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[Cómic] Reseña de Namor: Litorales conquistados, de Christopher Cantwell y Pasqual Ferry: sesión de terapia submarina

  Han pasado cien años desde el presente del Universo Marvel. Los efectos combinados del cambio climático y de un conflicto bélico contra los Kree han provocado la fusión de los casquetes polares y el aumento del nivel del mar. La mayoría de los héroes abandonaron el planeta para librar una guerra suicida contra los responsables, dejando atrás a unos pocos que decidieron ayudar a los supervivientes. En este futuro la tierra firme escasea y las posibilidades de reconstruir la civilización humana son inexistentes. En cambio, el reino de Atlantis vive una época de esplendor. Sus dominios han aumentado como nunca antes, de forma que la práctica totalidad del planeta está bajo su gobierno. Pero Namor, antiguo rey de Atlantis, ha cedido el trono a su prima, Namorita, e intenta ayudar a los refugiados humanos como un simple atlante más. Ya no es el impulsivo monarca que fue en su juventud y las pasiones que le consumían años atrás casi se han enfriado por completo. Namor es un hombre mucho más reflexivo y, ahora que ha llegado a su vejez, está intentando darle sentido a la historia de conflictos que ha marcado su vida. No obstante, los acontecimientos pondrán a prueba su nuevo talante y le enfrentarán a las consecuencias de sus actos de antaño. Para ofrecer una última esperanza a los refugiados, el Hombre Submarino tendrá que comenzar un viaje en busca de su más antiguo amigo, alguien que ha sido tanto aliado como enemigo muchas veces a lo largo de las décadas: la Antorcha Humana original, el ser humano artificial junto al que combatió durante la Segunda Guerra Mundial.

Christopher Cantwell llegó a Marvel hace algunos años después de haberse hecho popular por ser uno de los cocreadores de la serie de televisión Halt and Catch Fire. Desde entonces ha escrito algunas cosas que han hecho bastante ruido, como por ejemplo su miniserie protagonizada por el Doctor Muerte, que fue nominada a un Premio Eisner en 2020. También se habló muy bien en su momento de su etapa como guionista de Iron Man. Por desgracia, ninguna de estas dos propuestas me gustó demasiado. Encontré su interpretación del archienemigo de los Cuatro Fantásticos bastante simplona e incluso un tanto pueril y, en cuanto a su acercamiento al Hombre de Hierro, me pareció que se sustentaba en una sucesión de situaciones forzadas y cada vez menos creíbles, ajenas a la trayectoria previa del personaje. Traer de vuelta a Korvac, villano nostálgico donde los haya, logró captar mi interés, pero el gélido y emocionalmente distante romance entre Iron Man y la Gata Infernal me sacó por completo de la historia. Me dio la impresión de que Cantwell era de la misma escuela que Jonathan Hickman, otro guionista que en lugar de amoldar su historia a los personajes con los que está trabajando prefiere amoldar a los personajes a la historia que él quiere contar.

Tanto Cantwell como Hickman sienten predilección por los personajes extremadamente inteligentes, por los genios del Universo Marvel, pero a la hora de escribir sobre ellos delatan lo poco que saben sobre el concepto de inteligencia. Para ellos ser un genio significa estar consagrado a la razón, a la lógica y a la ciencia más extravagante, ignorando que existe un pequeño concepto llamado inteligencia emocional. Una persona verdaderamente inteligente sabe reconocer y gestionar tanto sus propias emociones como las emociones de los demás, lo cual le permite ajustar su comportamiento para conseguir sus metas de forma más eficaz. En cambio, los genios escritos por Cantwell y Hickman viven desconectados de sus emociones, como si estuvieran tan por encima de ellas que pudiesen ignorarlas y limitarse a existir como seres de puro intelecto. Esta concepción de la inteligencia me ofende de una forma muy profunda.

No es este el lugar para hacer una disertación sobre las distintas concepciones de la inteligencia que tuve que memorizar durante mis años como estudiante de psicología, pero me parece importante mencionar que lo que Cantwell entiende por “personaje inteligente” ha supuesto para mí una importante barrera que me ha distanciado de su trabajo y me ha impedido disfrutarlo en el pasado. En su etapa de Iron Man hay un momento en el que Tony Stark adquiere poderes divinos y generosamente decide compartir su inteligencia con el resto de la humanidad. El resultado es que las personas de a pie adquieren de repente la capacidad para construir máquinas imposibles o para formular nuevas teorías en el campo de la física de partículas. Y eso, desde mi punto de vista, demuestra que el guionista no sabe diferenciar entre la inteligencia, que se puede definir como una serie de aptitudes o de “herramientas cognitivas” con las que adaptarse a las exigencias del entorno, y el conocimiento, que es algo que debe estudiarse y aprenderse. La inteligencia sería algo interno, con lo que se nace, mientras que el conocimiento es algo externo, algo que debe trabajarse para ser obtenido. Dicho de otra forma, se puede ser inteligente sin tener conocimiento y se puede tener conocimiento sin ser inteligente. Tener la velocidad de procesamiento o la capacidad de razonamiento perceptivo de un genio no hace que sepas de forma automática lo que es un bosón: para eso necesitas leer un libro sobre física o asistir a una clase universitaria. Un buen guionista no debería cometer un error de este calibre.

Sin embargo, tanto el Doctor Muerte como el Iron Man de Cantwell son personajes que giran en torno a la inteligencia, a ese concepto de genio que poco o nada tiene que ver con la realidad. Ambos están tan pagados de sí mismos, se creen tan por encima del resto de la gente y están tan desconectados de las emociones más básicas que no parecen seres de carne y hueso sino máquinas. Es más, en los escasos momentos en los que se “rebajan” a sentir emociones se presentan como unos personajes tan inmaduros que rozan lo infantil. Son todo ego, tan ajenos al lector que cuesta horrores empatizar con ellos. En ese sentido, la miniserie del Doctor Muerte me pareció especialmente decepcionante porque he leído a autores anteriores ofrecer una visión mucho más compleja y rica del villano, capaz de provocar atracción y repulsión a partes iguales. Supongo que no es necesario apuntar las razones por las que las historias sobre personajes de moral dudosa funcionan mucho mejor cuando el lector percibe que el personaje en cuestión tiene al menos una parte de razón. Eso es algo que un buen guionista debería tener más que interiorizado.

Te preguntarás a qué vienen estas críticas sobre las series anteriores de Cantwell para Marvel cuando lo que debería estar haciendo es escribir sobre la historia de Namor que da título a esta entrada, ¿no? Siempre me gusta establecer el contexto sobre el que se apuntalan mis opiniones y en este caso creo que es de especial importancia hacerlo. Ni el guionista es santo de mi devoción ni sus trabajos previos me han entusiasmado, eso está claro. No comulgo con su manera de tratar a los personajes, ni de elevarlos por encima del resto del mundo, ni mucho menos de recrearse en sus descomunales egos como se recreó con Victor von Muerte y Tony Stark. Por eso me sorprendió de manera inesperada disfrutar tanto de la miniserie de Namor escrita por este autor, ya que el Hombre Submarino es un personaje conocido precisamente por tener un ego que ni siquiera los siete mares han podido contener. Tengo la impresión de que, por primera vez, Cantwell ha conseguido coger a una de las grandes personalidades del Universo Marvel, uno de esos personajes que siempre se han considerado por encima de todo y de todos, y hacer que ponga los pies sobre la tierra de una vez por todas. Usar esta expresión es un tanto irónico al hablar de este personaje, pero me parece de lo más apropiado. Casi se podría decir que es lo que logra este cómic de manera literal: hacer que Namor ponga los pies sobre la tierra como no lo había hecho nunca en su vida.

Para conseguirlo, el autor recurre a un escenario bastante forzado y quizá demasiado artificial para su historia. Tengo ciertos problemas con la idea de que el estado del planeta dentro de cien años se haya debido más a la intervención de los Kree que al cambio climático, ya que siento que eso le resta importancia de alguna forma a la catástrofe ecológica. El mensaje que transmite Cantwell, ya sea de manera consciente o inconsciente, es que el cambio climático es una cosa seria… pero no lo suficiente como para arrasar el mundo por sí solo. Para anegar el planeta necesita una pequeña ayuda por parte de una potencia bélica alienígena, de hecho. Habría sido distinto si la causa se hubiese debido a una intervención humana de cualquier tipo, pero al señalar una causa externa está borrando de un plumazo la responsabilidad de los seres humanos en el cambio climático. En mi opinión, habría sido mucho más contundente eliminar a los Kree de la ecuación, ya que no participan en ningún otro aspecto de esta historia, limitando el escenario a una catástrofe provocada por la propia humanidad. Habría sido el mismo escenario en el que nos encontramos ahora en el mundo real, al borde de una catástrofe que nosotros mismos hemos puesto en marcha y no hemos querido parar a tiempo. Desde luego me parece un contexto más plausible y mucho más escalofriante que la amenaza de unos villanos extraterrestres vengativos.

Objeciones aparte, el contexto presentado por Cantwell no deja de ser la materialización de la gran fantasía de Namor: un planeta cubierto casi por completo de agua, con los países de la superficie anegados y el reino de Atlantis extendiéndose por todas partes. El conflicto del Hombre Submarino con los seres de la superficie viene de muy lejos y no hay que olvidar que su solución original era simplemente inundarlo todo. Si echamos la vista atrás, una de las primeras veces en las que el personaje se utilizó como villano fue en Human Torch #5 USA, de Carl Burgos, Henry P. Chapman, Jack D'Arcy, Bill Everett, George Kapitan, Mike Roy y Harry Sahle, un número publicado en 1941. Ya en aquella historia, el principal acto de Namor como villano consistía en inundar la ciudad de Nueva York con una ola gigantesca, provocando presumiblemente millones de muertes. Aquel acontecimiento fue anterior a la era Marvel, pues cuando se publicó la editorial aún se llamaba Timely y eso que hoy llamamos continuidad apenas había empezado a tomar forma. No obstante, se ha referenciado varias veces, por ejemplo en el archifamoso Marvels #1 USA, de Kurt Busiek y Alex Ross, publicado en 1994, o en The Marvels Project #6 USA, de Ed Brubaker y Steve Epting, aparecido en 2010. En la época de Timely, el Hombre Submarino era un personaje voluble, así que volvió a cambiar de bando con la misma rapidez con la que se había convertido en villano. De no ser porque cómics más recientes han referenciado la inundación de Nueva York, hoy sería un dato casi olvidado.

No obstante, esa no fue la única vez en la que llevó a cabo un ataque así contra la superficie. También es muy recordado el momento en el que Namor inundó la nación africana de Wakanda, tal y como se narró en Avengers Vs. X-Men #8 USA, de Brian Michael Bendis y Adam Kubert, publicado en 2012. Entonces estaba influido por una entidad cósmica de poder salvaje, la Fuerza Fénix, lo que podía servir como una especie de justificación. Es curioso que el personaje siempre haya tenido alguna justificación para sus peores actos. Sus cambios de humor se explicaron durante muchos años alegando a una especie de desequilibrio debido a su naturaleza híbrida humano-atlante: la capacidad de su sangre para transportar el oxígeno se alteraba cuando llevaba mucho tiempo alejado del agua, provocándole violentos arranques de ira. Es decir, que Namor se volvía loco cuando pasaba un tiempo en el mundo de la superficie. Todos sus conflictos contra los humanos, todas las veces que se enfrentó a los Cuatro Fantásticos o que se alió con villanos como el Doctor Muerte o Magneto se justificaban así, con un simple desajuste químico. Incluso su ataque genocida a Nueva York fue producto de una “locura transitoria”.

Por eso me parece interesante lo que hace Cantwell en Litorales conquistados, pues enfrenta al antaño soberano de Atlantis a las peores consecuencias que podrían haber tenido sus propios actos. “Esto podrías haberlo hecho tú”, parece decirle este mundo futuro casi completamente anegado a Namor desde la primera página, “a esto conducían tus acciones”. Más interesante aún es que la belicosidad que hizo famoso al Hombre Submarino parece haber sido heredada por su reino en este futuro. Hasta su prima Namorita, que tuvo una larga carrera como heroína en el mundo de la superficie (fue integrante de los Nuevos Guerreros durante muchos años) antes de heredar la corona de Atlantis, ha desarrollado una notable animadversión hacia los humanos. Por otro lado, Atlantis ha acogido a unos cuantos supervivientes de la catástrofe, pero no se puede decir que los trate con mucho aprecio. Las condiciones de la colonia submarina a la que han sido trasladados son precarias y da la impresión de que los atlantes prefieren dejar que mueran a seguir invirtiendo recursos en ellos. Además, su actitud hacia los pocos humanos que han decidido permanecer en la escasa tierra firme que queda sobre las aguas no es nada amistosa. Se tratan como enemigos y se intuye que se está gestando un conflicto que tiene un único resultado posible: la extinción de la humanidad. ¿Pero acaso no es eso lo que pretendía conseguir Namor durante tantos años en incontables conflictos contra los habitantes de la superficie? ¿No se daba cuenta de que, amparado en la defensa de Atlantis, estaba iniciando un genocidio? Que le pregunten a los ciudadanos de Nueva York que se encontraron de repente con una ola de la altura de un rascacielos arrasando su ciudad en 1941.

En un sentido retorcido, el mundo de Litorales conquistados es el mundo que Namor deseaba. Es un mundo en el que Atlantis ha vencido cualquier conflicto contra los humanos y reina suprema sobre el planeta, un mundo en el que el reino submarino ha multiplicado su extensión al tragarse buena parte de los continentes, un mundo en el que los atlantes siguen el ejemplo de su antiguo monarca y solucionan cualquier problema por la fuerza. La sangre de los atlantes hierve, deseosa de conflicto… y, puesto que ya no pueden luchar contra los humanos, se han vuelto contra sí mismos y están inmersos en una guerra civil. No debería sorprendernos, por tanto, que Namor haya cedido el trono y hasta prefiera pasar más tiempo fuera del agua que bajo ella. El mundo se ha convertido en un reflejo de su interior… y no le gusta lo que ve en él.

Los tiempos en los que todo se arreglaba gritando un “imperius rex” y lanzándose al ataque han quedado muy atrás y lo que nos muestra Cantwell es a un Hombre Submarino taciturno y repleto de dudas. Está perdido y no puede encontrar su lugar. Creo que en eso también influye mucho que este es un mundo en el que ya no está la Mujer Invisible. Sue Storm fue una de las heroínas que abandonó el planeta para lanzarse a esa guerra suicida contra los Kree y hemos de suponer que ha muerto junto al resto de los Cuatro Fantásticos. Cualquier cosa que hubiese entre ella y Namor ha terminado. Cualquier posibilidad de que llegase a haber algo entre ellos en algún momento ha quedado atrás. Las motivaciones de nuestro protagonista podían ser algo difusas en la época Timely, pero una vez llegó la era Marvel sus objetivos estaban bien claros: quería a Sue, la única mujer que no podía tener. Se podría decir que muchos de sus ataques a la superficie no eran más que excusas para conseguir a la Mujer Invisible. Ahora que ella ya no está el fuego que consumía el interior del Hombre Submarino se ha extinguido.

Es más, ya no está Sue, pero tanto Reed y tampoco el Doctor Muerte. Sólo queda un envejecido Steve Rogers, el Capitán América, el único vínculo que une a Namor con su pasado, con los tiempos en los que fue un héroe, uno de los Invasores. Y también queda la Antorcha Humana original, otro de los Invasores; algunas veces enemigo, pero la mayoría de las veces amigo. El androide creado por el Profesor Horton tantos años atrás sigue por ahí, pero no tiene intención de relacionarse con nadie. Se ha llevado a los demás seres artificiales que han sobrevivido y ha creado un refugio en algún lugar remoto. Es bastante poético que la última misión de Namor en Litorales conquistados consista en encontrar a la Antorcha Humana, pues quizá él sea la clave para asegurar la supervivencia de la colina humana en el fondo marino. ¿Pero en qué términos se encontrará con él? ¿Como amigos o como enemigos?

Acompañado por Luke Cage, un personaje al que no esperaba ver aquí y al que Cantwell no logra sacar demasiado partido, me temo, el antiguo rey atlante recorre las ruinas de su pasado plagado de recuerdos. Le toca visitar, por ejemplo, los restos del Edificio Baxter o las ruinas del castillo del Doctor Muerte. El suyo es un viaje de duelo, en el que tiene que asimilar algunas cosas y en el que tiene que enfrentarse a sí mismo. Me atrevería a decir que es una experiencia terapéutica. Llegado el momento de la verdad, cuando consigue estar frente a frente con la Antorcha Humana, su viejo amigo, su viejo enemigo, Namor hace lo que siempre ha hecho: ceder a la ira, dejarse llevar por la soberbia y utilizar la violencia. Lo que pasa es que esta vez se percata de ello y opta por otro camino. El viaje le ha cambiado. La terapia ha surtido efecto.

Mencionaba antes los trabajos previos de Cantwell en Marvel y decía que no me habían gustado demasiado. En gran medida fue así porque los acontecimientos que narraban no parecían tener ningún impacto sobre los personajes. En su etapa de Iron Man, Tony Stark adquiere poderes divinos y, cuando sus enemigos empiezan a cuestionar el efecto que tienen sobre él, los usa para matarlos. Poco después les devuelve la vida y todo aquello queda como una anécdota, como un “gracioso malentendido”. “¿Recuerdas aquella vez que Tony me borró de la existencia? Fue muy divertido”, podrían decir. Me cuesta mucho creer que algo así no tenga consecuencias que cambien a los personajes, igual que me cuesta creer que la ruptura con la Gata Infernal no afectase a Tony para nada. En sus historias sobre Iron Man y también sobre el Doctor Muerte, Cantwell no fue capaz de establecer una narrativa que concluyese con un desenlace significativo, uno que supusiese un cambio para el personaje, una evolución del mismo. No llevamos tanto tiempo hablando sobre El viaje del héroe de Joseph Campbell sin motivo: es una estructura narrativa básica para conseguir ese significado. El héroe no puede ser el mismo al principio del viaje y al final. Tiene que haber aprendido algo. Tiene que haber cambiado algo. De lo contrario, ¿para qué ha servido el viaje?

En Litorales conquistados, el viaje de Namor tiene significado porque el Hombre Submarino no es el mismo personaje cuando llega a su destino. Algo ha cambiado. Él ha cambiado. Esta es una historia claramente crepuscular, pero al contrario que otras historias similares deja espacio a la esperanza. Si hasta alguien tan orgulloso y obcecado como Namor puede cambiar, eso quiere decir que todo el mundo puede cambiar. No va a ser fácil, desde luego, y habrá que pagar un gran precio, pero se puede conseguir. De esta forma, Cantwell ofrece una lectura muy positiva de un personaje que nunca ha sido un ejemplo de rectitud moral; un personaje que encontrará su lugar en el mundo adoptando un rol totalmente inesperado e impropio de él. No es la propuesta más original del mundo, siendo sinceros, pero me ha parecido bastante más sólida y bastante más profunda que otras historias similares. ¿Es posible que el guionista haya dado por fin con la tecla? Habrá que darle una oportunidad a sus siguientes trabajos para comprobar si Litorales conquistados supone un cambio de tendencia o un afortunado accidente.

Dudo que vayas a encontrar esta aventura de Namor en las listas de lo mejor del año porque realmente no merece estar entre lo mejor del año. Es una propuesta más o menos convencional, con algunos aspectos que no están tan logrados como se podría esperar. Como mencionaba antes, el poco definido papel de Luke Cage no me ha terminado de convencer, como tampoco me ha gustado que la guerra civil atlante que se está gestando sea algo que se menciona sin llegar a mostrarse del todo. Lo que se muestra de Atlantis y de sus habitantes no me hace pensar en ningún momento que su sociedad se encuentre al borde de una guerra civil. Se podría haber pulido mucho más ese aspecto, como se podría haber pulido mucho más el punto de partida, con ese conflicto contra los Kree y todos los héroes del planeta marchándose para librar una guerra que no pueden ganar. Y no sólo por cómo minimiza el impacto de la actual crisis climática, sino porque me parece una forma vaga y facilona de quitar de enmedio a todos los personajes que no interesaban al guionista. La propuesta tiene bastantes asperezas y a veces se le notan las costuras, está claro, pero juega bien sus cartas. Es una historia en la que se respira cierta nostalgia hacia los tiempos de los Invasores, pero sobre todo es una historia que conoce bien a su protagonista y sabe hacia dónde quiere llevarlo. Es, en definitiva, una historia con significado, que abre un nuevo horizonte para Namor… aunque quede a la imaginación del lector.

Al estar situada en el futuro y, por tanto, dentro de su propia continuidad, es tentador afirmar que Litorales conquistados es una historia accesible y apropiada para lectores con poco o ningún bagaje en el Universo Marvel, pero me temo que no es tan sencillo. El motivo tras su publicación original fue la aparición de Namor en Wakanda Forever, segunda película de la franquicia de Pantera Negra en el MCU, pero este Hombre Submarino no tiene nada que ver con el de aquella cinta. Este es el Namor de los Invasores, el que tantas veces combatió junto a (y contra) la Antorcha Humana original y el que cortejó a Sue Storm durante tantos años. Creo que se entiende mejor lo que hace Cantwell con el personaje y hacia dónde quiere llevarlo cuando se conoce un poco su trayectoria previa. No quiero ser más específico sobre la conclusión ni sobre el punto en el que queda el personaje para no estropear la lectura a nadie, pero puedo decir que el final es bastante satisfactorio, tanto en lo que respecta a los sucesos de la propia historia de Litorales conquistados como a la historia anterior de Namor en sus muchos años como personaje recurrente del Universo Marvel.

Por todo lo dicho, parece evidente que Cantwell ha hecho un buen trabajo, pero obviamente el guionista no ha elaborado este tebeo en solitario. Es necesario pues hablar sobre el trabajo del dibujante y del colorista, aunque este es un apartado que me genera opiniones encontradas. Pasqual Ferry es el dibujante de esta historia y es un dibujante que me gusta. Quiero que me guste, al menos, pero no me parece que el cómic de superhéroe sea lo suyo ni que se encuentre muy cómodo dentro de este género. Pero todos tenemos que comer, claro, y firmar unos cuantos cómics para Marvel siempre es un buen añadido al currículum de un artista. Hoy en día lo más común es darse a conocer en alguna de las editoriales grandes, como Marvel o DC, y luego irse a alguna editorial independiente para publicar una historia propia, conservando los derechos de autor en lugar de tener que emplear las propiedades intelectuales de una gran empresa celosa de sus franquicias. Ferry ha dibujado a Adam Strange y a Superman para DC, así como a los Cuatro Fantásticos, Thor, Spiderman y el Doctor Extraño para Marvel, pero creo que el tipo de cómic que prefiere hacer es el que podemos ver en la que quizá sea su obra más personal, Mr. Bulb.

Al dibujante le atraen las historias abstractas, en las que puede experimentar en el plano formal, y el cómic de superhéroe debe ajustarse a una serie de convenciones que le deben resultar muy limitantes, supongo. Con la excepción de las historias de corte más fantástico, como las que dibujó para la colección del Dios del Trueno o las que está dibujando ahora para la del Hechicero Supremo, siempre noto a Ferry encorsetado, incómodo incluso. Su trabajo con los superhéroes me parece algo reiterativo y esa es una sensación que he tenido varias veces al leer Litorales conquistados: su interpretación de Atlantis me parece demasiado similar a las ciudades fantásticas que dibujó en la serie de Thor y los diversos robots del refugio de la Antorcha Humana me resultan muy familiares, como si ya los hubiera visto en alguno de sus otros trabajos. Este no me parece un trabajo especialmente fresco o novedoso, en ese sentido.

Por otro lado, el estilo de este artista, compuesto por trazos espontáneos, algo desdibujados y casi etéreos, no es fácil de interpretar. Me cuesta saber cuánto de su estilo se debe a decisiones conscientes y meditadas por su parte y cuánto es producto de la rapidez con la que tiene que atender a las fechas de entrega de la editorial. Dicho de otra forma, algunos de sus trabajos tienen mejor acabado que otros y la diferencia puede llegar a ser bastante notable: unas veces sus fondos tienen un nivel de detalle abrumador y otras veces... son sencillamente inexistentes. No creo que Litorales conquistados sea lo mejor que ha hecho en tiempos recientes, pero tampoco es lo peor. En cualquier caso, su estilo, tan fluido, me resulta apropiado para los personajes a los que está tratando en esta ocasión. Namor es una criatura del mar y la Antorcha Humana es una criatura del aire y el fuego, ambos son gráciles y vaporosos; etéreos como los trazos de Ferry.

En otro orden de cosas, el color corre a cargo de Matt Hollingsworth, colorista que ha pasado por las cabeceras de personajes como Daredevil, el Castigador, los Guardianes de la Galaxia u Ojo de Halcón. No tengo nada que objetar a su trabajo en Litorales conquistados, que me ha dejado muy satisfecho. La paleta de colores que ha elegido me resulta muy sugerente, sobre todo por el contraste entre los tonos cálidos que generan los rayos del sol sobre la superficie de las aguas y los tonos fríos que encontramos en las profundidades. Dicho contraste está presente desde las primeras páginas y va evolucionando de forma sorprendente cuando la acción en la superficie transcurre de noche y, de repente, nos encontramos con poca diferencia entre el color de un mundo y otro, transmitiendo así la idea de que en realidad no se trata de mundos opuestos sino de dos entornos de un mismo planeta. Mientras tanto, el refugio submarino de los exiliados de la superficie resulta gris y apagado, como cabe esperar de un lugar donde reina la tristeza y la desesperanza. No se percibe como un espacio natural y no parece tener encaje ni en la superficie ni bajo el mar, algo que se transmite a través del color sin necesidad de recurrir al texto.

Tengo la impresión de haberle dado más vueltas de lo que debería a Litorales conquistados. Como decía antes, está lejos de ser uno de los mejores tebeos del año y, de hecho, ni siquiera ha sido uno de mis favoritos. Aún así, al terminar mi lectura he pensado mucho en lo que han hecho Cantwell, Ferry y Hollingsworth. Supongo que eso es una buena señal: quizá este sea mejor tebeo de lo que soy capaz de ver en este momento. Puede que deba volver a él más adelante para comprobar cómo han evolucionado mis ideas al respecto. Sea como sea, me ha hecho reflexionar mucho sobre la culpa y la redención, sobre la ira y el orgullo, sobre la vejez y la necesidad de darle sentido a los años vividos. También sobre la posibilidad de seguir viviendo cuando parece que tu vida ya ha llegado hasta donde tenía que llegar. No esperaba que una historia sobre Namor me llevara por esos derroteros, pero aquí estamos.

La miniserie original publicada por Marvel (Namor the Sub-Mariner: Conquered Shores #1-5 USA) puede encontrarse recopilada en un tomo publicado en castellano por Panini Cómics bajo el título Namor: Litorales conquistados. Son 120 páginas a 15,50€, lo que viene a ser el precio habitual de los tomos de tapa blanda de Panini; relativamente económico teniendo en cuenta la política de precios de esta editorial. Recomiendo que le eches un ojo si algo de lo que he comentado a lo largo de estos párrafos te ha llamado la atención. No sé si te hará pensar tanto como me ha hecho pensar a mí, pero al menos te hará pasar un rato entretenido. Puede que hasta te haga sentir interés por la próxima propuesta de Cantwell para Marvel.

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