Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
Después de un hito tan importante como fue la presentación del Juggernaut, la colección de la Patrulla-X original se adentró en otro de igual o incluso mayor relevancia: la primera aparición de los Centinelas, los robots cazadores de mutantes que desde entonces han sido una de las grandes constantes de la serie bajo son numerosas revisiones. The X-Men #14 USA fue la primera entrega de una historia dividida en tres partes en la que conocimos tanto a los Centinelas como a su creador, el Doctor Bolivar Trask, y, como suele decirse, el mundo ya no volvió a ser igual.
The X-Men #14 USA también supuso un cambio en la periodicidad de la cabecera, que pasó a ser mensual por primera vez desde su inicio. Stan Lee seguía encargándose del guion y de los diálogos (recordemos que estos tebeos se hacían siguiendo el célebre “método Marvel”), Jack Kirby de los bocetos y Werner Roth (firmando con el pseudónimo de Jay Gavin) de los acabados. Me atrevería a decir que en este número hay más de Roth que de Kirby, como atestiguan algunas viñetas en las que los rostros de los personajes aparecen ciertamente dulcificados, con líneas finas y delicadas, algo que los aleja de la severidad y las líneas contundentes que caracterizaban a Kirby. Claro que eso también podía deberse a la labor del entintador, Vince Coletta, que siempre ha generado opiniones muy polarizadas. No en vano la creencia popular afirma que fue uno de los peores entintadores que tuvo Kirby.
Pero entremos ya en materia. Nuestra historia comienza con una escena atípica, pues en lugar de con la habitual secuencia de entrenamiento en la Sala de Peligro nos encontramos a los mutantes recuperándose de las heridas recibidas en su combate contra el Juggernaut. Cíclope tiene la cabeza metida en una especie de pecera para recuperar la plena intensidad de su rayo óptico, el Hombre de Hielo está enchufado a la nevera, el Ángel vuela colgado de unos arneses para no hacerse daño en las alas y la Bestia camina con muletas. El Profesor Xavier, que en números anteriores había tratado a sus estudiantes con tanta dureza, supervisa su recuperación con mimo y delicadeza. Casi parece un personaje distinto; uno mucho más amable y atento que el profesor que conocemos. Esa sensación se ve aumentada por un curioso diálogo que mantiene con la Bestia en la primera página.
“¡La ágil Bestia cojeando como un mero homo sapiens vulnerable!”, se queja el joven mutante mientras avanza usando las muletas. “Cuidado, Hank. Recuerda la regla número uno: nunca consideres a los humanos normales nuestros inferiores”, le responde Xavier. No sólo es la primera vez que se menciona semejante regla, sino que la respuesta del profesor contradice su forma de hablar y su comportamiento en números anteriores. Quizá Stan Lee se percató de que la Patrulla-X empezaba a utilizar el mismo tipo de expresiones que los villanos, hasta el punto de que algunas de las frases de los Hombres-X no habrían resultado extrañas en boca de los integrantes de la Hermandad de Mutantes Diabólicos. Es algo que yo mismo he comentado en este repaso por la prehistoria mutante. Me pregunto si algún lector de la época llegó a sentirse ofendido al leer a sus héroes tachándole de ser inferior. Teniendo en cuenta que los lectores de la colección debían ser a la fuerza humanos normales y corrientes, ya que no existe ningún homo superior en el mundo real, me parece que este diálogo de Lee es un detalle muy inteligente. Está expresando la idea de que los propios personajes son conscientes de que a veces utilizan términos inapropiados que pueden resultar ofensivos, en tanto que pueden interpretarse como muestras de supremacismo. Y aquí los únicos supremacistas son los villanos, por supuesto, por mucho que las acciones pasadas de Xavier nos puedan hacer pensar lo contrario.
Después de evaluar a sus alumnos y llegar a la conclusión de que ya están recuperados de sus heridas, el profesor decide premiarles con unas vacaciones; las primeras que han tenido en mucho tiempo. La noticia es recibida con gran jolgorio por parte de los jóvenes, que se preparan para dejar la escuela. Eso da pie a un puñado de esas escenas que tanto me gustan en las que podemos ver a las personas que se ocultan tras los uniformes de colorines de los superhéroes.
La que más me gusta es una secuencia de tres viñetas en las que el Hombre de Hielo ayuda al Ángel a ocultar sus alas, sujetándolas con los arneses que lleva bajo la ropa. El recurso de los arneses siempre me ha resultado hilarante y cada vez que lo veo recuerdo unas historias de complemento que se publicaron en la colección noventera de Cable en las que se mostraba al Ángel de esta época vestido de civil con las alas abultando bajo su chaqueta y dejando un rastro de plumas a su paso. Hay que reconocer que es una idea inverosímil, cuanto menos, pero en esta ocasión me interesa fijarme en el cuidado que pone Bobby al ayudar a su colega. Esta es una de esas escenas que en su momento debió pasar desapercibida, pero que hoy tiene una clara lectura LGBT+. Y que conste que no lo digo por el obvio chiste sobre BDSM que se puede sacar de aquí. Lo hago porque la conversación que ambos mantienen en ese momento tiene que ver con lo difícil e incómodo que resulta mantener oculta la naturaleza mutante del Ángel, manifestada a través de sus alas. Incluso sus padres ignoran que su hijo es un mutante, aunque Warren manifiesta un poco más adelante en este mismo número que pretende decírselo en algún momento. Estos temas forman parte de la esencia misma de la Patrulla-X.
Acercamientos recientes a esta época prehistórica nos han desvelado que entonces Bobby se sentía atraído por Warren, aunque sabía que aquella atracción adolescente no tenía ningún futuro, y lo cierto es que eso encaja perfectamente con lo que se nos muestra en los números originales. Pocas veces la retrocontinuidad se ha empleado de mejor forma en el Universo Marvel que cuando se decidió sacar al Hombre de Hielo del armario. Incluso su descarado interés hacia la camarera del café que frecuenta junto a la Bestia, Zelda, personaje que por cierto vuelve a aparecer en este número, se explica a partir de una profunda negación y de un interés por abrazar una “normalidad” que sabe perdida. Como si ser un adolescente mutante no fuera ya bastante, imagina tener que lidiar a la vez con la adolescencia, con la mutación y con la homosexualidad en plena década de los sesenta. Es comprensible que Bobby terminase tan metido en el armario; pero tanto, tanto, que podría haber llegado a la mismísima Narnia.
Menos interesantes son las escenas en las que Cíclope y la Bestia tienen que lidiar con las incomodidades derivadas de sus poderes. A Scott ya lo hemos visto lamentándose en muchas ocasiones sobre el temor que le genera perder el control sobre sus rayos ópticos y el mayor problema de Hank es que necesita unos zapatos especiales a causa de sus gigantescos pies, lo cual no parece un problema muy grande (¡aunque es uno con el que puedo empatizar al tener un 49 de pie!). La cosa se calienta con la entrada en escena de la Chica Maravillosa, que sirve para recordarnos la existencia de esa especie de triángulo amoroso entre Jean, Scott y Warren. Cuando el Ángel se adelanta a Cíclope para acompañar a la Chica Maravillosa a la estación, a Scott no le queda otra más que aceptar que nunca podrá ser feliz mientras siga teniendo que mantener a raya su mortífero poder. Pero, evidentemente, lo que Jean deseaba era ir con él. Incluso Warren se percata de ello. El único que no se da cuenta es el propio Cíclope, que está demasiado ocupado con sus llantos y lamentos. Hay que recordar que estos tebeos tenían muy claro que nunca había que darle al lector lo que quería, dejándole siempre con ganas de que volviese al mes siguiente esperando ver cumplido su deseo. Es más, estos toques de telenovela forman parte del cóctel que convirtió al Universo Marvel en un éxito. El triángulo amoroso entre la Chica Maravillosa, Cíclope y el Ángel, aunque sea tan ingenuo e inocente y no vaya a tener mayor trascendencia, le da mucho sabor a los personajes más allá de sus identidades superheroicas.
Al final la Patrulla-X se marcha y Xavier se queda solo, pero esas vacaciones van a ser sorprendentemente cortas. Un antropólogo, el Doctor Bolivar Trask, ha estado concediendo entrevistas a los periódicos en las que habla de la presencia de mutantes ocultos; mutantes dotados con poderes que les permitirían esclavizar a los humanos. Y no sólo eso, sino sustituir la civilización humana por toda una nueva civilización mutante, relegando a los humanos a servir como esclavos o convertirse en gladiadores para divertimento de sus amos. El periódico llega a mostrar una reconstrucción artística de ese posible futuro en la que aparece un mutante vestido con una camiseta de rayas y armado con un látigo con el que fustiga a sus esclavos humanos. Grant Morrison recuperaría esa imagen muchas décadas después, pues es la que adoptarían Quentin Quire y sus Hombres Omega durante el arco Revuelta en la Escuela de Xavier (New X-Men #135-138 USA). A día de hoy me sigue pareciendo una genialidad recuperar un detalle tan nimio, pero tan cargado de connotaciones y de temores primigenios, para que unos estudiantes con aires de grandeza jugasen a ser los niños malos de la escuela.
Ver a los periódicos haciéndose eco de las declaraciones de Trask preocupa sobremanera a Xavier, que se pone en contacto con la televisión para organizar un cara a cara con el peculiar antropólogo que se emitirá en directo. No tengo claro si consigue su objetivo por ser, en palabras del presentador del posterior debate, “una de las mayores autoridades en el campo de la educación y un elocuente portavoz de la comunidad intelectual de América”, o simplemente por estar forrado. El hecho es que Xavier acaba debatiendo por televisión con Bolivar Trask y generando gran agitación entre los televidentes. Algunos le acusan de ser comunista, otros de ser derechista. Unos pocos fantasean con la posibilidad de que Xavier no sólo defienda a los mutantes sino que él mismo sea uno de ellos. Todos ignoran que esta “autoridad en el campo de la educación” tiene una sala repleta de máquinas letales en su sótano y que la utiliza para poner en riesgo la vida de sus estudiantes un día sí y otro también. Por cierto, entre los televidentes del programa se pronuncia por primera vez el diminutivo “muti” (“mutie” en el original), un término despectivo para referirse a los mutantes que será empleado numerosas veces en el futuro. No se inventó aquí, sino que se trasladó desde las viejas historias pulp de ciencia ficción, pero acabaría muy asociado al entorno de la Patrulla-X.
En general, la escena del debate me parece muy desaprovechada. No hay un debate como tal, ya que, después de la exposición inicial de Xavier, Trask pulsa un botón y hace que aparezcan sus robots cazadores de mutantes. Creo que habría sido mucho más interesante permitir que Trak expusiese su punto de vista. Su teoría tiene unos claros tintes racistas, o más bien especistas, pero la mera existencia de Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos demostraba que tenía razón al pensar que algunos mutantes pretendían conquistar el mundo y esclavizar a los humanos. Los villanos resultan más amenazadores cuando tienen algo de razón y cuando sus argumentos, aunque extremos o radicales, expresan un punto de vista de cierta validez. Pero claro, en realidad a Trask no le interesa ganar ningún debate. Él ya ha puesto en marcha su propio plan para salvar a la humanidad gracias a sus Centinelas mecánicos.
Estos Centinelas originales ya muestran su icónico diseño, aunque su altura es inferior a la que tendrán en el futuro. Estos primeros modelos son el doble de altos que una persona, aproximadamente, así que parecen muy pequeños en comparación con la imagen mental que tenemos de ellos. Por lo demás, todos sus elementos reconocibles están aquí: la forma de sus cabezas, las caras, las botas… No voy a hablar del esquema de color, porque eso varía bastante de una edición a otra, pero basta con ver la portada para comprobar que sus primeros colores no son los mismos que lucirían más adelante.
Los Centinelas se presentan en una página de cuatro viñetas, siendo la primera la que nos desvela su imagen al completo. A la altura de la cuarta ya se están rebelando contra su creador, en lo que sin duda debe suponer todo un récord en la larga tradición de las máquinas que se vuelven en contra de las personas que las han creado. “Somos los Centinelas. Nuestro cerebro es superior al vuestro. Nuestra fuerza es superior a la vuestra. No servimos a nadie. Somos los Centinelas. Nuestro destino es mandar”, afirma una unidad mientras ataca a Trask. Parece que los robots han llegado a la conclusión de que la mejor forma de proteger a la humanidad de los mutantes es gobernándola ellos mismos. Hay quien diría que era una conclusión inevitable, viendo las acciones de la humanidad en aquellos años. Pensemos que en la década de los sesenta Estados Unidos se encontraba librando su particular Guerra Fría y que la amenaza de un holocausto nuclear estaba muy presente en el día a día de la gente, filtrándose también en la cultura popular y en los cómics. The X-Men #14 USA tiene algo de la esencia de esas historias de ciencia ficción en las que las máquinas deciden que la humanidad no está capacitada para dirigirse a sí misma... y en las que el lector tiene que acabar admitiendo que no les falta razón.
Desvelada la amenaza, Xavier tiene que convocar a sus Hombres-X y poner así fin a sus breves vacaciones. El Hombre de Hielo y la Bestia se encuentran en ese momento en el Café a Gogó, ese local en el que trabaja Zelda, la camarera a la que Bobby intenta tirarle los trastos. Cada vez que aparece este escenario me da la impresión de que la escena está escrita por un señor mayor que no entiende muy bien de qué va todo eso de la generación beat, la poesía alternativa y la vida bohemia. Estas páginas no son una excepción y sólo merecen ser recordadas por el triste intento de ligar por parte de Bobby, interrumpido por el mensaje telepático de su mentor. Cambiando de escenario, el Ángel está cenando con sus acaudalados padres cuando recibe la alerta y debe abandonar el lugar a toda prisa para no desvelar su identidad secreta. Por su parte, Cíclope tiene aún más problemas para reunirse con Xavier, ya que de camino al lugar de la emisión pierde el control de su rayo óptico durante un momento y vuela la parte delantera del taxi en el que va montado. Eso provoca que un grupo de personas le acuse de ser un mutante y le persiga durante un trecho. No es la primera vez que vemos a una muchedumbre furiosa persiguiendo a un Hombre-X, pues ya vimos al Hombre de Hielo y a la Bestia escapar de un incidente similar, pero este tipo de escenas son importantes para recordar al lector cuál es el lugar de la Patrulla-X en el Universo Marvel. Llegados a este punto el odio antimutante es una presencia que ya está más o menos asentada en la colección.
Los Centinelas deciden regresar a su base llevándose con ellos a Trask, ya que sin él sería imposible crear a más como ellos. Dejan atrás a uno de los suyos, contra el que se enfrentan los recién llegados Hombre de Hielo, Bestia y Cíclope. Se trata de un combate breve, en el que la criatura mecánica resulta mucho menos formidable de lo que debería. De hecho, la pelea termina de forma abrupta cuando el Centinela deja de funcionar por un motivo desconocido. Eso permite a Xavier acceder a su mente artificial de una forma también un tanto nebulosa, ya que un robot no debería tener pensamientos que el telépata pudiese leer. Sea como sea, el profesor acaba descubriendo la localización de la base de los Centinelas. También extrae dos palabras del Centinela caído: Molde Maestro. No es una resolución que me deje satisfecho, pero aún queda mucha historia por delante.
Por su parte, el Ángel y la Chica Maravillosa han tenido su propio encuentro con el resto de Centinelas que escapaban de allí llevándose a Trask. No hay mucho que destacar en esta otra escena, salvo que supone la primera vez que vemos a Jean Grey utilizando su telequinesis para levitar y alzarse en el aire. Parece que, igual que sucedió con la Chica Invisible de los Cuatro Fantásticos, los autores se dieron cuenta de que sus poderes eran muy limitados. Se imponía por tanto la necesidad de aumentar sus capacidades para que el personaje pudiese demostrar su utilidad en el equipo.
El número acaba con la llegada de la Patrulla-X al lugar en el que se refugian los Centinelas, que resulta ser una base subterránea acorazada y repleta de armamento que se alza sobre el suelo para atacar a los mutantes. Es un final impactante que deja varias incógnitas, como la causa del mal funcionamiento del Centinela que cae entre los estudiantes de Xavier o la identidad de ese mencionado Molde Maestro. Tampoco sabemos mucho sobre los planes de los robots, que en esta primera aparición no lograr transmitir la sensación de amenaza a la que se les asociará en el futuro. Para que nos hagamos una idea, los Centinelas no llegan a detectar que Xavier es un mutante pese a que está todo el rato empleando sus poderes telepáticos junto a ellos. Al Ángel sí que lo identifican como mutante cuando lo ven volando hacia ellos, lo cual tampoco tiene mucho mérito, pero a Xavier no pese a que uno de ellos llega incluso a tenerlo agarrado. Para ser unos robots cazadores de mutantes no parece que se les dé muy bien eso de cazar mutantes, así que su debut no es el más prometedor que se puede imaginar. Pero claro, hay más en ellos de lo que nos ha enseñado la primera entrega de esta historia. Aún quedan dos números más hasta llegar a la conclusión.
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #14 USA. En el siguiente número: ¡prisioneros del misterioso Molde Maestro! ¡Con el origen de la Bestia de propina!
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