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[Cómic] Reseña de Doctor Extraño: Amanecer de otoño, de Tradd Moore y Heather Moore: más allá de la magia, más allá de la sanación

¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo sobrevivimos a un día? Me falla el cuerpo, la mente me aflige. La crueldad y el odio y el poder y el destino, todos gritan pidiendo sangre… Dientes manchados de rojo con nuestros hermanos… ¡Pero insistimos! ¡Qué osadía! ¡Qué descaro! ¡El imposible valor humano para levantarte y enfrentarte a cada amanecer!



Detesto las historias en las que la magia se concibe como un instrumento, como una simple herramienta a la que recurrir. En ellas, la magia se estudia, se aprende y luego se utiliza cuando la ocasión lo requiere, sin mayores complicaciones ni consecuencias. En ese sentido, aprender magia no resulta muy distinto de aprender a manejar una espada o de aprender a resolver divisiones con decimales. Este el tipo de magia que encontramos, por ejemplo, en la etapa de Brian Michael Bendis como guionista de los Vengadores, en la que la inclusión del Doctor Extraño en las filas de los Héroes Más Poderosos de la Tierra servía como excusa para, llegado el momento de lanzar un hechizo, incluir una serie de cartelas con textos tan aburridos como “hechizo de levitación de la página setenta y nueve del Libro del Vishanti” o “hechizo de atadura de las Bandas Carmesíes de Cyttorak”. Así, convertida en una nota al pie, la magia se veía desprovista de todo misterio, de todo misticismo, y reducida a un simple efecto práctico. Como si fuera una mera fórmula matemática. Supongo que podemos rastrear el origen de esta manera de concebir la magia hasta el nacimiento de Dragones y Mazmorras, pero no olvidemos que en el archiconocido juego de rol el uso de la magia estaba sujeto a una forma de azar y, por tanto, a consecuencias inesperadas. Eso implicaba que al menos una parte de la magia escapaba al control del mago.

Me resultan infinitamente más estimulantes las historias en las que la magia se concibe como algo que va mucho más allá del mago, conectándole con una realidad superior y no siempre comprensible. En Doctor Extraño: Dentro de Shamballa, la extraordinaria novela gráfica de J.M. DeMatteis y Dan Green, la magia se presentaba como un complejo sistema de creencias que implicaba una fuerte espiritualidad. Aquella historia, de hecho, bebía en gran medida de la tradición budista y buscaba transmitir la vivencia de dicha tradición, de su continua búsqueda de la trascendencia, de la iluminación. También en esa línea encontramos Promethea, de Alan Moore y J.H. Williams III, un complejo viaje a través de las distintas tradiciones místicas humanas y de la forma en la que conectan al individuo con lo que sea que hay más allá, con lo sobrenatural, con la divinidad o con la eternidad incluso. En este tipo de historias la magia no es un instrumento para un fin concreto, sino un vehículo que conduce al mago en un viaje de descubrimiento con consecuencias inesperadas. Porque el viaje no es sólo exterior, no sólo lleva al mago a ponerse en contacto con lo que hay más allá, sino que también es interior. En última instancia, la magia lleva al mago a descubrirse a sí mismo.

Es importante tener en cuenta que ningún viaje de autodescubrimiento es fácil o agradable. Enfrentarse con uno mismo puede resultar sorprendente, perturbador y, sobre todo, muy doloroso. Un viaje de estas características supone una experiencia transformadora, sí, pero también supone un gran sacrificio: con frecuencia, para convertirte en aquello que deseas ser debes renunciar a una parte de lo que eres. En ese sentido, algunas historias entienden la magia como un constante sacrificio, pues el mago se adentra voluntariamente en una realidad que no fue concebida para él y está expuesto a los caprichos de las fuerzas que medran en ella. No puedo evitar pensar en la Dragonlance, la famosa saga literaria de espada y brujería de Margaret Weis y Tracy Hickman, y en su personaje más popular: Raistlin Majere, un muchacho que sacrificaba su inocencia, su felicidad y su salud para poder acceder a la magia. El propio Raistlin afirmaba que, con cada hechizo que conjuraba, una parte de sí mismo se perdía para siempre. La magia le había concedido un destino grandioso, pero a cambio se había cobrado un precio altísimo; un precio que pocos estarían dispuestos a pagar. No me parece descabellado creer que, si es cierto que la magia supone un complejo sistema de creencias que conectan al mago con una realidad superior, esa realidad exija un pago por permitir que el mago se adentre en ella. Si aprender magia supone entrar en un juego de poder entre deidades incognoscibles, criaturas ancestrales y hechiceros poseedores de conocimientos arcanos, ¿qué tendrá que sacrificar el mago para que se le permita participar? ¿Cuál será el pago que tendrá que realizar? ¿A qué partes de sí mismo tendrá que renunciar? Eso nos lleva a Doctor Extraño: Amanecer de otoño, una historia sobre la relación de un hombre con la magia, pero también una historia sobre las pérdidas que no podemos olvidar, sobre los ciclos de los que no podemos escapar y sobre los traumas que no podemos superar. Sobre todo, es una historia sobre aceptar el dolor, porque para poder seguir adelante debemos aceptar ese dolor y asumir que no sólo sirve para causar daño: después de todo, todo proceso de sanación comienza primero con dolor.



Detrás de este cómic tan peculiar encontramos a Tradd Moore, un autor con un estilo muy personal que se aleja de las convenciones habituales del mercado americano. Recién graduado en el Savannah College of Art and Design se encontró con la oportunidad de entrar en el mundillo del cómic independiente de la mano del guionista Justin Jordan, con quien cocreó primero la serie The Strange Talent of Luther Strode y luego su secuela, The Legend of Luther Strode, ambas publicadas por Image Comics. Eso le permitió trabajar para Marvel, destacando sus portadas para colecciones como Deadpool o Secret Avengers, así como los interiores del celebrado Venom #150 y de la impactante All-New Ghost Rider, colección en la que se presentó al Motorista Fantasma Robbie Reyes. Tras volver a Image para publicar The New World junto a Aleš Kot, sorprendió a propios y a extraños con su siguiente trabajo para Marvel, Silver Surfer: Black, un proyecto guionizado por Donny Cates. Aunque se trataba de una historia derivada de la etapa de Cates en la cabecera de los Guardianes de la Galaxia y en la que empleaba al por entonces omnipresente villano Knull, el marcado tono experimental del arte de Tradd Moore y su afán por llevar al límite la narrativa formal convirtieron aquella miniserie en todo un fenómeno. Tanto es así que la misma editorial le dio carta blanca para elegir su siguiente proyecto, en el que además podría asumir tanto las tareas de guionista como las labores de dibujo. Estaría acompañado por su esposa, la colorista Heather Moore, con la que ya había trabajado en The New World. Sus colores, intensos, brillantes y expresivos, resultaban el acompañamiento perfecto para las atrevidas composiciones de página del artista.

En realidad, Doctor Extraño: Amanecer de otoño (o Doctor Strange: Fall Sunrise si prefieres el título original) había nacido mucho antes de que Marvel le hiciera esa oferta a Tradd Moore. Se trataba de un proyecto independiente al que el autor llevaba tiempo dando vueltas y que no acabó de consolidarse hasta que decidió, de una forma que le sorprendió incluso a sí mismo, que iba a ser una historia del Doctor Extraño. Resulta que, como afirma el propio Moore en esta entrevista publicada en la web oficial de la Casa de las Ideas, el Hechicero Supremo nunca había estado entre sus personajes favoritos. Sin embargo, eso no quiere decir que no lo conociera bien. De hecho, cita como sus principales influencias a la hora de abordarlo la etapa fundacional de Stan Lee y Steve Ditko en Strange Tales, el trabajo de Kevin Nowlan en la cabecera Doctor Strange: Sorcerer Supreme a finales de la década de los ochenta, la novela gráfica Doctor Strange and Doctor Doom: Triumph and Torment realizada por Roger Stern y Mike Mignola en 1989 y el one-shot Doctor Strange: What Is It That Disturbs You, Stephen? obra de P. Craig Russell en 1997; todos ellos hitos notables en la carrera del Maestro de las Artes Místicas del Universo Marvel.

Por tanto, un impulso le llevó a elegir al Doctor Extraño como protagonista de esta historia a la que tantas vueltas había dado. Moore comenta que con ella pretendía transmitir la sensación que experimentó durante un viaje a Roma, visitando una iglesia en la que observó un altar dorado, repleto de ángeles, santos y cruces. Bajo él se encontraba una caja de cristal en cuyo interior reposaba la escultura de una mujer fallecida tiempo atrás, yacente y cubierta por un velo. Toda esta iconografía católica resonó con el artista, inspirando su trabajo posterior y llevándolo a crear un mundo profundamente surrealista en el que conviven lo macabro y lo sagrado, lo horrendo y lo sublime; un mundo ajeno a lo humanidad y, al mismo tiempo, rebosante de emociones humanas; un mundo repleto del dolor de la pérdida y la muerte pero también sereno y contemplativo. Se trata del mundo de Pleoma, el escenario en el que se ambienta Amanecer de otoño.




En esta otra entrevista publicada en CBR.com, Moore cita como principales influencias visuales durante el proceso de creación de Pleoma a la obra de los artistas Caspar David Friedrich, Max Ernst, Ayami Kojima y Gianni De Luca, a las películas El Séptimo Sello de Ingmar Bergman y Excalibur de John Boorman, al cómic Belleza de Hubert y Kerascoët y al videojuego Final Fantasy X, así como sus propias experiencias viajando por Italia y Escocia. Yo me atrevería a decir que también hay algo de Art Nouveau, sobre todo de Alphonse Mucha, Gustav Klimt y Aubrey Beardsley, algo de los tradicionales grabados Ukiyo-e japoneses e incluso un poco de la saga Dark Souls. En cualquier caso, es una mezcla densa, rica e intensa, dotada de una personalidad arrolladora, pero supongo que eso la hace un manjar no apto para todos los paladares. El trabajo de Moore se aleja mucho del cómic tradicional, así que el mundo en el que se ambienta Amanecer de otoño se aleja también de los escenarios tradicionales de las historias de superhéroes o de las historias convencionales de espada y brujería. Digamos que no es un mundo humano, así que no obedece las leyes de la lógica y el sentido común. Al contrario, es un mundo mágico que sigue las complejas leyes de la magia, con sus sistemas de creencias particulares, sus enrevesados panteones de divinidades y sus simbolismos esotéricos.

Pleoma es un mundo distante que vive una profunda situación de crisis. Es el último día del año, El Día que Es Siete, cuando el sol permanece inalterable en el cielo durante siete días antes de ponerse para traer el invierno. Durante este periodo de tiempo, los muros que separan la realidad de Pleoma se hacen más delgados y porosos, permitiendo la entrada de seres de otros mundos. Hasta allí ha llegado un amnésico Doctor Extraño, que no recuerda por qué está en Pleoma ni cuál es la misión que debe realizar. Su mente sólo alberga retazos inconexos y sombras de un pasado apenas recordado. Confundido por tan extraño entorno y superado por los terribles poderes que habitan en él, el Hechicero Supremo cree que se acerca su final. El otoño se acaba y con él puede que también muera el Doctor Extraño.

El primero de los cuatro números que componen Amanecer de otoño se esfuerza por ser especialmente misterioso, reservándose la información referente a la misión del protagonista y haciendo que el lector comparta su sensación de estar perdido en un lugar inusual e incomprensible. No es hasta el segundo número que se nos ofrece una explicación de lo que está sucediendo y que empezamos a vislumbrar cuál es el auténtico papel del Doctor Extraño en la trama. Entiendo que crear esa sensación inicial de estar perdido es parte de la intencionalidad de la obra, por lo que no voy a comentar mucho más respecto al argumento. Aunque el primer número la escatima, el segundo ya ofrece toda la información necesaria para interpretar lo que se nos está mostrando, incluso las escenas que suceden en un plano simbólico. De esta forma, pese a que todo lo que ocurre es tan extraño como cabe esperar de un cómic del buen doctor, hay un hilo claro que seguir y una historia más o menos sencilla de comprender. Ahora bien, más allá de esa historia existe todo un sistema filosófico que habla sobre la existencia misma, sobre el mundo de las ideas y el mundo de las formas, sobre el todo y la nada, sobre dualidades que no son más que dos caras de una misma moneda, en definitiva. Todo esto con un acto de creación, quizá el acto de creación definitivo, el que sólo pueden llevar a cabo aquellas capaces de dar a luz a otra vida, como marco. Igual que aquel célebre número de Miracleman, esta historia gira en torno a un parto.



En Amanecer de otoño me he encontrado con unas metáforas visuales que transmiten unos conceptos que me cuesta expresar en palabras. En ese sentido, he pensado mucho en esta entrevista a Tradd Moore publicada en el web de The Comics Journal, en la que el artista afirma que le cuesta expresar ciertas emociones en una conversación normal. Siempre se preocupa de estar hablando demasiado, de poder herir los sentimientos de su interlocutor, de escupir unos pensamientos a medio formar, de resultar grosero… En cambio, se siente mucho más cómodo transmitiendo esas mismas emociones a través de su arte. No es que le resulte más sencillo, pues cualquier proceso de creación artística es duro y trabajoso, sino que siente que en ese medio es capaz de expresarse de una forma completa, con total plenitud. Por eso a través de su arte es capaz de expresar emociones e ideas abstractas que no sería capaz de poner por escrito o de narrar a viva voz. Creo que mucho de lo que transmite Amanecer de otoño es, en efecto, muy abstracto. Eso no quiere decir que resulte incomprensible o fuera de lugar. Simplemente, no todo tiene un significado claro o una interpretación unívoca. Hay partes de la realidad que no se pueden expresar con palabras, sino que se experimentan en las tripas. De la misma forma, parte del mensaje de Amanecer de otoño debe ser sentido de una manera visceral y no expresado con palabras. Como la propia magia, que es algo más que una serie de hechizos esperando ser liberados con unas palabras en latín y un giro de muñeca. La magia es misterio, fascinación y maravilla, emociones incomprensibles y delicias inenarrables. Y también dolor. Y sacrificio.

Decía antes que odiaba las historias en las que la magia no es más que una herramienta y que prefería las que la abordaban como un puente entre el mago y una realidad superior, conduciéndolo a través de un viaje de autodescubrimiento. Amanecer de otoño tiene mucho de eso, pues el viaje del Doctor Extraño por Pleoma pone a prueba de formas extremas tanto su cuerpo como su mente. La experiencia está a punto de transformar al Hechicero Supremo hasta volverlo irreconocible y buena prueba de ello es la escena del tercer número en la que sucumbe a la ira y rechaza todo lo que está sucediendo, alterando su propia forma y adquiriendo una apariencia demoníaca. Pero esa experiencia transformativa es parte del inevitable proceso de autodescubrimiento, por supuesto. Cuando logra dominar la ira que amenaza con apoderarse de él, nuestro protagonista se descubre a sí mismo aferrándose a la única parte de su ser de la que puede estar seguro incluso en un lugar como ese mundo ultraterreno: su naturaleza como sanador. Antes de ser mago, Stephen Extraño era médico y su misión consistía en ayudar a otros a sanar. Esa misión sigue siendo válida, se encuentre en el mundo en el que se encuentre y sea cual sea la circunstancia en la que esté metido. Si la obra hubiese cerrado con esa conclusión ya me habría parecido satisfactoria, pero Amanecer de otoño va un poco más allá y explora lo que supone en realidad actuar como sanador. Ahí es donde entra el componente de sacrificio, pues la labor del sanador implica renunciar a uno mismo en favor de aquellos a los que pretende sanar. Es más, en algunos momentos el sanador debe renunciar a su principio fundamental, a la regla que rige su vida, para poder desempeñar su labor: aunque el sanador ha jurado no hacer daño a nadie, en ocasiones debe infligir dolor para sanar a su paciente. Pensemos, por ejemplo, en el cirujano que debe llevar a cabo una operación a corazón abierto, que debe abrir la caja torácica de su paciente, poniendo en riesgo su vida y obligándole a someterse luego a una lenta y dolorosa recuperación. La sanación es su único objetivo, pero en el camino a la sanación debe hacer daño, debe infligir un gran dolor. Esta paradoja del sanador como alguien que a veces debe infligir dolor para conducir a su paciente hacia la sanación me ha parecido una de las ideas más atrevidas y desafiantes que plantea Moore. Amanecer de otoño es una historia que aborda el dolor como parte del proceso de sanación y, por tanto, al sanador como alguien que debe provocar dolor para facilitar la curación. Al final de la historia, el Doctor Extraño, como sanador que es, debe sacrificar la única creencia a la que puede aferrarse en el mundo de Pleoma y hacer daño para iniciar el proceso y conducir a su paciente hacia la ansiada sanación. De esta forma, al renunciar a lo que es, se convierte en lo que debe ser. Así es como funciona la magia: siempre hay que pagar un precio, con frecuencia un precio íntimo y personal.



Hay mucho dolor en esta historia. Stephen sufre más de lo que le he visto sufrir en todos los años que llevo leyendo sus cómics, hasta el punto de que en determinado momento llega a suplicar para que acaben con su vida. Sobre Amanecer de otoño flota la idea de que el sanador debe conocer el dolor mejor que nadie, debe experimentarlo más que nadie. Parte de su trabajo consiste, por tanto, en sufrir. ¿Y con qué fin? Una vez cumplida su misión y obtenida la sanación de su paciente, el sanador va a tener poca recompensa. ¿Merece pues la pena todo ese sufrimiento, toda esa abnegación y ese sacrificio? Se puede hacer una lectura profundamente nihilista de esta historia, aunque sus últimas páginas apuntan en la dirección opuesta: por supuesto que merece la pena. El sanador es un héroe, después de todo. El mundo es mejor tras su paso.

Pero Amanecer de otoño no sólo es una obra densa en lo temático, también lo es en lo visual. Podríamos hablar sobre la forma en la que Moore fuerza los límites de la narrativa secuencial tradicional, alterando el ritmo de lectura. Lo hace, por ejemplo, descomponiendo una única acción en decenas y decenas de movimientos que se muestran en una misma página o en una doble página, como si se alargaran infinitamente en el tiempo. Este recurso funciona también a la inversa, descomponiendo esa acción y llevando cada uno de los movimientos que la forman a una viñeta distinta, haciendo que la lectura se acelere y se consiga un ritmo vertiginoso. Por otro lado, al alterar la forma de las viñetas y controlar la forma en la que unas se solapan sobre otras, la narrativa deja de desarrollarse a un único nivel y adquiere capas extra. Esto se hace evidente en las escenas de acción, que son muchas y muy variadas, mucho más de lo que cabría esperar en una obra de espíritu independiente y de claras aspiraciones filosóficas como esta. Seguir el hilo de las distintas acciones que se producen puede resultar complicado por lo recargada que está cada página, pero todo resulta siempre legible. Además, el artista es muy consciente de la necesidad de dejar que la historia respire de vez en cuando, creando momentos de tranquilidad que aprovecha para mostrar una estampa de los distintos paisajes que forman Pleoma: interminables y pacíficas praderas, laberínticas fortalezas medievales de piedra y hierro, ciudades infernales de las que manan ríos de fuego y lava… El trabajo de ambientación es sencillamente arrollador.




No obstante, al ser este el primer trabajo de Moore en el rol combinado de guionista y dibujante, diría que se le notan ciertas carencias en el manejo del ritmo. El mayor defecto que le puedo criticar a la obra es quizá la conclusión de su tercer número, que en lugar de cerrarse con una revelación impactante o un cliffhanger lo hace con una densísima y algo pesada conversación de varias páginas entre dos personajes en la que se ponen de manifiesto algunos de los conceptos más complejos de todo el conjunto. Eso puede suponer un pequeño bache durante la lectura. Puede que un guionista con más experiencia hubiera encontrado la manera de repartir mejor toda esa exposición, en lugar de concentrarla al final de un número en el que cabía esperar algún reclamo potente antes del final. Es cierto que el recurso del cliffhanger está muy manido, pero estoy convencido de que no hay mejor manera de cerrar el penúltimo número de una miniserie que con un buen cliffhanger que deje al lector con ganas de leer la siguiente entrega. Desde luego resulta mucho más efectivo que concentrar semejante cantidad de exposición de golpe.

Dejando a un lado esa pequeña crítica, las demás decisiones que toma Moore en esta obra me parecen dignas de elogio, empezando por su rediseño del propio protagonista. El Doctor Extraño de Moore tiene las características propias del estilo de este peculiar artista: figuras imposiblemente esbeltas, definidas por el dinamismo y el movimiento. Vestido con su traje más tradicional, el de la época de Stan Lee y Steve Ditko, es decir, el de las mallas bajo la túnica, nuestro protagonista aparece con el físico de un bailarín de ballet y resulta tan etéreo como un sueño. Sus ropas flotan a su alrededor, difuminando los límites de su cuerpo. Su capa de levitación adquiere dimensiones exageradas y a veces dibuja curiosas formas, transmitiendo la imagen de unas alas extendidas o de un manto fúnebre dependiendo del momento. Más importante aún, los lápices de Moore alejan al Doctor Extraño de su habitual aspecto caucásico y le devuelven algo del exotismo que definía al personaje en sus orígenes, antes de que tuviera un origen canónico. Es más, diría que en Amanecer de otoño el Doctor Extraño aparece con unas facciones muy mediterráneas que, personalmente, me resultan fascinantes. Es una imagen poco habitual para él y la encuentro muy refrescante. Y, aunque el color es cosa de su esposa, el rediseño original de Moore ya contaba con alterar el color del traje del personaje durante la historia, cambiando los tonos azules de su túnica por sorprendentes tonos rosados y salmón. Este es otro acto de atrevimiento que funciona de una forma estupenda y que además tiene mucho sentido dentro del argumento.





Esa osada interpretación de Stephen Extraño resulta evidente en las portadas, que a mí me recuerdan con fuerza a la Barbarella de Jean-Claude Forest. Se trata de portadas en las que la apariencia de nuestro protagonista refleja las experiencias transformativas por las que pasa en el interior, por lo que muestran a un Doctor Extraño cambiante y mutable. El trazo fluido de Tradd Moore, junto a la chocante paleta de colores de Heather Moore, contribuyen a hacer que el observador dude incluso del aspecto mismo del protagonista. Tiene mucho mérito conseguir algo así con un personaje que ha permanecido más o menos con la misma imagen básica con la que se presentó en 1963.

Uno de los detalles más llamativos del Doctor Extraño que aparece en Amanecer de otoño es que recurre con frecuencia a conjurar brazos adicionales con los que manejar con mayor soltura sus hechizos. Aunque la imagen del personaje con múltiples brazos se popularizó en Avengers: Infinity War, lo cierto es que los cómics ya habían utilizado ese mismo recurso en más de una ocasión. Estoy pensando, por ejemplo, en la portada de Simone Bianchi para New Avengers #14, un cómic que se publicó cuatro años antes del estreno de la mencionada película. Tradd Moore hace suyo este recurso de tal forma que se convierte en algo verdaderamente representativo de la obra: Stephen despliega esos brazos adicionales en tantas escenas que casi parecen una extensión natural de sí mismo, como si el verdadero Doctor Extraño tuviera más de dos brazos en su estado natural. Los apéndices extra también tienen, como cabe esperar, un intenso valor simbólico, pues no son pocas las figuras mitológicas caracterizadas por poseer múltiples brazos. Eso añade una capa más de esoterismo a una obra ya de por sí muy esotérica.



Por encima de todo, las decisiones estéticas contribuyen a potenciar la expresividad de la obra; una expresividad que va más allá de Stephen Extraño, impregnando incluso los objetos que utiliza. No recuerdo ningún cómic en que el amuleto mágico que ha acompañado al buen doctor durante décadas, el Ojo de Agamotto, resultara tan sorprendentemente expresivo. Es llamativa la forma en la que se abre dentro de su broche, desperezándose y despertando de su letargo, pero lo es aún más la manera en la que reacciona a los eventos que contempla mientras está en Pleoma. Sobre todo, me encanta lo que hace Moore para reflejar la empatía que siente el amuleto hacia el sufrimiento de su portador. Tras tantos y tantos cómics, estamos más que acostumbrados a que la activación del Ojo de Agamotto dibuje un tercer ojo sobre la frente del Doctor Extraño. Cuando eso sucede en esta historia, el ojo derrama lágrimas doradas sobre el rostro del sufriente mago.

Estoy haciendo grandes esfuerzos por evitar términos como “alucinógeno” o “lisérgico” para definir el arte de Moore en Amanecer de otoño. Salta a la vista que este cómic presenta un viaje confuso y alucinante repleto de colores intensos y formas cambiantes, pero me parece que es algo más que eso. Hay una intencionalidad y un significado tras todos esos elementos alucinógenos y lisérgicos. El artista pretende transmitir al lector la misma sensación que experimentó en su viaje a Roma, visitando esa iglesia repleta de delicadas obras de arte plasmadas de forma exquisita pero también macabras, pues evocaban la muerte y el sufrimiento. Lo sublime provoca congoja, hace que uno se sienta pequeño e insignificante. Lo trascendente resulta pavoroso, pues supone pensar en lo que hay más allá. La veneración y el temor están muy cerca, por lo que el sentimiento religioso y el terror pueden llegar a darse la mano. Es más, la admiración y el sentido de la maravilla pueden llevar hasta el horror cósmico. Algo así sucede en Amanecer de otoño cuando cierta aparición virginal se revela en realidad como una ancestral e inconcebible deidad lovecraftiana. Con esto quiero decir que esta obra tiene mucho que contar más allá del misterio, los colorines y las escenas extravagantes. Este es un cómic con aires experimentales y alternativos, sí, pero no se queda sólo en una estética llamativa o en un juego de referencias: tiene una sorprendente profundidad.



Podría seguir deshaciéndome en elogios hacia el trabajo de Tradd Moore y Heather Moore, pero me parece importante insistir en que este no es un cómic apropiado para todo tipo de lector. Quien busque una historia tradicional de superhéroes luchando contra supervillanos no la va a encontrar aquí. Quien busque una historia de fantasía épica repleta de aventuras en un mundo mágico tampoco la va a encontrar aquí. Amanecer de otoño es un viaje místico, una penitencia esotérica y un bautismo espiritual. Es una historia abstracta, ambigua y cargada de significados profundos. Es una obra extraordinaria, pero no es una lectura que recomendaría a todo el mundo. Pese a ello, irónicamente, se trata de una lectura accesible, ya que no requiere haber leído nada sobre el Doctor Extraño ni estar al día en sus andanzas por el Universo Marvel. Amanecer de otoño es una obra atemporal, que podría suceder en cualquier momento de la cronología del Maestro de las Artes Místicas. La única referencia a historias anteriores que contiene es un pequeño flashback hacia el origen del personaje según lo narraron Stan Lee y Steve Ditko. Por todo lo anterior, podría ser una estupenda puerta de entrada para empezar a leer al Doctor Extraño… de no ser porque es una obra experimental con una estética muy particular y unas inquietudes muy alejadas de las convenciones habituales del cómic de superhéroes. No me atrevería a recomendarla a todo el mundo, porque sé bien que el lector medio de cómic de superhéroes la va a encontrar enrevesada, pedante y difícil de leer. Sencillamente, es demasiado vanguardista. La mayoría de la gente no está acostumbrada a ver cosas así en los cómics mainstream en general ni en los cómics de Marvel en particular. No obstante, no me sorprendería que con el tiempo se convirtiera en una obra de culto, como lo acabó siendo el Estela Plateada: Negro de Donny Cates y Tradd Moore. También los Nuevos Mutantes de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz fueron demasiado vanguardistas para su época y hoy son universalmente aclamados, así que quién sabe si Amanecer de otoño no acabará siendo una obra de referencia dentro de la bibliografía del Doctor Extraño el día de mañana.





Sólo me queda una última cosa por comentar y tiene que ver con la edición. Originalmente, Doctor Strange: Fall Sunrise, se publicó como una miniserie de cuatro números entre noviembre de 2022 y febrero de 2023. Después se recopiló en tomo en agosto de 2023, pero no en un tomo a tamaño comic-book, sino en uno de esos tomos enormes de la línea Marvel Treasury Edition. No ha sido hasta julio de 2024 que se ha lanzado el tomo recopilatorio en el formato habitual. Pues bien, la única edición disponible hasta el momento en castellano es el tomo Grandes Tesoros Marvel. Doctor Extraño: Amanecer de otoño que publicó Panini Cómics el pasado mes de marzo, que se basa en la mencionada edición de la línea Marvel Treasury Edition. Es un tomo de mayor tamaño que un cómic normal (23x33 centímetros frente a los aproximadamente 17x26 del formato comic-book en grapa), de tapa blanda y de 136 páginas. Y ese es el problema del formato Grandes Tesoros Marvel: una tapa blanda para tan pocas páginas. Al igual que sucedía como otros tomos de la línea, como los de La Gran Novela de la Patrulla-X de Ed Piskor, su mayor tamaño, unido a la tapa blanda y a su delgadez, hace que sea endeble. El tomo se dobla con facilidad y puede acabar deformándose. Las esquinas se deterioran en un visto y no visto, de hecho. Es un problema que se podría haber solucionado con facilidad, pues una tapa dura lo habría hecho más consistente, aunque también habría aumentado su precio. La edición de Panini cuesta 25€, lo cual ya me parece un precio elevado por poco más de cien páginas, pero habría pagado gustosamente un poco más por una tapa dura que hiciera el tomo más resistente. El gran tamaño es perfecto y permite apreciar el arte de Tradd Moore y los colores de Heather Moore como se merecen; en ese sentido no tengo ninguna queja. Incluso el hecho de que se trate de un cómic tan poco convencional y tan alternativo me parece que lo hacía un candidato adecuado para la línea Grandes Tesoros Marvel. El gran problema es que, para ser una edición que pretende resultar especial, se queda corta. Para una vez que estoy dispuesto a comprar una edición especial para coleccionistas en condiciones, Panini no ha sabido ofrecérmela. No descartaría que más adelante se publique en otros formatos, pero me cuesta mucho recomendar la compra del formato Grandes Tesoros Marvel cuando a mí mismo no me gusta. Además, me he encontrado varios errores tipográficos en el tomo, algo que viene siendo cada vez más habitual en las ediciones de Panini. Precio elevado, formato inadecuado y errores… una trinidad fatal.

Adoro Amanecer de otoño. Es posible que sea uno de mis cómics favoritos de los últimos años y por eso me fastidia especialmente que la edición en castellano no haya estado a la altura de mis expectativas. Por eso, si el inglés no es un problema para ti y te interesa la obra, te recomendaría que leyeras Doctor Strange: Fall Sunrise en el servicio de suscripción Marvel Unlimited. Puede ser una lectura complicada, ya que incluye un par de fragmentos en prosa con un lenguaje algo obtuso, pero no requiere un nivel elevado. Por otro lado, la ventaja del formato digital frente al papel es que permite hacer zoom para disfrutar con comodidad de todos los detalles que Moore ha ido sembrando en sus páginas. Además, un mes de Marvel Unlimited cuesta menos que comprar el tomo de Panini (¡10€ nada más!) y te concede acceso a un catálogo gigantesco. Por mucho que uno prefiera el formato tradicional en papel y las ediciones en castellano, al final hay que rendirse a la evidencia de que no hay mejor alternativa que Marvel Unlimited. Es la forma más sencilla, más cómoda y, sobre todo, más barata de leer los cómics de la editorial.

Así pues, en tus manos dejo la decisión de que te aproximes a esta obra tan particular, tan extraña, tan mágica como te parezca. Para mí, la lectura de Amanecer de otoño ha resultado ser enriquecedora. Me ha abierto la mente a posibilidades que nunca me había planteado. Me ha llevado a través de mi propio viaje personal de autodescubrimiento y me ha hecho pensar en algunas cuestiones íntimas que aún no había expresado en palabras. Esta es una historia sobre el dolor y la sanación, sobre los ciclos en los que estamos atrapados y la forma de escapar de ellos, sobre el poder y el sacrificio que conlleva emplearlo, sobre las fuerzas que nos manipulan y la constante batalla para conservar nuestra identidad frente a su influencia. Es una historia en la que, afortunadamente, la magia es algo más que abracadabras y trucos de salón. Aquí la magia es la comunión con uno mismo y con el cosmos que hay más allá. Y todo está enmarcado por una estética fabulosa, inundada de referencias visuales de potencia arrolladora y emoción desatada. Amanecer de otoño es un ejemplo de lo que podrían llegar a ser los cómics de Marvel si no fueran tan conservadores y tuvieran la valentía de innovar. No sé si llega a ser una obra maestra, pero sin duda se queda cerca. Quizá no te guste. Quizá no sea el tipo de historia que buscas ni el tipo de cómic que quieres, pero dudo mucho que te vaya a generar indiferencia. Lo único que sé con seguridad es que si decides aproximarte a ella puedes acabar descubriendo algo único, algo que te abra la mente y te haga sentir cosas que no habías sentido antes. Algo que te lleve más allá.



Estréllate sobre mí, sol. Entiérrame vivo en pérdidas y terror eterno… Apriétame hasta que no sea más que vísceras rojas en tus dedos. ¿Pero destruir mi fe en la humanidad? ¿En mí? ¿En mi propio amor y voluntad? ¡No! Nada… Nada destruirá a los sanadores que escogemos ser.

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