Batman puede ser cualquier cosa: un colorido y absurdo superhéroe al que le gusta bailar, un torturado justiciero urbano que actúa con excesiva violencia, un meticuloso detective capaz de resolver los más intrincados acertijos, el padre de una extensa y disfuncional familia compuesta por múltiples niños huérfanos vestidos con pantaloncitos ridículos, un enfermo mental que salta de azotea en azotea disfrazado de rata voladora… Mucho se ha escrito sobre la naturaleza icónica de Batman; una naturaleza que le ha permitido mutar y evolucionar según el devenir de los tiempos para alcanzar a públicos de distintas generaciones sin renunciar a su idiosincrasia. Batman es un concepto fluido e incluso hoy se encuentra en estado de flujo. Forma parte de nuestra cultura popular, impregna muchas de nuestras historias y mitos modernos… y lo seguirá haciendo en el futuro de formas inesperadas y sorprendentes. Conocemos al Batman del ayer y al Barman de hoy, pero el Batman del mañana es una incógnita que aún tenemos que descubrir.
Hoy, sábado 16 de septiembre de 2023, se celebra el Batman Day en todo el mundo. Por una parte este acontecimiento no es más que una descarada oportunidad mercantilista que nos invita a pasar por caja para comprar productos de la franquicia del Hombre Murciélago y seguir enriqueciendo a los que controlan su propiedad intelectual, pero por otra es un testimonio de la inmortalidad del personaje, de su intemporalidad. Cuando Bill Finger y Bob Kane publicaron el Detective Comics #27 USA en 1939 no tenían ni idea de la maquinaria que estaban poniendo en marcha, de la idea salvaje que habían soltado sobre el mundo. Estamos en 2023 y Batman sigue muy vivo. Y seguirá vivo mientras haya personas contando sus historias. Larga vida al Murciélago, dice el eslogan del Batman Day 2023. Larga vida, en efecto.
Con motivo de esta celebración quiero recordar una de sus historias en concreto; una que me gusta especialmente y que espero que no se olvide con el paso de los años. Para mí contiene la quintaesencia de Batman y de su archienemigo, el Joker, y además está narrada con una prosa apabullante, cruda y, a su extraña manera, también muy hermosa. Se trata de El payaso a medianoche, escrita por Grant Morrison e ilustrada por John Van Fleet, con portada de Andy Kubert.
Es irónico afirmar que esta historia publicada en el Batman #663 USA allá por 2007 es mi cómic favorito de Batman, ya que apenas se puede considerar un cómic. Desde luego no es un cómic convencional, pues está más próximo a un relato ilustrado que a la mayoría de tebeos de superhéroes. Está compuesto en su gran mayoría por texto; un texto que se extiende por cada página aprovechando hasta el más mínimo espacio y que no sólo resulta denso en lo visual sino también en lo conceptual. Sus descripciones son enfermizamente detalladas y ofrecen una imagen retorcida, sucia y, sin embargo, llena de vida de la ciudad de Gotham y sus más célebres habitantes. Pero no se trata de un simple relato en prosa acompañado por unas cuantas imágenes, no. Mucho de lo que tiene de cómic se encuentra en esos momentos en los que el texto se retira, cediendo el peso de la narración a las imágenes.
Es importante tener en cuenta que, ya en el momento de su publicación original, el estilo que eligió John Van Fleet para ilustrar esta historia parecía algo caduco. Por aquel entonces, el artista estaba experimentando con el 3D y las técnicas digitales, lo cual se acabaría convirtiendo en su seña de identidad. Su trabajo en El payaso a medianoche se basa mucho en modelos en tres dimensiones y en recursos gráficos que hoy resultan toscos, puede que incluso un tanto obsoletos, y supongo que fue más por decisión artística que por las limitaciones tecnológicas de 2007. En cualquier caso, este número tiene un apartado visual peculiar y extravagante que puede no ser del gusto de todos los paladares. Confesaré que a mí nunca me entusiasmó, pero tanto me gusta la prosa de Morrison que me parece que por sí misma justifica cualquier otro punto débil que se pueda señalar.
Este es un número curioso, pues se encuentra situado dentro de la época en la que Morrison ocupaba las tareas de guionista de la cabecera principal del Hombre Murciélago pero al mismo tiempo funciona como relato único e independiente. Eran los inicios de la etapa que nos presentó a Damian, no mucho después del arco inicial titulado Batman e hijo. El Joker había aparecido de forma breve en el primer número escrito por Morrison, donde recibió un tiro en la cara por parte de un imitador de Batman. No volvió a verse durante las siguientes entregas, lo cual generó grandes expectativas en los lectores. Recuerdo que Morrison realizó en aquel momento algunas declaraciones sobre su concepción del villano que dejaron a muchos aficionados sin palabras: que el Joker no estaba loco, sino que era un ser “supercuerdo”, con una mente poliédrica en la que no existía un único yo sino una inexplorada consciencia en estado de flujo, capaz de reinventarse a sí misma cada cierto tiempo. El payaso a medianoche, por tanto, suponía el esperado regreso del Joker y la materialización de todas esas atrevidas ideas que ninguno entendimos entonces.
La historia se abre con un grupo de payasos reunidos en un cementerio para celebrar el funeral de uno de los suyos, sin saber que pronto ellos también estarán muertos. Alguien está acabando con los antiguos socios del Joker y ellos, sus antiguos secuaces, han caído en una trampa mortal. Los crímenes están firmados a la manera del Joker, con un naipe dejado sobre la escena… pero el Joker está en el hospital y los médicos dicen que se encuentra en estado terminal. ¿Cómo puede ser el responsable? Batman acude a visitarlo en una escena que evoca reminiscencias de otra obra de Morrison, Arkham Asylum, y lo que se encuentra es poco más que un cuerpo balbuciente y medio muerto que pronto estará muerto del todo. Pero encuentra una pista que le hace pensar en la socia más famosa del Joker, Harley Quinn. ¿Es ella la verdadera responsable de los asesinatos? ¿O quizá será la próxima en la lista del asesino? La verdad se conocerá a medianoche, pues a medianoche empezará el Día del Payaso.
Morrison describe a este Joker herido como a una criatura en estado larvario que se arrastra poco a poco hacia su propio nacimiento. Su mente ha sido destruida y está desarrollando una mente nueva, una identidad nueva y aterradora. En efecto, un nuevo Joker está a punto de nacer, coincidiendo con la muerte del viejo Joker… y de todos sus antiguos asociados. A medianoche llegará el momento clave, pues la muerte del último y más importante de sus secuaces dará a luz a la nueva criatura: un Joker propio de aquellos años, menos histriónico, menos teatral, pero más violento, más taimado, totalmente inhumano. El Joker trascenderá así la locura y se convertirá en algo nunca visto, algo terrible. En muchos sentidos esta es una historia de terror psicológico de primer nivel, porque no hay nada más aterrador que aquello que no podemos comprender y para Morrison la mente del Joker es incomprensible, ultraterrena. El personaje es casi un mal primordial que habita una envoltura de carne con un único propósito: hacer que Batman entienda por fin el condenado chiste.
Hay mucho de Morrison en esta concepción, qué duda cabe, pero también pueden detectarse en ella trazas de La broma asesina de Alan Moore y Brian Bolland. En última instancia, toda la violencia que desata el Joker, toda la sangre y la muerte, busca una única cosa: que Batman entienda que están unidos de una forma irrevocable, que son dos mitades de un todo, que son el chiste… y la gracia. Morrison lo hace con su habitual uso de símbolos, en concreto con un tablero de ajedrez que aquí representa la dualidad, pero no logra ocultar las influencias del verdadero maestro. Aunque ambos autores se llevan a matar, el respeto y la veneración que destila la obra de Morrison habla con más fuerza que cualquier declaración desafortunada que haya podido hacer durante su carrera.
Morrison venera la historia de Batman en todas sus formas. Para él, toda ella es válida, toda ella es canónica. Incluso las historias más disparatadas de la Silver Age, en las que Batman y Robin igual viajaban al espacio exterior para conocer a unos alienígenas de colorines que se vestían con taparrabos para una aventura selvática, cuentan con el respeto más reverencial de Morrison. De hecho, parte de su empeño en esta etapa como guionista del Hombre Murciélago consistiría en justificar la existencia de aquellas viejas y locas historias dentro de la continuidad del personaje. Porque Batman ha sido muchas cosas a lo largo de las décadas… y todas ellas importan.
Y, al igual que Batman, el Joker también ha sido muchas cosas. Decía al principio que Batman es un concepto cambiante, que se encuentra en un constante estado de flujo, y que es eso precisamente lo que le concede la capacidad de mutar y de adaptarse a los tiempos. El icono puede ser interpretado de infinitas formas sin dejar de ser reconocible. Pues bien, lo que hace El payaso a medianoche es demostrar de forma fehaciente que el Joker también es un concepto en estado de flujo, que también es un icono que puede ser interpretado de infinidad de maneras. Como haría poco después con Batman, ofreciendo una justificación para todas esas historias locas de su pasado y defendiendo así su inclusión en la continuidad, en El payaso a medianoche Morrison justifica las múltiples interpretaciones que se han hecho del Joker con el paso de los años. Este número explica el mecanismo que transforma al Joker, que lo reinventa y lo conduce a explorar facetas distintas de sí mismo. De alguna forma, este número dice que todas las lecturas que se pueden hacer del Joker son válidas, porque el Joker ha sido todas esas cosas… y será muchas más en el futuro. Justo igual que el propio Batman.
El payaso a medianoche es mi número favorito de Batman, pero no lo es sólo por su argumento o por su magnífica prosa. Lo es porque abraza la intemporalidad de estos dos personajes, Batman y el Joker. Igual que sucede con La broma asesina, El payaso a medianoche puede leerse en cualquier momento, independientemente de la concepción previa que tenga el lector sobre el Hombre Murciélago y su archienemigo. El payaso a medianoche es consciente de que ambos personajes existen ajenos al tiempo, son eternos, porque son mutables y se transforman constantemente. Puede que mi Batman no sea como el tuyo, pero ambos son válidos, ambos son Batman. Quizá mi idea sobre el Joker no se parezca en nada a la idea que tú tienes sobre él, pero ambas interpretaciones son correctas porque el Joker es todo eso… y más. Conocemos al Joker del ayer y al Joker de hoy, pero… ¿el Joker del mañana? El Joker del mañana es una incógnita y lo que demuestra esta historia es que se trata de la incógnita más aterradora a la que nos podemos enfrentar. El Joker del mañana es el terror encarnado, el caos personificado, un holocausto de un solo hombre. El Joker del mañana está compuesto por nuestros peores miedos, por nuestras pasiones más bajas y oscuras, por todos aquellos aspectos de nosotros mismos que no nos atrevemos a mirar. El payaso a medianoche nos enseña que es mejor no conocer al Joker del mañana, porque es más terrible de lo que podamos imaginar.
Por suerte, mientras haya un Joker habrá un Batman y ese Joker del mañana siempre va a tener a un Batman del mañana como contrapartida capaz de detenerle. Y menos mal. Si él no estuviera llegaría el Día del Payaso y, créeme, eso es algo que no queremos ver. Larga vida al Murciélago, pues. Como dice el eslogan de este Batman Day, larga vida al Murciélago.
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