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[Prehistoria mutante] The X-Men #8 USA: La increíble amenaza de… ¡Unus, el Intocable!

  Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.

Llegamos al octavo número de la colección original de la Patrulla-X, que resulta refrescante por introducir a un nuevo personaje y plantear un par de situaciones nuevas… además de una variante muy peculiar de una situación ya conocida. La historia se abre con los Hombres-X realizando su habitual sesión de entrenamiento en la Sala de Peligro, pero en esta ocasión es Cíclope el encargado de tomar el rol del Profesor Xavier. Eso explica que haya dejado a un lado su uniforme de combate y vista de civil, así como su actitud exigente y autoritaria; fiel reflejo de la actitud de Xavier en escenas similares de entregas anteriores. Parece que una de las labores principales del mentor de los Hombres-X es siempre fastidiar a sus pupilos, aunque en teoría ya estén graduados y no precisen más evaluaciones.

No obstante, Cíclope encaja bien en el papel de profesor. Asociamos más al personaje con el rol de líder de campo, labor que ha desempeñado durante décadas, pero en cierto sentido siempre se le ha considerado el heredero natural de Xavier, incluso en esta época tan temprana del Universo Marvel. Por supuesto, veo a Cíclope asumiendo esa responsabilidad con una resignada convicción, aunque en el fondo no la desee. Leyendo esta escena me he acordado del Cíclope del futuro alternativo de Tierra-X, encargado de adiestrar a una nueva y extraña Patrulla-X… pero negándose a que se le llame “profesor”. Quizá Cíclope no crea estar a la altura de su mentor, pero, realidades paralelas aparte, el tiempo acabará poniendo a cada uno en su sitio.

Claro que el bueno de Scott tiene que realizar sus tareas como líder mientras su cabeza está en otra parte, en concreto pensando en cierta pelirroja de la que ya está perdidamente enamorado. “¡Si pudiera decirle las palabras que realmente deseo pronunciar! Lo preciosos que son sus labios… lo sedoso que es su pelo… ¡Cómo la amo! Pero no me atrevo… No tengo derecho. Ahora no, cuando debo ser su líder. No puedo escuchar a mi corazón. Debo distanciarme, permanecer impasible”, piensa Cíclope mientras supervisa el entrenamiento de la Chica Maravillosa. Evidentemente, Jean siente lo mismo, aunque tampoco se atreve a confesarlo. “Oh, Scott… ¡Ojalá sintieras por mí lo que yo siento por ti! Pero no es así… no lo sientes”, se tortura la única fémina de la Patrulla-X. Como apunté en comentarios previos, me encanta este nuevo drama, aunque se le puedan hacer algunas críticas.

Cualquiera diría que el amor, sobre todo un amor tan intenso como este, no surge de la nada. Para querer a una persona antes hay que conocerla, pasar tiempo con ella, compartir actividades e intereses… lo que viene a ser construir un cierto nivel de intimidad, en definitiva. Revisando las interacciones entre Scott y Jen en números anteriores no tengo la impresión de que exista esa intimidad entre ellos. Por un lado, él no se atreve a acercarse a ella porque teme las consecuencias de perder el control sobre su poder mutante. Por el otro, ella no se atreve a acercarse a él porque piensa que no está interesado. La principal actividad que han compartido hasta ahora es la de luchar contra la Hermandad de Mutantes Diabólicos, que no parece la cosa más romántica del mundo. Apenas hemos visto a Scott y Jean relacionándose como civiles, sin el uniforme, por lo que no nos queda más remedio que asumir que ese romance ha nacido fuera de página. O, peor aún, asumir que así es como funcionaban las cosas en los tebeos de la época: hay un chica y alguien se tiene que enamorar de ella porque... para eso sirven las chicas. ¿Para qué otra cosa iban a servir si no? Como mucho, para ser secuestradas por el villano de turno y propiciar así que sus colegas acudan al rescate. Por suerte no se ha dado esa circunstancia con Jean hasta el momento, pero era algo insultantemente habitual con la Chica Invisible en los Cuatro Fantásticos y con la Avispa en los Vengadores.

La siguiente escena es muy relevante porque nos ofrece la primera manifestación clara de odio antimutante de toda la serie. Mientras el Hombre de Hielo y la Bestia pasean por Greenwich Village se topan con un niño que ha trepado a una de las torres de agua de la azotea de un edificio y no puede bajar. Antes de que el chaval se caiga, la Bestia pone en riesgo su identidad secreta trepando con su ropa de civil por la fachada y rescatándole. Pero, en lugar de celebrar su hazaña, los transeúntes que observan la escena le acusan de ser un peligroso mutante y de estar montando un teatro para ocultar sus planes de conquista. El Hombre de Hielo y la Bestia deben huir entonces del lugar antes de que la muchedumbre furiosa les pase por encima. Es la primera vez que los miembros de la Patrulla-X son tratados con semejante hostilidad por la población, que en números anteriores los consideraba héroes sin reparos. Por fin el tema del odio racial empieza a estar presente más allá de los discursos de Xavier y por fin comenzamos a ver qué es lo que diferencia a los Hombres-X de los Vengadores o de los Cuatro Fantásticos. Todos los héroes del Universo Marvel pasan por algún momento en el que se les considera una amenaza, pero la Patrulla-X tiene esa consideración por el mero hecho de haber nacido mutante. Los demás acabarán recuperando la confianza del público tarde o temprano, pero siempre habrá gente que odiará a los mutantes sólo por ser mutantes.

Sobra decir que la experiencia no le sienta nada bien a la Bestia, que decide dimitir del equipo sin que Cíclope pueda convencerle de lo contrario. Es una reacción un tanto exagerada, pero comprensible. Además, supone la primera disensión real dentro de la Patrulla-X. A esas alturas de la historia marvelita los Cuatro Fantásticos ya se habían disuelto y reunido de nuevo al menos tres o cuatro veces, pero un episodio así entre los Hombres-X era una novedad.

Cuando Cíclope se pone en contacto con el Profesor Xavier a través de Cerebro para informarle de lo sucedido, descubrimos que el telépata está descendiendo con una silla de ruedas especial al interior de una caverna subterránea y que se dirige al encuentro de alguien a quien llama Lucifer. Es sólo un pequeño adelanto de lo que descubriremos en el siguiente número, en el que conoceremos a ese Lucifer y veremos por qué Xavier lo consideraba un asunto pendiente. Las viñetas del profesor bajando hacia el abismo son muy sugerentes, desde luego, pero ya hablaremos de ese misterio cuando toque.

La parte interesante de la historia llega cuando vemos qué hace la Bestia tras abandonar la Patrulla-X. Decidido a usar sus poderes mutantes en beneficio propio en lugar de para proteger a la humanidad, Hank se mete en el negocio de la lucha libre acrobática, donde podrá recurrir a su agilidad sobrehumana sin levantar sospechas acerca de su verdadera naturaleza. Su objetivo es ganar dinero rápidamente, nada más. Un tal Peter Parker también tuvo la misma idea un tiempo atrás… y no le salió muy bien, que digamos. Además, Hank decide hacerse llamar “la Bestia” y luchar con la cara descubierta, lo que denota una confianza asombrosa en que nadie vaya a reconocerle. Vamos, que no es el plan más inteligente de su carrera.

Su primer adversario es un nuevo personaje llamado Unus, el Intocable. Su apodo se debe a que no puede ser tocado si no lo desea, ya que cualquier ataque hacia su persona es inmediatamente repelido por una fuerza misteriosa. Es un mutante, claro está, y parece ser invencible. Eso propicia un par de páginas fantásticamente dibujadas por Kirby en las que vemos el dinámico combate entre los desiguales contrincantes, que acaba con Hank descalificado. Me gusta muchísimo la viñeta en la que la Bestia esquiva un ataque levantándose con las yemas de los dedos índices. En realidad toda la pelea me parece muy inspirada en lo que a la parte gráfica se refiere.

Pronto nuestro protagonista se percata de que entre los asistentes se encuentra Mente Maestra, que ha acudido para evaluar a Unus y ofrecerle un lugar en la Hermandad de Mutantes Diabólicos. Pero antes debe encontrar y derrotar a la Patrulla-X, por supuesto, ya que la Hermandad no ha demostrado ser especialmente buena en esas dos tareas en concreto. Poco después, aprovechando el robo de un banco, Unus utiliza su poder para eliminar a los atracadores y, de paso, ser detectado por Cerebro. De esta forma, la Patrulla-X acude a su encuentro montada en su nuevo helicóptero (el segundo de esas características, ya que el primero fue destruido por Magneto en el número anterior).

Como cabía esperar, los Hombres-X resultan inefectivos contra Unus, al que no pueden golpear de ninguna manera. Este nuevo enemigo es invulnerable a las maniobras del Ángel, al rayo óptico de Cíclope y a las trampas del Hombre de Hielo, que intenta contenerlo en una prisión helada sin resultado. Curiosamente, la Chica Maravillosa apenas participa en el combate aunque su poder parece la mejor opción para enfrentarse a un contrincante que no puede ser tocado. Bastaría con levantarlo telequineticamente y llevarlo hasta la prisión más cercana para acabar con él, ¿verdad? Pero eso sería demasiado fácil y además haría que Jean pareciese un miembro útil del equipo. Mejor que siga moviendo hilos con la mente en la Sala de Peligro, que ya es bastante para una mujer, y deje las tareas importantes a los hombres.

Al final los héroes dejan a Unus colgado de un edificio, sabiendo que eso sólo lo detendrá de forma temporal. ¿Y qué ha estado haciendo la Bestia mientras tanto? Pues se ha metido en el laboratorio de la escuela para construir una máquina que potencie los poderes de Unus. Es la tercera vez que nos encontramos con una máquina capaz de amplificar las habilidades mutantes en la colección, por cierto. Sus compañeros creen que Hank se ha vuelto loco o que ha decidido unirse a los Mutantes Diabólicos, así que tratan de evitar que pueda aplicar los rayos de la máquina al villano. No lo consiguen.

Con sus poderes potenciados, Unus es aún más intocable que antes. Se ha convertido en el hombre más invulnerable del planeta. Sin embargo, no pasa mucho tiempo hasta que se hace evidente cuál era la intención de la Bestia: ahora que su campo repulsor se mantiene constantemente a máxima intensidad, Unus no es capaz de tocar ni de coger nada. Cuando intenta coger un cigarrillo, el paquete es repelido de sus manos. Cuando intenta comer algo, la comida es automáticamente lanzada al otro extremo de la habitación. Al final tiene que rendirse y prometer a la Patrulla-X que no dará problemas ni se unirá a los Mutantes Diabólicos para que la Bestia revierta los efectos de su máquina. La historia termina con los demás Hombres-X asegurando que siempre mantuvieron su fe en Hank y que en ningún momento creyeron que les estaba traicionando, de forma que el equipo vuelve a quedar unido.

Esta es una aventura muy sencilla, con una conclusión tan predecible como satisfactoria. En última instancia nos encontramos con una resolución muy propia de los tebeos de la época, con el genio del equipo inventando un aparato para resolver el problema que supone el nuevo enemigo. También resulta agradable que el conflicto no se solucione a base de fuerza bruta o mediante el borrado indiscriminado de recuerdos, sino a través de la inteligencia y la habilidad técnica. En ese sentido, casi parece una historia de los Cuatro Fantásticos.

El enfrentamiento contra Unus termina de confirmar a la Bestia como el miembro más inteligente y útil del grupo. Hemos necesitado ocho números para llegar a este punto, pero Hank ya es un personaje más o menos tridimensional, no uno limitado a una única faceta. Ya tiene un modo de hablar y un vocabulario característico, unas conductas muy reconocibles (como la de sostener complejos libros de texto con los pies) y se ha puesto a prueba tanto en el terreno físico como el intelectual. Ahora sólo falta que los demás Hombres-X alcancen un nivel similar en su desarrollo, pues de momento siguen siendo bastante unidimensionales. Bobby es el payaso, Warren es el niño rico, Cíclope es el llorón y… bueno, Jean es la chica. Hank parece llevarles la delantera y por eso no me cuesta nada considerarlo mi personaje favorito de esta etapa. Este número es una lectura muy recomendable para los aficionados al personaje que quieran saber más sobre cómo era en esta época primigenia.

Y hasta aquí el comentario de The X-Men #8 USA. En el siguiente número: ¡la terrible amenaza de Lucifer! ¡Con los Vengadores como invitados especiales!

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