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[Animación] Crítica de X-Men '97 Temporada 1 Episodio 3: Fuego hecho carne (Fire Made Flesh)

  Pese a ser una continuación directa de la clásica serie animada noventera, el primer capítulo de X-Men '97 me dejó el regusto típico del episodio piloto de toda nueva producción que debe poner a prueba sus músculos técnicos y creativos antes de ponerse en marcha (mi comentario sobre esa primera entrega puede encontrarse a través de este enlace). El segundo, en cambio, me dejó un sabor distinto, más intenso y refinado: el de una clara declaración de intenciones para demostrar hasta dónde son capaces de llegar esos músculos en acción. Fue un capítulo mucho más interesante en lo que respecta a la narrativa, al establecimiento de las tramas maestras de la temporada y al desarrollo de los personajes, marcando así la línea base a partir de la que valorar los demás (mi comentario de esa segunda entrega puede encontrarse a través de este otro enlace). La cuestión era si los siguientes episodios iban a mantenerse en el mismo nivel o si iban a resultar algo más ligeros. El estreno de la tercera entrega, titulada Fuego hecho carne (Fire Made Flesh, en el original), parece indicar que la serie no tiene intención de echar el freno y va a seguir poniendo toda la carne en el asador a cada oportunidad. No obstante, el resultado me parece un tanto inferior, más imperfecto y con más costuras sueltas que su predecesor. Igual de disfrutable, desde luego, pero un escalón por debajo en lo que respecta a calidad de la escritura. Quizá este tercer episodio sea mejor vara de medir para valorar los que aún están por estrenar, pues tengo la impresión de que ofrece una imagen más representativa de lo que es X-Men '97. No es más que una impresión, pero voy a intentar desarrollar esta idea a lo largo del siguiente comentario.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que Fuego hecho carne es una versión reducida y de fácil digestión de Inferno, saga ochentera de la Patrulla-X orquestada por Chris Claremont en la que se puso fin a dos de las líneas argumentales más densas y complicadas que arrastraba la franquicia mutante por aquel entonces. Por un lado, todo lo relacionado con Madelyne Pryor, la misteriosa pelirroja que había surgido de la nada para conquistar el amor de Cíclope y convertirse en la madre de su hijo. Por otro, la progresiva transformación de Illyana, la hermana pequeña del Hombre-X Coloso e integrante de los Nuevos Mutantes con el nombre código Magik, en una hechicera demoníaca conocida como la Niña Oscura, gobernante del reino extradimensional del Limbo. Por si esto fuera poco, también supuso la presentación de un nuevo villano llamado Mr. Siniestro, que con el tiempo se convertiría en uno de los mayores antagonistas de los héroes mutantes. Inferno fue un crossover entre la Patrulla-X, Factor-X y los Nuevos Mutantes que acabó arrastrando también a buena parte del Universo Marvel. Requería cierto conocimiento de la franquicia mutante para ser seguido, pues era complejo y algo farragoso. Podríamos decir que era café para los muy cafeteros, sin ánimo de ofender (¡yo adoro Inferno!). No esperaba que X-Men '97 se atreviera a adentrarse en semejante berenjenal, pero aquí estamos. Eso sí, como apuntaba antes se trata de una versión mucho más ligera y digerible. Quizá demasiado ligera.

Hablemos primero sobre los cómics. Existe cierta controversia sobre esto, pero parece que las intenciones de Claremont durante la célebre Saga de Fénix Oscura pasaban por hacer que Jean Grey sobreviviera a su transformación en malvada entidad cósmica devoradora de soles. La telépata perdería entonces sus poderes y podría retirarse del equipo junto a su amado Scott para vivir en pareja y tener descendencia. No obstante, la presión editorial le obligó a cambiar de planes en el último momento y a hacer que Jean muriese al final de aquella saga. Aún así, Claremont siguió adelante con sus intenciones iniciales: si Cíclope no podía casarse con Jean lo haría con una pelirroja distinta, de ahí la posterior aparición de la misteriosa Madelyne. A los lectores de entonces les encantó la idea, pues se especulaba con la posibilidad de que Madelyne fuera Jean renacida de sus cenizas como cierta ave de fuego. La Saga de Fénix Oscura había sido tan popular que cualquier mínima referencia al Fénix era recibida con gran entusiasmo. Pero los editores volvieron a meterse por medio y Jean resucitó (o, más bien, se desveló que en realidad nunca había sido el Fénix y por tanto nunca había muerto), provocando otro cambio en los planes de Claremont. Cíclope corrió en busca del amor de su vida para fundar Factor-X, abandonando de paso a su esposa Madelyne y a su hijo recién nacido, Nathan. Entonces la pobre Maddy fue perseguida por los esbirros de Siniestro y vio cómo secuestraban a su hijo sin que su marido hiciera nada para evitarlo. Despechada, se unió a la Patrulla-X e inició un turbio romance con Kaos, hermano de su marido. Fue el principio de un lento descenso hacia las tinieblas que acabó con ella pactando con los demonios del Limbo y transformándose en la Reina Duende (Goblin Queen, en inglés). Durante Inferno, el plan de Madelyne consistía en secuestrar a varios niños, entre ellos a su propio hijo (porque eso es lo que hacen los duendes -o goblins- en el folclore: secuestrar niños), para abrir un portal que traería el Limbo a la Tierra. Tanto Factor-X como la Patrulla-X intentaron detenerla y todo acabó con un último choque psíquico entre Jean y la Reina Duende (y la Fuerza Fénix, que casualmente también pasaba por allí para complicarlo todo aún más), en el que compartían sus recuerdos y se difuminaban los límites entre sus identidades. Lo que quiero decir con esto es que aquella larga y compleja historia fue la resolución de años y años de cómics; años y años de historias, de idas y venidas de los personajes, de conflictos entre autores y editores, de cronologías cada vez más enrevesadas y difíciles de seguir. Y X-Men '97 ha tratado de condensarla en un capítulo de menos de media hora de duración.

La primera consecuencia de esto es también la más esperable: el límite de tiempo obliga a simplificar al máximo. Las bases se mantienen, pero toda la parte relacionada con el Limbo y con los demonios con los que Madelyne hace su pacto para transformarse en Reina Duende ha desaparecido. Aquí no tenemos a la Niña Oscura, a N'astirh o a S'ym. Tampoco tenemos el ritual de magia negra que pretende abrir un portal a un reino demoníaco en plena Nueva York. Tenemos a Siniestro, claro, y a Maddy abrazando su reverso tenebroso. Tenemos el secuestro del pequeño Nathan, aunque con implicaciones bastante distintas, y también un choque psíquico entre Jean y Madelyne como clímax, de nuevo con una resolución algo diferente a la esperada. Los mimbres de la historia original están ahí, pero el argumento que propone X-Men '97 es mucho más sencillo, está más autocontenido, y sus consecuencias transitan caminos algo distintos. Eso no quiere decir que el equipo de guionistas ignore sus referentes, pues hay varios guiños muy claros a Inferno en este capítulo. El diálogo que podemos escuchar cuando Siniestro entra en escena está sacado de forma casi textual del encuentro entre este villano con la Madelyne Pryor de los cómics durante los primeros compases de la saga, por ejemplo. En esta versión animada tampoco falta un descenso a los infiernos en el que los mutantes deben enfrentarse a criaturas demoníacas de todo tipo, aunque no se mencione el nombre del Limbo en ningún momento y se trate de una simple ilusión psíquica. Y, claro está, no es casualidad que Morfo adopte los dos aspectos de Illyana (tanto el de Magik como el de Niña Oscura) cuando la Patrulla-X se enfrenta a la Reina Duende, pues es la forma que tienen los guionistas de asegurar a su público que son conscientes de que falta una parte importante de lo que fue el Inferno original.

En general, no me parece una mala adaptación. Los primeros momentos del episodio, en los que se desvela que la pelirroja que apareció en la puerta de la Escuela de Xavier al final del capítulo anterior es la verdadera Jean Grey y la que hemos tenido con nosotros hasta ahora un clon, consiguen crear cierta sensación de tensión e incertidumbre. Una vez más, los guionistas muestran un alto grado de autoconsciencia y saben que la mejor manera de tratar un asunto como el de la presencia de un clon, un recurso tan burdo que ya casi se ha convertido en una broma, es trivializarlo. Ese es el objetivo del comentario despectivo que hace Magneto cuando se conocen los resultados de los análisis, que no está exento de ironía para los que sabemos que el Amo del Magnetismo ha tenido también su propia ración de impostores clónicos en los cómics. Ese comentario despectivo, unido a la fría respuesta de Cíclope a la hora de defender a quien es su esposa y la madre de su hijo, sienta las bases para la ira y el despecho de Madelyne, las emociones que acabarán convirtiéndola en Reina Duende. En la versión animada es la aparición de Siniestro y no la influencia del Limbo la que precipita su transformación, lo cual no me parece una mala solución. No obstante, aquí surge el que para mí es el gran problema de este capítulo.

La Reina Duende de X-Men '97 es una marioneta de Siniestro y obedece a su voluntad, lo cual se ve representado por el diamante rojo que le coloca en la frente tras su creación y que se rompe al final, cuando se libera gracias a la ayuda de Jean. Me sorprende que unos guionistas que han mostrado conocer bien sus referentes interpreten al personaje de Madelyne de una forma tan… errónea. En los cómics, Siniestro trata de controlar a Maddy, pero fracasa de forma estrepitosa. También los demonios del Limbo creen que están manipulando a la Reina Duende, pero al final es ella la que mueve los hilos a su antojo. Esto es así porque, en su esencia, Madelyne Pryor es un fuego que no puede ser contenido ni apagado. El título de Inferno no es gratuito, ya que en el fondo representa lo que hay en el interior de Maddy: un fuego que arde con una intensidad inimaginable y que lo arrasa todo, lo consume todo, incluso a ella misma. La Reina Duende es una mujer violentada, una madre contrariada y una esposa despechada; está tan enfadada con el mundo que ni siquiera el responsable de su creación puede controlar sus riendas. Ella vive (y, en última instancia, muere) según sus propios términos. Convertirla en una simple esclava de Siniestro es no haber entendido nada sobre el personaje. Hacer que sea necesaria la intervención de la auténtica Jean Grey para liberarla de la influencia de su creador es no haber entendido nada sobre el personaje. Por tanto, la gran crítica que le puedo hacer a Fuego hecho carne es que fracasa en su caracterización más íntima de Madelyne Pryor. Es una pena, teniendo en cuenta lo prometedores que resultan los primeros minutos del episodio, pero desde el momento en que se transforma en Reina Duende la versión animada de Maddy se muestra como una contrapartida descafeinada y mucho menos interesante del personaje de los cómics.

También se presenta como una versión mucho más recatada de la ultrasexualizada antagonista del Inferno original. Algo que caracterizaba a las villanas escritas por Chris Claremont en sus tiempos como guionista de la Patrulla-X era la forma en que empleaban su sexualidad como arma, como un instrumento de intimidación que resultaba tremendamente agresivo. La sexualidad de estos personajes femeninos no estaba al servicio de nadie más que al suyo propio, por lo que ejercerla tan abiertamente se podía considerar una forma de empoderamiento y liberación. La Reina Duende era el mejor ejemplo de esto, pues cada vez que hacía alarde de su desnudez (o, al menos, de tanta desnudez como era posible mostrar en un tebeo de la época) estaba reivindicando su poder sobre todos aquellos hombres que habían tratado de controlarla. Cuando corrompía a Kaos y lo convertía en su Rey Duende, Alex aparecía también medio desnudo, pero en ese caso su desnudez se percibía como prueba de esclavitud y sumisión. La de Maddy, en cambio, era una celebración. Lo cierto es que no esperaba que X-Men '97 fuera a adaptar Inferno, así que tampoco me había hecho ilusiones de que fuera a tratar un aspecto tan delicado y polémico como este. Tras todos estos años, Inferno sigue siendo la historia más calenturienta de toda la cronología mutante, todo un ejemplo de atrevimiento y osadía que rozaba el límite de lo moralmente aceptable en la casta y timorata Marvel. La versión de X-Men '97, en contraste, es una historia para todos los públicos, con todo lo que eso supone.

Aunque en la serie animada no tengamos a los demonios del Limbo, la llegada de la Reina Duende nos ofrece algunas secuencias pesadillescas muy bien resueltas y muy disfrutables que, además, nos permiten profundizar un poco en el reparto de personajes. Para empezar, podemos confirmar que el triángulo amoroso formado por Pícara, Gambito y Magneto ya está funcionando a pleno rendimiento gracias a esa escena en la que un celoso Remy se encuentra con una visión de su amada y del Amo del Magnetismo ligeros de ropa en los tiempos de su affair en la Tierra Salvaje. Ya había comentado que esperaba ver algo así, aunque no esperaba hacerlo de esta manera. La rapidez con la que esa escena con ciertas connotaciones eróticas adquiere tintes terroríficos me ha pillado un poco por sorpresa y reconozco que esa imagen de Pícara y Magneto entremezclando su carne me ha resultado bastante perturbadora. Agradezco esta breve pero intensa incursión en el horror corporal, que es un género que me encanta y me repugna a partes iguales.

Continuando el pesadillesco viaje de los mutantes, también tenemos ocasión de conocer los peores temores de Mancha Solar que, por algún motivo, sigue estando en la mansión pese a haberse marchado al final del primer capítulo. A Roberto se le aparecen sus padres, o más bien unas imágenes demoníacas de sus padres, que muestran un evidente rechazo hacia su naturaleza mutante. Esto le hace perder el control sobre sus poderes, lo que nos permite atisbar un poco mejor cómo es el Mancha Solar animado cuando se “enciende”. Por otro lado, la visión que atormenta a Bishop es la de su hermana, Sharp, que ya se dejó caer por la serie animada original en su momento. El personaje está tan completamente olvidado en los cómics (se dio por muerta en una historia publicada hace más de veinte años y sus apariciones posteriores se pueden contar con los dedos de una mano) que verlo en pantalla me ha resultado chocante. Me ha gustado mucho el detalle y no descartaría la posibilidad de volver a ver a Sharp más adelante, dada la situación en la que queda Bishop al finalizar el episodio.

Sin embargo, si hay un personaje con una visión de pesadilla que merezca ser comentada con detenimiento ese es Morfo. Voy a aprovechar la circunstancia como excusa para hablar sobre este personaje, que sin duda tiene un trasfondo de lo más curioso. Recordemos que Morfo nació para morir, pues su única finalidad era convertirse en la víctima de La noche de los Centinelas, los dos capítulos que supusieron el arranque de la serie animada de los noventa. Vagamente inspirado en un oscuro personaje de los cómics de la Patrulla-X original, el Cambiante, pronto mostró suficientes rasgos propios como para distanciarse de su referente inmediato. Morfo era el mejor amigo de Lobezno y el alivio cómico de la serie, un personaje pensado para hacer bromas que contrastaba con el resto de mutantes, tan adustos y con tendencia hacia el melodrama. Por eso su muerte resultó tan impactante y por eso los guionistas lo trajeron de vuelta poco después, aunque como malvada marioneta a las órdenes de Mr. Siniestro. Acabaría volviendo a la Patrulla-X y recobrando su antiguo ser tras recuperarse del trauma, claro, pero lo interesante es lo que sucedió en los cómics gracias a él. El Morfo animado inspiró a un nuevo Morfo en las viñetas que poco o nada tenía que ver con el Cambiante primigenio. Fue en los tiempos de La Era de Apocalipsis, una saga que nació precisamente en la sala de guionistas de la serie animada de los noventa, lo que confirmó la influencia mutua que existió entre ambos medios. El aspecto del Morfo de La Era de Apocalipsis, el mismo que luego fue integrante de los Exiliados, es el que ha heredado ahora el Morfo de X-Men '97, que también ha redoblado su función como alivio cómico siguiendo los pasos de su versión en las viñetas. Es muy curioso lo que ha sucedido con este personaje, en definitiva, pues lo ha dejado en una posición extraña entre los Hombres y Mujeres-X. Es gracioso verlo chinchar a Gambito cuando insinúa que Pícara y Magneto pasan más tiempo de lo necesario en la Sala de Peligro y sus interacciones con Lobezno son… peculiares. Volviendo al asunto de las visiones de pesadilla, la de Morfo empieza con Logan desnudo en la ducha, una imagen que el metamorfo recibe con una descarada sonrisa. El asunto se torna siniestro con rapidez, pero es esa sonrisa inicial la que ha captado la atención del público.

Aunque llevo ya unos meses reduciendo mi presencia en la red y tratando de evitar en lo posible los discursos presentes en redes sociales, hay cosas que no he podido evitar. Soy consciente de que se ha generado cierta polémica a causa de Morfo, pues al parecer se trata de un personaje no binario. No tengo muy claro en qué se basa la gente para afirmar esto, sobre todo porque a mi entender Morfo parece ser algo más que un simple metamorfo. Al menos tengo la impresión de que X-Men '97 insinúa que el personaje asume algo más que la apariencia de aquellos en los que se transforma, adquiriendo quizá también algo de su personalidad o su forma de ser. De todas formas, puede que el origen de la polémica sea el hecho de haber asumido el aspecto del Morfo de los cómics, ese rostro blanco “neutral” que no tiene rasgos reconocibles y que usa “por defecto” entre transformaciones; un rostro que no es masculino ni femenino. O puede que no. La verdad es que no lo sé. En cualquier caso, no veo ningún problema en que Morfo sea no binario y considero que criticar a la franquicia mutante por ser “demasiado progre” es una absoluta estupidez. Por supuesto que es “demasiado progre”. ¡Ha sido así desde siempre! ¡Es parte de su idiosincrasia! Pese a todo, me ha sorprendido ver al personaje en una actitud tan… digamos que “relajada”... hacia su querido Lobezno. Me ha sorprendido para bien, claro. Las metáforas sobre las minorías temidas y odiadas están muy bien, pero tener un personaje abiertamente queer en la serie estaría mucho mejor. Me pregunto si se llegará a confirmar algo así.

No sé con seguridad si Morfo es no binario, ya digo, pero de lo que no tengo duda es de que, en las circunstancia adecuadas, es un Hombre-X con todas las de la ley; esto es, con la misma tendencia hacia el melodrama que los demás. La aparición de Siniestro en su visión pesadillesca sirve para remover sus viejos traumas y para borrarle la sonrisa. Por un momento, incluso vuelve a adoptar el rostro ojeroso que mostró durante buena parte de la serie antigua, cuando aún era un peón del villano. Me ha parecido un detalle fantástico que, en cierta forma, justifica su cambio de imagen: Morfo ha cambiado de rostro porque su rostro original le recuerda lo mucho que sufrió tras morir a manos de los Centinelas y ser resucitado como marioneta a las órdenes de Siniestro. No es de extrañar que quiera evitar usar esa cara. Yo también lo haría si pudiera.

A continuación, el episodio nos muestra el combate entre los Hombres-X y la Reina Duende, en el que Studio Mir vuelve a hacer gala del talento de sus animadores y nos ofrece una secuencia de acción bastante resultona. Hay algo de animación en tres dimensiones ahí, pero mucho mejor disimulada (¿o quizá sería más correcto emplear el término integrada?) que en ocasiones anteriores, así que lo puedo perdonar. He leído algunas críticas hacia la calidad de la animación de X-Men '97 y me sorprende bastante que la gente no sea consciente de lo difícil que debe resultar elaborar escenas de acción sin renunciar a esa estética desfasada que pretende imitar la de la serie original de hace treinta años. X-Men '97 pretende ser moderna y vintage al mismo tiempo, lo cual es una paradoja considerable que el estudio está resolviendo de una forma muy competente, creo yo. También he visto a bastante gente encantada con la secuencia en la que la Patrulla-X lucha contra Maddy, así que puedo asegurar que al menos una parte del público está contenta con este apartado.

La secuencia de combate está ideada para mayor lucimiento de Madelyne, claro, que está a punto de aplastar a la Patrulla-X ella sola. Ahí es donde entra en escena Jean, que se encuentra muy debilitada desde que escapó del laboratorio de Siniestro. Lobezno está a su lado y consigue hacer que despierte y que se centre en recuperar el control, abriéndole su mente y demostrándole lo mucho que le importa. Es una escena muy intensa y, por un momento, creí que iba a acabar con un beso entre ambos (da la casualidad de que Inferno contiene uno de los besos más recordados entre Jean y Logan en los cómics, cosa que tenía muy presente mientras veía la escena en cuestión), pero quizá habría sido demasiado atrevido llegar a eso. Tampoco es que tenga un interés especial en que se reviva el triángulo amoroso entre Jean, Cíclope y Lobezno. Ya he visto mucho de eso en los tebeos, quizá incluso demasiado, pero reconozco que me encanta el drama. Y, cuando hablamos de mutantes, cuanto más drama, mejor.

Lo que más me ha sorprendido, no obstante, es que el despertar de Jean conduzca a una secuencia situada en el plano psíquico que evoca al clásico combate entre ella y Madelyne durante el clímax de Inferno. Aquel momento requería cierto conocimiento sobre los personajes y su cronología, pues también implicaba a la Fuerza Fénix y toda la complicación que siempre lleva asociada. En la versión animada la presencia del Fénix se queda en poco más que una breve referencia para así conseguir una mayor claridad y simplicidad, pero esta versión sí que se adentra en el pasado de Jean y recupera la figura de su amiga de la infancia: la joven Annie Richardson, que murió tras ser arrollada por un coche mientras ambas jugaban en la calle. La historia original es bastante más oscura de lo que muestra X-Men '97, pues ese fue el momento en el que despertaron los poderes mutantes de Jean, que enlazaron su mente a la de Annie mientras su amiga moría. Es más, Jean sintió cómo moría y estuvo a punto de morir con ella, razón por la que la activación de su telepatía se convirtió en un momento angustioso que la convirtió en una niña tímida y recluida que necesitó años de terapia. Lo de tener un origen traumático es algo muy propio de los mutantes, claro está. Me parece estupendo que la serie animada toque este tema, pero, de nuevo, lo hace de forma superficial y descafeinada.

Hay un motivo por el que el clímax de Inferno decidió recuperar esa escena de la infancia secreta de Jean y es que, Madelyne, al saberse derrotada y hacerse consciente de que ella nunca había sido “de verdad”, decidió seguir el camino de Annie y se dejó morir mientras estaba enlazada psíquicamente con su adversaria. Al final, Jean estaba a punto de morir con Maddy y, aunque lograba sobrevivir, asimilaba todos sus recuerdos en el proceso. La Jean del final de Inferno era, de una manera retorcida, la suma de la Jean anterior con Madelyne Pryor (y con el Fénix, que también andaba por allí, no lo olvidemos). Eso tenía bastante sentido siguiendo una lógica claremontiana, no te voy a engañar. Lo que no tiene tanto sentido es lo que hace X-Men '97 al optar por dejar que Maddy salga con vida del enfrentamiento.

La serie de animación acierta al difuminar los límites entre las identidades de ambas pelirrojas. En ningún momento se desvela en qué punto de la cronología secuestra Siniestro a la verdadera Jean y la sustituye por un clon. No sabemos cuál de los dos se convirtió en Fénix, por ejemplo. Lo único que está claro es que Maddy es la madre de Nathan y que es el vínculo que le une a su hijo lo que sirve para desterrar por completo toda influencia de Siniestro de su mente. Me gusta mucho esa escena, aunque no puedo quitarme de la cabeza que habría sido mucho más efectiva si la propia Madelyne hubiese llegado a ella por sí misma y sin ayuda de nadie.

A partir de ese momento el resto del asunto se resuelve con rapidez. Jean y Maddy derrotan con facilidad a Siniestro, que estaba experimentando con Nathan, y ya está. Merece la pena detenerse un instante para hablar sobre ello. Esto es lo que el genetista siempre había querido, como repitió muchas veces en la serie original: un niño mutante que combinara los genes de Cíclope con los de Jean Grey, que en teoría le proporcionarían un potencial ilimitado. Lo que me parece discutible es la forma en la que intenta despertar ese potencial para volverlo “invencible”: infectarlo con un tecnovirus. Esto, por supuesto, es otra referencia a los cómics, aunque con notables diferencias. En los tebeos, el pequeño Nathan era infectado por un virus tecno-orgánico, aunque no por Siniestro sino por Apocalipsis, y su objetivo no era despertar su potencial sino acabar con la amenaza que supondrá en el futuro. Entiendo la intención de la serie al añadir estos cambios, de nuevo en pos de la simplicidad, la claridad y el deseo de facilitar que el público que no conoce la enrevesada cronología mutante pueda seguir la trama sin mirar la Wikipedia. Entiendo también la referencia al tecnovirus, que la serie original empleó hace años y que fue objeto de dos de sus mejores capítulos (en los que Bishop viajaba desde el futuro distante para cambiar un destino terrible y, sin percatarse, creaba un destino aún más terrible que luego Cable tenía que evitar viajando desde un futuro aún más distante). Todas las piezas encajan bien, pero eso no hace que el capítulo sea menos predecible. Creo que arriesga poco en el terreno argumental, por lo que los que conocen los cómics pueden adelantarse sin problemas a su conclusión cuando aún faltan bastantes minutos para que llegue a su final. Ese ha sido mi caso, al menos.

La cosa es que no existe cura para el tecnovirus en el presente, por lo que la única forma de salvar a Nathan es enviarlo al futuro. Precisamente la Bestia acababa de reparar el dispositivo de viaje temporal de Bishop, en cuyo futuro habita una versión madura de Forja capaz de construir cualquier cosa (lo vimos en la serie de los noventa). Por tanto, Bishop debe llevarse a Nathan al futuro… y ya sabemos que el bebé regresará convertido en el hombre llamado Cable (que también había aparecido ya en la vieja serie porque, como aprendimos en Doctor Who, viajar en el tiempo es un poco wibbly wobbly timey wimey). Una vez más, las piezas encajan bien, pero sin generar sorpresa, sin desviarse de lo esperado en ningún momento y sin emocionar más de lo necesario. Todo resulta familiar, pero es una versión menor de la historia que ya conocíamos.

Hay un momento en el que Cíclope se niega a dejar marchar a su hijo, lo que le recuerda la decisión que tuvo que tomar su propio padre, que dejó marchar a sus hijos para salvarlos de lo que parecía una muerte inminente. En esa escena, Cíclope parece negarse a dejar marchar a su hijo recién nacido porque no quiere convertirse en su padre. ¿Pero qué es lo que hace el bueno de Scott después de haber proclamado muy airadamente que se niega a repetir el error de su padre? Pues repetir el error de su padre, por supuesto. “No voy a abandonar a mi hijo como mi padre me abandonó a mí”, asegura Cíclope un segundo antes de marcharse y abandonar a su hijo como su padre le abandonó a él. No tengo claro si esto evidencia una escritura mediocre o una escritura verdaderamente brillante. Aún no lo he decidido porque he estado demasiado ocupado mirándome al espejo y proclamando que no pienso convertirme en mi padre aunque, en efecto, hace años que me convertí en una versión más joven de mi padre. Me gusta esta narrativa que se basa en que, cuanto más trata un hijo de evitar los errores de sus progenitores, más cerca está de cometerlos. Siempre es efectiva y siempre es fácil conectar con ella.

Al final, Bishop se marcha al futuro con el pequeño Nathan. Lo que parecía una adaptación de Inferno ha resultado ser en verdad la historia de origen de Cable, o al menos la historia de origen del Cable animado que llevábamos treinta años esperando. Eso no lo vi venir, pese a que esperaba que el asunto de Cable se tocara en algún momento de la nueva serie. Diría que, pese a los inconvenientes que he ido comentando en este texto, X-Men '97 no lo ha resuelto nada mal. Podría haber sido mucho peor, desde luego. El propio origen de Cable en los tebeos fue un despiporre de mucho cuidado en su momento. Esta versión concentrada y de fácil digestión resulta accesible y funciona muy bien. Quizá sea un tanto descafeinada, pero eso no le resta efectividad.

¿Y donde nos deja la conclusión de Fuego hecho carne? Pues con Jean Grey y Madelyne Pryor, que por fin se bautiza a sí misma con ese nombre, haciendo las paces y quedando como amigas. Maddy se marcha de la Escuela de Xavier porque necesita redescubrir quién es y vivir su propia vida, que es la forma poética que tienen los guionistas de decir que ya han contado la historia que tenían que contar con ella y que ahora prefieren quitársela de en medio para ponerse con otras cosas. Es difícil saber si volveremos a verla pronto. Ahora la gran incógnita es Jean. Tiene todos los recuerdos de Madelyne, pero ella no es Madelyne y tampoco es la madre de Nathan. ¿Cuál será su relación con Cíclope a partir de ahora? ¿Y con Lobezno? ¿Y con el resto de la Patrulla-X? Algo tan grave como haber sido sustituida por un clon durante una temporada debe tener consecuencias importantes en las dinámicas entre los personajes. Si no las tuviera… bueno, eso sí que sería una muestra de escritura mediocre. A ver qué nos deparan los próximos capítulos.

De momento, X-Men '97 ya nos ha mostrado un pequeño avance del siguiente episodio, que al menos en parte estará dedicado a Tormenta y a su nueva situación tras perder los poderes. El epílogo de Fuego hecho carne nos muestra a la antigua señora del clima en un bar de carretera tras haber adoptado su famosa vestimenta punk (¡otro elemento claramente ochentero en una serie que se enorgullece de estar ambientada en la década de los noventa!). Ya tenía el peinado mohawk, así que las botas, el chaleco y los pantalones de cuero tachonado eran el siguiente paso lógico. Junto a ella encontramos a Forja, el Forja del presente, que pretende ayudarla a recuperar aquello que ha perdido. No tenía claro que fuésemos a tener una adaptación tan directa de Muerte Viva, esa historia que para mí es tan especial, pero eso es lo que parece prometer esta especie de epílogo. Obviamente, me muero de ganas de ver (y de comentar en detalle) el próximo capítulo.

En fin, esta ha sido la tercera entrega de X-Men '97. Un poco por debajo de la anterior, en mi opinión, pero bastante buena y con muchas referencias a la mitología mutante, no necesariamente de la década de los noventa. Es cierto que, en comparación con los cómics que referencia, su historia es mucho más sencilla, más autocontenida, menos ambiciosa y mucho más digerible para el gran público, pero eso no tiene que ser necesariamente negativo. Si este es el nivel que van a mostrar los demás capítulos, es decir, si esta va a ser la vara de medir con la que juzgar el resto de la temporada… pues estupendo. Verdaderamente estupendo. ¿Se podría haber pedido más? Pues claro. Siempre se puede pedir más. Ahora bien, ¿es suficiente con esto? Yo diría que sí. Más que suficiente, de hecho.

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