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[Prehistoria mutante] The X-Men #12 USA: ¡El origen del Profesor-X!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Durante los primeros años de la colección de la Patrulla-X se presentaron unos cuantos villanos. Por supuesto, Magneto sería pronto elevado al estatus de principal enemigo de los Hombres-X y su presencia sería una constante en la serie durante décadas. Otros como Mercurio y la Bruja Escarlata cambiaron de bando y se unieron a los Vengadores, donde acabarían teniendo una larga y satisfactoria carrera. En cambio, Mente Maestra no alcanzaria la verdadera relevancia hasta muchos años después, en concreto hasta la mítica Saga de Fénix Oscura. La Mole o el Sapo nunca dejarían de ser unos meros secundarios recurrentes, aunque creo que podrían haber dado mucho más de sí. Y en cuanto al Desvanecedor… bueno, digamos que conozco a gente que lleva años leyendo tebeos mutantes y todavía no ha llegado a verle. ¿A quién nos queda por conocer en este repaso por la prehistoria mutante, entonces? ¿Qué otros villanos de aquella época primigenia llegaron a convertirse en enemigos dignos de ese nombre? Pues nos quedan al menos dos y ambos se presentaron de forma consecutiva. Entre The X-Men #12 USA y The X-Men #13 USA conocimos a Caín Marko, el imparable Juggernaut, mientras que entre The X-Men #14 USA y The X-Men #16 USA asistimos al alzamiento de los Centinelas, los célebres robots cazadores de mutantes. Entramos pues en una de las etapas más memorables de la prehistoria mutante, sólo superada por la estancia de Neal Adams en la colección algún tiempo después.

Antes de entrar en materia es necesario hacer una pequeña apreciación técnica sobre The X-Men #12 USA. Esta entrega sólo contó con bocetos de Jack Kirby, así que de los acabados se encargó otro artista: el muy recordado Alex Toth. Estamos hablando de un autor clásico que pasó tanto por Marvel como por DC, fue animador de Hanna-Barbera y trabajó en series como Super Friends, Fantastic Four, Space Ghost y Birdman. Fue el único número que hizo, ya que en el siguiente Kirby estaría asistido por Werner Roth (bajo el pseudónimo de Jay Gavin), y por eso me gustaría decir que hizo un trabajo inmejorable, en consonancia con el resto de su carrera. Pero, ay, el estilo de Toth no acababa de casar bien con el de Kirby y el número se resintió por ello. La gran revelación de la última viñeta, que en manos de Kirby habría sido algo inolvidable, se quedó a medio gas con Toth y eso hace que este número, que se construye como un continuo crescendo encaminado a dicha revelación, pierda muchos enteros.

Pese a todo, The X-Men #12 USA es un muy buen número, con un gran sentido del ritmo y una constante sensación de amenaza. A este pastel sólo le faltó la guinda para ser la mejor merienda posible. ¡Pero no por ello deja de ser una gran merienda!

La historia comienza en el mismo punto en el que la dejó la entrega anterior, con Cerebro lanzando una intensísima señal de alerta al haber detectado una amenaza inminente que se dirige a la escuela. La máquina detectora de mutantes sólo era conocida hasta ese punto por el Profesor Xavier y Cíclope, pero el resto de la Patrulla-X descubre su existencia en estas páginas. Podríamos ponernos tiquismiquis y preguntarnos qué le pasa al complejo aparato. ¿No se supone que su finalidad es detectar mutantes? Esta ya es la segunda vez que da la alarma al detectar una amenaza que no es mutante. En el número anterior fue el Extraño, que resultó ser un alienígena. En este la amenaza tampoco es de origen mutante, sino místico, pero se le puede perdonar el desliz porque la incertidumbre sirve para aumentar la inquietud del lector y acrecentar el misterio.

Nos encontramos ante un rival que no sólo ha aterrorizado a Cerebro, sino también al propio Xavier. El telépata ordena a sus estudiantes que llenen los terrenos de la escuela de trampas, preparándose para lo peor. “Esperaba que nunca llegárais a conocer a este enemigo, ¡pues su poder podría incluso superar al mío! El que está a punto de atacarnos es… ¡mi propio hermano!”, exclama Xavier justo antes de empezar el relato sobre su origen secreto. De esta forma, se establece la dinámica de este número; una dinámica que funciona a la perfección. El Profesor-X va contando su pasado, desvelando la historia compartida con su misterioso hermano, mientras este enemigo imparable se acerca cada vez más a la escuela, superando una a una las trampas colocadas por los Hombres-X. La tensión va creciendo a cada página, tanto en las que se sitúan en el pasado como en las que se ambientan en el presente. Y todo nos va preparado para el gran final. Ay, el gran final.

Este número nos revela muchos detalles sobre la historia de Xavier y hasta nos permite ver al profesor en su época adolescente, cuando era un jovencito pijo y rubio bien repeinado. Si no me equivoco, es la primera vez que se utiliza su nombre de pila, Charles, y también se nombra por vez primera a sus padres, Brian y Sharon Xavier. En The X-Men #1 USA ya se mencionaba que el progenitor de Xavier había estado involucrado en el desarrollo de la bomba atómica, insinuando que la radiación podría estar relacionada de alguna forma con sus poderes. Esto es así porque para Stan Lee la radiación era algo así como un comodín que servía para explicar cualquier origen superheroico. ¿Unos rayos cósmicos? ¿Una bomba gamma? ¿Una araña irradiada? La radiación estaba detrás de todo, por supuesto. Hay una viñeta muy sugerente al respecto en la que el rostro de Xavier aparece sobreimpuesto a un hongo nuclear. Puede que las mutaciones sean un capricho de la evolución, pero la mano del hombre también ha tenido algo que ver en ellas. Los mutantes son los Hijos del Átomo, después de todo.

Resulta que Brian Xavier trabajó en  Alamogordo, Nuevo México, y murió en una explosión. Se salvó su compañero de laboratorio, Kurt Marko, que ya en el funeral de su supuesto amigo estaba tratando de seducir a su viuda. Así, Kurt Marko y Sharon Xavier no tardaron en convertirse en pareja y en contraer matrimonio, por lo que el taimado científico pudo acceder a las riquezas y posesiones de la familia Xavier. La escuela en la que vive la Patrulla-X no deja de ser un gran mansión señorial, el antiguo hogar de la familia del profesor; un recordatorio de que Xavier está forrado. ¿Cómo si no habría podido permitirse todos los artilugios asesinos que esconde en la Sala de Peligro?

Con el poder y el dinero a su alcance, Marko empezó a mostrar su verdadero rostro, el de un hombre egoísta y despiadado. El joven Charles siempre había sospechado de él, incluso antes de que despertase su capacidad para leer mentes. De hecho, llega a insinuarse que su percepción siempre había sido superior a la de otras personas. Llegados a este punto debemos recordar que los poderes mutantes en esta época aún eran una cosa bastante nebulosa. Todavía no se había establecido con claridad cuándo comenzaban a manifestarse, así que era bastante plausible que un mutante tuviese sus habilidades a su alcance desde el nacimiento. Los tiempos en los que se aclararía que las mutaciones se manifestaban en la pubertad llegarían más tarde.

El tiránico Marko decidió entonces traer a la mansión al hijo que tuvo en su anterior matrimonio, un abusón de manual llamado Caín Marko al que acababan de expulsar del colegio. Nos damos cuenta en ese momento que él es el hermano (en realidad, hermanastro) al que se refería el profesor al inicio de la historia. Que el hermano malvado se llame Caín es una ocurrencia simple, pero tengo que reconocer que muy efectiva. Basta ese nombre para sugerir hasta qué extremos estaría dispuesto a llegar en el trato con su pariente más bondadoso. Si Kurt Marko es cruel, su hijo es aún peor. La forma en la que saluda por primera vez a Xavier me parece destacable: con una tremenda hostia con la mano abierta en toda la frente. Caín Marko es un matón y se comporta como tal con todo el mundo, pero en especial con su hermanito pequeño. ¿Pero tan terrible es este hombre como para provocar todo el alboroto que está provocando en el presente?

Mientras tanto, en dicho presente, las defensas de la mansión resultan inútiles. Como mucho, logran retrasar el imparable avance del misterioso enemigo por unos instantes. Nada parece hacerle daño a este ser, al que los autores no nos dejan ver todavía. Se están guardando la sorpresa para el gran final. Ay, el gran final.

Un pequeño salto en la historia del profesor nos lleva a una época algo posterior, en la que Sharon Xavier había muerto y había dejado toda la herencia de su familia en manos de Kurt Marko. Caín estaba en el laboratorio de su padre pidiendo dinero y cuando se lo negó optó por hacer algo muy atrevido: chantajear a su progenitor. Caín llegaba entonces a acusarle de haber provocado la muerte de Brian Xavier para apoderarse de su fortuna. Kurt Marko respondía entrando en cólera y agarrando a su hijo, pero en ese momento apareció el joven Charles, que había estado escuchando en secreto toda la conversación. Caín aprovechó ese momento y golpeó las probetas repletas de sustancias químicas del laboratorio, provocando una explosión que cubrió el lugar de llamas. Esta escena es un eco de la explosión que acabó con Brian Xavier tiempo atrás.

Pero, para sorpresa del lector, Kurt Marko rescató a los dos muchachos del fuego a costa de su propia vida. “Charles… la muerte de tu padre… fue un accidente. Pero… yo podría haberlo salvado… si lo… hubiese intentado… Pero no lo hice… Perdóname… ¡Ten cuidado… con Caín! Cuando se entere de… tu poder…”, dijo con su último aliento. Son unas últimas palabras muy curiosas. Lo que se refiere al accidente en el que murió Brian Xavier ya se podía intuir por lo que se había dicho a lo largo de las páginas anteriores, pero que conozca la existencia del poder mutante del joven Charles antes de que su telepatía llegase a manifestarse del todo plantea cuestiones muy interesantes. ¿Si Kurt Marko sabía que Charles era mutante eso quiere decir que Brian Xavier también lo sabía? ¿Tuvo Brian Xavier algo que ver con la mutación de su hijo? ¿Todo eso de trabajar en el desarrollo de la bomba atómica era en realidad una tapadera para otra cosa? Tendríamos que esperar muchísimos años para que se abordasen estas preguntas, al menos hasta la década de los noventa. Como siempre ocurre en estos casos, tengo que preguntarme qué estaba pensando Stan Lee cuando escribió ese diálogo. ¿Había algún plan de futuro tras esas palabras? ¿Fueron una simple improvisación? Nunca lo sabremos.

Por otro lado, la figura de Kurt Marko me parece interesante. Al principio parece un simple arribista interesado en apoderarse del dinero de su antiguo compañero. Luego se muestra como un tirano que manipula sin piedad a Sharon Xavier y hace que muera triste y amargada. En esa viñeta en concreto no llega a mostrarse con claridad, pero la manera en la que agarra a su hijo cuando trata de chantajearle insinúa que probablemente no tendría problemas en partirle la cara. Es más, quizá ya le había partido la cara en innumerables ocasiones cuando era pequeño, ya que los abusones no hacen nada más que perpetuar el ciclo de violencia que han conocido en sus propias casas. En efecto, detrás de cada abusón suele haber otro peor. Detrás de un maltratador suele haber una historia de maltrato, así que Caín no es así por casualidad. Sin embargo, Kurt Marko también intenta redimirse con un último acto de bondad que le cuesta la vida. No sólo rescata a Charles de la explosión, sino también a Caín, que ha sido el causante y el que le estaba amenazando con tirar de la manta. Habría sido más fácil dejarle morir, pero aún así le salva. Por tanto, hay motivos para pensar que existe cierta complejidad en este personaje. No era buena persona, pero tampoco era el típico villano plano de tebeo.

De vuelta en el presente para aligerar tanto drama, las defensas de la mansión siguen cayendo de forma inexorable y empieza a intuirse una figura enorme de proporciones sobrehumanas avanzando entre las sombras. La tensión sigue acumulándose y el gran final se va acercando. Ay, el gran final.

El relato de Xavier da otro salto hacia delante y nos encontramos con el joven Charles ya convertido en adolescente. Sus poderes, profetizados por el fallecido Kurt Marko, habían empezado a manifestarse y, como consecuencia visible, se había quedado sin pelo. Asumo que el hecho de asociar la telepatía a la calvicie es una consecuencia de todas las historias pulp de ciencia ficción en las que los seres procedentes del espacio dotados de habilidades telepáticas eran representados con grandes cabezas calvas. Con frecuencia sobre esas cabezas podían verse también los surcos del cerebro que se ocultaba bajo el cráneo, para que quedase bien claro de dónde procedían sus poderes. Estoy pensando, por ejemplo, en los talosianos, las criaturas alienígenas que aparecen en La jaula, el episodio piloto de la serie clásica de Star Trek. El caso de Xavier no es tan extremo, pero no me cuesta ver las similitudes.

El caso es que el joven Charles, gracias a sus poderes, era claramente superior a cualquier ser humano normal. Tenía unas notas excepcionales, se le daban bien los deportes y guardaba una excepcional colección de trofeos que no hacía más que despertar la envidia de Caín. ¿Por qué motivo decidiría Xavier seguir viviendo junto a su hermanastro, sobre todo después de la advertencia final de Kurt Marko? Su relato nos muestra cómo Caín le atacó con un atizador y cómo poco después estuvo a punto de hacer que su coche se despeñase por un acantilado. Aún así, Charles le siguió acogiendo en su casa. Supongo que tendremos que aceptar que Xavier era demasiado bueno para su propio bien. ¿O puede que esas vivencias fuesen la causa de la dureza del entrenamiento al que sometería luego a sus alumnos? Quizá sea cierto eso de que detrás de un abusón siempre hay otro y por eso ahora el bueno del profesor paga sus frustraciones pasadas cada vez que mete a sus pupilos en la Sala de Peligro.

Mientras tanto, la penúltima línea de defensa de la mansión salta por los aires. Explosiones, gas soporífero… nada consigue detener el avance del misterioso enemigo. El gran final ya casi está aquí. Ay, el gran final.

Al fin el relato de Xavier llega a su conclusión con la historia de cómo él y Caín fueron reclutados durante la Guerra de Corea y acudieron a la batalla, pero Caín desertó durante un ataque y Charles le siguió hasta el interior de la caverna en la que se había refugiado. Allí se encontraron un enorme rubí que Caín no dudó en agarrar. Una inscripción indicaba: “Quien toque esta gema poseerá el poder de las bandas carmesíes de Cyttorak. A partir de hoy, tú que lees estas palabras serás, por siempre jamás, un Juggernaut humano”. La gema empezó entonces a brillar y Caín se transformó, su cuerpo creció y creció… pero las bombas de los rojos derribaron entonces el templo oculto. Xavier escapó por los pelos, pero Caín se quedó allí enterrado bajo toneladas de roca sólida.

Lo primero que llama la atención de este asunto es que el nombre de Cyttorak no era desconocido del todo en los sesenta. El Doctor Extraño había convocado las bandas carmesíes de Cyttorak en su cabecera, pero aquel era uno de los muchos nombres arcanos que había mencionado. En este número se nos confirma que Cyttorak es, en efecto, una deidad vinculada a la magia negra y que la gema convierte a aquel que la porta en su avatar, en un “Juggernaut humano”. Según leo en la Wikipedia, “Juggernaut” es una palabra derivada del sánscrito (se pronuncia “yóguernot”, por cierto) y que está asociada a la carroza de una procesión hindú que nunca se detenía y llegaba a atropellar a los fieles que se interponían en su camino. Probablemente las historias que llegaron a occidente sobre ella en el siglo XIX fueran exageraciones, pero sirvieron para que el término se convirtiese en sinónimo de una fuerza imparable, capaz de aplastar o destruir cualquier obstáculo que encontrase en su camino. Así, si la Mole representaba el concepto de objeto inamovible, el Juggernaut viene a ser el objeto imparable, como bien ha ido demostrando a lo largo de este número.

Claro que, pese a ser imparable, se pasó unos cuantos años enterrado bajo un montón de rocas en un rincón perdido de Corea. Los lectores tenemos que suponer que, si no había aparecido hasta ahora, es porque había estado abriéndose camino hasta la superficie. Un poco cogido por los pelos, ¿no? ¿Tanto tiempo ha necesitado para quitarse unas cuantas piedras de encima siendo como es un ser imparable? ¿En serio no había una mejor excusa para explicar su ausencia durante todo este tiempo? Y eso por no decir que este es otro de los cabos sueltos de Xavier, al que parece importarle poco ir dejando villanos sueltos por ahí para que regresen convenientemente un tiempo después y pongan en peligro a sus Hombres-X. Resulta que no sólo conocía la existencia de Lucifer, sino también la del Juggernaut. ¿Y qué había hecho al respecto hasta ahora? ¡Nada!

Otro aspecto que no quiero dejar de comentar es el hecho de que la continuidad ha cambiado mucho desde los años sesenta y que el origen del Juggernaut ya no está vinculado a la Guerra de Corea. Este conflicto se desarrolló entre 1950 y 1953, lo cual establece un marco temporal muy difícil de mantener en la actualidad. Si Charles Xavier y Caín Marko fueron soldados en la Guerra de Corea, eso quiere decir que tenían alrededor de veinte años en 1950. Por tanto, hoy, en 2023, Charles y Caín deberían tener más de noventa años. ¡Es lo que tiene vincular a los personajes del Universo Marvel con acontecimientos concretos del mundo real! Cuanto más pasa el tiempo y más se alejan esos acontecimientos del presente, menos verosímil resulta que unos personajes que no parecen envejecer nunca estuviesen implicados en ellos. Sucede lo mismo con los personajes vinculados a la Segunda Guerra Mundial, como Nick Furia o Magneto, y por eso es necesario inventarse excusas como sueros que conceden la inmortalidad o extraños rejuvenecimientos para que no pensemos en que dichos personajes deberían estar superando ya el siglo de edad.

En el caso de los personajes que participaron en conflictos como la Guerra de Corea o la Guerra de Vietnam, Mark Waid y Javier Rodríguez propusieron un pequeño ajuste en la continuidad en su esplendorosa Historia del Universo Marvel. Resulta que esos conflictos reales pasaron a aglutinarse dentro del cosmos marvelita en una gran guerra ficticia conocida como la Guerra de Sin-Cong. Kurt Busiek y Yıldıray Çınar ahondarían poco después en el tema en los doce números de The Marvels. Por tanto, según la continuidad actual Charles Xavier y Caín Marko no participaron en la Guerra de Corea, sino en la Guerra de Sin-Cong. Y fue allí, en la nación ficticia de Sin-Cong, donde se toparon con el templo de Cyttorak. Como la Guerra de Sin-Cong es una invención, no está asociada con ninguna fecha del mundo real.

Me gusta mucho hablar sobre cómo funciona el tiempo en el Universo Marvel y sobre cómo a veces es necesario realizar pequeños ajustes en la continuidad para recortar el margen de tiempo en el que han estado presentes los personajes, de forma que no se alejen demasiado del presente. Por desgracia, meterme ahora en ese tema excedería los objetivos de este comentario, que además ya se está extendiendo demasiado. Digamos que desvincular el incidente con la gema de las fechas de la Guerra de Corea nos evita tener que pensar en el espinoso hecho de que el Juggernaut se pasó casi tres lustros bajo las rocas hasta que emergió de nuevo en 1965. Yo personalmente lo agradezco, ya que pensar en este detalle socavaría el excelente trabajo de presentación del villano que hace este número.

En fin, con el relato de Xavier concluido, la última línea de defensa de la mansión se quiebra ante la llegada del Juggernaut. La Patrulla-X se lanza entonces al combate, pero los mutantes son apartados como si fueran simples muñecos de papel. Y, ahora sí, llega el gran final. Ay, el gran final.

La revelación del Juggernaut debería haber sido una viñeta memorable. Caín Marko debería haberse mostrado con una proporciones gargantuescas y una pose amenazante. Por desgracia, el tebeo decide mostrarlo en una viñeta con una perspectiva un tanto forzada; una en la que vemos al Juggernaut como si estuviésemos mirando por encima del hombro de Xavier. Así, el personaje se muestra por completo, revelando su característico casco. Pero, ay, parece tan pequeño. Tan poca cosa. Creo que lo ideal habría sido colocar el punto de vista bajo el Juggernaut y mostrar cómo se alza hasta muy por encima de Xavier, como hará la primera página del próximo número, en la que veremos a un diminuto Xavier entre las dos piernas como columnas del villano que se dirige hacia él. Pero, por algún motivo, el gran final de este número es como es… y no tiene la fuerza que podría haber tenido. ¡Con lo bueno que era Kirby plasmando a personajes de proporciones gigantescas! ¡Ojalá hubiese podido hacer algo más que los bocetos y haber hecho que la primera aparición del Juggernaut fuera en verdad inolvidable! ¡Veo la portada de este número y fantaseo con cómo habría acabado Kirby esa viñeta! Ay, el gran final, qué oportunidad perdida. Qué pena de final para tan buena historia.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #12 USA. En el siguiente número: ¡aquí viene el Juggernaut!

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