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[Prehistoria mutante] The X-Men #18 USA: ¡Si el Hombre de Hielo fracasara...!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Después de unos cuantos números trabajando sobre los bocetos de Jack Kirby, Werner Roth (firmando bajo su pseudónimo habitual de Jay Gavin) vuela al fin en solitario en The X-Men #18 USA, segunda parte de esta historia que recupera a Magneto después de que el misterioso Extraño lo arrastrase al espacio (en The X-Men #11 USA). Debo reconocer que a Roth le sienta bien encargarse del dibujo según sus propios términos y que las páginas de esta entrega de la colección se ven muy beneficiadas por la libertad de sus lápices. Los personajes se alejan del hieratismo de las composiciones de Kirby, ganando mucho dinamismo. Las poses dramáticas, tan características de Kirby e indispensables en cualquier tebeo de superheroes, se muestran aquí con mayor naturalidad y con una anatomía menos estilizada, más verosímil. Creo que quien más se beneficia de este estilo de dibujo es el villano, Magneto, que pierde parte del tono regio que le confería Kirby a cambio de ganar muchísima expresividad. El Magneto de Werner Roth es mucho más villanesco: su rostro se oculta menos tras las sombras de su casco y se muestra feo, casi grotesco, y con frecuencia retorcido en muecas macabras. Su mirada es fuerte, intensa, un tanto desquiciada. Me gusta esta versión del Amo del Magnetismo.

Roth abusa un poco del recurso de plasmar al personaje mirando hacia el frente, como si sus ojos pudiesen atravesar la página y alcanzar al lector, pero más allá de eso se le pueden hacer pocas críticas a su trabajo en este número. Obviamente no tiene un estilo tan reconocible como el de Kirby y por tanto resulta un poco “blando” en comparación, pero opino que no fue una mala decisión convertirlo en el dibujante regular de la cabecera. Sólo necesitaba dejar de trabajar sobre páginas previamente abocetadas y hacer las cosas a su modo para empezar a brillar.

Dicho esto, podemos retomar la historia en el punto en el que la habíamos dejado. La Patrulla-X está prisionera en la barquilla de un globo aerostático que se dirige hacia la estratosfera y pronto se quedará sin oxígeno. Tras derrotar a sus odiados enemigos, Magneto se ha apoderado de la escuela y tiene a los padres del Ángel a su merced. Mientras tanto, el Hombre de Hielo sigue en el hospital en una especie de coma provocado por las heridas recibidas en su batalla contra los Centinelas y su médico se plantea utilizar un medicamento experimental para salvarle. Considerado el Hombre-X más débil, alguien tan poco importante que Magneto ni siquiera lo considera digno de su tiempo, Bobby tiene el destino de sus compañeros en sus manos.

Me parece curioso que en las primeras páginas de este número se mencione varias veces que Magneto es el mutante más poderoso del mundo. Lo cierto es que su viaje al planeta del Extraño parece haberle sentado bien a sus poderes magnéticos. Como demostración de fuerza, arranca el edificio de la escuela de sus cimientos y lo levanta en el aire con intención de destruirlo. Luego se lo piensa mejor y lo vuelve a dejar en su sitio, ya que considera que sería irónico utilizarlo como su nueva base de operaciones, pero aún así es una de las manifestaciones de poder más ostentosas que había hecho el Amo del Magnetismo hasta el momento. Entre este gesto y el hecho de haber derrotado a la mayor parte de la Patrulla-X sin muchos problemas, Magneto realmente parece más poderoso y peligroso que nunca. No obstante, no se aclara cómo ha conseguido encontrar el hogar de sus enemigos, que no había podido localizar en números anteriores pese a la ayuda de su (ahora disuelta) Hermandad de Mutantes Diabólicos. ¿Acaso la Mole le reveló la localización de la escuela durante su breve estancia con los Mutantes Diabólicos? ¿O puede que Magneto utilizase alguna máquina alienígena del Extraño para encontrarla por su cuenta? ¿Quizá Stan Lee se había olvidado de ese detalle? La respuesta queda a nuestra imaginación.

Ahora que ha reclamado la escuela para sí, Magneto destruye a Cerebro, la máquina detectora de mutantes de Xavier, y luego recibe a dos visitantes inesperados: los padres de Warren Worthington III, más conocido como el Ángel. Sabiendo que les encontrará alguna utilidad más adelante, el Amo del Magnetismo emplea sus poderes para implantar algo parecido a una sugestión hipnótica en sus mentes y los manda a dormir. No es la primera vez que vemos a Magneto emplear poderes mentales (lo hizo, por ejemplo, cuando sondeó la mente de la Mole, cuyos recuerdos habían sido bloqueados por la telepatía de Xavier), pero sigue siendo algo chocante por la forma en la que está escrita la escena. Entiendo que para Stan Lee el magnetismo era un poder que iba más allá de manipular los metales y crear campos magnéticos: la atracción magnética también estaba relacionado con el “magnetismo animal”, la capacidad para influir sobre otras personas. De hecho, magnetismo y mesmerismo eran conceptos afines y estaban muy extendidos… en el siglo XIX, claro, no en 1966. Es posible que los movimientos alternativos de la década de los sesenta pusieran de moda la hipnosis y por eso Lee añadió el poder de manipular mentes al repertorio de Magneto, pero no lo podría asegurar. En cualquier caso, la viñeta en la que Magneto domina las mentes de los padres de Warren me resulta bastante impactante.

En esta ocasión, el plan del villano tiene mucho de ciencia loca. Usando un “analizador de células” sobre los progenitores del Ángel, Magneto puede detectar qué es lo que les permitió tener un hijo mutante y, de alguna forma, replicar de forma artificial esas pautas celulares especiales para crear un ejército de mutantes con poderes a la carta. Todos ellos a sus órdenes, por supuesto. El procedimiento tiene cierto sentido, aunque me despierta muchas dudas. Es raro que se hable sobre células sin mencionar nada sobre genes o ADN, pues las mutaciones implican al material genético y no necesariamente al resto de la célula. Quizá Lee sabía tanto sobre biología como sobre la radiación gamma, es decir, no gran cosa. Además, ¿cómo se supone que funciona un analizador de células? ¿A partir de qué materia prima se formarían esos mutantes artificiales? ¿Cómo podía acelerarse su crecimiento hasta la edad adulta?¿Y por qué el laboratorio del Profesor Xavier ya tenía todo el equipo necesario para crear soldados biológicos? O aquello era mucha casualidad o el bueno del profesor ocultaba algún oscuro secretillo.

Cabe destacar que hasta este momento Magneto no había sentido la necesidad de crear a otros mutantes, ya que podía limitarse a reclutar a los ya existentes. Este número conecta con historias posteriores en las que el Amo del Magnetismo trata de crear su propio ejército de seres superpoderosos, como veremos con los Mutados de la Tierra Salvaje más adelante dentro de esta misma colección o con el Mutante Alfa en la cabecera clásica de los Defensores. Aquella fue una fase peculiar que dice más sobre el personaje de lo que puede parecer. En cierto sentido, el Amo del Magnetismo siempre ha buscado rodearse de otros mutantes, unas veces reclutando a los que estaban disponibles y otras creando a nuevos mutantes de la nada. Lo hemos visto una y otra vez, pasando por la Hermandad de Mutantes Diabólicos, por los Mutados de la Tierra Salvaje, por los Acólitos y por los genoshanos a los que gobernó durante una temporada. También fue evidente a lo largo de su tiempo como líder de la Patrulla-X y mentor de los Nuevos Mutantes. ¿No es esto una prueba de la soledad que siente el personaje? ¿De su deseo de ser comprendido, aceptado y validado? Magneto necesita un séquito; necesita aliados, aduladores y sirvientes. Necesita… ¿una familia? ¿Como la familia que perdió? Aún es pronto para entrar en este tipo de reflexiones, pues el Magneto de 1966 aún está muy verde como personaje, muy poco definido. Su trasfondo en este momento es escaso, pero sabiendo lo que sabemos hoy podemos empezar a conectar los puntos.

Pero dejemos al villano y volvamos ya con el Hombre de Hielo, al que habíamos dejado en el hospital. Su médico, dispuesto a utilizar un tratamiento experimental para salvarle, decide inyectarle una nueva sulfamida, que entiendo que es algún tipo de antibiótico. ¿Por qué un antibiótico? ¿Acaso sufre algún tipo de infección? ¿Qué tipo de infección puede afectarle si está hecho de hielo? En este caso tendremos que aceptar que Lee sabía tanto sobre medicina como sobre la radiación gamma, es decir, no mucho. La indisposición del Hombre de Hielo no obedece a motivos lógicos, sino que conviene desde el punto de vista narrativo. Por cierto, es bastante gracioso que el médico no pueda utilizar una jeringuilla normal para inyectarle la sulfamida a Bobby a causa de su forma gélida. Por suerte, el hospital cuenta con una especie de aguja hipodérmica láser que parece una metralleta. Al final este equipamiento tan poco convencional funciona y Bobby empieza a recuperarse justo a tiempo para su batalla contra Magneto. ¿Podrá el más débil de los Hombres-X plantarle cara en solitario al mayor enemigo al que se ha enfrentado su equipo? ¿Al mutante más poderoso del mundo?

Mientras tanto, en la estratosfera, el Profesor Xavier consigue librarse del “distorsionador de ondas mentales” con el que Magneto le dejó fuera de juego en el número anterior gracias al sorprendente poder del… ¿psicoanálisis? “Los demás están inconscientes… indefensos… ¡y yo estoy sin mi poder mutante, debido a este distorsionador de ondas mentales que me puso Magneto! ¡Pero hasta él se ha olvidado de algo básico! ¡Mi habilidad para leer mentes y proyectar mi pensamiento se debe al contraego que poseo! Y ahora ese mismo contraego está sondeando el distorsionador… ¡aplicando toda la tensión que le es humanamente posible!”, proclama Xavier mientras se esfuerza por liberarse del artilugio. Debo confesar que nunca me ha interesado mucho el psicoanálisis, en parte porque esa disciplina no es un ciencia (recordemos que no usa el método científico sino un método propio, el método psicoanalítico) y en parte porque demasiados charlatanes se amparan en ella para transmitir la imagen de que saben más de lo que saben en realidad. Pero este diálogo de Xavier me parece totalmente fuera de lugar. Ni siquiera estoy seguro de que ese “contraego” sea un concepto psicoanalítico real. Al menos, el psicoanálisis clásico, el de Freud, no lo menciona. Para Freud la psique se dividía en tres instancias: el ello (id), el yo (ego) y el superyó (superego). No tengo claro de dónde saca Lee ese concepto de “contraego” y eso me lleva a pensar que el bueno de Stan sabía tanto sobre psicoanálisis como sobre la radiación gamma, es decir, nada de nada.

Una vez libre gracias a su inexplicable magia freudiana, Xavier reanima a sus estudiantes y usa su telepatía para contactar con el Hombre de Hielo. Bobby tendrá que encargarse de Magneto mientras los demás Hombres-X tratan de escapar de la trampa mortal en la que se encuentran. Parece que Jean puede usar su telequinesis para evitar que el globo siga ascendiendo, pero su poder no es lo bastante fuerte como para devolverlo al suelo. Xavier tiene un plan en mente, pero antes toca pasar por un flashback que nos muestra cómo escapó Magneto del planeta alienígena al que le había arrastrado el Extraño.

Dicho planeta es una especie de museo en el que el Extraño expone las curiosidades que ha ido recogiendo por todo el universo, incluyendo una amplia colección de naves espaciales. Se supone que están todas inactivas, pero Magneto es capaz de ponerlas de nuevo en marcha con sus poderes. De esta forma, la huida del villano consiste en algo tan simple como subirse a una nave aprovechando la ausencia del Extraño. Pero antes, por supuesto, humilla al pobre Sapo que le acompañaba en su exilio y lo deja tirado en el planeta. Por eso su fiel sirviente no le acompaña en esta aventura. El texto especifica que el flashback procede de la exploración que hace Xavier de la mente del propio Magneto, esperando encontrar una pista que contribuya a su derrota. Curiosamente, esa intrusión psíquica no es percibida por el Amo del Magnetismo de ninguna forma.

Volviendo al plan de Xavier, este implica que Cíclope concentre su rayo óptico hasta alcanzar el grosor de una aguja y lo lance a través de la barquilla para “pinchar” el globo y hacer que descienda de forma más o menos suave. La Chica Maravillosa tendrá que detenerlo luego con sus poderes para que el choque contra el suelo no acabe con sus ocupantes. No es un mal plan para los estándares de un tebeo de superhéroes, aunque le veo varios problemas. El primero es que la barquilla se está quedando sin oxígeno, así que agujerearla no parece inteligente. Por pequeño que sea el orificio, el vehículo podría despresurizarse y condenar a los Hombres-X. Como era de esperar, esto no es lo que sucede. El segundo es que el globo ha ascendido hasta los 30.000 metros de altura mientras el planeta seguía girando bajo él, así que al descender podría acabar a una distancia enorme de su punto de despegue. Podría aterrizar en mitad del océano, incluso. Pero no, tras descender vuelve a aparecer en los jardines de la escuela, el mismo sitio desde el que partió. No seré yo quien critique la física de un tebeo de superhéroes, pero esto me hace pensar que Stan Lee sabía tanto sobre globos aerostáticos como sobre… bueno, ya conoces el resto.

El clímax del número llega en el momento del enfrentamiento entre el Hombre de Hielo y Magneto, un evento que se ha ido anticipando ya desde la portada de esta entrega. Tenemos al Hombre-X más débil, que además no está recuperado del todo de su estancia en el hospital, luchando contra el mutante más poderoso de todo el planeta. La premisa es fantástica, sin duda, pero el desarrollo no está a la altura de las expectativas. La pelea se desarrolla en poco más de dos páginas y en ellas Bobby no hace gran cosa aparte de huir de Magneto, ganando tiempo hasta que aparece el resto de la Patrulla-X. El uso que hace el mutante más joven de sus poderes me parece poco creativo (formar un escudo de hielo, luego un trineo, luego un tobogán, luego un iglú…) y eso me hace pensar que los autores no eran capaces de concederle una mayor utilidad al personaje que la de generar objetos de hielo. Todavía estamos muy lejos de los tiempos en los que el Hombre de Hielo empezó a reivindicarse como uno de los mutantes más poderosos de la Patrulla-X y a explorar su verdadero potencial (regeneración de su cuerpo cuando es dañado en su forma gélida, creación de copias funcionales que actúan junto a él, manipulación de la temperatura ambiente…). Estoy seguro de que este combate, planteado hoy en día, sería muy diferente y Bobby le daría muchos más problemas a Magneto. En 1966, en cambio, era poco más que un muñeco de nieve con patas que podía dar las gracias de haber sobrevivido a un encontronazo con el temible Amo del Magnetismo.

Pero si la pelea entre el Hombre de Hielo y Magneto resulta un tanto decepcionante, la resolución del número es aún peor. Los autores vuelven a recurrir al recurso más socorrido de la colección una vez más, de forma que, mientras los estudiantes y Magneto pelean, el Profesor Xavier usa su poder para proyectar su telepatía a través del espacio y contactar con el Extraño. Dejando a un lado que alcanzar la otra punta de la galaxia con el pensamiento para hablar con una deidad alienígena es un logro de una escala impresionante, al final es Xavier quien vuelve a sacarles las castañas del fuego a los Hombres-X y quien consigue la victoria… otra vez. Cuando el Extraño acude a su llamada para llevarse de nuevo a Magneto, al villano no le queda otra más que dejar lo que estaba haciendo y huir a toda velocidad. Su destino se deja en el aire, pero podemos suponer con cierto grado de seguridad que el Extraño le hace prisionero por segunda vez.

Magneto no regresará hasta The Avengers #47 USA, durante el preludio de lo que se convertirá en un crossover entre los Vengadores y los Hombres-X. Será entonces cuando nuestro antagonista intentará recomponer a su Hermandad de Mutantes Diabólicos. Todavía falta algún tiempo hasta que lleguemos a ese punto, así que ya hablaremos sobre ello cuando toque.

Lo que está claro es que tenemos entre manos otra buena historia que se resuelve de una forma poco satisfactoria gracias a la intervención de Xavier, que anula en buena medida el valor de los no pocos esfuerzos de sus estudiantes. ¿De qué ha servido que el Hombre de Hielo se juegue el pellejo luchando en solitario contra Magneto? ¿Ha servido para algo su intervención? Es más, ¿ha servido para algo la intervención del resto de Hombres-X? La última página intenta devolverle un poco de dignidad a Bobby cuando detiene las máquinas creadoras de mutantes artificiales de Magneto, pero eso sólo sirve para hacernos más conscientes de que Xavier es quien siempre lo resuelve todo en esta serie. Y si no es Xavier entonces será algún evento externo, como vimos cuando Bolivar Trask se sacrificó para destruir a los Centinelas. Siempre hay un deus ex machina preparado en el último momento, nunca son los Hombres-X los que demuestran su valía, sus habilidades o sus conocimientos. Y esto es un problema; un problema muy evidente y que lastra cada vez más la colección durante esta etapa primigenia. La Patrulla-X no podrá despegar hasta que los autores no decidan quitarse de enmedio a Xavier.

Al día siguiente, los padres del Ángel despiertan alegremente sin recordar nada de lo sucedido la jornada anterior. “¡No recuerdo nada de anoche! Es como si alguien hubiera borrado esa parte de mi memoria”, asegura burlonamente la madre de Warren. Nos podemos imaginar quién es el responsable, claro está. Cuando los Worthington bajan a reunirse con el profesor y sus estudiantes, los encuentran sentados a la mesa y esperándoles para el desayuno, dibujando una estampa idílica y nada sospechosa. En dicha estampa, por cierto, Jean viste con un delantal y está sirviendo la comida en una bandeja, como mujer que es. Está claro que los alumnos han vuelto de una excursión y todo marcha bien. No pasa nada raro en la escuela de Xavier. “¡Me alegra que organice esos viajes, profesor! ¡Los jóvenes necesitan ejercitarse de cuando en cuando! ¡No pueden estar en forma para enfrentarse al mundo si se entierran en libros!”, afirma el padre de Warren. “¡Intento impedir que se vuelvan fofos y blandos, Señor Worthington!”, responde Xavier. Risas y fundido a negro. Así, con esta escena tan propia de su época, termina este número. ¡Los sesenta! ¡Ugh!

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #18 USA. En el siguiente número: ante todos ustedes… ¡el Mímico!

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