Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
Como viene siendo la norma, este número se abre con una sesión de entrenamiento en la Sala de Peligro. Es algo más breve que las de los números anteriores, ya que en esta ocasión la Bestia y el Hombre de Hielo son los únicos que pasan por las pruebas que les ha preparado el Profesor Xavier. Se trata de un ejercicio de supervivencia en el que se mide el tiempo que los estudiantes son capaces de esquivar una serie de trampas potencialmente letales y me pregunto si el mentor de los jóvenes mutantes tenía preparada alguna medida de seguridad en caso de que sus pupilos fallasen. Durante el ejercicio de la Bestia, por ejemplo, caen gigantescos discos metálicos del techo que bien podrían haberle aplastado. Por su parte, durante el ejercicio del Hombre de Hielo, el más joven de los Hombres-X es lanzado contra una caldera al rojo vivo que, de no ser por sus poderes, podría haberle provocado graves quemaduras o incluso la muerte. Pero antes de poner el grito en el cielo por las escandalosas acciones de Xavier, merece la pena mencionar el ejercicio que le ha reservado a la Chica Maravillosa: abrir una caja y sacar la tarta que contiene en su interior para que la Patrulla-X pueda celebrar su primer año de clases. Si también le hubiese encargado que utilizase su telequinesis para preparar el café no me habría sorprendido en absoluto.
No obstante, es curioso que se especifique que el equipo lleva ya un año en activo. En el mundo real ni siquiera había pasado ese tiempo, ya que The X-Men #1 USA se lanzó en julio de 1963 y The X-Men #4 USA llegó en enero de 1964. Supongo que eso serviría para explicar que la población civil estuviese tan familiarizada con la Patrulla-X y pudiese reconocer a sus miembros por la calle. Y, técnicamente, el grupo ya estaba formado en el primer número antes de la llegada de la Chica Maravillosa, así que no es descabellado que cumpla un año. Más adelante se desarrollará con más detalle ese periodo de tiempo entre el reclutamiento del primer Hombre-X y la incorporación de Jean Grey, aunque aún queda bastante para que lleguemos a ese punto.
La importancia histórica de este número radica en que presenta a la primera Hermandad de Mutantes Diabólicos, liderada con mano de hierro por Magneto, a quien conocimos en la primera entrega de la colección. Junto a él encontramos al Sapo, un pequeño acróbata que viste como el jorobado de Notre Dame, a Mente Maestra, un ilusionista que parece sacado de una antigua película de espías, y a la pareja de hermanos formada por Mercurio y la Bruja Escarlata, el supervelocista y la… ¿hechicera? En su primera aparición no queda muy claro cuáles son los poderes de la Bruja Escarlata. Se dice que cada vez que señala con el dedo ocurre algún desastre y se le relaciona con el mal de ojo. Futuras apariciones irán añadiendo matices a esto, que a priori parece más relacionado con lo sobrenatural que con unas habilidades provocadas por una mutación en su código genético.
Hasta ahora hemos visto que las peleas y las pullas son una constante en las dinámicas entre los Hombres-X, pero ya en su primera aparición es innegable que los miembros de la Hermandad se odian. El Sapo está deseando delatar a sus compañeros si con eso puede conseguir un poco de atención de Magneto, a quien idolatra de forma sumisa. Mente Maestra es un ególatra desagradable que insulta a sus socios y se insinúa sin pudor a la Bruja Escarlata. Los únicos que se salvan son Mercurio y la Bruja Escarlata, que están ahí porque tienen una deuda con Magneto y no porque crean en la superioridad de los mutantes o en sus planes de conquista. Resulta que el villano les rescató cuando una muchedumbre furiosa perseguía a Wanda, a la que acusaban de brujería, y ahora tienen que compensar el favor militando en su Hermandad. No tardarán mucho en dejarla, evidentemente.
Recordemos que en los tebeos de la Marvel primigenia, así como en otros muchos de su época, el aspecto físico era un indicador de la moralidad del personaje. La fealdad se asociaba con la maldad y la belleza con la bondad. Por eso el personaje de la Cosa resultó tan revolucionario entonces, ya que se trataba de un héroe con el aspecto de un monstruo. Pero la suya era una excepción, no la norma. Esa correlación se mantenía en casi todos los villanos, que en su mayoría solían ser feos y grotescos. Puede que eso no se aplicase a Namor, que era más un antihéroe que un villano, pero sí al Hombre Topo, al Doctor Muerte o al Amo de Marionetas. Si nos fijamos en la Hermandad Mutantes Diabólicos está claro que el Sapo y Mente Maestra son villanos de rostro retorcido, mientras que Mercurio y la Bruja Escarlata son apuestos héroes en potencia. De hecho, al final de este mismo número Mercurio le salvará la vida a la Patrulla-X en contra de los deseos de Magneto. En cuanto a Magneto… pues en estos cuatro números aún no hemos tenido ocasión de ver la cara que se esconde bajo el casco, así que todavía no se le puede juzgar por este criterio. La cara que se insinúa bajo el metal parece más próxima a la de un villano, aunque eso puede ser engañoso.
Todavía estamos lejos de poder hablar sobre el pasado del Amo del Magnetismo y sobre su parentesco con Mercurio y la Bruja Escarlata, que se desvelará y se desarrollará mucho más adelante, lo cual hace que releer estos números antiguos sea muy curioso. Puede que la historia que conocemos de estos personajes encaje a grandes rasgos, pero no hay duda de que deja cierto margen de incertidumbre. Es una casualidad tremenda que Magneto viniese a rescatar y a reclutar para su Hermandad a esos dos hermanos mutantes que resultarán ser hijos suyos, aunque él aún no lo sepa. No indagó sobre ellos ni les interrogó sobre su origen. No le importó permitir que se relacionasen con individuos tan cuestionables como el Sapo o Mente Maestra, ni obligarlos a combatir contra la Patrulla-X, pese a no saber nada sobre ellos. Cuesta un poco aceptarlo, pero es lo que hay.
Lo que sí resulta sorprendente es que Magneto tuviese su objetivo tan claro ya en su segunda aparición: crear una nación gobernada por mutantes. Para ello roba un barco de guerra y lo usa para atacar la ficticia nación sudamericana de Santo Marco, tomándola por la fuerza.
Sobra decir que Stan Lee y Jack Kirby no pretendían que Santo Marco transmitiese la imagen de una nación sudamericana real. Tengo mis dudas de que supiesen mucho sobre cómo era vivir en Sudamérica durante los años sesenta, pero al menos Santo Marco no parece ser la típica república bananera que suele aparecer en los tebeos americanos (y no sólo en los de esa época en concreto). Cuando se muestra su población, bien podría ser la población blanca de cualquier parte de Europa. Efectivamente: blanca. Entre ellos no hay pieles morenas ni ningún atuendo que parezca originario de sudamérica, aunque sí tienen un enorme castillo de estilo europeo que pronto Magneto reclama como su fortaleza. En consecuencia, puede que el texto diga que Santo Marco es un país sudamericano, pero la verdad es que se parece más a la Latveria del Universo Marvel que a cualquier país sudamericano real que yo conozca.
Por cierto, cuando la Hermandad se hace con el control de Santo Marco, Mente Maestra proyecta la ilusión de un ejército de indudable apariencia nazi desfilando por las calles. Poco después, los villanos reclutan a un ejército real al que visten con un uniforme de claro estilo nazi, sustituyendo la esvástica de las cintas del brazo por una letra M de Magneto. Insisto en que en esta época aún no sabíamos nada sobre el trasfondo de Magneto ni sobre su pasado como judío superviviente del Holocausto. En este momento temporal, Magneto no es más que el típico malo malísimo sesentero, por lo que asociarlo con los nazis era lo esperable. Hoy en día hay dos formas de interpretar las imágenes de ese ejército desfilando por Santo Marco con el beneplácito de Magneto: por un lado podemos decir que el Universo Marvel aún estaba en pañales y hay que perdonar estos pequeños errores, pero por otro podemos creer que Lee y Kirby se adelantaron un par de décadas a las cuestiones que tratarán otros autores en el futuro. En décadas posteriores se dirá mucho que Magneto, tras tanto luchar por los mutantes a causa del temor a que acabasen encerrados en campos de concentración creados por los humanos, ha acabado convirtiéndose en aquello que más odia. No es probable, pero sin duda la segunda es una explicación muy bonita.
Volviendo al argumento del número, una vez iniciada su conquista Magneto se comunica telepáticamente con el Profesor Xavier en una escena que establece a ambos como los dos mutantes más poderosos del planeta. Parece que en este punto ya estaba más o menos asentado que el Amo del Magnetismo iba a ser la gran némesis de los Hombres-X, como el Doctor Muerte lo era de los Cuatro Fantásticos. “Los humanos deben ser nuestros esclavos. No son dignos de compartir el dominio de la Tierra con nosotros. Has hecho tu elección… ¡Seremos enemigos por siempre jamás!”, asegura Magneto a Xavier, ignorando que en el futuro ese “por siempre jamás” se pondrá en duda múltiples veces.
Como era de esperar, después de eso la Patrulla-X viaja a Santo Marco y ataca el castillo de Magneto. Sin embargo, lo hace recurriendo a un plan de cuestionable validez estratégica: cada uno de los héroes deberá entrar en la fortaleza siguiendo sus propios métodos en lugar de actuando en equipo junto a sus compañeros. Pienso que quizá sea por motivos narrativos, para simplificar las siguientes escenas y no cargarlas en exceso de personajes. Finalmente, llega el inevitable choque contra los miembros de la Hermandad, por lo que tenemos ocasión de ver a la Bestia enfrentándose al Sapo o al Ángel midiéndose contra Mercurio. Toda la secuencia de la batalla es entretenida, aunque en última instancia resulta algo intrascendente. Cuando aparece el Profesor Xavier en persona atravesando las ilusiones de Mente Maestra sabes que se han acabado los prolegómenos y que la batalla está a punto de ser solucionada. Quizá incluso algunas mentes vayan a ser borradas, como en números anteriores.
Pero Magneto es traicionero y deja preparada una doble trampa antes de huir del castillo. Son dos bombas: la primera es un explosivo más pequeño que detonará en cuanto el primer Hombre-X atraviese la puerta del salón del trono, mientras que la segunda es una bomba nuclear que arrasará todo Santo Marco en cuanto su Hermandad y él se hayan puesto a salvo. “¿Pero qué hay de la gente inocente que morirá?”, pregunta Mercurio. “¿Es que no te lo he dicho ya? Son meros homo sapiens, nos matarían si pudieran. ¡Sólo luchamos en defensa propia!”, responde Magneto. La cuestión sobre qué hacía Magneto con una bomba nuclear y de dónde la había sacado importa poco en este caso, porque ese diálogo nos está diciendo mucho sobre el personaje. Por mucho que se considere superior a los humanos, parece que el Amo del Magnetismo sabe que se encuentra en clara desventaja en la batalla por el dominio de la Tierra y que los mutantes corren el riesgo de ser exterminados si se convierten en una amenaza. Supongo que por eso decide atacar Santo Marco en lugar de conquistar Nueva York, que es lo que hacen los demás villanos marvelitas cuando quieren conseguir algo.
En su presentación, Magneto parecía un personaje bastante plano, pero este es el segundo número en el que aparece y ya empieza a apuntarse el camino que seguirá durante las siguientes décadas. Al menos, ya se empieza a desarrollar su discurso supremacista, que estará tan cargado de lagunas y paradojas como el propio personaje. Y pensar que ese diálogo sobre los “meros homo sapiens”, con todo lo que conlleva, lo expone justo antes de lanzarse por un tobogán para escapar del lugar. ¿Acaso no es divertida la prehistoria mutante?
Antes de que alguno de sus estudiantes caiga en la primera trampa, Xavier se lanza de su silla de ruedas contra la puerta de la sala del trono y recibe gran parte de la explosión del primer artefacto preparado por Magneto. Mercurio es quien desactiva luego la bomba nuclear, ya que no está dispuesto a cargar con las muertes de inocentes sobre su consciencia, y la Hermandad escapa dejando a los Hombres-X atendiendo a su herido mentor. Como consecuencia del daño recibido, Xavier parece haber perdido sus poderes mentales, dejando a la Patrulla-X sin su mayor recurso. “Si el profesor no recupera su poder, la próxima vez estaremos solos. Pero… ¿somos lo bastante fuertes sin él?”, se preguntan los jóvenes mutantes en la última viñeta del número.
Este es sin duda un número de gran importancia por los cimientos que establece de cara al futuro. Además de empezar a dar las primeras pinceladas sobre Magneto, en sus páginas se ha establecido la relación entre Mercurio y la Bruja Escarlata, marcada por el celo y la sobreprotección del hermano, se ha producido el primer intento de crear una nación gobernada por mutantes (¡décadas antes de Utopía o de Krakoa!) y los autores han tratado de ofrecer su respuesta ante el problema que suponen el Profesor Xavier y su capacidad para solucionar cualquier conflicto robándole el protagonismo a sus estudiantes: quitárselo de en medio. Esta no es más que la primera ocasión en la que se intenta sacar a Xavier del escenario de una forma poco sutil, ya que vendrán más en el futuro. Ninguna acabará de funcionar del todo, pero estos intentos nos indican que Lee y Kirby se habían dado cuenta de que no podían solucionar más conflictos recurriendo al poder de Xavier para borrar mentes y que se habían metido ellos solos en un embrollo narrativo de difícil solución. O quizá sólo estaban tratando de crear intriga entre los lectores, quién sabe. Puede que estuviesen improvisando sobre la marcha y aquí estamos nosotros intentando buscar un sentido inexistente a sus decisiones. En cualquier caso, sabremos más sobre el estado del profesor en la próxima entrega... y es posible que nos sorprenda.
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #4 USA. En el siguiente número: ¡la captura de un Hombre-X!
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