Prehistoria mutante es una serie de artículos en los que vamos a ir repasando los números de la Patrulla-X original uno a uno. En cada entrega se comentará uno de los números de esta etapa fundacional de los mutantes de Marvel, empezando por el primero... y de ahí hasta donde lleguemos.
El séptimo número de la colección se abre con una imagen verdaderamente extraña: el Profesor Xavier y sus cinco estudiantes, equipados con sus uniformes, birretes y diplomas, posan delante de la cámara para sacar su foto de graduación. No sabemos con certeza cuánto tiempo ha pasado desde que los integrantes de la Patrulla-X original empezaron a entrenarse en el uso de sus dones, pero hace un par de números se dijo que llevaban alrededor de un año juntos. Jean lleva incluso menos, ya que fue la última en llegar. No obstante, parece que ha sido suficiente como para “graduarse” en el uso de sus poderes mutantes. Xavier llega a decir que todos dominan sus poderes a la perfección y que ya no puede enseñarles nada más. Qué equivocado está, sobre todo en el caso del Hombre de Hielo, que aún tardará décadas en llegar a controlar sus poderes de forma óptima.
Xavier también menciona que los diplomas que les ha entregado son simbólicos, ya que todos recibirán luego auténticos diplomas por haber completado sus estudios preuniversitarios en una escuela privada. No voy a fingir que entiendo cómo funcionaba el sistema educativo estadounidense en la década de los sesenta, pero me da en la nariz que esos diplomas no deben ser muy útiles de cara al futuro. Se nos ha dicho desde el primer número que esto es una escuela y hemos de suponer que, efectivamente, los jóvenes mutantes han estado estudiando algo más que tácticas de supervivencia en la Sala de Peligro… pese a que el único al que hemos visto sosteniendo un libro de texto ha sido a la Bestia, que por algo es el empollón del grupo. ¿Pero qué pasa con los demás? ¿Qué asignaturas han estudiado? ¿Qué programa de estudios han seguido? ¿La Escuela del Profesor Xavier para Jóvenes Talentos imparte una enseñanza reglada? ¿Tiene todos los permisos legales pertinentes? ¿Está supervisada por las autoridades educativas? ¿Acaso el F.B.I. sabe lo que se cuece ahí dentro y les ha preparado una tapadera? ¿O puede que la fortuna de Xavier esté siendo utilizada para tapar muchas bocas? Como viene siendo habitual, le estoy dando demasiadas vueltas a un asunto que no resulta relevante para el tebeo en sí, pero siempre resulta muy divertido buscar la lógica en estas viejas historias que, en la mayoría de ocasiones, carecen de ella.
Después de la graduación, el líder de la Patrulla-X aprovecha para refrescar a sus alumnos (y a los lectores, de paso) la dinámica de la colección. Lo que me resulta más llamativo es que su discurso empieza ya a resultar muy parecido al de Magneto, incluso en lo que respecta al uso de la terminología. No voy a entrar otra vez en lo problemático que me parece hablar sobre la existencia de una especie superior, pero la próxima vez que nos llevemos las manos a la cabeza porque el Xavier actual no tenga problema en compartir la nación mutante de Krakoa con terroristas y supremacistas quizá deberíamos recordar que su pensamiento tampoco dista mucho del de estos elementos. “Todos sois más que meros homo sapiens. Sois los precursores del homo superior, ¡el hombre superior! Cada uno de vosotros tenéis un invaluable poder mutante para usar en bien de la humanidad… y debéis seguir guardando en secreto vuestras identidades como Hombres-X, pues el mundo de humanos corrientes aún no está listo para aceptaros”, asegura el profesor. Pese a su ligero aroma a supremacismo, en este discurso se empieza a reconocer ya el famoso leitmotiv de “temidos y odiados por un mundo que han jurado proteger”. El único problema es que lo que nos ha ido mostrando la colección no se corresponde con lo que dice Xavier.
Hemos visto a los Hombres-X enfrentándose a la Hermandad de Mutantes Diabólicos, pero no hemos visto que los mutantes sean rechazados por el mero hecho de ser mutantes. Al contrario, vimos cómo el ejército aceptaba su ayuda sin problemas en el primer número y cómo el F.B.I. recurría a ellos para que se ocupasen del Desvanecedor en el segundo. Hemos visto a una horda de chicas persiguiendo al Ángel para conseguir un autógrafo y a un grupo de obreros admirando a Cíclope. ¿Dónde están, pues, todos esos humanos corrientes que aún no están preparados para aceptar a los mutantes? Todavía no hemos visto ninguna turba furiosa persiguiendo a un mutante con antorchas (salvo una: la que persiguió a la Bruja Escarlata antes de ser rescatada por Magneto, aunque en su caso el descontento del pueblo parecía menos relacionado con su naturaleza mutante y más con el hecho de que era una bruja). A mí esta situación me genera cierta disonancia y creo que la causa se debe a que durante los primeros años de la prehistoria mutante los conceptos introducidos eran demasiado ambiguos y aún estaban por solidificar. En los comentarios de números anteriores decía que estos tebeos se encontraban en un estado de flujo constante y que las cosas podían cambiar de un número a otro. Y desde luego así es. Basta con fijarse en que del número anterior a este la máscara del traje de Jean Grey ha vuelto a cambiar sin mediar ninguna explicación.
Pero bueno, me estoy extendiendo mucho en este asunto de la graduación cuando en realidad su objetivo es mucho más simple y evidente: despedir a Xavier. Esta no es la primera vez que los autores tratan de quitar de enmedio al profesor, quizá porque eran conscientes de que sus poderes le restaban emoción a las historias y propiciaban finales en los que sus estudiantes, los supuestos protagonistas, se veían reducidos a meros secundarios. El hecho es que, con los Hombres-X graduados, el telépata ha decidido marcharse de la escuela para atender unos viejos asuntos, delegando el liderazgo en Cíclope. Sabremos cuáles son esos asuntos en los siguientes números, pero no cabe duda de que la marcha de Xavier es beneficiosa para el personaje de Scott Summers. Bueno, en realidad es beneficiosa para los lectores, que podemos ver cómo la angustia vital del taciturno Cíclope, ya bastante pronunciada a causa de su devastador rayo óptico, se vuelve aún mayor al asumir el puesto de Xavier y las responsabilidades que conlleva. Se acabó lo de salir con sus compañeros y lo de dispensar atenciones a su enamorada Jean, pues en la Marvel de entonces el liderazgo era algo que debía sufrirse en soledad. Y yo no tengo ninguna queja sobre todo este drama añadido, que conste. Más bien al contrario.
Antes de marcharse, Xavier introduce un nuevo elemento que acabará trascendiendo como una parte fundamental de la mitología mutante: Cerebro, el aparato detector de mutantes. Esta primera versión es la típica pieza de maquinaria futurista diseñada por Jack Kirby, con muchos componentes electrónicos que realizan funciones extrañas y muchos cables situados en ángulos imposibles; una auténtica preciosidad. Ahora que el profesor se marcha y que la Patrulla-X se queda sin un telépata capaz de detectar las ondas mentales de otros mutantes, Cíclope tendrá que estar atento a las señales de Cerebro, que además es capaz de diferenciar entre mutantes ya conocidos o mutantes desconocidos.
Por desgracia, en este número no asistiremos a la presentación de un nuevo personaje, sino a la recuperación de un viejo conocido. Lee y Kirby traen aquí de vuelta a la Mole, a quien Xavier le había borrado la memoria unos números atrás. La historia tiene un planteamiento que ya nos resulta familiar y que empieza a hacerse un poco repetitivo, pues Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos tratarán de reclutar a la Mole, esto nos llevará al enfrentamiento de rigor entre el mutante y los Hombres-X, quedará patente que Mercurio y la Bruja Escarlata no son tan malvados como sus demás socios y después Magneto escapará con los suyos jurando venganza. Si nos suena es porque se trata exactamente del mismo planteamiento del número anterior, pero cambiando a Namor por la Mole.
Cuando la historia pone el foco sobre la Hermandad, nos la encontramos refugiada en una siniestra mansión, en lo que debe ser su tercer o cuarto escondrijo en otras tantas apariciones. Allí Mente Maestra intenta seducir a una Bruja Escarlata que no esconde su desprecio hacia el ilusionista. Qué torpes, penosas y desagradables resultan las insinuaciones de Mente Maestra, que no obtiene más que el desprecio que se merece. Sin embargo, ni siquiera las amenazas de Magneto y de Mercurio bastan para que el ilusionista cese en su empeño de convertirse en un donjuan. Las cosas serán muy distintas en el futuro, cuando intente seducir a otra famosa mutante de forma mucho más sugerente y sutil, pero eso queda todavía muy lejos.
Resulta que Magneto tiene un nuevo plan para destruir a la Patrulla-X, de forma que, con sus enemigos desaparecidos, pueda al fin dar rienda suelta a sus ansias de conquista. Para ello visita la feria en la que se encuentra la Mole, paseando entre los transeúntes con su traje de colores porque evidentemente todo el mundo va a pensar que se trata de un feriante más. Uno vestido como el famoso terrorista que atacó Cabo Ciudadela o que dio un golpe de estado en Santo Marco, claro está. ¿Es que nadie veía las noticias en los sesenta?
Una vez en presencia de la Mole, Magneto vuelve a usar lo que parecen ser poderes telepáticos para detectar el bloqueo que Xavier impuso sobre sus recuerdos. Me sigue resultando raro que Magneto se muestre usando algo parecido a unos poderes mentales y se me antoja que es porque en aquel momento cualquier cosa relacionada con la mente aún se situaba en un limbo próximo a lo sobrenatural. Quizá el hecho de que Magneto pueda influir mentalmente sobre otros personajes se deba a que entonces aún se hablaba sobre “magnetismo” en relación a temas como la hipnosis. Y no se referían precisamente al magnetismo que tiene que ver con electroimanes, sino a uno más próximo al "magnetismo animal". En fin, no se le puede pedir mucha ciencia a los tebeos de esta década.
Cuando los feriantes salen a defender a la Mole, se desencadena un enfrentamiento entre ellos y la Hermandad de Mutantes Diabólicos. Es una oportunidad perdida, ya que en lugar de luchar contra los equilibristas y los payasos, como hizo de forma hilarante la Patrulla-X poco antes, Magneto y los suyos se pelean contra fornidos mozos. Me hubiese gustado ver a los villanos luchando contra una pirámide humana o combatiendo sobre la cuerda floja, simplemente porque me gustan esas locuras desenfadadas. En esta ocasión, la pelea se acaba en cuanto la Mole se queda sin paciencia y agarra a Magneto, que usa sus poderes para lanzar al enorme mutante. De alguna forma, el golpe en la cabeza le devuelve la memoria y entonces decide hacer equipo con Magneto y volver a luchar contra los Hombres-X. Como me acabo de quejar de la ciencia de los tebeos de la época no pienso decir nada más sobre los golpes en la cabeza que te devuelven mágicamente unos recuerdos que el telépata más poderoso del planeta te había bloqueado previamente.
Todo esto sucede mientras el Hombre de Hielo y la Bestia pasan el rato en un peculiar local de ambiente bohemio en Greenwich Village. La verdad es que la forma en la que está plasmado me hace dudar de la edad que tenían entonces Lee y Kirby. Parece una parodia de los locales de moda entre los jóvenes hecha por dos aburridos señores mayores, no muy distinta de las bromas que hacen hoy esos mismos señores mayores sobre las formas en las que se entretienen las generaciones más jóvenes. En el local hay una banda de jazz, hay poesía alternativa… y hay un montón de gente que enloquece en cuanto la Bestia se quita los zapatos y enseña sus enormes pies. Automáticamente lo proclaman su líder y se lo llevan para pintar sobre las plantas de sus pies, en lo que entiendo que es una escena cómica. Todo lo que he visto sobre el ambiente bohemio de los sesenta siempre parece una parodia o una broma y me da un poco de pena porque debió ser una escena muy estimulante para los que participaron en ella. Sea como sea, esta es la forma en la que ha elegido recordarla la cultura popular.
Estas páginas son importantes por dos motivos. Primero porque inauguran la época de correrías de la Bestia y el Hombre de Hielo, dos personajes a los que siempre veremos salir juntos en números posteriores, y segundo porque introduce al personaje de Zelda, la camarera del local que acabará convirtiéndose en la novia del Hombre de Hielo durante esos años. Dejando a un lado el tema de la sexualidad de Bobby, lo cierto es que no sé si reír o llorar con la frase que usa para ligar en este número. “¿Sabes? Si me aprietas un poco las tuercas, podría llegar a apreciarte”, le dice a Zelda. Supongo que en los sesenta sonaba mejor que ahora.
Así llegamos a la parte que todos estábamos esperando, que es la pelea entre los Hombres-X y la Hermandad. Magneto desafía por radio a sus enemigos, que acuden en helicóptero (a estas alturas siguen teniendo problemas para decidirse por un medio de transporte, por lo que parece) al lugar designado. Allí les espera la Mole, que no es consciente de que no es más que un señuelo en el plan de Magneto. De esta forma, vemos a los estudiantes de Xavier combatiendo una vez más contra el enorme mutante de la feria, que sigue siendo tan invulnerable como en su primer enfrentamiento. Inspirado por el concepto de “objeto inamovible” (más adelante tendremos también un personaje inspirado en el concepto de “objeto imparable”), cuando la Mole planta los pies en el suelo no es posible moverlo. La única forma de hacerlo es atacar por sorpresa y pillarlo desequilibrado, porque cuando está preparado no hay nada que hacer. Jean incluso intenta levantarlo del suelo con sus telequinesis y el suelo se alza con él, negándose a separarse de sus pies y estirándose cual chicle, como vemos en una viñeta extrañísima.
Finalmente, Magneto hace su movimiento y ataca a la Patrulla-X con torpedos que controla con su magnetismo. No se puede decir que atacar a sus rivales cuando están distraídos lanzándoles torpedos sea el plan más brillante que ha ideado el líder de la Hermandad y el resultado es justo el que se puede esperar de estos jóvenes que llevan ya tiempo lidiando con las trampas mortales de la Sala de Peligro: se libran de los proyectiles sin mucho esfuerzo. Eso no quiere decir que el combate sea aburrido ni mucho menos. Nos encontramos ante otra fantástica secuencia de acción, como cabría esperar del equipo formado por Lee y Kirby, ya bien curtido en la materia.
El clímax se produce cuando Magneto decide lanzar su ataque definitivo aunque eso suponga llevarse por delante a la Mole, que se supone que era su aliado. De nuevo esta situación nos resulta familiar, ya que es una repetición de la que se planteó en el número anterior con Mercurio. Magneto acaba lanzando todos sus proyectiles contra la Patrulla-X, pero en esta ocasión la Mole se interpone. Su invulnerabilidad le permite salir ileso y, de paso, salvar las vidas de los Hombres-X, sus supuestos enemigos. Desprovisto de sus armas y recibiendo las críticas de la Bruja Escarlata, que no tenía intención de ser partícipe en una matanza, Magneto decide que ha llegado el momento de huir para luchar otro día y se lleva a la Hermandad en una de sus naves con forma de imán gigante. No obstante, se ha percatado de que en esta ocasión los estudiantes de Xavier no contaban con el apoyo telepático de su mentor y lo tendrá en cuenta cuando plantee su próxima estrategia.
En cuanto a la Mole, después de lo ocurrido vuelve a rechazar la invitación de unirse a la Patrulla-X. “Ya estoy harto de mutantes, de luchar por otros. ¡Nunca más volveré a confiar en nadie!”, asegura. “Me vuelvo al único lugar al que pertenezco… al circo. He vivido como un monstruo de feria… ¡y así moriré!”, dice más adelante. Hay un componente trágico en la figura de la Mole que me gusta mucho. Durante su primera aparición se presentaba como una persona mezquina y ambiciosa, pero en este número queda claro que es poco más que un peón que no entiende bien dónde se está metiendo. Su única motivación era fastidiar a la Patrulla-X y en el momento en el que las cosas se ponen serias y acaban recibiendo el impacto de varios torpedos se da cuenta de que esto no es una simple pelea de bar. Cualquier interés que pudiese tener en demostrar su superioridad o aprovechar sus poderes en beneficio propio parece haberse desvanecido. Sin embargo, el hecho de que no quiera unirse a las filas de la Patrulla-X es percibido como una irresponsabilidad. “Hay mutantes buenos, y también malos. Y también hay quien odia serlo, quien rechaza la gran responsabilidad que su poder le impone”, afirma Cíclope, que de responsabilidad entiende bastante. “No me queda odio, sólo cansancio”, le responde la Mole.
La conclusión de este número es más inteligente y más profunda de lo que parece, ya que plantea muchas cuestiones interesantes. Por una parte, parece que el mero hecho de nacer mutante ya te obliga a tomar parte en un conflicto que seguramente no entiendas. No puedes vivir una vida normal y corriente, porque si eliges hacerlo estarás rechazando esa gran responsabilidad que te ha sido impuesta. ¿Pero impuesta por quién? ¿Por el destino? ¿Por el azar? ¿Por los caprichos de la genética? También destaca el hecho de que no todos los mutantes llevan bien eso de ser un homo superior. Hasta ahora hemos visto el ejemplo de Cíclope, angustiado en todo momento por la posibilidad de perder el control sobre sus rayos ópticos, pero pronto habrá muchos más. Aún falta tiempo para que veamos que no todos los mutantes son apuestos jóvenes y jovencitas que pueden camuflar fácilmente su mutación para convivir con los humanos. La Mole es el primer ejemplo de mutante cuya mutación le otorga un aspecto… digamos que poco agraciado. Ese aspecto supone una barrera que dificulta aún más las cosas para él y, lo que es peor, hace que incluso otros camaradas mutantes sientan escasa empatía hacia su situación. ¿O acaso la Patrulla-X se había portado especialmente bien con él antes de que les salvase la vida? No me sorprende que sólo sienta cansancio y que no quiera seguir participando en la locura que se está desatando sobre el mundo. Si el mundo nunca le ha querido, ¿por qué iba a él a preocuparse por el mundo? ¿Por qué debería asumir una responsabilidad que no ha pedido? Es más, si lo hiciese… ¿sería aceptado por la Patrulla-X? ¿Alguien con su aspecto realmente encontraría su lugar rodeado de los guapísimos estudiantes de Xavier? Porque, al contrario que el Ángel, que puede ocultar sus alas de tres metros y medio de envergadura con un arnés en su espalda casi por arte de magia, es poco probable que la Mole pudiese ocultar los 231 kilos que pesa (sí, lo he consultado en la Marvel Database) con una faja. Y hablamos de la Mole, pero en el futuro veremos casos mucho más extremos, como los Morlocks. Cuando has perdido la lotería de la genética y la vida te ha dado la espalda, esos argumentos sobre asumir grandes responsabilidades no parecen muy convincentes.
Claro que lo que diferencia a los héroes es que, pese a todo, acaban eligiendo asumir esa responsabilidad. Los héroes son los que toman la decisión más ética, aún sabiendo que eso les va a perjudicar. Pero también es cierto que la mayoría de los héroes del Universo Marvel parten de una situación mucho más fácil y agradable que el resto de personas. Es más sencillo elegir el buen camino cuando eres un supersoldado de ojos azules, cabello rubio y nalgas de acero. O un multimillonario con un presupuesto infinito y un montón de ideas tecnológicas geniales. O una deidad nórdica inmortal. Es un poquito más difícil cuando eres un empollón huérfano que vive con sus ancianos tíos y con el que no dejan de meterse en el colegio… y quizá por eso tu elección es más valiosa. ¿Pero cuando eres una mole de más de doscientos kilos que lo único que ha conocido es la vida como monstruo de circo? En ese caso elegir la responsabilidad es casi imposible… y por eso me parece tan necesario que haya mutantes “feos” ejerciendo el rol de héroes, porque su elección es la más valiosa de todas. Aún quedan muchos números para que tengamos a alguien así en la Patrulla-X, pero seguro que volveremos a tener ocasión de reflexionar sobre este tema del poder y la responsabilidad en futuros comentarios.
Y hasta aquí el comentario de The X-Men #7 USA. En el siguiente número: la increíble amenaza de… ¡Unus, el Intocable!
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