Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
Llegamos a The X-Men #11 USA, último número realizado íntegramente por el tándem formado por Stan Lee y Jack Kirby. Lee seguiría escribiendo unas cuantas historias más, pero la siguiente entrega ya sólo contaría con los bocetos de Kirby. Supongo que llegados a ese punto la carga de trabajo para el artista debía ser casi insostenible. Este cómic salió en marzo de 1965 junto a las entregas mensuales de otras cuatro cabeceras dibujadas por Kirby: Fantastic Four, Avengers, Sgt. Fury and his Howling Commandos y Journey Into Mystery. Eso son alrededor de cien páginas. Mantener ese ritmo de trabajo no debía ser nada fácil. No me extraña, por tanto, que decidiera bajarse de alguna de las series para centrarse en las que más disfrutaba haciendo. No creo que The X-Men fuera una de ellas o, al menos, no creo que disfrutase tanto con los mutantes como disfrutaba con los Cuatro Fantásticos, que para entonces estaban a punto de entrar en su edad dorada con la presentación de los Inhumanos, la llegada de Galactus y demás. Además, está claro que el nivel de mimo que ponía en Fantastic Four no era el mismo que ponía en The X-Men. Una prueba de ello es que en este número el Hombre de Hielo vuelve a llevar sus botas en su forma helada, algo que ya parecía haberse dejado atrás en entregas anteriores. ¿Un error? ¿El estado de flujo en el que se encontraban las cosas en aquella época de la historia marvelita? Quién sabe.
Esta historia, como tantas otras, comienza con el Profesor Xavier reuniendo a su Patrulla-X. Sus máquinas han detectado la presencia de un nuevo mutante, mucho más poderoso que cualquiera de los que se habían encontrado antes. Tan poderoso es que se resiste a los métodos de detección y por eso Xavier es incapaz de determinar cuál es su aspecto. Los Hombres-X deben apresurarse a dar con él antes de que lo haga Magneto o alguno de los miembros de su Hermandad de Mutantes Diabólicos. La premisa nos resulta muy familiar.
Por suerte, los lectores no tenemos que esperar mucho para ver al responsable de crear tanto alboroto. Este supuesto nuevo mutante parece un anciano de pelo blanco, cejas pobladas y bigote puntiagudo. Viste como un humano normal, aunque pronto queda claro que no está acostumbrado a moverse entre los humanos. Primero lo vemos alquilando una habitación sin saber que para eso se necesita dinero, por lo que crea un puñado de billetes de la nada y se lo ofrece a la propietaria como si nada. Poco después se pone a caminar sobre el aire para superar un atasco de tráfico, alarmando al resto de transeúntes. Al final decide ocultarse atravesando un muro y acaba en el cubil secreto de la Hermandad de Mutantes Diabólicos. Magneto había estado atrayéndole con el objetivo de reclutarle.
Mientras tanto, la Patrulla-X le busca a través de la ciudad aunque sigue sin conocer su apariencia. Nos encontramos entonces con una escena muy interesante en la que Cíclope, vestido de civil, se acerca a unos policías que están hablando sobre un misterioso hombre volador que se había visto cerca de allí. Los policías consideran que Scott resulta sospechoso y le piden que se quite las gafas para que puedan verle la cara. Su tajante negativa hace que resulte aún más sospechoso, como si se tratara de un fugitivo que huye de la ley, y los agentes deciden quitárselas por la fuerza. Evidentemente, al perder sus gafas Cíclope pierde también el control sobre su rayo óptico, que está a punto de herir a los dos policías. Uno de ellos llega a reconocerle como el Hombre-X Cíclope y afirma que es incluso más peligroso que aquel otro al que estaban buscando. Pero antes de que las cosas se pongan más serias aparece la Bestia para sacar a su compañero de tan delicada situación.
Me gustan mucho este tipo de escenas porque sirven para asentar el estatus de los Hombres-X como forajidos fuera de la ley. Los mutantes no son como los Cuatro Fantásticos o los Vengadores, que casi siempre cuentan con la aprobación tanto de los civiles como de las fuerzas del orden. Los mutantes, por el mero hecho de ser mutantes, ya son considerados peligrosos y por tanto son tratados como amenazas en potencia. Esta idea ha tardado unos cuantos números en fraguarse, pero ya la tenemos presente en la colección... y aún falta mucho para que llegue Chris Claremont a definir de forma definitiva lo que significa ser un Hombre-X.
Volvemos ahora con el Extraño y la Hermandad. Llevamos casi la mitad del tebeo y aún no ha avanzado mucho la historia, pero las siguientes páginas son lo bastante contundentes como para compensar la lentitud con la que ha arrancado esta aventura. Magneto quiere que el supuesto nuevo mutante se una a él, pero el Extraño no lo entiende. Él se define como un simple “extraño” (“stranger” en inglés, una palabra que también puede traducirse como “extranjero” o “forastero”) y no sabe de qué va todo eso del homo superior. Cuando Magneto y Mente Maestra utilizan sus poderes sobre el Extraño para hacerle una demostración, a él no le hace ninguna gracia que le traten de esa manera. Primero lanza una descarga de energía que destruye el refugio secreto de Magneto y después convierte a Mente Maestra en piedra. El Mutante Diabólico, con su cuerpo transformado por completo en roca inerte, se hunde y cae a través del suelo.
El alboroto llama la atención de la Patrulla-X, que entra en escena para enfrentarse a Mercurio y a la Bruja Escarlata mientras el Extraño abandona el lugar llevándose consigo a Magneto y al Sapo. Primero el Ángel y Mercurio intercambian algunos golpes, pero luego el Hombre de Hielo congela al supervelocista, enfureciendo a su hermana. La Chica Maravillosa y Cíclope, que aún viste con su ropa civil, llegan justo a continuación, poniendo fin a la pelea. Está claro que los gemelos no tienen mucho interés en seguir luchando ahora que Magneto ya no está presente.
Después de que Cíclope use su rayo óptico para liberar a Mercurio sin hacerle daño, se debate la situación de los hermanos. Wanda asegura que esta ha sido la última vez que han servido a Magneto, mientras que Pietro afirma que la deuda que les unía con el Amo del Magnetismo ya se ha saldado con creces. “Siempre pensé que vuestro sitio no estaba en la Hermandad de Mutantes Diabólicos”, les dice Cíclope; unas palabras que bien podrían ser las de los lectores.
Hay una viñeta curiosa en la que Cíclope habla con los gemelos para que se unan a la Patrulla-X. La Chica Maravillosa, que unas páginas atrás comparaba la voz de su amado Scott con la de Richard Chamberlain, observa a Scott mirando a Wanda y siente unos celos repentinos. “La forma en la que la mira, como si también… ¡Oh, no! ¡No puede ser!", piensa Jean. Este me parece un momento totalmente gratuito, ya que Cíclope y la Bruja Escarlata apenas habían tenido ninguna interacción hasta el momento. Parece poco probable que Scott se hubiese enamorado de ella, pero tenemos que recordar que estamos en los sesenta y que no mucho antes Namor sí que se había quedado prendado de la belleza de Wanda nada más conocerla. ¿Es posible que Lee barajara en algún momento la posibilidad de llevarse a Mercurio y a la Bruja Escarlata a la Patrulla-X? ¿Acaso estaba insinuando una especie de triángulo amoroso entre Scott, Jean y Wanda de cara al futuro? ¿O todo eso es mucho suponer y en realidad el pensamiento de Jean no es más que otra manifestación del machismo galopante de la época? No me sorprendería que fuera así. Ya sabemos que para un hombre de los sesenta las mujeres debían ser bellas, sumisas… y celosas de otras mujeres, no vaya a ser que le quitasen a su hombre.
Por cierto, a raíz de la mención que se hace a Richard Chamberlain, he buscado si el actor ya era popular en 1965 y lo cierto es que sí. Entre 1961 y 1966 protagonizó una serie llamada Dr. Kildare, un drama médico que se extendió a lo largo de cinco temporadas y casi doscientos episodios. Entonces era bastante joven, pero ya se intuía al galán que aparecería luego en El Conde de Montecristo (1975), Shogun (1980) o El Pájaro Espino (1983). Entre las muchas adaptaciones de El Conde de Montecristo que he visto, la suya siempre ha estado entre mis favoritas. Su Edmundo Dantés es una absoluta delicia. También le recuerdo mucho por Las minas del Rey Salomón (1985), que me parece una peli de aventuras muy entretenida. En mi casa se respeta mucho a Chamberlain por ser uno de los grandes iconos de mi señora madre y la verdad es que me ha hecho gracia que se le mencione en un tebeo viejo de la Patrulla-X.
Pero volvamos al dilema de Mercurio y la Bruja Escarlata, que en realidad no es tal. Hay un momento en el que la Bruja Escarlata parece sopesar el ofrecimiento de Cíclope, pero su hermano descarta de inmediato la posibilidad de unirse a la Patrulla-X. “¡No, hermana mía! ¡Ahora soy yo quien da las órdenes!”, exclama Pietro. “Regresaremos a nuestro hogar en el centro de Europa y olvidaremos la interminable batalla de mutante contra mutante”. “Pero puede que algún día regresemos. Algún día, el destino de la humanidad podría depender de que nosotros volvamos a entrar en combate”, añade Wanda mientras ambos se marchan. Supongo que para los lectores de la época debió ser un tanto decepcionante que estos dos personajes no se convirtieran en una presencia regular, pero para entonces Lee ya tenía otros planes para ellos. Ese mismo mes se publicaría el mítico Avengers #16 USA, número en el que los Vengadores originales abandonaban el equipo. El Capitán América pasó entonces a liderar a una nueva encarnación de los Héroes Más Poderosos de la Tierra que estaba formada por tres antiguos villanos: Ojo de Halcón, Mercurio y la Bruja Escarlata.
Comenzó así la prolífica carrera de los gemelos en las páginas de los Vengadores, en donde se desarrollarían como personajes y protagonizarían no pocos dramas. Con el tiempo el sobreprotector Mercurio tendría que aprender a dejar que su hermana tomase sus propias decisiones, entre las que estaría la de iniciar un romance con cierto famoso sintezoide. Pero eso será una historia para otro día.
Lo que sabemos es que Pietro y Wanda se dejarían ver muy poco por las páginas de la cabecera de la Patrulla-X durante el resto de la prehistoria mutante, ya que pasaron a formar parte del entorno de los Vengadores de una forma cada vez más intensa. Mercurio pasaría más adelante a asociarse también con los Inhumanos gracias a su matrimonio con Crystal, pero la Bruja Escarlata sería una figura fundamental en numerosas alineación del equipo, hasta tal punto que hoy en día me cuesta concebir unos Vengadores sin ella.
Con Mercurio y la Bruja Escarlata volando en solitario y Mente Maestra transmutado en piedra (un estado en el que se mantendría durante una larga temporada: no le volveremos a ver hasta la saga de Factor Tres, para la que aún faltan unos veinte números), la primera encarnación de la Hermandad de Mutantes Diabólicos estaba acabada. Lo único que faltaba por saber es qué iba a suceder con Magneto y el Sapo, que habían sido transportados a otro lugar por el Extraño. La siguiente escena del tebeo nos muestra al Amo del Magnetismo exigiendo al Extraño que le desvele cuál es su poder, lo cual hace que al misterioso personaje se le agote la paciencia. Abandonando su disfraz humano, el Extraño revela que no es un simple mutante y que posee un poder muy superior al de Magneto o al de cualquier otro ser del planeta.
Parece que Xavier es consciente de lo que está sucediendo con su viejo enemigo y apremia a sus Hombres-X: “¡El que buscamos es lo bastante poderoso como para hacer temblar el universo! Magneto no es más que un niño comparado con el Extraño. ¡Debemos encontrarlo! ¡De inmediato!”. Así, el helicóptero de la Patrulla-X acude en busca de Magneto justo a tiempo de encontrarse de nuevo con el Extraño. Afirmando que él siempre ha sido “un extraño de las estrellas”, el personaje confirma su origen extraterrestre y asegura que va a volver a su mundo… llevándose con él a Magneto y al Sapo. “Mi gente está muy interesada en las mutaciones. Viajo de planeta en planeta cogiendo especímenes mutantes para llevarlos al mío para estudiarlos. No sabía a quién escogería de la Tierra… pero, entonces, el que se hace llamar Magneto insistió en que me aliara con él, por lo que elegí llevármelo, y también al otro, cuya lealtad es tan patética. No volveré jamás”, dice el Extraño mientras su figura se convierte en un rayo de luz y sale del planeta llevándose con él a los dos últimos integrantes de la Hermandad. Pobre Sapo. Hasta los extraterrestres piensan que es patético.
Esta es la primera aparición del Extraño y creo que esas últimas líneas de diálogo resumen todo el trasfondo que los autores tenían pensado para este personaje en ese momento. Con el tiempo, el curioso personaje cambiaría de imagen, conservando eso sí el bigote, y acabaría asociado a la vertiente cósmica de la Casa de las Ideas. No obstante, el Extraño siempre ha sido un misterio a causa de su origen, que siempre ha sido un tanto nebuloso y, en ocasiones, contradictorio. Aquí se nos presenta como un científico alienígena interesado en las mutaciones, pero ya entonces parecía evidente que era mucho más de lo que aparentaba. Más adelante se le vería compartiendo escena con entidades cósmicas como Eternidad, Infinito o el Tribunal Viviente, por lo que se le debía considerar como alguien importante entre los seres de esa categoría.
¿Pero quién es en realidad el Extraño? Creo que la versión más aceptada de su origen es la que se narra en Fantastic Four #116 USA, en la que Archie Goodwin y John Buscema nos contaron que el Extraño era un realidad un ser resultante de la unión de varios Eternos del planeta Gigantus. Igual que los Eternos terrestres podían combinarse para crear la Unimente, los Eternos de Gigantus habían dado lugar al Extraño. Era pues una especie de gestalt viviente. Este personaje ha sido muchas cosas: primero un científico extraterrestre, luego una deidad cósmica, también el creador de Ego, el Planeta Viviente. Y su historia empezó aquí, en la colección primigenia de los Hombres-X. Es curioso, porque es el típico personaje cuya primera aparición parecería más propia de las páginas de Thor o de los Cuatro Fantásticos.
Pues bien, con el Extraño en el espacio y la Hermandad disuelta a la Patrulla-X no le queda más que volver a la escuela... aunque antes los mutantes deben huir de la llegada de unos policías para evitar que la identidad del Profesor Xavier y su asociación con los Hombres-X se hagan públicas. Ya en casa, el mentor de los jóvenes mutantes quita los nombres de Magneto, el Sapo y Mente Maestra de Cerebro, su aparato detector. La viñeta transmite el mensaje de que vamos a tardar bastante tiempo en volver a ver a estos villanos, pero dicho mensaje es un tanto engañoso. Tendremos de vuelta a Magneto mucho antes de lo que creemos.
Finalmente, la historia acaba de la misma forma en la que empezó, con una señal de alarma que indica que se ha detectado una nueva amenaza extraordinariamente poderosa y potencialmente letal. Hasta Cerebro parece sentir pánico. No obstante, me apuesto lo que sea a que en el momento de finalizar este número los autores todavía no tenían claro cuál iba a ser esa nueva amenaza tan trascendental. Es más, me parece el típico caso de Lee dejando caer que el próximo número contendría una historia asombrosa… antes siquiera de haberla pensado él. Hay que admitir que no se le daba nada mal eso de vender humo.
Lo irónico es que, en esta ocasión, tras la típica cháchara melodramática y las características exclamaciones teatrales de Lee llegaría efectivamente uno de los villanos más importantes de la Patrulla-X, uno de los pocos que trascenderían la prehistoria mutante para llegar hasta la historia mutante… y más allá, pues incluso llegaría a enfrentarse con Spiderman en una muy recordada aventura.
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #11 USA. En el siguiente número: ¡el origen del Profesor-X! ¡Y la llegada del imparable Juggernaut!
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