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[Prehistoria mutante] The X-Men #17 USA: ¡... y ninguno sobrevivirá!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Llegamos al número diecisiete de la colección, primero de una historia en dos partes que nos devuelve de forma inesperada a un villano al que creíamos perdido. Es importante destacar de nuevo el hecho de que, en este punto, la serie llevaba ya muchos meses encadenando arcos argumentales compuestos por varias entregas; estirando así sus historias todo lo posible. Esta no era la norma en la Marvel de los sesenta, sino la excepción. Para mí es una evidencia de que The X-Men se encontraba en pleno periodo de transición y que su equipo creativo original, formado por los padres fundadores del Universo Marvel, Stan Lee y Jack Kirby, ya tenía la cabeza en otra parte. A Lee le quedaban aún unos pocos números antes de ceder el puesto de guionista a Roy Thomas, mientras que este es uno de los últimos números en los que Kirby se encargó de abocetar las páginas. Volvería a encargarse de los bocetos de una de las entregas posteriores, pero su participación en el título se vería limitada a unas cuantas portadas más y ya está. Estamos, por tanto, en la recta final de la etapa original de la cabecera, disfrutando de su intensa despedida y encaminándonos hacia el anodino comienzo de la etapa de Thomas.

The X-Men 17 USA se abre con una escena en la que se exploran las consecuencias de la batalla entre la Patrulla-X y los Centinelas. La fortaleza de los robots cazadores de mutantes ha sido destruida por el sacrificio de Bolivar Trask, aunque esto es algo que nuestros protagonistas desconocen. Los militares han acudido para asegurar lo que queda de las instalaciones y los sanitarios atienden a los Hombres-X heridos en el combate. El Hombre de Hielo y la Bestia son los que salieron peor parados del anterior arco argumental y por eso deben ser trasladados al hospital. Mientras tanto, el Profesor Xavier debe fingir que no conoce de nada a la Patrulla-X y que se encuentra allí como asesor civil de la policía (recordemos su descabellado plan de usar helicópteros para trasladar un enorme pedrusco interferidor de señales hasta la fortaleza).

Llama la atención que nos encontremos con una viñeta en la que el ejército agradece su participación a los mutantes, no muy distinta a una viñeta similar que vimos en el primer número. Pasamos así de esa escena del arco anterior en la que Cíclope era perseguido por una muchedumbre furiosa al manifestar sus poderes mutantes en público a una importante muestra de aceptación por parte de las autoridades, como si los autores no tuviesen del todo claro si los mutantes debían ser odiados o respetados por los humanos. “¡A partir de hoy habrá unos cuantos avergonzados, profesor! ¡Los que llamaban amenaza para la sociedad a la Patrulla-X tendrán mucho de qué disculparse! ¡De hecho, yo mismo temía su poder, hasta que ví cómo arriesgaban su vida para salvarnos!”, asegura un general a Xavier. Leyendo esas líneas da la impresión de que los problemas de los Hombres-X han terminado y que ya no volverán a temer un posible linchamiento cuando actúen en presencia de civiles. Nada más lejos de la realidad, por supuesto.

El arco de presentación de los Centinelas hizo algo muy inteligente con el personaje de Bolivar Trask: primero lo introdujo como un fanático antimutante que estaba convencido de que el homo superior acabaría esclavizando al homo sapiens, pero luego le hizo cambiar de postura tras conocer la historia de la Bestia; un cambio que provocaría la destrucción de los Centinelas pero que nadie aparte de él mismo llegaría a conocer. Aquello era una pequeña gran victoria sobre los prejuicios y el odio hacia aquellos que son diferentes, pero sólo los lectores lo sabían. Para todos los demás implicados aquella victoria de la Patrulla-X había sido pírrica en el mejor de los casos, pues aunque los Centinelas habían sido destruidos el discurso de Trask había logrado calar en la sociedad. El mundo era un lugar cada vez más hostil para los mutantes, lo que añadía valor a su admirable misión de proteger a la humanidad de todo lo que la amenazase. Evidentemente, discursos como el del general que aparece en este número contradicen el escenario al que han dado forma las entregas anteriores y rompen esa imagen de los Hombres-X como héroes trágicos que protegen un mundo que les odia y les teme. No se puede ser un héroe trágico mientras un general te da las gracias por haber salvado el día. Como dije en comentarios anteriores, este debería ser uno de los aspectos que diferenciasen a la Patrulla-X de otros superequipos como los Cuatro Fantásticos o los Vengadores, aunque con frecuencia los propios autores lo contradigan.

Ya en el hospital, descubrimos que la situación del Hombre de Hielo es más grave de lo que parece. Bobby permanece en su forma gélida, pero ha entrado en una especie de coma y sufre delirios en los que revive la batalla contra los Centinelas. La salud del más joven de los Hombres-X no parecía tan grave al concluir la aventura anterior, pero su empeoramiento es un recurso muy conveniente desde un punto de vista narrativo. Al estar indispuesto, Bobby permanecerá ajeno a los acontecimientos de este número y pasará a ser el protagonista en el próximo. Aún así, las distintas velocidades de recuperación de cada personaje se alejan bastante de la realidad y hacen que cueste un poco creer lo que nos están contando los autores. Mientras el Hombre de Hielo, aparentemente en buenas condiciones, sufre un misterioso empeoramiento que lo deja en coma, la Bestia, que acabó la pelea con los Centinelas con una pierna fracturada, vuelve a estar dando saltos en lo que parecen ser unas pocas horas nada más. Por eso digo que lo que sucede con Bobby en este número es muy conveniente; demasiado conveniente, de hecho.

Las páginas que transcurren en el hospital también sirven para dejarnos algunos de esos momentos de comedia involuntaria que tanto me gustan. Puesto que deben proteger sus identidades secretas, los mutantes son atendidos por los médicos con sus uniformes puestos, permaneciendo luego en camilla con sus máscaras sobre el rostro. Es gracioso ver a la Bestia con la pierna escayolada mientras viste su traje superheroico o a un médico queriendo examinar los ojos de Cíclope sin saber lo que le podría ocurrir si le quitase el visor. También hay un momento muy divertido en el que el Ángel realiza una llamada de teléfono mientras vuela por encima de un sorprendido grupo de enfermeras, dando lugar a una imagen de lo más peculiar.

Me llama la atención que nadie acabe relacionando a Xavier con la Patrulla-X pese a que el bueno del profesor se pasea arriba y abajo por todo el hospital para visitar a sus convalecientes alumnos. No hace falta prestar mucha atención a las conversaciones que comparten para percatarse de que hay algún tipo de conexión entre ellos. Supongo que no había ningún periodista en las cercanías, pese a que Xavier había aparecido en televisión unos días atrás y había participado en el incidente de los Centinelas de la forma más indiscreta posible. ¿En serio nadie había sentido un repentino interés por las actividades del extraño profesor, que no sólo había discutido con Bolivar Trask en horario de máxima audiencia sino que también se había enfrentado contra sus robots letales como si estuviera acostumbrado a hacer cosas así? ¿A nadie le parecía sospechoso que pasase tanto tiempo con los Hombres-X, a quienes se supone que no conocía? Qué curioso.

Volviendo a la llamada telefónica del Ángel, resulta que los padres de Warren han decidido pasarse por la escuela de Xavier para ver a su hijo. Es el peor momento posible para una visita así, ya que varios estudiantes están en el hospital y no pueden justificar su ausencia. La propia escuela está completamente vacía, algo que no sería propio de una institución educativa en pleno funcionamiento. La tapadera del Ángel y del resto de jóvenes mutantes peligra, pero todavía hay algo más inquietante: el profesor no deja de experimentar un fuerte sentimiento de amenaza que no termina de identificar. Todo apunta a que hay un intruso en la base de la Patrulla-X. El número se centra sobre esa circunstancia, pero no olvidemos que los padres del Ángel van de camino a la escuela de cara a comentar la conclusión de esta entrega.

Xavier envía al Ángel a investigar antes de que lleguen los inesperados visitantes y, en efecto, Warren se encuentra con un misterioso intruso que se ha atrincherado en la mansión y la ha convertido en una trampa mortal. Ni siquiera sus muchas horas de entrenamiento en la Sala de Peligro le sirven para escapar de las garras del oscuro villano, que le derrota con gran facilidad. La siniestra figura que se esconde en la escuela, que no desvelará su rostro hasta la última página, decide que va a derrotar uno a uno a sus odiados enemigos para obtener la mayor satisfacción posible. Esta es la primera pista que tenemos sobre la identidad del intruso, que obviamente tiene algún pasado en común con los Hombres-X.

Este número propone un planteamiento similar al que vimos en la historia en la que se presentaba al Juggernaut por primera vez. Tenemos una oscura amenaza que, en esta ocasión, en lugar de proceder del exterior ya se encuentra dentro de la escuela. Tenemos a los Hombres-X enfrentándose a ella uno a uno y cayendo derrotados ante el abrumador poder de su rival. Tenemos una cierta sensación de amenaza inevitable. No sé hasta qué punto las similitudes son intencionales o no, pero ambas historias se parecen incluso en la revelación final de su última página, que muestra la sorprendente identidad del villano. Sin embargo, frente a la floja revelación del Juggernaut, la última página de The X-Men #17 USA sí que nos ofrece una imagen potente y digna de recordar. Hablaremos sobre ella en un momento.

Pese a todo, las escenas de acción de este número no me parecen bastante interesantes. El argumento tiene que hacer piruetas para que los lectores no descubran la identidad del intruso antes de tiempo y eso le resta mucha naturalidad a las peleas. Siendo como es un personaje muy reconocible, los autores deciden que para mantener el misterio el intruso debe luchar a oscuras y sin utilizar sus poderes. Está claro que tiene poderes (y no cuesta nada deducir cuáles son en cuanto el Ángel llega a la escuela y el hacha de una de las armaduras que decoran los pasillos se lanza por el aire hacia él como por arte de magia), pero prefiere usar sus puños para que sus enemigos no le identifiquen, mostrando una contención impropia según lo visto en sus anteriores apariciones. Hay un momento especialmente ridículo en el que llega a ponerle la zancadilla a Cíclope usando un palo. ¡Un palo!

Hablando sobre Cíclope, él y Xavier siguen los pasos del Ángel y llegan a la escuela para descubrir que Cerebro, el aparato detector de mutantes, está dando la señal de alarma. Un poderoso mutante se ha adentrado en la base de operaciones de la Patrulla-X y está derrotando uno a uno a los Hombres-X, como ya sospechábamos. Incluso ha dejado una trampa para Xavier, que queda incapacitado por un “distorsionador mecánico de ondas mentales” que el intruso había ocultado en su despacho. El siguiente en caer es Cíclope, que tropieza con ese palo antes mencionado y luego recibe un contundente puñetazo que le deja fuera de combate. Con el Hombre de Hielo todavía inconsciente, todo queda en manos de la Bestia y la Chica Maravillosa.

Pero antes de que los dos últimos mutantes se enfrenten al peligroso intruso que ha invadido la escuela hay espacio, por supuesto, para una pequeña muestra de machismo, que este es un tebeo hijo de su época. Mientras la Bestia salta de forma distraída por su habitación del hospital, celebrando su rapidísima (e imposible) recuperación, la Chica Maravillosa le amonesta por su actitud juguetona y su lenguaje florido. Jean decide entonces que la única forma de que su compañero se calme es retenerle en el aire con su telequinesis. “¡Muy bien, jovencito! ¡Te mantendré en el aire telequinéticamente hasta que prometas calmarte y escucharme!”, le dice. “¡Parlotea ya, hembra! ¡Tienes mi atención continuada!”, le responde la Bestia. Creo que en este caso la traducción al castellano suena más ofensiva que la versión original, pero incluso en inglés la respuesta suena bastante violenta y fuera de lugar. ¿Es por forzar la forma culta y un tanto arcaica de hablar que tiene la Bestia? ¿O es que en los sesenta era común dirigirse a las mujeres en ese tono? La siguiente intervención de Hank en la conversación no ayuda a mejorar las cosas, por cierto. Cuando Jean le dice que está preocupada por la desaparición de sus compañeros, él le responde con un comentario paternalista y despectivo. “¡Como todas las mujeres! ¡Si alguien no te tortura los oídos a cada minuto empiezas a sospechar que algo va mal!”, le dice un instante antes de disculparse y empezar a tomarse en serio lo que está pasando. Es chocante que frases así se pasen por alto y se consideren simples bromas, pero, una vez más, diré que estamos leyendo un tebeo de su época.

Antes de volver a la escuela, la Bestia y la Chica Maravillosa se pasan por la habitación del Hombre de Hielo para comprobar su estado y el médico que se encuentran allí les sugiere que, pese a que quieran mantener en secreto su identidad, deberían avisar a los padres de Bobby lo antes posible… por lo que pudiera pasar. Parece que el Hombre de Hielo está más grave de lo que pensábamos y que hasta su propia vida está en peligro, pero Hank y Jean no pueden hacer nada al respecto y salen en busca de los demás Hombres-X desaparecidos.

A su llegada a la escuela, la Bestia cae en una trampa diseñada específicamente para él: las paredes de la sala a la que entra a toda prisa parecen haber sido pulidas y recubiertas por un barniz que evita la fricción, lo que le convierte en un proyectil humano que es lanzado de forma inevitable hacia la prisión que se ha habilitado para contenerle. Me parece una trampa ridículamente elaborada que dependía de muchísimas variables para funcionar. Dejando a un lado que el intruso ha debido de pasar varias horas quitando muebles, puliendo y barnizando las paredes de la escuela (¡menuda estampa!), ¿qué hubiese pasado si la Bestia no hubiera entrado dando saltos? ¿Y si hubiera entrado con normalidad, sin toda esa inercia empujándole hacia el frente? ¿En ese caso la trampa no habría sido inútil? A Jean, que entra andando, no le afecta en absoluto. Pero el intruso también ha pensado en ella, claro, pues la sala está llena de gas somnífero y la Chica Maravillosa, pese a reconocer al villano y asegurar que no piensa rendirse, no puede evitar sumirse en la inconsciencia. Y yo me pregunto: ¿no habría sido más fácil recurrir únicamente al gas somnífero y esperar a que los dos mutantes se vieran afectados? ¿También era necesario montar toda esa parafernalia de las resbaladizas paredes de la muerte? Los villanos de los sesenta, siempre recurriendo a los planes más absurdos y descabellados cuando son las soluciones más simples las que mejor funcionan.

Sólo me queda por vencer a uno de vosotros. ¡Y es el más débil de todos! Así concluye la era de la Patrulla-X… ¡por fin!”, proclama el intruso. Ha derrotado al Profesor Xavier, al Ángel, a Cíclope, a la Bestia y a la Chica Maravillosa. Los tiene a su merced y podría acabar con ellos con facilidad. ¿Y qué es lo que hace? ¿Les pega un tiro mientras están inconscientes y no pueden defenderse? ¡No! Los encierra en la barquilla de un globo aerostático que ascenderá hasta los 30.000 metros de altura, donde morirán dentro de un rato cuando se les agote el oxígeno. ¡Un plan sin fisuras! ¡Simple! ¡Limpio! ¡Sin posibilidad alguna de error! Ay, los villanos de los sesenta, qué ingenuos. Estas retorcidas trampas mortales me resultan tan ridículas como encantadoras. Por supuesto que la Patrulla-X logrará escapar de su lenta ascensión hacia la perdición, pero eso es algo que veremos en el siguiente número.

También veremos lo que sucede con el Hombre de Hielo, cuyo médico se siente impotente al no poder comprender cómo funciona su físico mutante. ¿Cómo curar lo que no entiende? El estado de Bobby no deja de empeorar, sigue delirando y su pulso se debilita (por cierto, ¿cómo pueden medirle el pulso en su forma gélida?). Puede que su única esperanza sea un nuevo medicamento, una nueva sulfamida muy potente, pero administrar esa sustancia a un mutante hecho de hielo supone un riesgo considerable. ¿Y si en vez de ayudar empeora su situación? Lo descubriremos en el siguiente número.

Como adelantaba antes, The X-Men #17 USA acaba con un potente cliffhanger, uno de los mejores y más memorables de esta época. Cuando los adinerados padres del Ángel llegan por fin a la escuela para su visita, quien les recibe no es otro que Magneto, que se desvela en una impactante viñeta a toda página en la que se intuye la mano de Kirby bajo los lápices de Werner Roth (que, como ya habíamos comentado en otras ocasiones, firma como Jay Gavin) y las tintas de Dick Ayers. El rostro del villano despliega una expresión retorcida y amenazante que se te queda grabada en la retina. Descubrimos así que el Amo del Magnetismo, a quien habíamos visto por última vez cuando fue arrastrado al espacio por el Extraño unos números atrás, había sido el misterioso intruso durante todo este número. ¿Se trata de verdad de Magneto? ¿Cómo logró escapar de su exilio en el mundo alienígena? ¿Qué ha sido de su fiel Sapo? El próximo número responderá a todas estas cuestiones.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #17 USA. En el siguiente número: ¡si el Hombre de Hielo fracasara…!

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