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[Prehistoria mutante] The X-Men #16 USA: ¡El sacrificio supremo!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Llegamos a la tercera y última parte de este arco de tres números que sirve como presentación de Bolivar Trask, los Centinelas y el Molde Maestro; todos ellos de gran importancia para el futuro trasfondo de la franquicia mutante. No fue el primer arco que se extendió a lo largo de varios meses, pues ya vimos que la llegada del Juggernaut necesitó dos números para completarse. Sin embargo, en esta época era poco común que las historias abarcaran más de un único número. Que la colección de la Patrulla-X empezase a estirar así sus historias se podría considerar un síntoma de desgaste o incluso de desinterés por parte del equipo. Recordemos que Jack Kirby llevaba demasiadas series adelante en aquellos años, lo cual le hizo tomar la decisión de limitar su participación en The X-Men a abocetar las páginas. En cuanto a Stan Lee, es difícil saber lo que rondaba por su cabeza en 1965, pero este es uno de los últimos números en los que se le acredita como guionista. En apenas cuatro entregas tendremos como encargado principal de la serie a su asistente y mano derecha, un joven Roy Thomas que por entonces era poco más que un veinteañero. Los últimos guiones de Lee para la colección encadenaron varias historias consecutivas divididas en varias partes y esto me hace pensar que su implicación en The X-Men tampoco debía ser muy intensa. Quizá estaba haciendo tiempo hasta arreglar la llegada de su sustituto.

Aún así, la trilogía de los Centinelas se cierra de una forma bastante competente. Hay algunos aspectos que se pueden criticar, pero en general nos encontramos ante una de las mejores historias de esta etapa primigenia de la Patrulla-X. Vamos a comentar con detalle el The X-Men #16 USA y lo que ofrece a los lectores.

El número se abre con un aturdido Charles Xavier que ha conseguido reintegrar su forma astral a su cuerpo físico por los pelos. Con sus alumnos apresados y la fortaleza de los Centinelas replegándose de nuevo bajo la superficie, el telépata no tiene nada que hacer. Su única esperanza es volver a la ciudad, al estudio de televisión en el que se produjo la primera batalla contra los robots cazadores de mutantes. Allí permanece el cuerpo del Centinela que cayó derrotado de forma misteriosa en The X-Men #14 USA por una causa todavía sin revelar. Puede que sea la clave para provocar la derrota de estos peligrosos adversarios.

Entiendo que esta es una situación de emergencia, pero Xavier vuelve a pasarse de la raya con sus poderes para llegar a la ciudad. Como ha perdido su silla de ruedas, se arrastra hasta la carretera más cercana y ordena telepáticamente a sus ocupantes que se detengan y le recojan. Supongo que hacer autostop era demasiado indigno para alguien de su categoría. La siguiente vez que le vemos, dos hombres le sostienen en volandas mientras está sentado en una silla, como si estuviesen llevándole en un trono. No sé hasta qué punto es intencionado mostrar esa imagen del profesor, pero a mí me parece algo significativo. Es otra prueba más de que Xavier no tiene reparos en manipular a quien tenga que manipular para conseguir sus objetivos, en especial si son humanos. Hemos visto al bueno de Charlie entrando en mentes ajenas sin consentimiento, borrando recuerdos delicados, implantando sugestiones telepáticas y otras lindezas similares a lo largo de todos estos números. ¡Y seguro que en 1965 aún quedaban lectores que pensaban que era uno de los buenos! Obviamente, la moralidad del superhéroe de los años sesenta no es la moralidad del superhéroe actual. Sería interesante pararse a analizar qué acciones entonces consideradas perfectamente aceptables hoy serían muy cuestionables, pero me temo que eso excede los propósitos de este comentario.

Sucede algo parecido con el trato que se dispensa a los (escasos) personajes femeninos, en especial a la Chica Maravillosa. A riesgo de repetir lo que ya he repetido numerosas veces en comentarios anteriores, diré que las interacciones entre los Hombres-X y la única Mujer-X del equipo dejan mucho que desear. Pese a que Jean Grey ha ido mostrando una clara progresión en el uso de su poder telequinético (en este punto ya es capaz de sostenerse a sí misma en el aire para levitar), sus compañeros siguen tratándola con una condescendencia y un paternalismo que hoy en día apestan a machismo. Por desgracia, este número tiene varios ejemplos de ese machismo que entonces se aceptaba como norma.

La Patrulla-X está prisionera de los Centinelas y Cíclope, el Ángel, la Chica Maravillosa y el Hombre de Hielo están encerrados en una especie de burbuja gravitatoria. Sus intentos de escapar son inútiles, pero cuando el Hombre de Hielo falla al intentar romper el artefacto con un ariete de hielo se produce una curiosa conversación con Cíclope. “¡He fallado! ¡Todo dependía de mí y la he pifiado!”, se lamenta Bobby. “¡No vuelvas a decir eso, chico! Hiciste lo que haría cualquier hombre… ¡todo lo que pudiste!”, le responde Scott. “¡Me has llamado… hombre… por primera vez!”, se sorprende el Hombre de Hielo. “¡Eres tan hombre como cualquiera de nosotros, Bobby! ¡No lo olvides nunca!”, asegura Cíclope. Esta es una conversación que dice más sobre los autores y la época en la que se publicó este tebeo que sobre los personajes que participan en ella. Evidentemente, la cultura del superhéroe tiene mucho de demostración de hombría, ese concepto tan rancio y machista. No en vano el primer y más importante superhéroe de la historia es Superman, un superhombre en el sentido más literal del término. Tendrían que pasar muchas décadas hasta que alguien decidiese que había llegado el momento de deconstruir el modelo imperante de masculinidad superheroica.

Más adelante, cuando los Centinelas llevan a la inconsciente Bestia a la burbuja gravitatoria para encerrarla junto a sus compañeros mutantes, la Patrulla-X aprovecha la ocasión para escapar y ponerse a combatir a los robots. En ese momento, la Chica Maravillosa lucha en solitario contra un Centinela, al que derriba telequinéticamente sin mucha dificultad… pero al instante aparecen el Ángel y el Hombre de Hielo para rematar la faena y adjudicarse el mérito. “¡Demasiado tarde! ¡Le he derribado yo sola!”, afirma Jean. “Claro que sí, cariño”, le responde Warren de la forma más condescendiente posible. Continúa así esa especie de tradición (que yo atribuyo a Stan Lee) según la cual tras cada proeza destacable de la Chica Maravillosa siempre viene un comentario paternalista o alguna acción que le resta valor de alguna forma a lo que ha hecho. Es como si ella no tuviese derecho a hacer exhibiciones de fuerza, aunque sea usando su mente. Jean debe ser delicada y frágil, como toda mujer que se precie.

¡Ve con cuidado! ¡No te esfuerces demasiado!”, le dice Cíclope un poco después. Esto, en lugar de molestar a Jean, le resulta enternecedor. “¡Se preocupa por mí incluso con su vida en juego! ¿Es de extrañar… que sienta por él… lo que siento?”, piensa ella. Obviamente, no hay nada más romántico para una mujer que ser constantemente sobreprotegida y tratada como si fuese a romperse en cualquier momento, claro que sí. Se nota que estos tebeos están escritos por hombres y que su público principal era también masculino. Pese a todo, será Jean quien acabe liberando a los Hombres-X de la fortaleza de los Centinelas unas páginas más adelante, algo por lo que por cierto no recibirá ni un mísero agradecimiento.

Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Mientras la Patrulla-X se abre camino a través de la fortaleza, Xavier ha llegado al estudio de televisión y se ha puesto a sondear mentalmente al Centinela derrotado dos números atrás. Como no puede desvelar sus poderes mutantes a los agentes de policía que custodian el lugar, desde un punto de vista ajeno parece que el profesor simplemente está sentado mirando al robot con gran intensidad. Esto me parece bastante divertido y hasta el propio cómic llega a referenciarlo en tono jocoso. Al final, el mentor de los Hombres-X no tarda mucho en dar con la misteriosa causa que derribó al Centinela y que aún permanecía sin revelar. Es una explicación muy propia de los tebeos de la época, lo que quiere decir que hoy en día resulta bastante ridícula: resulta que frente a una de las ventanas del estudio puede verse una “fábrica de productos cristalinos” cuya torre está adornada por un gigantesco fragmento de cristal. Esa especie de prisma es el origen de las interferencias que han desconectado al Centinela del resto del sistema. Se insinúa así que los Centinelas son poco más que drones que deben permanecer conectados al sistema de su base de operaciones para poder funcionar con normalidad. Si se corta esa conexión, pasan a ser poco más que cuerpos inertes. Parece que el diseño de Trask no era tan bueno como parecía.

De esta forma, el plan de Xavier para asaltar la fortaleza de los robots pasa por coger el enorme pedrusco de la torre y llevarlo hasta su localización usando tres helicópteros. La policía no tiene más remedio que ayudarle en su empeño dadas sus conexiones con los federales (las conocimos en The X-Men #2 USA, durante el enfrentamiento contra el Desvanecedor). Recordemos que para la población civil Xavier no es más que un tertuliano que acaba de aparecer en televisión para debatir sobre el problema mutante, así que su idea tuvo que generar ciertas suspicacias entre los policías. Lo sorprendente es que su plan funciona y que, cuando los helicópteros sitúan el cristal sobre la fortaleza, los Centinelas empiezan a caer como moscas. Pero, para sorpresa de los lectores, la intervención del profesor no es lo que salva el día en esta ocasión.

Mientras estábamos ocupados hablando sobre Xavier y sus estudiantes hemos dejado de lado la tercera línea argumental de este número, en la que vemos al Molde Maestro amenazando a su creador para que le ayude a crear un ejército de Centinelas. Bolivar Trask no tiene más remedio que obedecer, pero haber escuchado la historia de la Bestia le ha llevado a abandonar sus ideas antimutantes. Trask pensaba que el homo superior estaba destinado de forma inevitable a esclavizar al homo sapiens, pero haber descubierto que la misión de la Patrulla-X consiste en proteger a la humanidad de otros mutantes con ansias de conquista le ha hecho ver las cosas de otra manera. Además, el hecho de que sus creaciones se hayan rebelado contra él y hayan decidido tomar el control del planeta también ha debido influir un poco.

Antes de que la primera generación de esos nuevos Centinelas esté completa, Trask decide enfrentarse al Molde Maestro y se sacrifica a sí mismo para detener a sus creaciones. Al golpear un delicado generador iónico, el pobre hombre provoca una cadena de explosiones que arrasa la fortaleza por completo. Cuando la Patrulla-X llega a la sala en la que se encontraban Trask y el Molde Maestro ya es demasiado tarde y las llamas lo devoran todo. De esta manera se cierra el círculo y quien al principio se había presentado como un fanático antimutante acaba dando su vida por aquellos a los que tanto odiaba. Es una historia bastante bonita y diría que hasta tiene un punto poético. Bolivar Trask sigue una larga tradición que viene desde la época victoriana en la que un creador da a luz a una creación que acaba volviéndose contra él y costandole la vida. El ejemplo más obvio es el Frankenstein de Mary Shelley, pero hay muchos más. En ese tipo de historias se esconden muchas ansiedades sobre la evolución de la tecnología desde los tiempos de la Revolución Industrial, pero también muchos temores sobre la paternidad y el legado que dejaremos sobre el mundo una vez lo hayamos abandonado. Precisamente el legado de Trask será algo con lo que los mutantes tendrán que lidiar durante muchos, muchos años.

En la última página del tebeo podemos ver una viñeta fantástica en la que el cuerpo de Trask reposa sin vida sobre los restos del Molde Maestro, como si estuviese abrazándolo en una última y eterna despedida. La Patrulla-X nunca sabrá que fue su sacrificio lo que puso fin a la amenaza de los Centinelas, lo que lo hace aún más trágico. “¡Puede que la verdad se sepa algún día!”, dice el cuadro de texto que acompaña a dicha viñeta, “pero, hasta entonces, yace enterrada bajo incontables toneladas de cascotes… enterrada en el pecho del Dr. Bolivar Trask, cuyo sacrificio hizo que se derrumbara sobre él el trabajo de una vida… y cuya última lección resultó ser: ¡cuidado con el fanático! ¡Su solución suele ser más mortífera que el mal que denuncia!

Esta es una moraleja tremendamente actual en estos tiempos de auge de la ultraderecha, así que no creo que sea necesario añadir nada más sobre ella. Ya en 1965 los tebeos de Marvel tenían bien claro que los fanáticos eran mucho más peligrosos que el colectivo al que denunciaban, fuese cual fuese. Esta será una lección de vital importancia para establecer la identidad de lo que con el tiempo se acabará convirtiendo en la franquicia mutante, lo cual demuestra una vez más la indiscutible trascendencia de estos tres números.

No obstante, esta conclusión tan acertada tiene un aspecto que me parece muy negativo. Como otras historias anteriores, la resolución del combate contra los Centinelas no depende para nada de la Patrulla-X. En este número, los jóvenes mutantes se limitan a ir de un sitio a otro mientras la historia progresa ajena a su intervención. De hecho, ni siquiera la participación de Xavier es clave en esta ocasión para resolver el problema, como sí lo fue en historias anteriores. Después de todo, el sacrificio de Bolivar Trask se habría producido igualmente sin que el profesor llevase el pedrusco en helicóptero hasta la fortaleza. Una vez más, los héroes de la cabecera no son los responsables de vencer al villano. Ellos simplemente participan, pero su paso por la trama es superficial: no aprenden nada, no progresan como personajes, no evolucionan. Este es el mayor problema de esta época primigenia de la Patrulla-X, como ya he apuntado en comentarios anteriores, y a estas alturas ya se ha vuelto tan recurrente que ni siquiera sorprende. ¡Y no llevamos ni veinte números!

Por tanto, aunque el arco de los Centinelas tenga sus aciertos y pueda considerarse uno de los mejores de estos primeros años, en cierta forma sigue estando cojo; le sigue faltando algo. Imagino que Stan Lee ya no tendría mucho que decir acerca de los Hombres-X en 1965, pero Roy Thomas y los guionistas posteriores se pasarían los siguientes años buscando ese algo que le faltaba a la cabecera. Encontrarlo no iba a ser nada fácil, pero no por ello iban a dejar de intentarlo. Sobra decir que tenemos por delante una trayectoria repleta de altibajos.

Concluida la historia, la última viñeta de este número nos ofrece un pequeño adelanto del siguiente: una sombra amenazadora se pasea por el cuartel general de la Patrulla-X con siniestras intenciones. Pronto descubriremos su identidad, pero podemos adelantar que se trata de alguien bien conocido.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #16 USA. En el siguiente número: ¡... y ninguno sobrevivirá!

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