y deja a sus compañeros con tres palmos de narices. “Esto no es un juego sino una seria lucha a vida o muerte”, amenaza un despechado Cíclope. Esos son los términos en los que se habla de la competición para conseguir a la muchacha, por si queda alguna duda acerca de lo mal que han envejecido estos tebeos. Muchos recordamos estos años como los del inicio de esa especie de adorable triángulo amoroso entre Scott, Jean y Warren, pero la realidad es un poquito más violenta.
Unas páginas después, por fin conocemos al nuevo mutante que ha percibido Xavier. Se trata de la Mole, a quien encontramos en un circo, actuando como una atracción de feria más e ignorando su naturaleza mutante. Obviamente, lo primero es presentar sus poderes de cara a los lectores con la demostración de rigor: la Mole es inamovible cuando planta los pies en el suelo y su cuerpo es invulnerable. Entre otras cosas, vemos cómo resiste las balas sin problema. Podría ser una incorporación valiosa para la Patrulla-X, pero estamos en los sesenta y la bondad siempre va unida a la belleza, mientras que la maldad siempre está presente en los individuos menos agraciados. Nuestros protagonistas son jóvenes y guapos, mientras que la Mole es un hombre un tanto vulgar y desagradable, por no hablar de que está gordo. ¿Además de machismo había también gordofobia en los sesenta? Digamos que nada más conocerle Cíclope se refiere a él con el apelativo “simio odioso y tragaldabas”.
Con semejante trato no es raro que la Mole rechace la oferta de unirse al grupo, aunque eso lo convierte automáticamente en un villano. Ahora que conoce su naturaleza mutante, empieza a utilizar el término homo superior y a declarar su superioridad sobre los humanos como si fuera Magneto. Puesto que también conoce las identidades de los miembros de la Patrulla-X y la localización de su base de operaciones, eso pone en peligro la seguridad de los estudiantes de Xavier y del propio profesor. La solución, claro está, es que Xavier le borre los recuerdos con su telepatía, pero la Mole logra escapar antes de que pueda hacerlo. Aquí es donde la historia empieza a hacer piruetas para evitar recurrir a la misma solución con la que se cierra el número del Desvanecedor. El hecho de que hayamos visto a Xavier utilizando sus poderes a través de grandes distancias, por ejemplo pilotando un avión a control remoto con sus ondas mentales o comunicándose desde la escuela con la Patrulla-X mientras luchaba contra Magneto en Cabo Ciudadela, no le impide poner la excusa de que ahora necesita estar cerca de la Mole para borrarle la memoria.
Por suerte, será la propia Mole la que vuelva a la escuela, aunque en esta ocasión lo hará junto a un delirante ejército formado por la gente del circo: equilibristas, zancudos, balas de cañón humanas… incluso animales como jirafas, gorilas y elefantes acudirán al ataque para apoderarse de la base de la Patrulla-X y de sus secretos. Ahora todos ellos conocen también su localización y Xavier no puede borrar sus mentes de golpe, de forma que la historia hace otra pirueta y nos dice que los estudiantes tienen que resistir el ataque mientras su maestro prepara una máquina para amplificar sus poderes y así manipular las mentes de los atacantes.
Lo que sigue son unas cuantas páginas descacharrantes en las que los Hombres-X luchan contra la tropa del circo, aunque no quiero entrar en ellas sin antes mencionar la memorable viñeta en la que la Bestia aparece estudiando un libro de cálculo avanzado que sostiene con los pies. Eso es lo que llamo caracterización de personajes, como decía al principio.
Volviendo a la hilarante batalla, nos encontramos con momentos tan locos como el ataque de un vaquero equipado con un lazo a la aparición de una pirámide humana. Toda esa secuencia es puro tebeo sesentero y es realmente entretenida, aunque al final la Patrulla-X es derrotada y Xavier es quien tiene que sacarles las castañas del fuego. Otra vez.
Me resulta curiosa la página en la que Jean, que tiene las manos atadas y los ojos cubiertos con una venda, recibe la asistencia telepática de Xavier para liberarse. Primero usando su telequinesis para quitarse la venda y después para atraer un cuchillo con el que deshacerse de las cuerdas. Xavier le va indicando lo que tiene que hacer en cada uno de los pasos, como si ella no fuera capaz de hacerlo por sí misma. Recuerdo que alguien propuso una vez el siguiente ejercicio: leer esa página con el texto (es decir, con los bocadillos que transmiten los pensamientos de Xavier) y luego leerla sin texto. De la primera forma es el profesor quien rescata a la Chica Maravillosa, mientras que de la segunda es ella quien se rescata a sí misma. Cualquiera que conozca un poco el célebre Método Marvel, la manera en la que se hacían los cómics de la editorial en aquellos años, sabe que esos textos se añadieron cuando la página ya estaba dibujada. Por tanto, cabe preguntarse si no había algún conflicto entre la intención del dibujante y la intención del guionista. A mí me da la impresión de que los textos de Stan Lee siempre hacen lo posible por minimizar cualquier contribución de Jean a la historia. ¿Realmente necesitaba todas esas indicaciones para liberarse? A veces el machismo de estos tebeos se percibe con claridad, pero otras es más sutil… y esas son las ocasiones que me parecen más insidiosas. Incluso para un lector actual pueden pasar desapercibidas.
Finalmente, Xavier utiliza su poder telepático junto a su rayo intensificador para borrar la memoria tanto de la Mole como de sus secuaces circenses, poniendo así fin al conflicto. Todos ellos olvidan lo sucedido y vuelven a su rutina, aunque sigue existiendo la posibilidad de que la Mole recupere la memoria más adelante. Es prácticamente la misma resolución que vimos en el número anterior, por mucho que el profesor intente argumentar que en esta ocasión la Patrulla-X ha sido fundamental. “La victoria no es sólo mía, pues sin vuestro coraje y habilidad conteniendo al enemigo hasta que pude terminar mi intensificador, ¡habríamos sido aniquilados! Luchamos juntos, mi Patrulla-X, ¡y triunfamos juntos!”, asegura el telépata que acaba de borrar la mente de varias decenas de personas sin inmutarse. Yo no tengo tan claro que el papel del equipo haya sido tan importante, sobre todo porque el profesor ha intervenido incluso en su rescate, guiando a Jean en cada paso mientras se preparaba para despachar a la Mole y a los suyos. Por todo esto, la resolución con la que nos encontramos me parece otro final anticlimático y poco satisfactorio.
Este número nos deja como principal legado a la Mole, que por supuesto volverá a aparecer muchas veces en el futuro. No es el personaje más brillante de todos los que se presentan en esta etapa, pero su importancia es innegable. Aún así, tengo la impresión de que los guionistas que se aproximarán a él en el futuro casi nunca lo tratarán con especial simpatía. Quizá los motivos de ese trato se encuentren en este número. La Mole es un señor gordo y eso basta para que alguien tan calmado como Cíclope, que además acaba de encontrarse con él por primera vez, le insulte llamándole “simio odioso y tragaldabas”. Desde ese instante la Mole parece volverse más y más desagradable por momentos: se insinúa a Jean Grey, no deja de fanfarronear de sus poderes, se ríe de los Hombres-X y, finalmente, se convierte en un villano supremacista nada más descubrir que él también es mutante. Es difícil, por no decir imposible, encontrar algo de humanidad a la que agarrarse en este personaje… pese a que no dejar de ser un monstruo de feria que trabaja exhibiéndose en el circo, como una atracción más. ¿Quizá merecía algo más de compasión? Puede que sí, pero lo que me queda claro es que el hecho de ser feo y estar gordo ya lo había condenado de antemano.
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #3 USA. En el siguiente número: ¡la Hermandad de Mutantes Diabólicos!
Pulsa aquí para acceder a las demás entregas de Prehistoria mutante
Comentarios
Publicar un comentario
AVISO: Los comentarios no aparecerán publicados hasta que sean revisados. Gracias por tu comprensión.