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[Prehistoria mutante] The X-Men #10 USA: ¡La llegada de Ka-Zar, el Señor de la Jungla!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Llegamos al décimo número de la Patrulla-X original, una entrega peculiar que rompe con lo visto anteriormente para llevarse a los mutantes a vivir aventuras en una jungla poblada por todo tipo de criaturas prehistóricas y defendida por el equivalente marvelita de Tarzán. Parece que el referente más claro de esta historia es La tierra olvidada por el tiempo, escrito por Edgar Rice Burroughs en 1918. Aquel libro, situado dentro del género pulp, nos mostraba a un ciudadano americano que naufragaba por culpa del ataque de un submarino alemán de la Primera Guerra Mundial y llegaba a la isla ficticia de Caspak, un extraño lugar en el que podían encontrarse dinosaurios y otras criaturas de tiempos pasados. Algo parecido es lo que vemos en esta entrega de la cabecera en la que los mutantes encuentran un mundo secreto bajo los hielos antárticos que, si bien aún no es bautizado con su nombre oficial de Tierra Salvaje, se describe en más de una ocasión como “tierra olvidada por el tiempo” en alusión a su claro referente. Edgar Rice Burroughs también fue el padre de Tarzán, el hijo de una pareja de aristócratas británicos que acababa criándose en plena selva africana y creciendo para convertirse en su protector. Stan Lee y Jack Kirby se inspiran descaradamente en él para presentarnos a Ka-Zar (pronunciado “caisar”, como bien apunta la portadilla). Esta es la primera aparición de Kevin Plunder, el hijo de una pareja de aristócratas británicos que acababa criándose en una misteriosa selva oculta en la Antártida y creciendo para convertirse en su protector. Está claro que lo que hicieron Lee y Kirby en The X-Men #10 USA no era lo más original del mundo, pero es puro pulp, pura diversión sin complejos. ¡Este es un tebeo fantástico!

Pero dejemos de andarnos por las ramas y pasemos a comentar el número, que se abre una vez más con la típica escena en la que los jóvenes mutantes se entrenan en la Sala de Peligro. Ciclope continúa ejerciendo como supervisor, aunque el Profesor Xavier ya ha regresado a la escuela tras el enfrentamiento con Lucifer del número anterior. Scott está observando a su amada Jean, que utiliza su telequinesis para separar los componentes de un rifle y volver a armarlo de nuevo. Ese hubiese sido un truco muy útil para desarmar la bomba de Lucifer de la entrega exterior. Lástima que a nadie se le ocurriese pensar en la pelirroja para salvar el mundo en esa ocasión.

Al entrenamiento falta el Ángel, que está viendo las noticias de un extraño incidente producido en la Antártida. El miembro de una expedición había desaparecido entre la nieve y el hielo sólo para ser rescatado poco después por un extraño hombre vestido con un taparrabos y acompañado por un tigre dientes de sable. Sintiéndose amenazados, los demás expedicionarios le habían atacado, pero el recién llegado y su mascota lograron arrasar el campamento y marcharse por donde habían venido. Los Hombres-X sospechan que podría tratarse de un mutante y acuden raudos a informar a su mentor, al que no parecen interesarle mucho los informes que llegan desde el remoto continente helado. Cerebro, su aparato detector de mutantes, no ha detectado nada, así que Xavier pasa del tema. Sin embargo, viendo el entusiasmo del grupo, les invita a investigar al salvaje de la Antártida por sus propios medios. “Es cierto que lleváis semanas inactivos… y, siendo jóvenes y atrevidos como sois, una misión así podría ser buena para la moral”, afirma el telépata mientras envía a los adolescentes que tiene a su cuidado hacia lo que podría ser una muerte segura. Xavier está tan acostumbrado a ponerlos en peligro que ya hasta permite que se pongan en peligro ellos solos a causa de un capricho. Esto me sigue pareciendo muy gracioso.

También sigo detectando un cierto desinterés por parte de los autores hacia el personaje de Xavier, al que se quitan de en medio en cuanto tienen la oportunidad. Lucifer lo mantuvo apartado un par de números y ahora deciden prescindir de él en esta aventura antártica con una excusa bastante pobre. “Mi trabajo está aquí”, le dice a Cíclope. ¿Pero a qué trabajo se refiere? No hay más mutantes a los que entrenar ahora que la Patrulla-X se ha graduado. Lo único que puede hacer es quedarse sentado delante de Cerebro por si apareciese un nuevo mutante o por si regresase Lucifer. Más allá de eso, la utilidad de Xavier en términos narrativos empieza a ser… cuestionable. Como dije en comentarios anteriores, su poder es tan grande que le quita la emoción a cualquier conflicto en el que intervenga y además hace que sus estudiantes resulten innecesarios. Los autores parecen saberlo y apartan a Xavier de la acción siempre que pueden, quizá con la intención de dejarlo como personaje de reparto en lugar de como un protagonista más. Sea como sea, este número se beneficia de su ausencia.

Por su parte, los Hombres-X no tardan en llegar a la Antártida y, en el lugar en el que se produjo el encuentro con el enigmático salvaje, se adentran en un túnel que les conduce bajo tierra. Poco después emergen en una selva tropical repleta de dinosaurios y otros animales supuestamente extintos: han llegado a la Tierra Salvaje (la llamaremos así aunque no se nombre como tal en The X-Men #10 USA y sea una nomenclatura posterior). Entiendo que la intención original de Lee y Kirby era mostrar que aquel lugar era una especie de mundo subterráneo situado bajo el hielo o, al menos, eso es lo que me sugiere la lectura de este número. Quizá deberíamos sumar también a la lista de referentes Viaje al centro de la Tierra, la novela de aventuras de 1862 que escribió Julio Verne. La viñeta en la que los mutantes recorren una especie de cementerio en el que se acumulan los huesos de fantásticas criaturas prehistóricas me recuerda mucho a una de las escenas de Viaje al centro de la Tierra, en la que los viajeros también encuentran un cementerio de cuerpos fosilizados de la era cuaternaria. No obstante, si la Tierra Salvaje se concibió como un mundo subterráneo, eso plantearía demasiadas cuestiones sobre su funcionamiento. Por ejemplo, ¿de dónde procede la luz capaz de sustentar a toda una selva tropical subterránea?

Evidentemente, no creo que esas preguntas preocupasen mucho a los autores. Se cree que el Universo Marvel es un lugar de ciencia, pero en verdad hay muy poca ciencia en los tebeos de los sesenta. Lo que hay en ellos es mucha pseudociencia, mucha jerga que suena a ciencia pero en realidad no lo es y muchas ideas fantásticas sobre la radiación. Además, posteriores apariciones de la Tierra Salvaje sirvieron para presentarla como un valle oculto en mitad de la superficie de la Antártida, rodeado por una red de volcanes que mantienen una temperatura tropical en su interior. Si bien comenzó inspirándose en Viaje al Centro de la Tierra, pronto pasaría a parecerse más al lugar presentado en El mundo perdido, la novela escrita por Sir Arthur Conan Doyle en 1912 en la que una expedición descubría una meseta situada en el interior de la selva amazónica en la que sobrevivían los dinosaurios junto a varias tribus de hombres prehistóricos. Este es otro buen referente para entender de dónde procede este concepto de tierra olvidada por el tiempo y otra gran inspiración para las historias de la Tierra Salvaje. De hecho, igual que el episodio de los dinosaurios en El mundo perdido es breve y de escasa relevancia, el número que estamos comentando hoy le da poca importancia a los reptiles de la era terciaria y se centra sobre todo en las tribus prehistóricas que habitan el lugar.

El diseño de esas tribus, por cierto, es puro Kirby y todo un derroche de imaginación en el que brillan ideas como la del extraño arco que lanza cuatro flechas a la vez que usa uno de los salvajes. En cambio, el artista debió usar algunas referencias más serias para dibujar a las criaturas prehistóricas. En una de sus páginas creo reconocer a un Archaeopteryx (¡con sus plumas y todo!) y a varias especies de mamíferos de la era cuaternaria como el Eohippus, un ancestro de los caballos del tamaño de un perro actual. Es cierto que los pterodáctilos, el tiranosaurio y los “brontosaurios” (dato curioso: el nombre “brontosaurio” es una denominación ya obsoleta de lo que hoy llamamos Diplodocus) que aparecen en el tebeo no se parecen demasiado a sus contrapartidas reales, pero es algo que se perdona con facilidad. Después de todo, la imagen que tenemos hoy de esas especies es muy distinta a la que era popular en aquella época. Recordemos películas como Hace un millón de años, una cinta de 1966 en la que una Rachel Welch con muy poca ropa se enfrentaba a toda clase de reptiles prehistóricos creados gracias a los mágicos efectos de Ray Harryhausen. Y ya paro con las referencias a las historias de dinosaurios que me gustaban de crío y vuelvo de una vez al tebeo, de verdad, que me estoy yendo mucho por las ramas.

The X-Men #10 USA es un número en el que prima la acción. La Patrulla-X llega a la Tierra Salvaje en la séptima página y en la octava los Hombres-X son asaltados por una tribu de hombres prehistóricos montados en grandes aves terrestres. El combate es breve, ya que los miembros de la tribu disponen de rudimentarios proyectiles que contienen gases volcánicos que dejan fuera de combate a los mutantes. En ese momento aparece el misterioso salvaje al que buscaban y su tigre dientes de sable, que fuerzan la huida de los atacantes. No obstante, los hombres prehistóricos secuestran a la Chica Maravillosa antes de escapar. La mujer del grupo ya estaba tardando en desempeñar el rol al que estaban suscritas otras féminas marvelitas como la Chica Invisible o la Avispa.

Tras un malentendido provocado por un gesto de la Bestia hacia Ka-Zar (simplemente quería tocar sus extraordinarios biceps, algo perfectamente comprensible viendo su físico), nos encontramos con una breve pelea entre los Hombres-X y el Señor de la Jungla. En ella también participa su mascota, que se llama Zabú, con la que parece comunicarse de una forma misteriosa. Los mutantes tienen problemas para controlar a esta especie de Tarzán, tan parco en palabras como el personaje en el que se inspira. Sin embargo, la llegada de un cavernícola (“¡Maa-Gor, el asesino! ¡El último de la tribu de hombres simio!”) desvía la atención de Ka-Zar, que derrota con facilidad al nuevo atacante. “¡Más fuerte que mastodonte! ¡Más fuerte que jabalí gigante! Poderoso ser Ka-Zar… ¡Señor de la Jungla!”, proclama victorioso. Tengo que reconocer que me gusta la simpleza y el tono pulp con el que se aborda el personaje. Así son las cosas en la Tierra Salvaje, donde a cada paso surge una nueva amenaza que pone a prueba el poder de Ka-Zar. Una vez demostrada su superioridad, el salvaje grita reclamando su triunfo. Es como un Tarzán puesto de anfetaminas y me encanta.

El Señor de la Jungla accede luego a guiar a los mutantes hasta el lugar al que la tribu de los hombres del pantano se ha llevado a la Chica Maravillosa, aunque el Ángel se pierde por el camino y es capturado por esos mismos hombres del pantano. Pronto tanto Jean como Warren son ofrecidos como sacrificio a un tiranosaurio que surge del interior de una pirámide de piedra. No cuestionaré el funcionamiento de los rituales de esta tribu, pero me gusta mucho el detalle de que uno de sus miembros lleve un disfraz de tiranosaurio, cabeza incluida. Quiero pensar que se trata de una especie de sacerdote que guía a los intrusos hasta la presencia de su escamosa deidad.

Por desgracia, el encuentro entre los dos mutantes y el tiranosaurio me parece otro claro ejemplo de escena en la que el texto y el dibujo parecen contradecirse. Si leemos esa página sin textos, ciñéndonos sólo a lo que está plasmado en el dibujo, Jean lanza varias rocas al reptil y logra derribarlo para luego desatar telequinéticamente al Ángel y escapar del lugar. Sin embargo, los diálogos no hacen más que remarcar la impotencia de Jean ante tan gigantesco rival. Incluso cuando lo tira al suelo afirma que lo ha detenido por un momento nada más, como si derribar al mayor depredador de la historia no fuese gran cosa. Y cuando libera al Ángel está dispuesta a quedarse atrás para que Warren avise a sus compañeros… mientras ella se convierte en la cena del tiranosaurio. Como ya he comentado en varias ocasiones, no simpatizo con los diálogos de Jean que escribe Lee. Si la historia en sí ya resulta un tanto machista, los diálogos la hacen todavía peor. Siempre parecen interesados en restar valor a todo lo que hace el personaje, incluso pasando por encima del dibujo si hace falta.

Pero Jean y Warren sobreviven a la experiencia, claro, ya que una horda de mastodontes convocados por Zabú siguiendo las indicaciones de Ka-Zar rompe las puertas de la ciudadela de los hombres del pantano y permite entrar al resto de la Patrulla-X que acude al rescate. Hay una viñeta espectacular en la página diecinueve en la que Ka-Zar avanza dando una gran zancada mientras levanta a uno de sus enemigos por encima de su cabeza. “Ninguna palabra en nuestro vocabulario puede hacer justicia a la furia del ataque de Ka-Zar, ¡así que no intentaremos describirla!”, asegura el cuadro de texto que la acompaña con la teatralidad característica de la Marvel primigenia. Tras el Señor de la Jungla, el Hombre de Hielo empuja una bola de nieve gigante en la que se encuentran varios enemigos atrapados, en lo que se me antoja un hilarante contraste.

Con la Chica Maravillosa y el Ángel rescatados, los mutantes deciden que ya han tenido suficientes emociones en la Tierra Salvaje y deciden volver a casa. “Vinimos con la esperanza de encontrar a un verdadero mutante, pero el Profesor tenía razón y, en vez de ello, hemos encontrado a un verdadero amigo, Ka-Zar”, afirma Cíclope. La respuesta de Ka-Zar, que no ha debido entender muy bien lo que le acaban de decir (y tampoco parece tener mucho interés en hacerlo), me parece muy graciosa. “¡No habla! Tu mundo, ¡arriba! Mi mundo, ¡selva! ¡Sólo Ka-Zar es el Señor de la Jungla! ¡Iros! ¡No volver!”, les grita. Después les hace volver a través del túnel y ordena a sus mastodontes que sellen la entrada para que no puedan regresar nunca más. Y así es como comenzó la “amistad” entre la Patrulla-X y Ka-Zar. ¿No es bonito?

El número termina con el grito de victoria de Ka-Zar resonando a través de esa tierra que el tiempo olvidó. Es un final apropiado para esta historia con aires pulp, acción a raudales, criaturas prehistóricas y la presentación de uno de los escenarios más peculiares del Universo Marvel. Este no será el único viaje de la Patrulla-X a la Tierra Salvaje, ni mucho menos, ya que con el tiempo será habitual ver a los estudiantes de Xavier visitando la jungla secreta de la Antártida. Para nuestro disfrute, claro.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #10 USA. En el siguiente número: ¡el triunfo de Magneto! ¡Con la presentación del enigmático Extraño!

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