El Imperio ha sido derrotado y la Nueva República trata de mantener la paz en una galaxia fragmentada. Antiguos líderes imperiales, convertidos ahora en señores de la guerra, se aferran a la poca autoridad que les queda y compiten entre ellos para mantener su poder. Puesto que desconfían demasiado los unos de los otros, la posibilidad de que se unan para plantarle cara a la Nueva República es remota. No obstante, hay alguien que podría agruparlos a todos bajo su mando, un heredero del Imperio que bien podría traer de vuelta el antiguo régimen: el Gran Almirante Thrawn, desaparecido durante los primeros días de la Rebelión gracias a las acciones del joven padawan Ezra Bridger. Ahora una de esas señoras de la guerra imperiales, Morgan Elsbeth, ha concebido un plan para recuperar al Gran Almirante y decantar el equilibrio de poder de la galaxia a su favor; un plan que no sólo supondría la manera de traer de vuelta a Thrawn, sino también la única esperanza de recuperar a Ezra del exilio al que le acompañó. Las aliadas de Ezra durante los días de la Rebelión, la antigua jedi Ahsoka Tano y su aprendiz, la mandaloriana Sabine Wren, son muy conscientes de que, para rescatar a su amigo, bien podrían acabar condenando a la galaxia a una nueva guerra.
Es imposible hablar sobre Ahsoka sin hablar sobre Dave Filoni, padre espiritual del personaje y una de las figuras más interesantes de la actual Lucasfilm. Filoni comenzó su carrera en el mundo de la animación trabajando como artista de storyboard en series como King of the Hill, Kim Possible y American Dragon: Jake Long, pero empezó a brillar con luz propia cuando ocupó el rol de director en varios episodios de la primera temporada de Avatar: La leyenda de Aang, la imprescindible serie producida por el canal Nickelodeon que supuso toda una revolución en la vertiente occidental de la industria animada. Seguramente fue su trabajo en Avatar lo que llamó la atención de George Lucas, que le ofreció un puesto en Lucasfilm para que trabajase en una serie de animación basada en su saga galáctica. El resultado llegó en 2008 con Star Wars: The Clone Wars, la serie ambientada en la época de las Guerras Clon en la que se presentó a Ahsoka, la padawan de Anakin Skywalker.
The Clone Wars es una serie que a mí, personalmente, no me causó una buena impresión, al menos al principio. Unos años antes, en 2003, Lucasfilm y Cartoon Network habían producido otra serie animada situada entre el Episodio II y el Episodio III, Star Wars: Clone Wars, dirigida por toda una leyenda de la industria como Genndy Tartakovsky, creador de El laboratorio de Dexter y Samurai Jack. Concebida, según confesó el propio Tartakovsky, como una manera de aumentar las ventas de las figuras articuladas de Star Wars, aquella producción resultó ser mucho más de lo esperado y, a día de hoy, me sigue pareciendo una de las mejores obras de toda la franquicia. Animada digitalmente en dos dimensiones, con ocasionales incursiones en las tres dimensiones para plasmar los vehículos y naves, y con un diseño de personajes que seguía el estilo característico de Cartoon Network, Star Wars: Clone Wars era muy experimental y atrevida para ser una simple serie de dibujos para niños. Cuando Lucasfilm decidió pasar a las tres dimensiones en su siguiente proyecto, seguramente con el objetivo de abaratar costes en mente, me sentí decepcionado y eso influyó en que recibiera muy mal la siguiente serie animada de las Guerras Clon. Algún tiempo después, cuando Lucasfilm fue comprada por Disney y la serie de Tartakovsky fue borrada del canon mientras que su sucesora permanecía en él, me sentí engañado. El resentimiento me hizo ignorar Star Wars: The Clone Wars durante años, por lo que me perdí todo lo que Filoni estaba aportando a la saga por aquel entonces.
No me reconcilié con él hasta 2014, con el estreno de Star Wars: Rebels, otra serie de animación en tres dimensiones en la que colaboró con otra figura muy interesante del mundo de la animación: Greg Weisman (Gargoyles, The Spectacular Spider-Man, Young Justice). Su primer episodio me pareció bastante flojo, pero las dinámicas entre los personajes me hacían volver cada semana a por más. Situada en los momentos anteriores al Episodio IV, Rebels narraba la historia de una pequeña célula rebelde enfrentada al Imperio. Fue la serie que devolvió al canon al Gran Almirante Thrawn, que había quedado relegado a las leyendas tras la compra por parte de Disney. También fue la serie que recuperó a Ahsoka después de las Guerras Clon y nos mostró su enfrentamiento final contra el que había sido su maestro, ya corrompido por el lado oscuro y convertido en Darth Vader. Recuerdo pensar entonces que todo aquello era demasiado bueno como para ser contado en una serie de animación tan barata, lastrada por el constante reciclaje de modelos y por sus escasos recursos visuales. Pero, para cuando llegó el final de Rebels, estaba tan comprometido emocionalmente con sus personajes que su pobre apartado visual me resultó del todo indiferente.
Fue Rebels la que me hizo conocer a Filoni y la que me obligó a volver la vista atrás para revisar su trabajo anterior en la saga Star Wars. El Filoni de Rebels era un apasionado de la continuidad, capaz de recuperar los elementos más desconocidos y olvidados para insuflarles una nueva vida cargada de posibilidades. Más importante aún, el Filoni de Rebels mostraba un gran respeto por la historia de los jedi y por la Fuerza, pero chocaba en algunos aspectos con lo establecido por George Lucas en la trilogía de las precuelas. Su personaje más querido, Ahsoka, era un claro producto de ese choque: una jedi que había abandonado su orden para buscar su propio camino, despojando a su espada láser del color tradicional y abrazando un blanco puro. Esa tensión entre el clasicismo propio de un fan con conocimientos enciclopédicos y el rupturismo que trae alguien con ideas frescas e innovadoras, tan presente en Rebels, me hizo depositar toda mi confianza en Filoni y en cualquier otro proyecto en el que se involucrase.
En 2019, Jon Favreau tuvo muy presente al bueno de Dave mientras daba forma a El Mandaloriano, la serie que hizo que buena parte de los aficionados a Star Wars recuperaran la esperanza tras la extremadamente irregular tercera trilogía cinematográfica, la de las secuelas. Filoni ejerció como supervisor y productor ejecutivo, pero también llegó a escribir y dirigir algún que otro episodio de El Mandaloriano. ¡Incluso llegó a hacer un par de cameos como piloto de Ala-X! Pero lo más atrevido que hizo fue aprovechar la plataforma que le proporcionaba la exitosa producción de Disney+ para hacer que el personaje de Ahsoka diera el salto de la animación a la acción real, sentando así las bases para su futura serie. Situado tras el Episodio VI, el quinto episodio de la segunda temporada de El Mandaloriano nos presentó por vez primera a Rosario Dawson caracterizada como Ahsoka Tano, además de a la actriz y artista marcial Diana Lee Inosanto como la magistrada imperial Morgan Elsbeth. Aquel fue el episodio piloto encubierto de la nueva serie, como todos sospechamos en su momento. Lo que quizá no esperábamos es que, escondido tras el enfrentamiento entre la antigua jedi y su nueva antagonista, se estaba gestando el regreso de otro personaje mítico de la franquicia: el Gran Almirante Thrawn, gran villano de Rebels que por primera vez contaría con una contrapartida en acción real. Así es como funciona Filoni: haciendo malabarismos con personajes y tramas interconectadas que se va llevando de una serie a otra, dando lugar a lo que llamamos el Filoniverso.
La serie de Ahsoka es, por tanto, la consagración del Filoniverso, la prueba fehaciente de lo que puede hacer Dave Filoni cuando está al mando no de una una modesta serie de animación sino de una producción de acción real con un presupuesto millonario. Para muchos supone la puerta de entrada a su pequeña parcela de la saga galáctica y una invitación a que vuelvan atrás para descubrir la trayectoria de Ahsoka en The Clone Wars y Rebels. Para otros tantos supone el futuro de Star Wars en su conjunto, pues, frente al desencanto de las últimas películas, El Mandaloriano y Ahsoka ofrecen la promesa de un mañana mejor. Sea como sea, no se me ocurre nadie mejor capacitado para decidir el destino de Star Wars que Dave Filoni y me alegro de que, al menos una parte, haya recaído en sus manos. Puede que para mí las Guerras Clon siempre sean las de Tartakovsky antes que las suyas, pero lo que ha aportado a Star Wars me parece tan innegable, tan contundente y tan disfrutable que no me canso de recomendar su trabajo.
Y aquí estamos al fin, habiendo visto la primera temporada de la serie de Ahsoka y deseando saber más sobre esos planes de futuro para la franquicia, que, si las cosas no cambian mucho, acabarán desembocando en una película en la que culminarán tanto El Mandaloriano como Ahsoka. No quiero perderme demasiado especulando sobre posibilidades, así que prefiero centrarme en lo que ya hemos visto y comentar algunos aspectos de esta producción que me parecen destacables.
En primer lugar, debo mencionar lo contento que me pone que los personajes de Rebels hayan ascendido de categoría. Resulta que Ahsoka no es la única que se ha beneficiado del salto a la acción real, pues también Sabine Wren y Hera Syndulla han ganado mucho peso con el cambio. Ya no son los simples personajillos de una serie para niños (y para obsesos de la continuidad), sino una parte de la saga que hay que tomarse muy en serio. La actriz Natasha Liu Bordizzo (The Society, The Voyeurs) es la encargada de dar vida a Sabine, mientras que Mary Elizabeth Winstead (Scott Pilgrim vs. the World, Aves de presa) hace lo propio con Hera. Ambas están fantásticas en sus papeles, que además están caracterizados con un mimo incuestionable. Lo mismo se podría decir del Gran Almirante Thrawn, personaje de gran importancia en el universo expandido que no llegó hasta el gran público hasta que fue introducido en Rebels. El actor Lars Mikkelsen (Sherlock, The Witcher), quien ya pusiera voz a Thrawn en su versión animada, ha pasado por el proceso de pintarse de azul y ponerse lentillas rojas para encarnar al mítico villano. El resultado es absolutamente espectacular.
En realidad ninguno de estos tres personajes necesitaba la validación que ofrece la acción real, pues al igual que Ahsoka ya eran estupendos antes de verlos en carne y hueso, pero hay que reconocer el mérito de Lucasfilm al trasladarlos de un formato a otro. Se me ocurren varios casos de personajes que han dado el salto de la animación a la acción real de forma desastrosa (algunos tan dolorosos como los de la película derivada de Avatar: La leyenda de Aang). Es más, diría que lo normal es que las adaptaciones de esta índole tiendan a ser un fracaso. ¿Cuántas adaptaciones horrendas de videojuegos a imagen real hemos visto? ¿Cuántas veces se ha tratado de convertir un clásico animado en dos dimensiones en una aberración saturada de gráficos por ordenador? La serie de Ahsoka ha triunfado donde muchas otras han fracasado de forma estrepitosa.
Otro aspecto destacable es que estamos hablando de una serie con una presencia mayoritaria de personajes femeninos. No es que la saga galáctica carezca de heroínas, precisamente, pero hasta ahora siempre nos hemos encontrado a las mujeres como acompañamiento de los protagonistas masculinos. Incluso la trilogía de las secuelas, que tenía en su centro a un personaje femenino, tuvo que rodearlo de hombres. Esta es la primera vez, sin contar novelas y cómics, que veo a las mujeres ocupando tanto la mayoría de los papeles protagonistas (Ahsoka, Sabine, Hera) como los antagonistas (Morgan, Shin). Hay papeles masculinos, obviamente, pero hasta personajes tan relevantes como Ezra y Thrawn tienen un rol secundario en comparación con el resto. La mayor presencia femenina me parece importante por muchos motivos y uno de ellos es que la franquicia Star Wars necesita de una forma desesperada nuevos enfoques que puedan revitalizarla.
Creo que en Lucasfilm saben bien que su sobreexplotada franquicia necesita renovarse, pero carecen de la valentía necesaria para hacer cambios sustanciales. La vergonzosa recogida de cable que supuso el Episodio IX después de los refrescantes hallazgos del Episodio VIII es la prueba de ello. Los cómics y novelas han ido introduciendo muchos de esos cambios durante los últimos años, como hemos visto por ejemplo con la presentación de personajes como la Doctora Aphra, pero las series de televisión siguen un paso por detrás. Aprovechando el bagaje previo de su protagonista, la serie de Ahsoka da algunos pasos firmes en la dirección correcta, apuntando cuáles son los temas que deberían ser revisados en la Star Wars del siglo XXI: la relación entre un maestro jedi y su padawan, la relación de cualquier jedi con la Fuerza, los principios que deberían regir a una orden jedi…
Filoni es un aficionado antes que un creador y en su trabajo se percibe el respeto hacia las bases colocadas por George Lucas, pero, como decía antes, también tiene ideas rupturistas que claman por el cambio. Quizá uno de los aspectos en los que más choca con las premisas de Lucas sea en lo referente a la orden jedi. Recordemos que, según estableció Lucas en la trilogía de las precuelas, los jedi son monjes y su orden es, por tanto, monástica. Eso implica una serie de votos (¡hasta se insinuaba algo parecido a un voto de castidad!) que los separaba del resto del mundo. ¿Pero cómo proteger a un mundo del que estás emocionalmente desconectado? Me parece que el desencanto de Ahsoka con los métodos de la orden jedi durante The Clone Wars y su deseo de buscar un camino propio sin renunciar a la Fuerza fue sólo el principio de la renovación que preparaba Filoni. Mientras que la adherencia de Luke Skywalker a los viejos principios le conducirá al fracaso y a la destrucción de su escuela, como mostró la trilogía de las secuelas, Ahsoka ha abierto la puerta hacia un futuro distinto para la orden; uno en el que los aprendices no tengan que renunciar a una parte de sí mismos para hallar el equilibrio interior. Filoni sabe que lo que hace fuerte a un jedi no es su capacidad para controlar sus emociones, sino los lazos que ha establecido con aquellos que comparten su vida. La propia Ahsoka descubre esto durante la primera temporada de su serie de acción real, lo cual me parece muy significativo.
Esta serie habla sobre vínculos y conexiones; vínculos y conexiones que siguen uniendo a los personajes a través de la distancia… e incluso a través de la muerte. Quizá la transformación más acusada por la que pasa el personaje de Ahsoka durante esta historia, lo que muchos llaman el paso de “Ahsoka la gris” a “Ahsoka la blanca” (en referencia a la transformación de Gandalf en El Señor de los Anillos), se produce tras el reencuentro con su fallecido maestro, Anakin Skywalker. En lugar de abogar por reprimir y olvidar las emociones suscitadas por semejante situación, como se supone que indican los postulados de la orden jedi, la propuesta de Filoni pasa por asimilar, aceptar y seguir adelante. En uno de los episodios más memorables de la temporada, Ahsoka tiene que aceptar que ella no fue la responsable de la caída de Anakin en el lado oscuro y que su presencia no habría cambiado nada. Por tanto, debe seguir viviendo con el recuerdo de lo ocurrido; no como un castigo o una penitencia de la que avergonzarse, sino como una lección de la que sacar fuerzas de cara al mañana. Para Filoni el jedi no trata de trascender los vínculos mundanos, elevándose por encima del resto de seres, sino que encuentra la fuerza en esos mismos vínculos, poniéndose al mismo nivel de aquellos a los que protege. Ahsoka, en lugar de intentar dejar atrás el recuerdo de su maestro o tratar de romper el vínculo que le unía a él, acepta mantener ese mismo vínculo y llevar la carga de su legado. De esta forma, cada una de sus acciones redimirá un poco el legado de Anakin. Parece un matiz insustancial, pero no lo es en absoluto. Filoni parece decir con esto que no se es mejor jedi por permanecer impoluto: el jedi se implica emocionalmente y, a veces, fracasa, pero en sus fracasos encuentra la motivación para ser mejor. El jedi no es un ser neutral, no es un monje que encuentra la paz en la soledad y la meditación, sino que se implica, ama a aquellos que ha salvado y, sobre todo, y esto es importante, a los que ha perdido. Aceptar esta lección es transformador para el personaje de Ahsoka y creo que con el tiempo también lo será para toda la orden jedi… sea cual sea su forma futura.
También se percibe la mano de Filoni en la forma en la que se trata la Fuerza en esta serie. La Fuerza es uno de los elementos más característicos de Star Wars y también uno de los que peor parados salieron tras la trilogía de las precuelas. De ese campo místico de energía que mencionaba la trilogía original, la Fuerza pasó a ser algo que podía explicarse de forma científica y hasta cuantificarse (en número de midiclorianos: Anakin tenía más de 20.000 y eso le proporcionaba el potencial para convertirse en el jedi más poderoso de la historia). Esa fue una idea terrible que llevó a toda una serie de ideas terribles asociadas, como esa que indica que un jedi suele proceder siempre de una estirpe de seres sensibles a la Fuerza, esto es, con un alto conteo de midiclorianos. Por eso hemos estado atrapados en la Saga Skywalker durante tantos años. La Fuerza había perdido su misticismo y se había convertido en algo que se hereda y se traspasa. Ya no era una promesa que podía convertir hasta a un humilde granjero de un remoto planeta desértico en el mayor héroe de la galaxia. Ya no era una puerta abierta hacia la fantasía de los espectadores. Era una tradición, o, dicho de otro modo, una carga.
Filoni aborda este tema convirtiendo a Sabine, la padawan de Ahsoka, en una discípula con una escasa conexión con la Fuerza. Todos los personajes insisten en que es demasiado mayor para adiestrarse y en que carece del talento necesario para convertirse en jedi. Y es cierto, pero para Filoni la Fuerza no es lo que define al jedi. El jedi no encuentra su poder en un campo místico de energía, sino en su amor hacia los demás, en sus vínculos. Pero, aún así, el jedi sigue estando conectado a un campo místico de energía y eso permite que a veces ocurran milagros; y digo milagros porque no se perciben como algo producto de un riguroso entrenamiento o de una voluntad indomable, sino de una intervención mística que sorprende tanto al héroe que hay en pantalla como al propio espectador, haciéndole creer que en Star Wars todo es posible de nuevo. Filoni intenta devolver a Star Wars parte de su mística, de su magia. No es casualidad que la villana, Morgan Elsbeth, sea también una bruja. Incluso Thrawn, un personaje que es un ejemplo de lógica y razón, ha abrazado la magia como una forma de alcanzar sus fines. Lo sobrenatural, lo inexplicable, lo mágico… son pilares fundamentales de este universo. Hace tiempo que no lo notaba con la intensidad con la que lo he notado en esta serie.
Esto también manda un mensaje muy potente que, en cierta forma, recoge una de las ideas más bonitas del Episodio VIII (que luego fue olvidada de forma cobarde en el Episodio IX, claro): cualquiera puede ser un jedi, cualquiera puede ser partícipe de esa magia. Si Sabine, que es la padawan menos dotada de toda la historia de la orden, puede ser una jedi, entonces todo el mundo puede ser jedi independientemente de su origen, de su edad, de su experiencia o de su entrenamiento. O de su dichoso conteo de midiclorianos. La puerta vuelve a estar abierta para que cualquier espectador fantasee otra vez con la idea de ser un mago del espacio, porque todos podemos ser magos del espacio en este universo.
Y estoy seguro de que Filoni quiere hacer algo más con la Fuerza, claro, como atestigua la aparición de esas estatuas que parecen representar a los dioses de Mortis (personajes que proceden de su serie de las Guerras Clon) al final de la temporada. El problema de ese detalle es que, como muchas otras de las innumerables referencias que aparecen aquí, se sumerge tanto en el complejo trasfondo de Star Wars que interpretarlo no está al alcance de cualquiera. Cuesta un poco darse cuenta cuando uno forma parte de ese sector hiperespecializado de espectadores que ha visto las series anteriores, ha leído los libros y los cómics y corre a buscar teorías y análisis tras cada episodio, pero la gran mayoría de espectadores tienen un conocimiento muy superficial de Star Wars. Si la franquicia ha funcionado tan bien desde su origen es porque, en esencia, ofrece algo familiar y sencillo, fácil de seguir y fácil de retomar tras un periodo de ausencia. La propuesta de Filoni ofrece eso, desde luego, pero se apoya un poco más de lo necesario en la historia y el trasfondo, tanto del propio Filoniverso como de la franquicia en toda su amplitud. Me temo que eso puede suponer una barrera para muchos espectadores. Pensemos en la cantidad de gente que se ha lanzado a ver esta serie sin saber nada sobre The Clone Wars o sobre Rebels. Esos espectadores tienen que descubrir a Ahsoka, a Sabine, a Hera, a Thrawn… mientras navegan a través de todas esas referencias y mitologías complejas. El espectador medio no conoce a la Brujas de Dathomir, no sabe quién es Kanan Jarrus ni ha visto nunca a los dioses de Mortis. ¿Nos sorprende entonces que se emocione menos con todos esos detalles que hacen que los fans nos volvamos locos?
En mi caso, he visto la temporada de Ahsoka junto a mi madre, siguiendo una especie de tradición familiar por la que siempre vemos juntos todo lo relacionado con La Guerra de las Galaxias (excepto las series de animación, que nunca le han interesado). Mi madre es una mujer mayor a la que le gusta mucho Star Wars, pero que apenas conoce la franquicia más allá de lo básico. Nunca ha necesitado ese conocimiento para seguir el argumento de las películas y tampoco lo necesitó para aficionarse a El Mandaloriano en su primera temporada. Pero a medida que la serie de Jon Favreau iba avanzando e iba reclamando distintas parcelas del trasfondo de la saga, le iba costando más seguirla y, por tanto, también iba perdiendo interés. Ver Ahsoka le ha resultado un poco más difícil pese a las explicaciones que yo iba dándole y su respuesta ha sido bastante distinta a la mía; más tibia. Momentos que a mí me hacían saltar en mi asiento a ella le hacían levantar una ceja, como mucho. ¿Por qué? Porque ella es ese espectador medio que no ha visto The Clone Wars ni Rebels, que no sabe quiénes son estos personajes ni de dónde vienen. Y aún no los conoce lo suficiente como para que le importen.
La propuesta de Filoni no es lo que se dice accesible para este tipo de espectador y eso supone un gran riesgo. Star Wars es muy popular y cuenta con una ingente cantidad de fieles seguidores, pero cuando hablamos de producciones millonarias que tienen que resultar rentables para poder tener continuidad resulta imprescindible llegar al gran público. Me duele un poco admitirlo, pero creo que el Filoniverso no es para todo el mundo. Está más enfocado al converso que al público en general y eso, como digo, supone un riesgo.
La serie de Ahsoka cuenta con todas las fortalezas del Filoniverso, pero también con su mayor debilidad: su exagerada especialización. Esta es una serie enfocada a un público muy específico con unas características muy específicas. Espero sinceramente que le funcione la apuesta y que, en lugar de espantar a todos esos espectadores comunes, logre convertirlos en aficionados y los lleve a descubrir y a reivindicar las series de animación como se merecen. Necesito que el Filoniverso siga adelante y siga creciendo, pues ahora mismo es la parcela que más me interesa de todo el amplio universo de la saga galáctica; la que más potencial tiene para renovar la franquicia e insuflarle esos aires nuevos que tanto necesita.
Dudas razonables aparte, supongo que la serie no tendrá problemas en conseguir la renovación. Sin embargo, las circunstancias han conspirado para alterar los planes iniciales de Filoni. Se ha hablado mucho sobre cómo el triste fallecimiento de Ray Stevenson (Roma, Thor, Punisher: War Zone), el actor que interpreta al antiguo jedi caído en desgracia y ahora mercenario Baylan Skoll, puede afectar a esa posible segunda temporada. Está claro que Filoni se estaba reservando al personaje, cuyo arco queda completamente abierto tras el final de temporada. Lo mismo se puede decir de su padawan, Shin Hati, interpretada por una intensa (muy, pero que muy intensa) Ivanna Sakhno (Pacific Rim: Uprising). Al final estos villanos resultan accesorios, pues estaban en reserva para lo que debía venir más adelante. Y eso me lleva a otra de las pequeñas críticas que puedo hacer: la serie de Ahsoka queda demasiado abierta. Filoni parece tan preocupado por asentar las bases del futuro que se olvida de darle una conclusión contundente que deje al espectador satisfecho, que le haga pensar que el viaje ha merecido la pena. La conclusión de esta primera temporada me parece demasiado… contenida. Pasan muchas cosas, sí, y muchos personajes cambian de situación, pero el último capítulo es un gran “continuará”; un “continuará” demasiado vago, con demasiadas cuestiones abiertas. ¿Qué secreto oculta Peridea? ¿Cuál es el plan de Thrawn y las Grandes Madres? ¿Qué posibilidades tienen Ahsoka y Sabine de regresar? Muchos misterios que apuntan en muchas direcciones, dificultando que veamos el camino.
Quizá estoy siendo demasiado severo en mi valoración. Esto es Star Wars, después de todo, y casi cualquier cosa con Star Wars en el título se vende como rosquillas. No tiene sentido preocuparse demasiado por el destino del Filoniverso, pero lo hago porque lo disfruto y lo aprecio. Como decía antes, necesito que siga adelante y siga creciendo. Este es mi Star Wars, el que más conecta conmigo ahora mismo. Cuando miro la propuesta de Filoni veo en ella algunas de mis mismas influencias, sobre todo las que vienen de Japón. Las veo en los combates con espada láser (los de esta serie cuentan con unas coreografías magníficas, que no renuncian a la verosimilitud en favor de la espectacularidad como hacían, por ejemplo, las del Episodio III), en los que puede detectarse a Kurosawa y al cine de samuráis. Las veo también en su concepción de la Fuerza y del jedi, muy próximas al bushido y a las artes marciales. Todo tiene un espíritu muy clásico y tradicional, que entronca bien con los orígenes de la saga galáctica. Pero, al mismo tiempo, también conecta conmigo cuando juega a ser osada e innovadora. Tenemos a una maestra que ha renunciado a la tradición para seguir un camino propio y a una padawan mandaloriana que apenas es capaz de utilizar la Fuerza. Esto no es lo primero que me imagino cuando pienso en Star Wars y precisamente por eso quiero verlo con tantas ganas. Y todo lo anterior sin renunciar a lo que hace que Star Wars sea Star Wars, por supuesto, pues tenemos naves espaciales, mundos extraños, alienígenas graciosos (un aplauso para los Noti, los divertidos cangrejillos ermitaños de Peridea), intrigas políticas, drama, acción y misterio.
¡Y aún no hemos visto nada! Apenas hemos visto lo que es capaz de hacer Hera, la mujer que puso en jaque al mejor estratega del Imperio. No hemos visto casi nada del imperturbable Thrawn y de su capacidad para ir siempre varios pasos por delante de sus rivales. Sólo hemos arañado la superficie de los secretos de Peridea y de lo que pueden suponer para el futuro de los jedi. ¡Queda tanto por ver! ¡Tanto por saber! Podría seguir escribiendo párrafos y párrafos sobre esta serie, pero la conclusión siempre sería que su primera temporada es poco más que la parte visible de un iceberg gigantesco que permanece oculto a nuestra mirada.
Esto es el Filoniverso en todo su esplendor. La sensación de que la mayor sorpresa aún está por llegar es fabulosa. Recuerdo el día en que se estrenó aquel capítulo de Rebels sobre las ballenas espaciales y cómo la gente lo acusó de ser aburrido, mero relleno. Todavía disfruto pensando en cómo se desencajaron las mandíbulas de todos aquellos que lo criticaron cuando las ballenas especiales hicieron su aparición en el clímax de la última temporada de la serie para cambiar para siempre el rumbo de Star Wars. Viendo la primera temporada de Ahsoka me he sentido como si estuviera viendo otra vez el capítulo de las ballenas espaciales… sólo que ahora sé lo que vendrá después y no puedo esperar a que llegue el momento de que Filoni muestre sus cartas. ¿Puede que se ha contenido demasiado? ¿Quizá debería haber mostrado algo más? No sabría decirlo. Lo que sí sé es que espero con ganas el día en que, una vez más, coloque sus cartas sobre la mesa y nos deje a todos boquiabiertos.
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