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[Cultura mutante] Los Protocolos de Xavier: el secreto más oscuro del Profesor X

  Cultura mutante es una sección en la que recuperaremos y comentaremos viejos conceptos aparecidos en los cómics de la Patrulla-X a lo largo de los años. En la entrega de hoy: los Protocolos de Xavier.

Durante la década de los noventa, la dinámica entre el Profesor Xavier y sus estudiantes comenzó a rozar el fanatismo religioso. De alguna forma, el mentor de la Patrulla-X pasó a ser considerado el santo patrón de la especie mutante, el máximo representante del credo de coexistencia pacífica entre los humanos y el homo superior; credo que sus Hombres y Mujeres-X defendían sin ningún atisbo de duda, como si de auténticos cruzados se tratase. Todo lo que no fuese la doctrina de Xavier era tachado inmediatamente de villanía absoluta, ya fuese el supremacismo especista de Magneto o el darwinismo radical de Apocalipsis. Pocas veces se cuestionaba al propio artífice de aquel pensamiento, pese a que la historia había dejado claro en numerosas ocasiones que no era trigo limpio. Después de todo, estamos hablando del mismo Charles Xavier que reclutó a unos niños, los vistió de superhéroes y los envió a luchar contra terroristas superpoderosos antes siquiera de que acabaran de pasar la pubertad.

Si algo nos enseñó Chris Claremont durante sus muchos años como guionista de la Patrulla-X es que el profesor escondía muchos secretos. Basta recordar su pasada relación amorosa con Moira MacTaggert o su antigua amistad con el hombre que acabaría convirtiéndose en Magneto. No obstante, si retrocedemos hasta la prehistoria mutante, es decir, a los tiempos anteriores a Claremont, podemos encontrar diversos ejemplos de los oscuros manejos del bueno de Charles: alterar los recuerdos de decenas de personas inocentes para mantener el secreto de su Escuela para Jóvenes Talentos, mantener prisionero en un sótano a su hermanastro, el Juggernaut, después de su primer a ataque a la Mansión-X o fingir su propia muerte durante meses para prepararse ante la invasión de los alienígenas Z’nox son hechos bien conocidos de su trayectoria. Aún así, hacer creer a sus pupilos que había muerto orquestando una mentira de la que sólo hizo partícipe a Jean Grey no fue la peor de sus acciones, ni mucho menos.

Puede que, durante el día, Charles Xavier fuese el santo patrón de los mutantes y ofreciese la imagen de un incansable pacifista persiguiendo su sueño de convivencia y armonía, pero, durante la noche, pasaba horas y horas ideando la forma más efectiva de matar a todos y cada uno de sus queridos estudiantes. Eso son los infames Protocolos de Xavier: un manual para asesinar a los Hombres y Mujeres-X.

Ideados como un último recurso en caso de que alguno de los mutantes de su escuela se convirtiese en una amenaza para la humanidad, los Protocolos de Xavier indicaban las debilidades específicas de cada miembro de la Patrulla-X (y de sus muchos grupos derivados, como X-Force o Excalibur), así como la mejor forma de explotarlas para acabar con dicho miembro de la forma más contundente posible. Son estos Protocolos los que recomendaban que el mejor curso de acción contra Lobezno pasaba por decapitarle con un contundente ataque a distancia entre sus vértebras infundidas de adamantium y luego mantener su cabeza alejada del cuerpo para evitar que pudiese regenerarse. También sugerían que, para derrotar a Cable, era necesario forzar sus habilidades telequinéticas hasta el límite, haciendo que perdiese la capacidad de contener el tecnovirus de su organismo y permitiendo así que devorase su cerebro y sus órganos internos. En ambos ejemplos, como en todos los demás casos, estos Protocolos proponían métodos definitivos y totalmente despiadados.

En efecto, los Protocolos de Xavier consistían en instrucciones detalladas para poner fin a la vida de los mutantes incluidos en ellos. Si bien puede llegar a comprenderse la necesidad de una herramienta semejante cuando hablamos de seres superpoderosos que podrían llegar a poner en peligro la existencia no sólo de la humanidad sino del planeta al completo, cuesta creer que Xavier pasase sus noches diseñando maneras de matar a estudiantes de segunda o tercera fila. Fénix, Tormenta, Cable, Lobezno… todos son potenciales amenazas de primerísimo nivel, sí, ¿pero qué pasa con Bala de Cañón, Pellejo o Júbilo? ¿También estarían ellos incluidos en los Protocolos? ¿Llegaría el Profesor X a diseñar una manera de acabar con mutantes tan inofensivos como Artie y Sangui? Qué impropio del santo patrón de la causa del homo superior que tuviese decenas y decenas de archivos ocultos explicando la forma de matar a unos niños inocentes.

Cabe mencionar que el concepto de los Protocolos de Xavier surgió como un recurso narrativo durante un momento no especialmente brillante de la franquicia mutante: la noventera Saga de Onslaught. Después de que Magneto le arrancase el adamantium de los huesos a Lobezno, Xavier se dejó llevar por la ira y usó sus poderes telepáticos para borrar la mente de su viejo enemigo. Como consecuencia, su subconsciente se vio expuesto a la maldad del interior de Magneto, quedando de alguna forma mancillado. De esa mácula surgió posteriormente una identidad completamente nueva que combinaba aspectos de ambas psiques y que acabó adquiriendo entidad propia y presentándose a sí mismo como Onslaught. Puesto que el villano había nacido en el interior de Xavier, para detenerle era necesario detener al Profesor X… y convenientemente existía un archivo para ello en los Protocolos. Moira MacTaggert, conocedora de su existencia, avisó a la Patrulla-X de que había llegado el momento de usarlos después del primer ataque directo de Onslaught contra el grupo (The Uncanny X-Men #335 USA, publicado en 1996).

Xavier había ocultado sus archivos en una cámara sellada bajo el complejo de investigación de Moira en la Isla Muir y, para acceder a ellos, la “llave” la componían las ondas cerebrales de los mutantes reunidos en ese momento. De hecho, las ondas de Moira, Cíclope y Jean Grey (las tres personas más próximas a Charles) desbloquearon el archivo que el profesor había escrito sobre sí mismo: Xavier había incluido el diseño de una armadura psi capaz de hacer a su portador resistente a sus poderes telepáticos (Excalibur #100 USA, también de 1996). El uso de dicho diseño resultó fundamental en el combate final de los héroes contra Onslaught, aunque no evitó que los Vengadores y los Cuatro Fantásticos se sacrificasen para detener al villano, ya completamente escindido de Xavier (Onslaught: Marvel Universe USA, 1996).

Aunque habían sido dados por muertos, en realidad los héroes habían sufrido un destino peor que la muerte: acabar en un universo de bolsillo controlado por Jim Lee, Rob Liefeld y compañía, que dieron forma al infame relanzamiento conocido como Heroes Reborn. Mientras tanto, los mutantes que habían permanecido en el planeta pagaron el pato por los acciones de Onslaught. El odio hacia el homo superior se disparó y se puso en marcha lo que más tarde sería la Operación: Tolerancia Cero capitaneada por Bastión, objeto de la siguiente gran saga de la franquicia. No obstante, lo que nos interesa comentar ahora es que el hecho de descubrir la existencia de los Protocolos de Xavier había sembrado la semilla de la desconfianza entre los Hombres y Mujeres-X. Si había sido capaz de ocultar algo así a sus alumnos, ¿qué otros secretos escondía el taimado profesor? ¿Y qué iba a pasar con todos esos archivos? ¿Se iban a mantener como si tal cosa? ¿Acaso no tenían derecho a elegir qué hacer con los Protocolos todos aquellos que habían sido incluidos en ellos?



Puesto que Xavier había decidido entregarse a las autoridades gubernamentales tras lo sucedido con Onslaught (X-Men #57 USA, 1996), la decisión ya no estaba en sus manos. Qué bonito detalle por parte del santo patrón mutante que abandonase a su especie en un momento tan aciago para satisfacer su propia necesidad egoísta de redención, ¿verdad? No obstante, sí que hubo una voz de la razón entre las filas de sus antiguos estudiantes; una voz que abogó por hacer partícipes de cualquier decisión respecto a los Protocolos a todos aquellos mutantes que habían sido incluidos en ellos. Fue Rondador Nocturno, entonces líder de Excalibur, pero no tuvo ocasión de concluir aquel debate. El Frente de Liberación Mutante atacó entonces las instalaciones de la Isla Muir y, aunque su objetivo inicial era otro, la posibilidad de robar un detallado manual de instrucciones para asesinar a los principales Hombres y Mujeres-X era demasiado jugosa como para dejarla pasar. Desafortunadamente para los villanos, entre sus filas se encontraba infiltrada la antigua Mujer-X Espejismo, quien saboteó la misión desde dentro y ayudó a evitar que la organización terrorista se hiciera con una información tan delicada (Excalibur #105 USA, 1997). Excalibur decidió entonces que la cámara que contenía los Protocolos de Xavier debía quedar sellada con un campo de fuerza, pero no volvió a debatirse qué debía hacerse con los archivos de su interior. Aquella cámara no volvió a mencionarse de forma explícita, pero más adelante comentaremos cuál fue su supuesto destino.

Aquella no era la única copia que existía de los Protocolos, pues los ordenadores del hogar de la Patrulla-X en Westchester contenían otra. Esto fue de cierta importancia durante el crossover titulado Operación: Tolerancia Cero, pues fue entonces cuando el villano Bastión y sus fuerzas derrotaron al equipo principal de Hombres y Mujeres-X y se apoderaron de la escuela y de sus archivos. Aunque un sistema de seguridad automático codificó los Protocolos de Xavier usando una clave de origen Shi’ar, Bastión estaba seguro de que acabaría descodificándolos y utilizándolos en su cruzada para acabar con los mutantes (X-Men #65 USA, 1997). Aunque entonces no se conocía el origen de Bastión y su verdadera naturaleza de Centinela humanoide, el hecho de que un villano capaz de derrotar y aprisionar a la Patrulla-X tuviese acceso a las instrucciones para acabar con cada Hombre y Mujer-X era, cuanto menos, preocupante.

Por desgracia, Operación: Tolerancia Cero fue un evento que arrancó con muchísima fuerza pero se acabó desinflando con rapidez. Algunas de las cuestiones más importantes relacionadas con su argumento se tuvieron que resolver en colecciones secundarias mientras la cabecera principal, X-Men, afrontaban súbitas reestructuraciones en mitad de la saga. Lo que sucedió con los mutantes capturados se tuvo que narrar en la serie de Lobezno, mientras que el destino de los Protocolos de Xavier se vio relegado a las páginas de la colección de Cable. En efecto, fue Cable quien se infiltró en la Mansión-X ocupada por las fuerzas de Bastión para borrar sus archivos antes de que pudiesen ser descodificados. No sólo estaban en juego los Protocolos, sino también otras informaciones cruciales como los planos de la Sala de Peligro o todo lo relacionado con la Resistencia Mutante, un grupo de informantes y espías que reunía información sobre actividad mutante por todo el mundo para luego hacérsela llegar a Xavier. Para evitar que Bastión se hiciera con esos datos, Cable destrozó los sistemas informáticos de la escuela. Sin embargo, antes tomó la precaución de hacer una copia en un disco físico (Cable #47 USA, 1997).

La escuela sería recuperada poco después y sus antiguos sistemas informáticos fueron sustituidos por otros nuevos. Cerebro y la Sala de Peligro se reconstruyeron y la normalidad regresó a la vida de la Patrulla-X. Ni el Frente de Liberación Mutante ni Bastión habían logrado apoderarse de los Protocolos de Xavier, así que nunca llegaron a ser utilizados en contra de los Hombres y Mujeres-X. Más allá de aquella armadura psíquica empleada contra Onslaught, las largas noches en las que el viejo Charles ideaba maneras eficaces de asesinar a sus pupilos no sirvieron para nada... o eso pensábamos hasta que llegó el siguiente evento que afectó a las principales cabeceras mutantes. Durante La búsqueda de Xavier se descubrió que las manipulaciones de Bastión sobre Cerebro, la máquina detectora de mutantes, habían provocado que ganase consciencia. Esta encarnación de Cerebro, dotada con los mismos nanitas cibernéticos con los que el líder de la Operación: Tolerancia Cero había creado a sus Centinelas Prime, conservaba su programación original: encontrar y catalogar a los mutantes. Evidentemente, no había ningún mutante al que la criatura quisiera encontrar más que a su creador, el propio Charles Xavier, desaparecido en misteriosas circunstancias tras el desmantelamiento de la Operación: Tolerancia Cero. De ahí el título de este pequeño evento, por supuesto.

Tras varios giros inesperados, Cerebro acabó localizando al Profesor X y atrapando a sus estudiantes. Puesto que los mutantes no estaban dispuestos a obedecer las premisas de su programación, la máquina los declaró enemigos y desveló que estaba más que preparada para acabar con ellos si era necesario. Resulta que Cerebro guardaba en su interior una copia de los Protocolos de Xavier y poseía los recursos necesarios para hacerlos efectivos. En una escena bastante macabra, Xavier fue testigo de cómo la criatura empleaba sus propios Protocolos para matar a la Patrulla-X de una forma contundente y atroz.

Pero aquello no era lo que parecía, pues se trataba de una ilusión proyectada por Xavier en el interior de la mente cibernética de Cerebro para distraerle y provocar su derrota (X-Men #84 USA, 1998). Aún así, dicha escena no deja de ser lo más cerca que han estado nunca de usarse los Protocolos. Es más, nos dejó a los lectores con una imagen pesadillesca en la que el metal orgánico de Coloso se retorcía de forma antinatural, la carne de Tormenta se licuaba mientras su cuerpo ardía desde dentro y el cuerpo de Rondador se hinchaba como un globo. ¿Se sorprendería Xavier de lo efectivas que resultaron entonces las estratagemas que había ideado, aunque fuese viéndolas en una simulación telepática? ¿Se daría cuenta en ese momento de la fría crueldad de sus métodos? Aquello no era real y su Patrulla-X no recibió daño alguno, pero Xavier estaba siendo testigo de primera mano de las verdaderas implicaciones de sus cuidadosas maquinaciones: la muerte de sus amados alumnos, de sus “hijos” mutantes… la muerte que él mismo les había preparado.

Para entonces, aquella concepción del profesor como el santo patrón del homo superior ya se había erosionado bastante. El ataque de Onslaught, la pérdida de los Vengadores y los Cuatro Fantásticos, la exacerbación del odio antimutante y el nacimiento de la Operación: Tolerancia Cero, unidos a la desaparición más o menos voluntaria de Xavier, habían hecho que sus Hombres y Mujeres-X perdieran gran parte de su fe en él. Teniendo en cuenta todo lo sucedido, la existencia de los Protocolos incluso se consideró algo secundario, un reproche menor. De hecho, no se volvió a plantear el tema. Ningún miembro de la Patrulla-X entró airado en el despacho de Xavier recriminando que guardase un archivo explicando de qué manera debía ser asesinado si se descontrolaba. Nadie exigió que esos Protocolos fueran destruidos para evitar que alguien como Bastión o ese Cerebro dotado de consciencia pudiera llegar a usarlos en el mundo real. La realidad es que los autores de la franquicia mutante se olvidaron del concepto casi por completo.

¿Qué pasó pues con las copias existentes de los Protocolos de Xavier? Nunca supimos si Xavier volvió a introducirlos en los sistemas informáticos de la Mansión-X, que durante una larga temporada tras el final de Operación: Tolerancia Cero fue bastante más austera que de costumbre. Tampoco volvimos a saber de la copia en disco que había rescatado Cable de las garras de Bastión, también olvidada tras el cambio de equipo creativo en su colección y el nuevo enfoque que adoptó como consecuencia. En cuanto a la cámara sellada bajo la Isla Muir, podemos suponer que fue destruida durante un arco argumental que se desarrolló algunos años después y que se tituló El fin del sueño. Fue entonces cuando Mística y su reconstruida Hermandad de Mutantes Diabólicos hizo volar por los aires las instalaciones de la Isla Muir (The Uncanny X-Men #388 USA, 2000). Su ataque hirió de muerte a Moira, que fallecería poco después en brazos de Xavier (X-Men #108 USA, 2000)... al menos hasta que Jonathan Hickman llegó muchos años después para reescribir la historia y afirmar que lo que había muerto en realidad había sido un mero simulacro Shi’ar. Curiosamente, la Moira de Hickman jamás recordó los Protocolos ni pensó en utilizarlos contra la Patrulla-X, ni siquiera cuando se convirtió en una villana. Dudo que el propio Hickman llegase a conocerlos.

Los Protocolos de Xavier sólo volvieron a mencionarse una vez. Tuvo que ser Chris Claremont, cómo no, quien se acordara de ellos. Fue en X-Treme X-Men, la colección que el veterano Patriarca Mutante tuvo que armar con las “sobras” que le había dejado Grant Morrison mientras arrancaba su revolucionaria etapa, sus polémicos New X-Men. Usando a los pocos Hombres y Mujeres-X por los que Morrison no sentía interés, Claremont ideó una cabecera al estilo de la vieja escuela en la que un grupo escindido de la Patrulla-X buscaba los diarios perdidos de Destino, la vidente mutante. Su principal antagonista durante los primeros compases de la serie fue un hombre llamado Vargas, un villano de origen español y aficionado a las metáforas taurinas. En su primer combate contra estos Hombres-X X-tremos, Vargas asesinó a Mariposa Mental e hirió gravemente a la Bestia. Parecía que era más que capaz de acabar con todo el equipo por sí solo y eso llevó a Sabia a plantearse si acaso ese hombre misterioso no sería la encarnación viviente de los temidos Protocolos de Xavier (X-Treme X-Men #3, 2001). Aquella era una idea interesante, aunque el desarrollo posterior de Vargas no tendría nada que ver con ella. La mención de Sabia se quedó, por tanto, en una curiosa anécdota y nada más. Claremont, el auténtico santo patrón de los mutantes, fue el único que rescató el concepto de los Protocolos de Xavier del olvido, aunque fuese durante un breve instante.

Es una pena que ningún autor de los muchos que han pasado por la franquicia haya querido explorar la idea que había tras los Protocolos de Xavier, pues era una idea con mucho potencial y muy en consonancia con lo que ha sido siempre el viejo Charles: un manipulador que esconde más secretos de los que nadie se ha atrevido a imaginar. Es cierto que la segunda mitad de la década de los noventa no es precisamente la época de mayor creatividad de las colecciones mutantes y que no debería sorprendernos que los autores carezcan de interés por revisitarla, pero incluso en aquellos años se idearon conceptos que merece la pena recuperar. Ninguno de los guionistas que han abordado a los mutantes desde entonces, ni siquiera los que, como Hickman, han tratado de reescribir la historia a base de retrocontinuidad, han querido recuperar los Protocolos de Xavier. Quizá por desconocimiento, quizá por desinterés, quizá por carecer de una historia que desarrollar a partir de ellos… sea por el motivo que sea, son una parte de la historia mutante que se ha olvidado. Los Protocolos ya no son más que un dato curioso para los completistas y los aficionados a las wikis.

Sin embargo, en todo este tiempo yo no he dejado de pensar en aquellos años en los que Xavier se consideraba el santo patrón de la especie mutante, el máximo representante del credo de coexistencia pacífica entre los humanos y el homo superior; ese credo que sus Hombres y Mujeres-X defendían de manera fanática como si de cruzados religiosos se tratase. Y, mientras los estudiantes luchaban por aquel ideal, su profesor, el incansable pacifista que concibió el gran sueño de convivencia y armonía, pasaba las noches ideando la forma más efectiva, cruel y macabra de asesinar a todos y cada uno de sus queridos hijos. Puede que esta sea una valiosa lección sobre lo que ocultan en verdad todos los credos religiosos: detrás de cada fanático siempre hay un hombre despiadado al que no le importará sacrificar a sus crédulos creyentes con tal de conseguir sus objetivos.

Y aquí termina esta primera entrega de Cultura mutante. En la próxima entrega: el Virus del Legado.

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Comentarios

  1. Muy interesante, estaré atento al próximo!

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    1. ¡Gracias por tu comentario! Si todo va bien podrás leer el próximo en una semana o dos ;)

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