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[Cómic] Reseña de Heroes Return. Ka-Zar: La jungla de asfalto, de Mark Waid y Andy Kubert: dinosaurios, rascacielos y crisis de pareja

  Kevin Plunder nació en el seno de una familia noble británica. Su padre, Lord Robert Plunder, fue el científico y explorador que descubrió la Tierra Salvaje, un paraíso tropical habitado por criaturas prehistóricas que se encontraba oculto entre los hielos antárticos. Deseando descubrir los secretos de esa extraña tierra, Lord Plunder se llevó a su hijo a una fatídica expedición que le costó la vida. Kevin, que apenas era un niño por aquel entonces, también habría muerto de no ser por la intervención de Zabú, un enorme tigre dientes de sable; el último de su especie. Zabú protegió al niño mientras crecía en la Tierra Salvaje y aprendía a defenderse de sus numerosos peligros, hasta que al final el joven Kevin Plunder se convirtió en Ka-Zar, el señor de la jungla oculta. Ahora, tras una vida de fantásticas aventuras, Ka-Zar ha sentado la cabeza. Su mujer, Shanna, y su hijo recién nacido, Matthew, se han convertido en sus principales preocupaciones. Criar a un niño no es fácil y en la Tierra Salvaje mucho menos. Por primera vez en muchos años, el poderoso señor de la selva, acostumbrado a enfrentarse a dinosaurios y a tribus de hombres bestia, tiene dudas. Muchas dudas.

Ka-Zar es el Tarzán de Marvel y, al igual que el propio Tarzán, se puede considerar un personaje problemático. Después de todo, es imposible no hacer una lectura colonialista de la historia de un hombre blanco que acaba criándose en lo profundo de la selva, rodeado de animales salvajes y tribus hostiles, pero logra imponerse a todos los peligros gracias a su fuerza y valentía hasta el punto de que llega a convertirse en el mismísimo señor de la jungla. Como la de Tarzán, la de Ka-Zar es la historia de un poderoso hombre blanco que acaba conquistando a la naturaleza salvaje porque, obviamente, el hombre blanco es superior. El hecho de que ambos personajes sean de origen noble acentúa esta interpretación, porque, claro está, los nobles también son superiores al resto de la plebe. Se podría decir que han nacido para mandar y gobernar, de ahí que estos héroes selváticos ejerzan su dominio incluso en los entornos más hostiles. Por todo esto, hay que tomarse las historias de ambos personajes con una pizca de filosofía.

Personalmente, le tengo cierto aprecio a Ka-Zar por ser un personaje cuyas raíces se hunden en el pulp y porque su presencia suele venir acompañada de algo que me ha apasionado desde niño: los dinosaurios. En efecto, la Tierra Salvaje está poblada por todo tipo de reptiles prehistóricos y echarle un vistazo a las andanzas de Ka-Zar supone también encontrarse con un buen puñado de estas criaturas. Las aventuras pulp y los dinosaurios hacen una estupenda combinación: ver a un apuesto héroe en taparrabos luchando contra tiranosaurios o montando en pterodáctilo es puro pulp y me lleva a recordar viejas películas muy queridas como Hace un millón de años (1966) o Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (1970). Ya hablé sobre eso en mi comentario sobre The X-Men #10 USA (1965), el cómic en el que debutó Ka-Zar. No obstante, la historia de Ka-Zar que quiero comentar hoy es algo más que uno de estos inverosímiles delirios pop en los que el poderoso hombre blanco se enfrenta a los reptiles tiranos del pasado remoto.

En 1997 Marvel pasaba por un momento complicado. La editorial había entrado en bancarrota un año antes, en parte por las malas decisiones financieras de su presidente por aquel entonces y en parte por la explosión de la burbuja que había creado la especulación en el mundillo del cómic. Era una época en la que los cómics habían tenido tiradas millonarias, pero amparadas por trucos muy evidentes como las portadas alternativas, las portadas exclusivas, las portadas con brillos metalizados, las portadas que incluían cromos, etc. Los tebeos se habían convertido en objeto de especulación y se había creado una burbuja que, al reventar como revientan siempre todas las burbujas creadas por los especuladores, se llevó con ella una buena porción del mercado. Para arañar unas cuantas ventas, Marvel se vio obligada a humillarse y a ceder algunos de sus personajes principales a los artistas estrella de su principal competidora, Image Comics; artistas que se habían hecho famosos dentro de la propia Marvel y que habían decidido independizarse para fundar su propia empresa y así no tener que compartir sus beneficios con sus antiguos jefes. El resultado fue esa aberración llamada Heroes Reborn, un universo de bolsillo en el que los Vengadores y los Cuatro Fantásticos estuvieron controlados por Jim Lee, Rob Liefeld y compañía durante todo un año. Aquellos fueron cómics malísimos que rozaban la vergüenza ajena, pero, como suele decirse, no hay mal que por bien no venga. Mientras los capitostes de Image reimaginaban al Capitán América, a Iron Man y a los demás héroes, el resto de autores que permanecían en Marvel tuvieron que estrujarse los sesos para compensar el hueco dejado por las series de los Vengadores y los Cuatro Fantásticos y lanzar nuevas colecciones protagonizadas por personajes de segunda fila. De aquella época se recuerda, y con razón, a los sorprendentes Thunderbolts de Kurt Busiek y Mark Bagley, pero esos años también vieron aparecer al Ka-Zar de Mark Waid y Andy Kubert, quizá menos popular pero no por ello menos asombroso. Series como estas fueron la avanzadilla de lo que luego sería la etapa de Heroes Return, con su necesario regreso a las esencias.

El guionista Mark Waid y el dibujante Andy Kubert habían trabajado juntos poco antes en la principal cabecera Mutante, X-Men, durante una breve etapa de la que Waid salió espantado por culpa de los editores de la franquicia, que en aquel tiempo mostraban un celo sin igual y se creían con derecho a hacer y deshacer a su antojo lo que hacían sus autores. Puesto que ambos habían conectado y se sentían a gusto trabajando el uno con el otro, cuando surgió la oportunidad de abordar un proyecto conjunto dedicado a Ka-Zar lo hicieron encantados. Sospecho que el principal impulsor de la nueva serie fue Kubert, pues le iba a proporcionar la oportunidad de dibujar enormes dinosaurios de todo tipo y héroes balanceándose en lianas a través de selvas exóticas, lo cual entiendo que era muy de su gusto. Su padre, el veterano Joe Kubert, había tenido en sus manos al propio Tarzán años atrás, a principios de la década de los setenta, dando lugar a unos cuantos tebeos realmente memorables. Ahora era el turno de su hijo de ofrecer su propia interpretación de esas aventuras selváticas.

Andy Kubert se había dado a conocer por su trabajo en X-Men, donde llegó para ser un simple clon de Jim Lee después de que este se marchara a fundar Image. Ese Kubert primigenio compartía muchos de los defectos de Lee, en especial el hieratismo de sus personajes, que más que moverse por la página se dedicaban a posar de una viñeta a otra. El dinamismo y la sensación de movimiento brillaban por su ausencia en su trabajo con los mutantes y creo que el dibujante era consciente de ello. Con el tiempo había ido mejorando bastante en ese aspecto, añadiendo perspectiva a sus composiciones para hacerlas más impactantes y llamativas, pero fue en las páginas de Ka-Zar en las que se desató por completo. Las páginas de esta serie están repletas de perspectivas extrañas y forzadas que buscan mostrar el ángulo más espectacular posible. Combinada con las numerosas escenas situadas en las alturas, ya sea en los árboles milenarios de la Tierra Salvaje o en los rascacielos de Nueva York, esa tendencia crea una poderosa sensación de vértigo.

A lo anterior habría que añadirle un soberbio dominio de la anatomía, pero no de una anatomía realista sino de una anatomía estilizada hasta el extremo. Tanto Ka-Zar como su esposa Shanna tienen cuerpos de supermodelo y, además, se pasean por ahí semidesnudos mientras saltan, pelean y montan sobre dinosaurios. No voy a llegar al extremo de afirmar que haya algo de erotismo en estos cómics, pero algo de eso hay; no más que el habitual y esperable en cualquier tebeo de superhéroes, sin embargo, pero lo hay. En cualquier caso, los cuerpos dibujados por Kubert son muy destacables y contribuyen a hacer que esta sea una serie que entra muy bien por los ojos. Tanto es así que los pocos números de la serie que no están dibujados por el artista resultan un tanto dolorosos a la vista. Luego entraré en más detalle sobre eso.

En cuanto al apartado argumental, Waid tuvo la acertada idea de conjugar las aventuras selváticas con un poquito de drama conyugal para dar profundidad a los personajes. En esta época de su vida, recién convertido en padre, Ka-Zar se siente especialmente inseguro de su lugar en el mundo y está experimentando una extraña nostalgia por su vida anterior a la llegada a la Tierra Salvaje. Eso se refleja incluso en su apariencia, pues ha dejado atrás el taparrabos que le caracterizó en el pasado para llevar los restos de unos viejos vaqueros y unas botas. También está empezando a apoyarse más de la cuenta en el uso de aparatos tecnológicos, algo que genera numerosos choques con su esposa. Shanna es una veterinaria que abandonó el mundo civilizado años atrás para abrazar la vida en la espesura y, en ese sentido, la Tierra Salvaje es una especie de paraíso para ella… un paraíso que no desea ver mancillado por la sucia tecnología del exterior.

De esta forma, nos encontramos con cierta tensión entre ambos personajes, que comparten el protagonismo de la serie pese a que sólo el nombre de uno de ellos se encuentra en el título. Supongo que algunos lectores encontrarán la escritura de Waid un poco condescendiente, pues tiende a mostrar a Ka-Zar como un hombre un tanto inmaduro al que le cuesta horrores expresar sus propias emociones mientras presenta a Shanna como una mujer salvajemente independiente, pero comprensiva y paciente. Quizá más paciente de lo que merece su marido, de hecho. No cabe duda de que es ella quien lleva los pantalones en la relación, pues Shanna es quien ejerce el papel de voz de la razón cuando Ka-Zar está demasiado perdido. Ya digo que para algunos lectores esta óptica puede resultar condescendiente, pero a mí me parece tan acertada como verosímil.

Por tanto, son dos los pilares que sustentan la propuesta de Waid y Kubert: las aventuras exóticas visualmente espectaculares por un lado y la exploración de la vida conyugal de los protagonistas por otro. Todo esto viene situado en el contexto de una historia en la que Parnival Plunder, el hermano de Ka-Zar que se creía muerto, regresa convertido en secuaz de un misterioso villano que pretende apoderarse de algo oculto en la Tierra Salvaje. Y para ello necesita hacer que los protectores de la jungla secreta abandonen su reino y se desplacen a una jungla muy distinta: la de cristal, hormigón y asfalto que forman las calles de Nueva York. Parnival manda a un cazador a secuestrar al pequeño Matthew, el hijo de Ka-Zar y Shanna, enfureciendo a sus padres y haciendo que viajen a la Gran Manzana para enfrentarse en persona con el hermano Plunder perdido. Esa es la excusa para que podamos ver a nuestros protagonistas en un entorno ajeno al habitual, con consecuencias tan inesperadas como divertidas.

En cierto sentido, esta es una de esas historias que cogen a Tarzán para sacarlo de la selva y llevarlo a la gran ciudad, donde sus costumbres salvajes chocan con las de la civilización. Lo interesante es que Waid evita los tópicos en la medida de lo posible, enfocando la situación de otra manera. Que los habitantes de la Tierra Salvaje sean, en efecto, salvajes, no quiere decir que no sean también civilizados; lo que pasa es que su civilización resulta demasiado extraña a ojos de los norteamericanos. Prueba de ello es la hilarante escena en la que Shanna acomoda la lujosa habitación del hotel en el que se hospeda junto a su marido (ventajas de ser el heredero de una familia noble muy rica) a los gustos de su hogar antártico. La suite acaba adornada con plantas tropicales, plumas de aves exóticas y tótems tribales, mientras por ella caminan a sus anchas pequeños dinosaurios... para escándolo del personal del hotel.

Llevar a Ka-Zar y a Shanna hasta Nueva York sirve también como excusa para relacionarnos con personajes con los que normalmente no tienen muchas ocasiones de coincidir. Por ejemplo, Waid utiliza de forma muy inteligente a Daredevil, personaje que tiene un historia pasada tanto con Ka-Zar como con Shanna. Su aparición es breve, pero sirve para echar más leña al fuego de la ya tensa relación conyugal. Resulta que Daredevil y Shanna tuvieron un pequeño affair tiempo atrás, antes de que ella estuviera con su marido, y que el verdadero nombre del Diablo Guardián es Matthew Murdock. ¿Y cuál es el nombre que Shanna le puso a su hijo? Exacto, Matthew.

Por estas páginas se pasa también el Rino, viejo enemigo de Spiderman que resulta muy apropiado enfrentar a Ka-Zar por el hecho de representar a un animal salvaje. No obstante, quizá el villano más destacado de esta historia sea el poder en la sombra que mueve los hilos de Parnival Plunder. El propio Parnival no es mal antagonista, pues Waid lo caracteriza de una forma muy interesante, pero queda relegado a un lado desde el momento en el que conocemos que está sirviendo a Thanos, el Titán Loco. Aunque en sus primeras apariciones no vemos nada más que su silueta sombreada, su aspecto es tan reconocible que no hay ninguna duda acerca de su identidad. Cuando se publicó originalmente esta serie, la figura de Thanos no gozaba de la importancia que había tenido durante los inicios de la década de los noventa, coincidiendo con la publicación de la famosa trilogía del Infinito de Jim Starlin, ni tampoco de la relevancia que obtendría años después gracias a su presencia en el cine. Era, de hecho, un villano un tanto secundario y como tal es tratado en estas páginas. Sus diálogos me parecen muy bien escritos, pero su plan está a años luz de las maquinaciones por las que es recordado y acaba desembocando en una de las derrotas más humillantes que ha sufrido nunca. No voy a entrar en detalle para no estropear la lectura a quiénes no conozcan estos cómics, pero desde luego puedo decir que esta no es la aparición más brillante de la trayectoria del Titán Loco.

En cuanto a Parnival, cabe mencionar que Waid lo caracteriza como un despiadado hombre de negocios que se ha aprovechado de la especulación inmobiliaria para hacer una fortuna. En ese aspecto, se acerca más a villanos como Kingpin que a los enemigos con los que está acostumbrado a tratar Ka-Zar, en su mayoría bestias prehistóricas y hombres primitivos. Pero bajo su superficie civilizada, en lo más hondo de su ser, Parnival envidia a su hermano y ansía ser igual que él: un salvaje en taparrabos que se impone a todas las adversidades a base de fuerza, determinación y coraje. Eso es algo que nunca podrá ser, ya que sufre una considerable fobia a los gérmenes y a la suciedad que le haría imposible siquiera tolerar el barro de la Tierra Salvaje, pero uno siempre ansía ser lo que no puede ser. Es sencillo empatizar con él en eso.

Los planes de Parnival y Thanos acaban poniendo en peligro la Tierra Salvaje y convirtiendo Nueva York en una jungla tropical habitada por dinosaurios, lo que proporciona lo que a mi entender es el punto álgido de la propuesta de Waid y Kubert. Justo a continuación podemos encontrar otro arco argumental más breve que sirve como epílogo en el que se exploran las consecuencias de lo sucedido y que tiene como antagonista al Alto Evolucionador, otro personaje al que Waid trata con inteligencia y sin ignorar que no es un villano al uso, sino más bien un científico que con frecuencia pierde el control sobre sus experimentos. Una vez más, la presencia de una amenaza externa no es más que una excusa para seguir ahondando en la crisis de pareja que están viviendo Ka-Zar y Shanna, conduciéndola hacia su conclusión y propiciando la esperable reconciliación. Así, Waid lanza un mensaje muy bonito sobre la vida en pareja: ninguno de los dos cónyuges es perfecto, pero cuando falla uno el otro siempre está ahí para ayudarle a corregir sus fallos porque en eso consiste la vida en pareja al final. Si bien el primer arco argumental mostraba a un Ka-Zar infantil e inmaduro y a una Shanna sabia y comprensiva, el segundo hace que cambien las tornas e invierte los papeles, haciendo que Shanna pierda la perspectiva y que sea Ka-Zar quien se vea obligado a actuar como la voz de la razón.

Ambas historias están recogidas en el tomo Heroes Return. Ka-Zar: La jungla de asfalto publicado por Panini Cómics y tienen la ventaja de resultar accesibles a los lectores poco familiarizados con el Universo Marvel. Al contar con un dibujo tan atractivo, este tomo puede ser una buena puerta de entrada. También ayuda que no sea un cómic de superhéroes al uso, pues ni Ka-Zar ni Shanna tienen poderes sobrehumanos, lo que puede llamar la atención de quiénes están un poco cansados de la temática superheroica. Por desgracia, el tomo de Panini tiene varios problemas y el primero de ellos es su precio, ya que cuesta 40€. Es un precio alto, pero dentro de lo esperable para un tomo que tiene algo más de 400 páginas. De hecho, hasta resulta barato si se compara con otros tomos de la misma editorial, pues las publicaciones de Panini llevan un tiempo disparando su precios de forma exagerada e inexplicable.

Otro problema es que la unidad estilística del tomo se rompe por la inclusión de números que, si bien no hacen daño, resultan prescindibles. No es el caso de los números de la colección principal que no están dibujados por Andy Kubert sino por el dibujante sustituto Pino Rinaldi (Fantastic Force), cuya inclusión es necesaria pese a que el apartado gráfico no esté a la misma altura. Me refiero a los números especiales incluidos. El tomo de Panini incluye los primeros catorce números de la colección de Ka-Zar (Ka-Zar #1-14 USA), que suponen la etapa completa de Waid y Kubert, así como su prólogo (sacado de Tales of the Marvel Universe #1 USA), pero también el anual de 1997 (Ka-Zar ‘97 #1 USA) y el especial del “mes flashback” (Ka-Zar: Sibling Rivalry #-1 USA), obra de otros autores. Del anual se encargan el guionista Brian K. Vaughan (que luego se haría inmensamente popular gracias a títulos como Runaways o Saga) y el dibujante Walter McDaniel (Deadpool), cuyo estilo clásico y naturalista choca con la estilización extrema de Kubert. Del especial del “mes flashback” o “número menos uno”, una iniciativa que tuvo Marvel en 1997 según la cual todas sus colecciones narrarían acontecimientos anteriores a su inicio durante un mes, está escrito a seis manos entre Waid, Todd Dezago y Andy Jozefowiez, dos guionistas menores de aquellos años con escaso currículum. Del dibujo se encarga un primerizo e irreconocible John Cassaday (Astonishing X-Men), también con una visión mucho más naturalista de la anatomía que la de Kubert. Me resulta extraña la inclusión de estos números, que no aportan gran cosa a la etapa que estamos abordando. No creo que el completismo sea la razón por lo que están en el tomo, pues si hubiese sido el caso entonces se habrían tenido que incluir también los números quince a veinte de la colección (Ka-Zar #15-20 USA), que conformaron una breve etapa escrita por Christopher Priest e ilustrada por Kenny Martinez antes del cierre de la cabecera. Forum los publicó a finales de los noventa en formato grapa, pero la edición de Panini los ha ignorado por completo. ¿Será porque el tomo americano hizo lo mismo? Y, de ser así, ¿por qué no corregir ese desatino y ofrecer una edición verdaderamente integral? En fin, esta es otra más de las muchas decisiones de Panini que no entiendo.

Por suerte, estos inconvenientes no le restan ni un ápice de disfrute a la lectura de este tomo. Estas aventuras del señor de la jungla oculta son un pequeña joya semiolvidada de una etapa que merece ser reivindicada. Se gestó en un momento extraño, con Marvel en plena crisis económica, y quedó enterrada por otros lanzamientos más memorables, como los Thunderbolts antes mencionados o el aclamado relanzamiento de los Vengadores de Kurt Busiek y George Pérez. Sin embargo, es un ejemplo de buen hacer por parte de sus autores y, más allá de eso, de disfrute con el trabajo que estaban realizando. No me cabe duda de que Kubert debió pasárselo tremendamente bien dibujando las páginas de esta colección, pues destilan energía, vitalidad y entusiasmo. Suele decirse que los tebeos de la Marvel de los noventa son muy malos, pero como acabamos de ver ese no es siempre el caso. Incluso en aquellos años infames se publicaron buenos cómics y ahora, tantos años después, sigue mereciendo la pena recuperar algunos de ellos. Ka-Zar: La jungla de asfalto supone una lectura estimulante, con un excepcional apartado gráfico y un sobresaliente tratamiento de sus personajes. Y por si eso fuera poco, incluye un buen montón de dinosaurios de todo tipo. ¿Qué más se le puede pedir a un tebeo?

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