Hoy, 14 de octubre, se celebra el Warhammer Day 2023, coincidiendo con su 40º aniversario. La marca de Games Workshop cumple cuarenta años nada menos y lo hace en un envidiable estado de salud. Hace cuatro décadas, en 1983, llegó la primera edición de lo que más adelante se conocería como Warhammer Fantasy Battle. Unos años después, en 1987, llegaría su contrapartida futurista, Warhammer 40.000. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y Warhammer se ha convertido en una franquicia gigantesca que mueve muchísimo dinero. Se han puesto a la venta innumerables miniaturas a lo largo de diversos rangos y juegos derivados, se han publicado cientos de libros escritos por decenas de autores distintos, se han lanzado varias decenas de videojuegos, existen unas cuantas series de animación y, cómo olvidarlo, sobre el futuro flota la promesa de ese proyecto audiovisual encabezado por Henry Cavill del que apenas sabemos nada. No obstante, hoy no vengo a hacer un repaso por los hitos de Warhammer a lo largo de su historia ni a anticipar lo que le depara el futuro. Para celebrar este 40º aniversario quiero hacer algo más personal y contar lo que ha supuesto Warhammer para mí desde que me aficioné a este hobby.
Descubrí Warhammer durante mis años universitarios, cuando era demasiado pobre como para permitirme comprar miniaturas. Warhammer puede ser muchas cosas, pero puedo decirte al menos una cosa que nunca ha sido: barato. En aquel tiempo me quedé prendado de Warhammer 40.000 y me hubiese encantado hacerme con un ejército de Marines del Caos. Sin embargo, no conocía a nadie dentro del hobby y el único de mis amigos que estaba dispuesto a entrar sólo estaba interesado por Warhammer Fantasy Battle, no en 40k. Por mucho que intentase susurrarle los atractivos que podía tener un ejército de Marines Espaciales consagrado a los Poderes Ruinosos, él sólo podía pensar en su dichosa hidra de guerra. Sobra decir que aquellas no fueron las mejores circunstancias para iniciarse en el hobby, pero no hay un sólo camino para entrar en Warhammer.
Si no puedes entrar por el juego de miniaturas lo puedes hacer por los libros, por los cómics o por los videojuegos. En mi caso fue por los libros y, en concreto, por los libros de La Herejía de Horus. Leí Horus, Señor de la Guerra, la primera entrega de la longeva saga, antes de acabar la universidad. No me resultó nada fácil, teniendo en cuenta mi escaso conocimiento sobre el trasfondo y, de hecho, recuerdo pensar que quizá debía retomar aquella historia más adelante, cuando tuviese algo más de bagaje. Al final estuve picoteando un poco, leí algunos libros, escuché algunos podcasts, pero la cosa no pasó de ahí. Pasaron los años y me dediqué a otras cosas, dejando Warhammer a un lado hasta que llegó el momento propicio para regresar.
Hace tres años, la novena edición de Warhammer 40.000 se estrenó con un fantástico tráiler cinemático que, si bien no mostraba nada del otro mundo, a mí me voló la cabeza. Fue entonces cuando hice un renovado esfuerzo por retomar los libros de la Herejía y de aquel esfuerzo surgió mi guía de lectura para novatos, que se ha convertido en la entrada más visitada de la historia de este blog. Desde entonces no he parado de leer cosas sobre Warhammer, sobre todo de la Herejía y de Warhammer 40.000. Warhammer: Age of Sigmar sigue siendo una asignatura pendiente, ya que, como me sucedía en su día con Warhammer Fantasy Battle, su ambientación de espada y brujería me resulta menos atractiva que la distopía futurista rebosante de horror cósmico del cuadragésimo primer milenio. Como puedes ver, tardé bastante tiempo en entrar de verdad en el hobby. Por eso te digo que nunca es tarde para entrar y que cualquier puerta de entrada es buena. Los libros me parecen una de las mejores, pero todas son igual de válidas. Tienes los libros, pero también los cómics, los videojuegos y, por supuesto, las miniaturas. Si te interesa entrar en esto del Warhammer busca aquello que te llame la atención y déjate llevar. Lo más seguro es que una cosa te acabe llevando a la otra.
En mi caso, ya había conseguido meterme de lleno en los libros, pero aún me faltaba dar el salto al juego de miniaturas y para ello antes tenía que superar dos importantes obstáculos. El primero era el mismo de siempre, el precio, pues iniciarse en Warhammer implica un importante desembolso y eso es algo que hay que tener en cuenta. En efecto, las miniaturas son caras, eso no se puede negar. Sin embargo, creía que para trabajar con ellas iba a necesitar una serie de herramientas y materiales que también iban a suponer un gran gasto. La realidad es que muchas de ellas se pueden encontrar a muy buen precio en cualquier tienda. Bastan unas simples tenazas y un quitarrebabas, aunque también resulta muy útil tener una cuchilla de modelismo. Y hace falta pegamento, claro, pero no tiene que ser nada del otro mundo (¡el Super Glue de toda la vida va fenomenal!). También es imprescindible tener pinturas y pinceles, pero no hace falta que sean los más caros ni los mejores. Puede que el obstáculo del precio parezca muy grande al principio, pero desde luego no es insalvable. A mí me ayudó en gran medida el lanzamiento de Warhammer 40.000: Imperium, un coleccionable para kioscos con el que podían conseguirse muchas miniaturas a un precio inferior al normal, además de pinturas y pinceles. Desde entonces he aprendido que, comprando con cabeza, puedes conseguir mucho con poco dinero.
El segundo obstáculo me parece mucho más insidioso y a mí me costó bastante más superarlo, pues se trataba de mi propia inseguridad. ¿Cómo iba a poder yo, con lo torpe que soy, montar y pintar esas miniaturas tan delicadas? Jamás he destacado por mi destreza manual. Es más, siempre se me han dado mal las manualidades. ¿Cómo iba a poder iniciarme en un hobby como este sin que acabara convirtiéndose en una fuente de frustraciones y decepciones? Este puede ser un problema mayor que el precio e imagino que todo el mundo se enfrenta a él cuando decide entrar en el hobby. Es normal tener miedo, sobre todo cuando piensas en lo caras que son las miniaturas y en lo mucho que podrías estropearlas si no haces bien tu trabajo. Creo que este miedo ha sido la principal barrera con la que me he encontrado hasta ahora y todavía hoy lo noto cuando termino de montar una miniatura y llega el momento de pintarla. Pero, igual que fui superando el miedo al montaje, estoy convencido de que poco a poco iré dejado atrás el miedo a coger el pincel. Aún así, no voy a mentirte y te confesaré que mis inicios fueron… duros.
Si dijese que no tenía ninguna experiencia previa en modelismo cuando abordé mi primera miniatura de Warhammer estaría faltando a la realidad. Sí que tenía cierta experiencia con varios model kits japoneses y, de hecho, ya había montado alguna que otra figura bastante compleja, como un EVA-01 que me llevó varios días. La diferencia es que los model kits de Gundam o Evangelion son de una escala mucho mayor que cualquier miniatura de Warhammer 40.000 que yo haya montado hasta la fecha. Incluso sus piezas más pequeñas resultan bastante manejables en comparación. La primera vez que coges una matriz de Warhammer 40.000 y sacas las piezas te das cuenta de lo endiabladamente pequeñas que son. En la yema de mi dedo índice caben perfectamente las cabezas de diez Marines Espaciales, para que te hagas una idea del tamaño que tienen. Una de las primeras cosas que tuve que aprender fue a organizar mi espacio de trabajo y a ser cuidadoso con las piezas para evitar percances. Y, pese a todo, los percances ocurrieron porque, por cuidadoso que seas, a veces los percances son inevitables.
Una cosa que tienes que saber sobre mí es que soy una persona excesivamente rígida y perfeccionista. Y esto es un problema bastante gordo. Cuando hago algo tengo que hacerlo lo mejor posible para poder estar satisfecho con el resultado, ya que si el resultado no me parece óptimo voy a sentir el impulso irrefrenable de descartar todo el trabajo previo y volver a partir de cero. No sabes cuantísimos textos he escrito y borrado, enviando páginas y páginas a la papelera sin compasión alguna. En algunas ocasiones, cuando la presión que siento por hacer algo bien es muy alta, directamente prefiero no empezar a hacerlo. Esto es así porque sé que en esos momentos nada de lo que vaya a hacer va a poder estar a la altura de mis desmesuradas expectativas, así que ni siquiera lo intento. Al contrario de lo que pueda parecer, tener una autoexigencia tan alta no es algo positivo. Yo he tenido que trabajar este aspecto de mi personalidad durante mucho tiempo y aún hoy sigue siendo un trabajo en proceso. Warhammer me ha ayudado muchísimo en ese sentido.
La primera vez que, pese a todas mis precauciones, se me rompió una pieza casi me da un ataque de ansiedad. Estamos hablando de piezas de plástico muy pequeñas y delicadas, que se pueden doblar y romper con gran facilidad cuando aplicas un poco más de presión de la necesaria. Te cuento el incidente, si te parece. Era mi segunda o tercera semana con el coleccionable antes mencionado y estaba montando un Guerrero Necrón. Las primeras entregas habían ido como la seda, pues todas las miniaturas que venían en ellas eran de montaje a presión y eso las hacía ideales para novatos, pero los brazos de ese Guerrero Necrón en concreto no terminaban de encajar bien en su sitio. Es posible que ni siquiera fuera culpa mía y que se hubieran deformado ligeramente durante el transporte, ya que aquellos fascículos no venían en una caja de cartón sino envueltos en plástico nada más. La cosa es que la pieza con la que debía encajar el brazo del arma en la caja torácica del Necrón se rompió de repente y me sentí fatal. Me vinieron de golpe todas mis inseguridades, me frustré, me enfadé y me planteé dejar el hobby nada más haberlo empezado. ¡Todo eso en apenas un minuto! Aquel Necrón ya no iba a ser perfecto y ya no quería verlo completo. ¿Para qué seguir?
Por suerte, unos instantes después, cuando ya me había relajado, volví a sentarme en mi mesa de trabajo y me percaté de que, para el tamaño que había alcanzado aquel drama en mi cabeza, su impacto sobre la miniatura había sido insignificante. El brazo se podía poner en su sitio sin problemas y la única consecuencia visible era que bailaba un poco en lugar de haber quedado encajado en firme. No mucho tiempo después, tras acumular algunas piezas sobrantes de Guerreros Necrones posteriores, pude sustituir el brazo roto y eliminar el estigma de aquel pobre Necrón, dando por zanjada aquella crisis… que en realidad sólo había existido dentro de mi cabeza.
Los percances ocurren y desde entonces he tenido unos cuantos, vaya que sí. Se me han roto piezas, se me han despegado miniaturas que ya estaban pegadas, o, lo que es peor, me he equivocado al pegar alguna pieza y se ha quedado desviada un milímetro o dos. ¿Y qué impacto ha tenido todo esto? Pues ninguno, en verdad. Las piezas rotas se pegan, las miniaturas despegadas se vuelven a pegar y las piezas desviadas… pues se pueden quedar desviadas, que no pasa nada. La realidad de este hobby es que las miniaturas son muy pequeñas y las imperfecciones apenas se notan en ellas. Y las que se notan se pueden disimular luego con la pintura. No hace falta ser un profesional desde el minuto uno. El momento en el que me di cuenta de eso fue liberador.
Cuando Games Workshop anuncia nuevas miniaturas siempre lo hace con unas fotografías espectaculares. No en vano cuenta con un equipo de profesionales que se encarga de pintarlas y dejarlas impresionantes. Algo que tienes que aprender si te interesa este hobby es que no hace falta ser un profesional para disfrutarlo. No hace ninguna falta, te lo aseguro. Se aprende con la práctica, desde luego, y los resultados se notan con el tiempo. Yo mismo he mejorado de forma notable desde mis primeras miniaturas, aunque mis resultados siguen estando muy, pero que muy lejos de lucir un acabado profesional. Lo importante es que yo estoy satisfecho con ellos, porque los he conseguido yo solo. Esa es la clave.
Warhammer me ha proporcionado mucha autoestima y un gran sentido de la competencia. Hoy me siento capaz de abordar proyectos que hace unos años me habrían dado pavor. Cuando me inicié en este hobby no me habría atrevido a montar un Castigo del Penitente o un Espectro Canóptico y ahora es algo que, con la experiencia acumulada de montar un buen montón de miniaturas, me parece rutinario. Siempre me he sentido torpe y carente de delicadeza, pero Warhammer me ha mostrado que puedo ser hábil y delicado; que puedo ser muy capaz. No hace falta que te diga lo beneficioso que ha sido esto para mi salud mental.
Estos últimos meses, el montaje y la pintura se han convertido en una experiencia tan importante para mí que incluso he descuidado otras facetas del hobby, como puede ser la lectura. He perdido parte del impulso que adquirí cuando empecé a leer la Herejía, pero eso es algo que se puede corregir con facilidad. Ya lo estoy haciendo, de hecho (y hablaré pronto en el blog de lo que he estado leyendo). Pero he notado algo curioso y es que, desde el momento en que todas esas miniaturas empezaron a pasar por mis manos, siento una mayor conexión con cualquier cosa relacionada con Warhammer. Lo noto cuando estoy leyendo un libro o cuando estoy escuchando un podcast. Lo que antes eran meras abstracciones ahora tienen un aspecto material y tangible que me resulta muy querido. Eso ha alterado incluso mis preferencias, ya que ahora me siento mucho más vinculado a los Ultramarines o a los Necrones que a los Marines del Caos que tanto me atrajeron al principio. ¿El motivo? Que he montado muchos Ultramarines y aún más Necrones. Ahora no sólo los conozco mejor, sino que disfruto más las historias en las que participan. Sus victorias y sus derrotas también son mías en cierta manera.
¿Pero qué hay del juego? ¿Acaso las miniaturas no son para jugar? Yo llegué al hobby durante la novena edición de Warhammer 40.000, pero ya estamos con la décima. El hecho de tener que aprender reglas nuevas cuando aún no dominaba las anteriores me supone cierto hándicap y quizá eso sea uno de los motivos por los que no he jugado tanto como me gustaría. También me sigue faltando gente con la que echar una partida en la que me pueda sentir cómodo, pues entre mis amigos no hay muchos interesados en esta afición. Hay alternativas, lo sé, y soy consciente de que muy cerca de mi casa hay una tienda en la que se organizan pequeños eventos con cierta regularidad. Pero he descubierto que hay muchos motivos por los que interesarse por Warhammer y no todos tienen que ver con el juego competitivo. El simple modelismo es una razón muy válida para empezar en esto. Aún así, si lo que quieres es jugar, te recomiendo que lo hagas en un entorno cercano y de confianza.
Me encanta Warhammer, creo que eso ya ha quedado claro, pero he notado que la gente que está dentro de este mundillo puede resultar un tanto… hostil. La mayoría de las personas con las que he coincidido hasta ahora ha resultado ser encantadora, desde luego, pero también he visto algunas cosas que me han alarmado mucho. Resulta que la idea de un imperio teocrático xenófobo y genocida puede ser muy llamativa para algunos de los peores elementos de nuestra sociedad y por eso entre ciertos círculos de aficionados a Warhammer 40.000 proliferan individuos… poco deseables. Y no es algo que pase por ahí fuera, no, que aquí mismo, en España, se han dado casos de personas que acudían a un torneo portando simbología nazi. Imagina cómo tendrán que estar las cosas respecto a este tema como para que la propia Games Workshop tuviese que sacar un comunicado explicando que en Warhammer 40.000 todas las facciones son malas, sobre todo el Imperio de la Humanidad, y que el trasfondo del juego pretende ser satírico y no debe ser interpretado de forma literal. Tantas décadas de libros y juegos y todavía hay gente que cree que Warhammer 40.000 está hecho para ser tomado en serio. Imagínatelo.
Soy una persona LGBT+, ¿sabes? Mi orientación sexual ha hecho que no me sienta bienvenido en… bueno, en casi ningún sitio, para ser sincero. He practicado muchas aficiones y siempre he querido compartirlas con otras personas, pero tiendo a hacerlo con cuidado, a contenerme y a coartar mis propias opiniones para no “delatarme” demasiado. No han sido pocas las veces que me han rechazado por mi orientación sexual y, aunque Games Workshop diga lo contrario, tengo la sensación de que no soy bienvenido en este hobby. Puede que sea una sensación subjetiva y equivocada, no lo dudo, pero es la principal razón por la que no estoy compartiendo mi afición por Warhammer tanto como podría hacerlo. Por eso no juego tanto como querría, porque eso me expone demasiado. ¡Por ahí hay auténticos nazis jugando a este juego! ¿Cómo voy a sentirme seguro uniéndome a un club o participando en un torneo cuando hay auténticos &%#@$ nazis jugando a este juego? Es el único aspecto negativo que he encontrado en este hobby y por eso he aprendido a tener cuidado con la gente a la que le gustan un poco más de lo normal los Templarios Negros o los Korps de la Muerte de Krieg. Se dice que no son más que una minoría pequeña y ruidosa, pero yo tengo mis dudas. Llevo años viendo cómo la extrema derecha ha ido ascendiendo poco a poco, cómo ha ido clavando sus garras en las mentes de los más jóvenes y cómo se ha ido infiltrando en la cultura popular. No tengo nada claro que sean una minoría pequeña y ruidosa, no.
Me parece importante comentar esto porque es una realidad que ha estado ahí desde que entré en este hobby, por mucho que haya preferido no verla. E insisto en que es lo único malo que he encontrado aquí. Todo lo demás ha sido tremendamente beneficioso para mí y para mi salud mental. Warhammer me ha ayudado a ser paciente y a afrontar los problemas con tranquilidad. Me ha servido para desarrollar una serie de destrezas que no sabía que poseía (¡en realidad todos las tenemos, aunque no lo creamos!). Me ha hecho sentir hábil y eso ha mejorado mi autoestima. Me ha servido para expresarme y para explorar una faceta artística que nunca antes había explorado. Me ha dado la seguridad necesaria para empezar proyectos de cierta dificultad. Me ha proporcionado una gran motivación que ha sido muy útil en momentos difíciles en los que me ha venido genial ese empujón extra. Y me ha despertado un gran interés por todo lo relacionado con este hobby. Una vez has entrado a Warhammer 40.000 empiezas a fijarte en Warhammer: Age of Sigmar, en Warhammer: The Horus Heresy, en Necromunda, en Legions Imperialis… y ya no puedes parar. Hay todo un mundo ahí fuera repleto de experiencias alucinantes y todo lo que hay que hacer es animarse a dar el primer paso, que también es el paso más difícil. El resto es coser y cantar o, mejor dicho, montar y pintar.
De lo único que me arrepiento es de no haber dado ese primer paso mucho antes. Porque los libros son estupendos. Y los cómics. Y los videojuegos. Pero las miniaturas… ah, las miniaturas son lo mejor de todo. Créeme, son lo mejor y no sabrás hasta qué punto si no pruebas nunca a montar una. Te animo a que lo hagas y, si puedo ayudarte en algún aspecto, no dudes en preguntarme. Aunque mi experiencia sea muy limitada, me tienes aquí para echarte un cable.
Warhammer ha hecho mucho por mí. Lo mínimo que puedo hacer ahora es devolverle el favor ayudando a que otros den el paso y se adentren en este hobby que tantos beneficios me ha proporcionado. Me gustaría poner mi granito de arena para crear un entorno amigable que reciba con los brazos abiertos a los recién llegados, para que vean que iniciarse en esto es mucho más fácil de lo que parece y que les espera una experiencia verdaderamente enriquecedora. ¿Qué mejor manera de celebrar el 40º aniversario de Warhammer que ayudando a que otros disfruten de este juego y de todo lo que hay a su alrededor?
¡Felices cuarenta, Warhammer! ¡Y que cumplas muchos, muchos más!
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