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[Prehistoria mutante] The X-Men #15 USA: ¡Prisioneros del misterioso Molde Maestro!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

El número anterior sirvió para presentar a los Centinelas, los temibles robots cazadores de mutantes diseñados por Bolivar Trask. Como era de esperar, sus creaciones no tardaron mucho en volverse contra él y en secuestrarle para que les ayude a crear más Centinelas. La Patrulla-X tuvo ocasión de combatir contra estos seres, aunque el resultado del combate no fue del todo justo: el Centinela que se enfrentó al Hombre de Hielo, la Bestia y Cíclope cayó abatido por alguna causa misteriosa. Explorando la mente mecánica del enemigo caído con su telepatía, el Profesor Xavier logró extraer las palabras “Molde Maestro”, así como la localización de su base de operaciones. Reunidos de nuevo con el Ángel y la Chica Maravillosa, los mutantes se disponen a atacar la localización cuando una fortaleza metálica se alza de repente del suelo. Con ese cliffhanger nos dejaba el número anterior y ahora la historia continúa.

Lo primero que llama la atención de The X-Men #15 USA es el cambio de entintador, un cambio que puede pasar desapercibido en una lectura rápida pero que resulta llamativo cuando uno se fija más en detalle. La entrega anterior fue entintada por Vince Colletta mientras que esta cuenta con las tintas de Dick Ayers. Esto supone un acabado mucho más fino y unos rostros algo más dulcificados. El trabajo de Ayers le sienta bastante mejor al dibujo de Werner Roth (que firma con el pseudónimo de Jay Gavin). Recordemos que Roth se encargaba de acabar los bocetos que hacía Kirby, por lo que el característico estilo del cocreador del Universo Marvel quedaba muy difuminado tras pasar por los dos filtros, el de Roth y el de Ayers. Aún así, este me parece un muy buen equipo creativo. La labor que hace en esta entrega es más que competente.

La historia muestra algunas pequeñas incongruencias aquí y allá, algunos detalles que no tienen mucho sentido o que resultan extraños para los lectores que vuelven a esta época con el bagaje que suponen las historias más actuales. Los poderes de Xavier son quizá la más notable de estas incongruencias, pues siguen sin estar definidos de forma clara y, por eso, el profesor es capaz de manipular las mentes de los Centinelas con su telepatía. Eso es algo que no debería poder hacer, ya que los robots, en especial en esta primera encarnación, no deberían tener una mente como tal. Al menos, no una mente que se pudiese alterar mediante la telepatía, que de alguna forma está conectada con el cerebro y requiere de otro cerebro que pueda ser manipulado. Sería más creíble que los Centinelas se viesen afectados por la telequinesis, que sí es capaz de manipular las sustancias inorgánicas. Por ejemplo, podríamos ver a la Chica Maravillosa utilizando la vertiente más refinada de su poder mutante para manipular los circuitos de los robots y alterar así su comportamiento. En su lugar, Xavier llega a lanzarles “un rayo de energía mental pura” que los deja incapacitados. Esto resulta demasiado ambiguo para mi gusto.

Llegados a este punto, no está de más que aclaremos que Xavier dispone de telepatía, pero no de telequinesis. No obstante, hasta ahora los autores han definido muy poco los límites de sus poderes, lo que les permite sacarse de la manga cualquier efecto que les convenga desde un punto de vista narrativo. Sin ir más lejos, un par de números atrás nos contaron que Xavier sobrevivió indemne al accidente de coche que provocó su hermanastro, Caín Marko, gracias a haber creado “un escudo mental” a su alrededor. Queda claro, por tanto, que los poderes de Xavier sirven para cualquier cosa que resulte conveniente. Ni siquiera sus estudiantes conocen todo lo que su mentor es capaz de hacer. Cuando se alza la base de los Centinelas y Xavier cae de su silla de ruedas le grita a sus alumnos: “¡No estoy tan indefenso como podríais pensar!”, asegurando que puede cuidarse solo incluso estando bajo ataque. “Su mente nunca deja de funcionar. Apuesto a que, de alguna forma, se habría salvado solo”, piensa el Ángel poco después mientras sostiene a Xavier en su brazos para alejarlo del peligro.

Yo achaco esta falta de definición al estado de flujo en el que se encontraba el Universo Marvel en aquellos años, en los que todo era aún nuevo y fresco. Supongo que los autores todavía no se habían parado mucho a pensar sobre el funcionamiento de los poderes de Xavier. Además, les convenía que permaneciesen indefinidos, pues eso mantendría el misterio y el interés de los lectores al mismo tiempo que les abría la puerta a recurrir a cualquier resolución del tipo deus ex machina sin tener que justificar gran cosa. Lo hemos visto en la forma en la que se resolvieron las historias del Desvanecedor y la Mole, por ejemplo.

Pero volvamos al número que nos ocupa. La base subterránea de los Centinelas se ha alzado y dispara sus armas a diestro y siniestro. La Patrulla-X tiene que huir a terreno elevado para ponerse a salvo, lo que nos ofrece una de esas típicas secuencias orientadas a nuevos lectores en las que los personajes utilizan sus poderes para dejar claro qué pueden hacer. Estas primeras páginas me parecen curiosas porque al principio da la impresión de que la aparición de la fortaleza de los Centinelas ha causado una especie de temblor y eso está provocando derrumbamientos en el terreno, pero poco después Xavier menciona que los villanos están usando sus “rayos activadores de la naturaleza”, responsables de que la tierra se ondulase como si se hubiera vuelto líquida. Sin duda la tecnología de los robots cazadores de mutantes estaba muy adelantada a su tiempo, porque a día de hoy sigo sin tener ni idea de cómo podría funcionar un artilugio así. Esos “rayos activadores de la naturaleza” son pura ciencia loca de tebeo y eso me gusta, aunque como arma defensiva me parezcan muy poco prácticos. Si en lugar de “rayos activadores de la naturaleza”, la base de los Centinelas hubiese estado equipada con unos cuantos “rayos de la muerte” o, al menos, con unas pocas ametralladoras comunes, la resistencia de los mutantes habría sido mucho más corta... y la historia se habría acabado antes.

Estamos hablando sobre un cómic publicado en 1965, después de todo. Este tipo de cosas no debería sorprendernos, como tampoco debería hacerlo el plan que idean los Hombres-X para atacar la fortaleza: el Hombre de Hielo y la Bestia se suben a un disco de hielo que luego Cíclope propulsa por el aire con un disparo de sus rayos ópticos. Así pretenden alcanzar la base, pasando por encima de sus defensas. Como era de esperar, el plan es un fracaso absoluto. “¡Bobby, tu trasto de hielo se bambolea peligrosamente! ¡Tu diseño no es aerodinámicamente preciso!”, se queja la Bestia cuando el disco empieza a girar sin control. “¡¿Pero tú qué quieres para un trabajo de diez segundos, un B-52?!”, le responde cómicamente su compañero. Antes de que lleguen a estrellarse, dos tentáculos metálicos emergen desde la fortaleza y capturan a los dos jóvenes mutantes. Ambos son depositados en una celda de cristal y gaseados, quedando así inconscientes y a merced de sus captores. “Ha sido sencillo derrotar a los invasores humanos”, proclama uno de los Centinelas. ¿Cómo no iba a serlo, cuando el mejor plan que se les había ocurrido a los mutantes era semejante disparate? ¡Qué encantadores son los tebeos de esta época!

Mientras tanto, en el interior de la fortaleza, los Centinelas conducen a Bolivar Trask ante el misterioso Molde Maestro, un personaje con un diseño soberbio en el que se adivina la mano de Kirby. El Molde Maestro es un robot superior cuya función consiste en fabricar más Centinelas, algo que, paradójicamente, no puede hacer sin la ayuda de su creador. Como prueba de hasta dónde llega el plan de los Centinelas, uno de ellos le dice a Trask lo siguiente: “Te llevaremos ante el Molde Maestro y le ayudarás a crear más Centinelas, los suficientes para invadir todo el universo”. ¡Todo el universo, nada menos! Queda claro que sus aspiraciones son bastante elevadas, mucho más de lo que parece razonable dada su programación. “Recuerda las armas que me has dado. Puedo destruir la mitad de tu nación. Niégate a servirme y serás el responsable de la masacre resultante”, le dice el Molde Maestro a Trask. “Mis Centinelas y yo no somos humanos. No tenemos sentimientos ni emociones”, añade poco después para despejar cualquier duda respecto a si será capaz de cumplir sus amenazas.

El Molde Maestro ordena entonces que traigan a la Bestia para ser investigada antes de su eliminación. Trask somete al mutante cautivo a una “psicosonda” que le provoca un profundo estado de sugestión y le hace contar todos sus secretos. De esta forma, este número también nos ofrece un ligero vistazo al pasado de Hank McCoy, hasta ahora uno de los Hombres-X mejor caracterizados pero con muy poco trasfondo más allá de la escuela de Xavier. En entregas anteriores habíamos visto a los padres de la Chica Maravillosa y a los del Ángel, por ejemplo, pero poco se había mostrado de los orígenes de la Bestia. Pronto descubrimos que su padre era un obrero que trabajaba en un proyecto atómico, algo que seguramente estaba conectado con el poder mutante de su hijo. La radiación, siempre tan presente en la Marvel de los sesenta… incluso en esta colección, en la que no era necesario buscar ninguna excusa radioactiva para que los héroes tuvieran superpoderes porque ya habían nacido con ellos.

Los flashbacks que vemos a continuación nos muestran a un joven Hank adolescente escapando a saltos de los matones de su vecindario y empezando a manifestar así su mutación. Trask escucha con atención mientras el relato continúa y vemos a un Hank algo más mayor, destacando por encima de todos los demás jugadores de su equipo de fútbol americano. Pero su carrera deportiva terminó de forma abrupta cuando, en un arrebato de entusiasmo, se soltó las botas y se agarró con sus enormes pies a los postes de la portería. Así se ganó su apelativo de Bestia, además de innumerables sospechas de aquellos que ponían en duda que fuese un ser humano normal. Claro que el incidente también sirvió para llamar la atención de “una persona muy peculiar”: Charles Xavier, que visitó el hogar de los McCoy para conocer al joven mutante y reclutarlo para su futura Patrulla-X. La viñeta en la que Xavier toma el té con los padres de la Bestia mientras él se mantiene en equilibrio agazapado sobre la silla con los pies desnudos es otra de esas viñetas impagables que definen al personaje mejor que cualquier descripción o cualquier relato.

La historia del prisionero empieza a tocar temas delicados y casi está a punto de desvelar la identidad de su mentor y la localización de la escuela mutante. No llega a hacerlo, pues Xavier y los restantes Hombres-X han entrado en acción mientras Trask y el Molde Maestro estaban ocupados con la Bestia. Después de “noquear” a los Centinelas que se ocupaban de las defensas con uno de sus “rayos de energía mental pura”, Xavier permite que Cíclope, el Ángel y la chica Maravillosa entren en la fortaleza dispuestos a combatir contra los robots. No obstante, se encuentran con el Centinela más inútil de todos; uno que no está programado para tratar con humanos y necesita pedir nuevas órdenes antes de hacer nada. Los mutantes lo derrotan con facilidad (la viñeta en la que la Chica Maravillosa lo lanza de boca contra el suelo me parece graciosísima) y liberan al Hombre de Hielo antes de que empiecen a sonar las alarmas.

Mientras tanto, Xavier debe evitar que la Bestia desvele todos sus secretos a sus enemigos. Tras enviar su forma astral a la sala en la que se encuentra el Molde Maestro, el profesor bombardea la mente de Hank con “partículas de pensamiento” para evitar que la psicosonda le siga extrayendo información. Digamos que este es otro de esos usos creativos del poder de Xavier que comentábamos unos párrafos más atrás, porque es evidente que no tiene mucho sentido. Los pensamientos no son algo físico, por mucho que sean la manifestación de la actividad del cerebro, por lo que no pueden estar compuestos por partículas. No tengo claro a qué se refiere el profesor cuando menciona esas “partículas de pensamiento”, pero su plan da resultado. La Bestia deja de hablar y el Molde Maestro no llega a descubrir la localización del escondite de los Hombres-X, aunque Trask ha escuchado suficiente como para darse cuenta de que esos mutantes que él consideraba una amenaza para la humanidad tiene en realidad como objetivo proteger a los seres humanos. De esta forma, se da cuenta de que ellos son los buenos, mientras que sus creaciones son a todas luces los malos de esta historia.

Hablando sobre los poderes de Xavier, me gusta bastante la secuencia en la que intenta explorar la mente del Molde Maestro y es detectado por la criatura artificial. Una vez más, no creo que el bueno del profesor tenga la capacidad de manipular una mente de origen no biológico, pero lo acepto. Plantear si una forma de vida artificial tiene una mente en el mismo sentido en el que las formas de vida biológica tienen una mente podría ser un debate interesante, aunque no voy a entrar mucho en él en este momento para no extenderme más de lo que ya lo he hecho. Si aceptamos que la mente es un fenómeno que emerge de alguna forma de su soporte físico (el cerebro en caso de los seres orgánicos o los circuitos en caso de los mecánicos), no habría motivos para negar que un ordenador lo suficientemente avanzado pudiese acabar generando su propia mente. Pero eso que normalmente definimos como mente sería en realidad la consciencia, que es un fenómeno muy complejo y en gran parte desconocido por la ciencia. Y la consciencia implica algo más que inteligencia, algo más que la capacidad para hacer planes y resolver problemas. También implica una cierta vivencia del yo, algo que aún parece muy lejano para cualquier ordenador. Y todo eso manteniéndonos anclados en lo material y tangible, claro, pese a que estos tebeos expresan una idea de la mente que tiene un claro componente inmaterial, casi místico. En los cómics Marvel, la mente está conectada a un plano superior, el plano astral, y por eso los telépatas como Xavier son capaces de desplazarse por él como lo hacen los hechiceros como el Doctor Extraño. ¿Podría una mente mecánica conectarse al plano astral? ¿Podría trascender las limitaciones de sus mecanismos y expandirse más allá de su cuerpo como hacen las mentes de Xavier o Extraño? Como ya digo, de aquí podría surgir un debate interesante que va más allá de los objetivos de este texto. Lo dejaremos para otra ocasión.

Sea como sea su mente mecánica, el Molde Maestro detecta la intrusión del telépata e incluso es capaz de generar un efecto disruptor sobre la forma astral de Xavier. “¡Rayos microelécticos saltan de sus dedos llenando toda la sala! ¡No puedo esquivarlos!”, exclama el profesor. “Mi imagen mental está compuesta de ondas mentales electrificadas. ¡El ataque microeléctrico del Molde Maestro puede dañarla!”. Cuando los tebeos de los sesenta intentan ponerse científicos me parecen adorables. En el párrafo anterior he intentado plantear la cuestión desde un punto de vista más o menos científico, pero debemos tener claro que el nivel de ciencia que manejan estos tebeos es el que aparece en estas viñetas en las que unos pocos voltios derrotan a la mente telepática más poderosa del planeta. En cualquier caso, Xavier se ve obligado a huir de vuelta a su cuerpo y no está claro si le quedarán fuerzas para alcanzarlo. Los lectores nos tenemos que quedar con la duda hasta el siguiente número.

Por su parte, el Ángel, Cíclope, la Chica Maravillosa y el Hombre de Hielo son descubiertos por un grupo de Centinelas que, esta vez sí, están programados para ocuparse de los mutantes. Lo que sucede a continuación también me parece muy gracioso, pues el Hombre de Hielo bloquea el camino con una pared de hielo y los Centinelas deciden utilizar a uno de los suyos como ariete. “Preparaos para el acto destructor definitivo”, avisa uno de los Centinelas mientras su colega se lanza de cabeza hacia el hielo como si fuera un misil humanoide. Su cabeza acaba atravesando el hielo en una viñeta que parece sacada de una serie de dibujos animados. A veces estos tebeos muestran un humor muy peculiar; un humor involuntario y accidental, pero no por ello menos divertido.

Finalmente, los Centinelas se ponen serios y atrapan a los Hombres-X con un rayo gravitatorio que los aplasta contra el suelo, dejándolos indefensos. Al Molde Maestro también se le ha acabado la paciencia y ordena a Trask que le ayude a crear un ejército de nuevos Centinelas. Pero a Trask se le han abierto los ojos tras escuchar el relato de la Bestia. “Yo quería ayudar a la humanidad, ¡combatir a los mutantes! ¡Qué necio he sido! ¡Qué tonto más ciego… y peligroso!”, se lamenta el creador de los Centinelas sabiendo que no podrá resistirse por mucho tiempo a sus creaciones.

Así se cierra este número tan entretenido en el que tenemos un poco de acción, un poco de misterio, un poco de ciencia loca, un par de momentos involuntariamente cómicos y unos villanos carismáticos que, con el tiempo, entrarían a formar parte del Olimpo de grandes enemigos de la Patrulla-X. También hemos podido ver un pequeño avance de lo que serán las futuras historias de complemento en las que se nos narrará el origen y formación del equipo mutante antes de la llegada de la Chica Maravillosa en The X-Men #1. No creo que la historia sobre el origen de la Bestia brille demasiado por su originalidad ni que aporte nada especial que no hubiésemos visto ya en números anteriores, pero cumple una función muy obvia que no le puedo criticar: catalizar el cambio en Bolivar Trask, algo que será fundamental para la siguiente entrega, en la que se cerrará por fin esta trilogía de presentación de los Centinelas.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #15 USA. En el siguiente número: ¡el sacrificio supremo!

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