Muchos lectores de tebeos asumen que el Universo Marvel es un cosmos interconectado en el que los acontecimientos que afectan a un personaje en una colección se ven luego reflejados en otras cabeceras. También creen que el Universo Marvel tiene una única continuidad que se ha mantenido desde sus orígenes con escasas modificaciones, por lo que sus títulos más señeros acumulan varias décadas de historias construidas unas encima de las otras sin grandes rupturas. Ambas creencias son falsas y basta un simple vistazo a un puñado de las colecciones que se publican en un momento dado para comprobarlo.
La idea de que el Universo Marvel es un cosmos interconectado resulta muy atractiva, pero no se corresponde con lo que publica la editorial. La dificultad de coordinar esas interacciones es directamente proporcional al número de cabeceras que se lanzan cada mes, que, como sabemos, es muy elevado. Y, por supuesto, cuando algo se vuelve demasiado complicado se busca la forma de evitarlo. Muchos autores evitan referenciar todas esas ricas interconexiones si no están obligados a hacerlo, convirtiendo cada serie en un compartimento estanco o situándola en un espacio lo suficientemente genérico como para que no entre en contradicción con nada importante que puedan estar haciendo otros autores. Otros sólo referencian los sucesos acontecidos en las series escritas por ellos mismos, creando su propio subuniverso en el que todas sus colecciones están muy interconectadas entre ellas aunque sus vínculos con el marco general aparezcan bastante más difuminados. Así, lo que perciben los lectores no es un auténtico cosmos interconectado, sino la ilusión del mismo.
Por otro lado, la idea de que el Universo Marvel cuenta con una única continuidad es poco más que una leyenda urbana. Puede que sus muchas décadas de historia no hayan tenido unos puntos de ruptura tan marcados como pueden ser las Crisis de la Distinguida Competencia, pero desde luego que su continuidad ha sido modificada y reescrita en diversas ocasiones. Y mucho más desde que la retrocontinuidad se convirtió en un recurso de uso habitual entre los guionistas. A veces los cambios son necesarios para evitar problemas, por ejemplo cuando el origen de un personaje está vinculado a un suceso del mundo real y a una fecha concreta. Pensemos por ejemplo en el origen de Iron Man. ¿En qué conflicto bélico fue herido y secuestrado Tony Stark? ¿Fue en la Guerra de Vietnam? ¿O quizá fue en Afganistán? Otras veces los cambios obedecen a motivos mucho menos tangibles y carentes de sentido fuera de la mente de su artífice. Pensemos ahora en los padres de Mercurio y la Bruja Escarlata. ¿Fueron Magneto y Magda? ¿O quizá fueron Django y Marya Maximoff? ¿Puede que fueran el Zumbador y su esposa Madeline? ¿O a la mejor fue una tal Natalya Maximoff junto a un padre misterioso?
Todo esto viene a significar que el Universo Marvel es como una bestia descontrolada y que se requieren conocimientos enciclopédicos para manejarlo tal y como se supone que es. Para escribir en él (o sobre él) hay que estar al día con todas sus cabeceras y tener en cuenta en qué momento se encuentra cada uno de sus personajes. También hay que conocer su pasado de forma extensa, las veces que ha sido reescrito y los cambios que están vigentes en la actualidad. En definitiva, hace falta un estudioso, un erudito, un historiador. No hay muchos así hoy en día. Mark Waid y Kurt Busiek son los únicos nombres que se me vienen a la cabeza. Precisamente quería hablar hoy sobre Busiek, sobre este universo interconectado y sobre su continuidad… o sus continuidades sobreescritas. Quería hablar, en definitiva, sobre The Marvels.
El proyecto, que contó con el muy competente dibujo de Yıldıray Çınar, también iba a expandir una idea que se había introducido en la esplendorosa Historia del Universo Marvel de Mark Waid y Javier Rodríguez: la Guerra de Sin-Cong, un artefacto narrativo que reescribía una de las porciones más problemáticas de la historia marvelita. Así se evitaba referenciar conflictos reales como la Guerra de Corea o la Guerra de Vietnam. Incluso algunos momentos situados originalmente en la Segunda Guerra Mundial se trasladaron a la ficticia nación asiática de Sin-Cong. ¿Que Reed Richards y Ben Grimm habían actuado como asesores del ejército estadounidense en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y antes del nacimiento de los Cuatro Fantásticos? Pues en realidad habían estado destinados en Sin-Cong. ¿Que Tony Stark había sido herido y secuestrado en un país asiático del que tuvo que escapar diseñando la primera armadura de Iron Man? Pues fue en Sin-Cong. ¿Que Frank Castle, más conocido luego como el Castigador, había participado en la Guerra de Vietnam? Pues no, porque también fue en Sin-Cong. Así, otros personajes como James Rhodes o Flash Thompson nunca participaron en ninguna guerra real, sino que lucharon en la Guerra de Sin-Cong. Y aunque no he encontrado ninguna referencia oficial al respecto, quiero suponer que el origen del Juggernaut, que se produjo cuando Charles Xavier y Caín Marko encontraron una misteriosa gema en el interior de un templo perdido durante la Guerra de Corea, también se sitúa ahora en Sin-Cong. Todo lo que dé problemas para explicar por qué esos personajes siguen estando jóvenes pese a haber formado parte de guerras que quedan ya tan atrás se explica ahora recurriendo a Sin-Cong. Y The Marvels iba a revelar más detalles al respecto.
El reparto principal de personajes tampoco pintaba nada mal: el Capitán América iba a liderar a un equipo compuesto por Iron Man de los Vengadores, la Antorcha Humana de los Cuatro Fantásticos, Tormenta de la Patrulla-X, Aero de los Agentes de Atlas, la Gata Negra, Aarkus (la Visión original) y dos nuevos héroes llamados Kevin Schumer y Pájaro de Guerra. Obviamente, otros pesos pesados del Universo Marvel como Spiderman o el Doctor Extraño también se dejarían caer por sus páginas. Veríamos batallas en mitad de la ciudad de Nueva York, nos adentraríamos en las primeras escaramuzas de la Guerra de Sin-Cong, recuperaríamos a una villana largo tiempo olvidada como Lady Loto (procedente de las páginas de los Invasores)...
En resumen, todo apuntaba a que esta colección me iba a entusiasmar. Tenía todos los elementos: un buen equipo creativo, una buena premisa, un buen reparto de personajes… ¡Tenía que haberme encantado! Y me ha gustado, sí, pero no me ha vuelto loco. Incluso ha habido un par de tramos en los que se me ha hecho un poco cuesta arriba. Y ahora estoy escribiendo esto para intentar comprender el motivo.
Dice el dicho popular que quien mucho abarca poco aprieta. The Marvels quería abarcar muchísimo, todo un universo nada menos. Y aunque la idea era encomiable, hay que admitir que en realidad no es factible. Todos los personajes que participan en una historia deben estar allí por una razón y obedecer a una motivación. Eso quiere decir que, a mayor cantidad de personajes, mayor es el número de razones y motivaciones con los que el guionista tiene que hacer malabares. Y claro, Busiek es muy buen guionista, pero incluso a él se le tienen que acabar los recursos en algún momento. Por eso las idas y venidas de algunos de los personajes de la serie se perciben tan artificiales. Podríamos mencionar aquí a Spiderman, que tras participar en los primeros compases de la historia tiene que salir del escenario de una forma un tanto incomprensible. Una vez ejercido su rol como reclamo para los lectores, puesto que no aportaba nada más al conjunto, Busiek se lo quita de encima de una forma poco digna. También se percibe bastante artificial la incorporación de Tormenta al reparto, que no obedece a más motivos que la necesidad de contar con alguien procedente de la Patrulla-X, de un tiempo a esta parte inmersa (incluso más de lo habitual) en su propio subuniverso.
Además, para ser una colección que pretende abarcar todo el cosmos marvelita, The Marvels sólo nos ofrece un arco argumental, una única historia. Es una historia realmente amplia, con episodios que tocan varios géneros y estilos, pero una nada más. Y es endiabladamente complicada. Es la historia de Sin-Cong y de todo lo que hay a su alrededor, que no es poco. Pero es un único argumento y todo acaba conectándose con él. No quiero restarle mérito a Busiek, que ha conseguido conjugar con la historia de Sin-Cong a varios personajes nuevos, a los Shi’ar, a las tribus de Wakanda, a los Desviantes de Lemuria, a viejos villanos como Lady Loto, Carlo Strang y Polvorín, al Soldado de Invierno y al Guardián Rojo, a Nick Furia, a los Invasores, al Chapucero, a Melinda May y a un buen montón de monstruos de la Marvel primigenia. Pero está claro que son demasiados elementos. La lectura pronto se hace densa y pensada. ¡Y los saltos temporales no ayudan! La historia de Sin-Cong acaba volviéndose una maraña tan compleja que hacen falta varios números de pura exposición para aclarar todo lo que hay detrás. De los doce números al menos tres de ellos se pueden considerar entregas centradas en la exposición de hechos. Me da en la nariz que la mejor forma de abarcar todo el universo no es crear un densísimo argumento que orbita alrededor de un único lugar.
Insisto: no quiero quitarle ningún mérito a Busiek por idear todo esto, pero me parece que trata de abarcar demasiado y que muchos de los elementos a los que recurre se ven reducidos a meras anécdotas. En The Marvels hay monstruos, batallas superheroicas, intrigas políticas, viajes a otras realidades, deidades cósmicas y hasta unas cuantas dosis de metanarrativa. Pero todo es tan denso, tan rebuscado, tan artificial… que leer la serie se vuelve un ejercicio agotador. Aunque estés muy interesado por su premisa, lo que The Marvels te acaba ofreciendo es una brutal sobredosis.
Hay otro aspecto que me ha decepcionado al leer The Marvels y creo que tiene que ver con el hecho de haberme percatado de que Busiek, por muy erudito que sea, también es falible y comete los mismos errores que los demás guionistas. Hablaba al principio de la importancia de ofrecer un cosmos interconectado en el que se refleje la realidad de todos y cada uno de los personajes que lo componen, algo en lo que fallan muchas colecciones. También The Marvels falla en algunos momentos, como en la breve intervención de Hulk, que se supone que está situada poco después de la etapa de El Inmortal Hulk aunque nada lo indique. El Hulk que aparece en The Marvels es un Hulk genérico, no el Hulk del momento actual en ese cosmos interconectado que se supone que es el Universo Marvel. Tampoco la versión que ofrece Busiek de Tormenta encaja muy bien con lo que estaba pasando en Krakoa en el momento en el que arrancó la publicación de la serie, por no decir que la aparición de la nación mutante supone un choque tremendo con el clasicismo de lo que ofrece el guionista. No me parece que Busiek se sienta cómodo manejando a los personajes tal y como son ahora mismo, en el presente marvelita. El suyo es un Universo Marvel clásico y atemporal en el que conceptos recientes como la nación de Krakoa no encajan bien.
El Universo Marvel es la suma de lo antiguo y de lo nuevo, pero sin duda a Busiek se le da mejor escribir sobre lo antiguo que sobre lo nuevo. No obstante, The Marvels también cuenta con sus aciertos y uno de los mayores son los nuevos personajes que introduce. Tengo mis dudas acerca de si los llegaremos a ver en otras cabeceras, ya que no creo que nadie aparte del propio Busiek tenga interés en recuperarlos. Quizá podríamos verlos en una hipotética “segunda temporada” de The Marvels, pero si la editorial pretendiese lanzarla creo que ya lo habría dicho a estas alturas. Ha pasado algún tiempo desde que se publicó el número doce y desde entonces no se ha sabido nada al respecto. Es una pena, porque me gustaría saber más sobre Kevin Schumer, Pájaro de Guerra y Threadneedle.
Quizá lo más interesante de toda la maxiserie sea descubrir a Kevin Schumer, un personaje que viene a ejercer el rol de hombre de la calle que se ve arrastrado por las locuras superheroicas marvelitas. Kevin es el sobrino de un villano clásico, el Chapucero, pero vive una vida muy actual en una realidad muy diversa, muy de nuestro tiempo. Kevin conoce y admira a los héroes, hasta el punto de que “colecciona” los restos que se va encontrando en los lugares en los que libran sus batallas. También organiza visitas turísticas a la vertiente superheroica de Nueva York usando para ello los restos de un viejo fantasticar de los Cuatro Fantásticos. Es el personaje más próximo al lector, que también es un coleccionista de héroes a su manera, y lo más cercano a un narrador que tiene The Marvels. Muchos números están narrados desde su punto de vista y eso los hace más accesibles y fáciles de digerir.
Pájaro de Guerra me parece un poco menos interesante y su origen está muy vinculado a Sin-Cong, lo que lo hace engorroso, pero es el tipo de personaje que me gusta. En sí misma, Pájaro de Guerra es una amalgama de referencias a la historia marvelita, empezando por su nombre código, que fuera utilizado por la Capitana Marvel en los tiempos en los que Busiek fue guionista de los Vengadores, y continuando por las alas que delatan su herencia Shi’ar. Si añadimos también algo de folklore wakandiano a la mezcla, este sería el resultado.
En cuanto a Threadneedle, me encanta su diseño y agradezco su clara intención de crear una versión marvelizada del tristemente fallecido David Bowie, a quien admiraba muchísimo. Su papel en la historia es fundamental, pero sus apariciones son escasas y enigmáticas. Por tanto, me cuesta juzgar al personaje más allá de su estética. Tanto la apariencia de Threadneedle como la de los dos anteriores, por cierto, ha sido responsabilidad del veterano Alex Ross, que también ejerce como portadista de la colección; un trabajo estupendo por su parte, como siempre.
Y, aunque fuese un personaje ya existente, debo decir que he disfrutado mucho con Aarkus. Como muchos lectores de mi generación, el primer contacto que tuve con este personaje de la prehistoria marvelita fue en La Guerra Kree-Skrull, cuando un joven Rick Jones convocaba a los viejos héroes de los cómics que había leído de niño. Confieso que no había leído mucho más de la Visión original (no confundir con el sintezoide de los Vengadores), pero su presencia en The Marvels es toda una delicia. Çınar lo dibuja fabulosamente y el personaje tiene mucho encanto. Quizá merezca la pena leer la colección sólo por él.
Claro que todo esto lo digo desde la perspectiva de un lector “de la vieja escuela”. Estoy bastante seguro de que The Marvels no es un producto orientado a nuevos lectores, sino a la gente que ya lleva muchos años metida en el Universo Marvel. No es la más accesible de las colecciones, desde luego, y su enfoque no es el más fresco del mercado. Es más, incluso para un lector veterano puede convertirse en un hueso duro de roer. Es toda una sobredosis de clasicismo marvelita. Tiene sus aspectos positivos, por supuesto, pero sigue siendo una buena sobredosis.
No todo el mundo sabe apreciar la labor del historiador de un cosmos de ficción. La suya no es una tarea sencilla y no siempre está asociada al éxito. No me atrevería a decir que The Marvels es una serie imprescindible y hasta me costaría recomendarla a lectores similares a mí, pero tengo que premiar la ambición del proyecto. Tengo que alabar el amor que destila por los detalles más espurios del Universo Marvel. Tengo que aplaudir la intención de concentrar todo un cosmos de ficción, con su entramado de interconexiones y sus paradojas asociadas, en doce tebeos nada más.
El Universo Marvel hace ya tiempo que se convirtió en una bestia incontrolable. Si hasta un erudito como Busiek es incapaz de domarla del todo, ¿qué esperanza tenemos los demás? Un lector puede pasarse toda la vida inmerso en ese cosmos interconectado, tratando de comprender los mecanismos que lo rigen y de extraer una única historia coherente de sus muchas décadas de interpretaciones contradictorias, reescrituras y revisiones. Pero, ay, eso no significa que vaya a sacar algo en claro de tal empresa. Todos los que llevamos un tiempo metidos en él creemos que entendemos el Universo Marvel… ¿pero lo hacemos en realidad? ¿Lo haremos algún día acaso? Se me antoja que este faraónico proyecto de Busiek ha sido una especie de torre de Babel y que su caída nos enseña la dura lección de que ni siquiera los que más conocen este universo son capaces de manipular a la perfección los mecanismos que lo hacen funcionar. Puede que una sola vida no sea suficiente para domar a esta bestia en particular, pero esto, en lugar de desanimarme, me invita a querer saber más, a querer entender más, a querer reflexionar más, a querer escribir más. Con toda mi ingenuidad, sigo aspirando a ingresar algún día en las filas de los estudiosos, los eruditos, los historiadores de este este universo que no existe.
Puede que The Marvels no sea sobresaliente. Quizá ni siquiera llegue a notable. A lo mejor no es más que una serie del montón orientada a un público muy específico y más bien escaso. Pero aunque sus pies no logren despegarse del suelo, extiende sus manos hacia arriba y con las yemas de sus dedos llega a rozar el cielo. No consigue nada más que eso, rozarlo, pero cuando lo hace… ay, cuando lo hace… ¡qué sensación tan inspiradora transmite! Por eso tenemos que seguir aspirando a tocar el cielo. Por eso tenemos que seguir construyendo estas inestables torres de Babel aunque se derrumben bajo nuestros pies. Por eso tenemos que seguir intentando domar a la bestia.
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